Regreso a la Luna con la misión Artemis: ¿podremos instalar bases como en la Antártida y cultivar plantas y alimentos?

El 20 de julio de 1969, el ser humano pisaba por primera vez la Luna. Lo consiguió la tripulación estadounidense del Apolo 11, consiguiendo un gran hito histórico. (Foto: NASA/JSC)
El 20 de julio de 1969, el ser humano pisaba por primera vez la Luna. Lo consiguió la tripulación estadounidense del Apolo 11, consiguiendo un gran hito histórico. (Foto: NASA/JSC)
NASA/JSC
El 20 de julio de 1969, el ser humano pisaba por primera vez la Luna. Lo consiguió la tripulación estadounidense del Apolo 11, consiguiendo un gran hito histórico. (Foto: NASA/JSC)

Nos encontramos inmersos en un periodo crucial en el ámbito de la exploración espacial. La humanidad está a punto de dar el primer salto hacia otro planeta de nuestro sistema solar: Marte. Una migración como hace la vida desde que surgió en la Tierra, hace casi 4 000 millones de años, extendiéndose hacia otros ambientes, con todo lo que conlleva: los mares y océanos, las tierras, la atmósfera y, ahora, hacia el espacio. En este camino imparable, la Luna es nuestro primer paso.

Jesús Martínez-Frías

Jesús Martínez-Frías

  • Investigador Científico. Experto en Meteoritos, Geología Planetaria y Astrobiología. Miembro de los equipos de ciencia de las misiones NASA-MSL (Curiosity) y NASA-Mars2020 (Perseverance), Instituto de Geociencias (IGEO - CSIC - UCM)

El excelente libro Back to the Moon, que acaba de publicar el prestigioso astrofísico y cosmólogo Joseph Silk, plantea las implicaciones de nuestra salida hacia el cosmos y la importancia de llevar a la sociedad, la educación y la cultura el significado y la pertinencia de la exploración espacial en el siglo XXI.

The Conversation

Por qué la Luna

Hace poco más de 60 años que Yuri Gagarin se convirtió en la primera persona en lograr el hito de la navegación espacial. Más adelante, en 1969, conseguimos llegar de manera tripulada a la Luna, lo que marcó un proceso imparable en nuestra salida hacia el cosmos.

Imagen del cosmonauta soviético Yuri Gagarin en el interior de una nave.
Imagen del cosmonauta soviético Yuri Gagarin en el interior de una nave.
ARCHIVO

Este periodo trascendental que vivimos y del que somos testigos supone un cambio de paradigma, desde la ciencia y la tecnología, que marca todo nuestro bagaje sociocultural y supone un desafío científico y también educativo.

La Luna, como objetivo más cercano, es extremadamente relevante por distintas razones, ya que no solo encierra muchas de las claves sobre nuestros orígenes, sino que constituye una plataforma privilegiada a partir de la cual alcanzaremos nuevos conocimientos sobre el universo, contribuirá a la sostenibilidad de nuestro planeta y nos ayudará a trasladarnos a Marte… y más allá.

Misión Artemisa I.
Misión Artemisa I.
NASA

El interés internacional por la Luna

En este contexto, Back to the Moon aborda estos desafíos desde una perspectiva muy amplia y ejemplifica claramente como este retorno está impregnando nuestra realidad actual, aportando un enfoque educativo interdisciplinar sobre el universo.

Realmente, el regreso de la humanidad a la Luna, ahora con la misión Artemisa, es solo una justificación para plantear objetivos mucho más ambiciosos y complejos, no solo ligados al cosmos, sino también a valoraciones sobre cómo la ciencia y la tecnología influyen en nuestro entorno sociocultural y en nuestro día a día.

Participamos en una nueva vorágine espacial posterior a la guerra fría de EE. UU. y la antigua URSS. Ahora, agencias espaciales de distintos países (EE. UU., China, Rusia, Europa, Japón, India, Emiratos Árabes Unidos, entre otros) y también empresas privadas son nuevos agentes implicados en muchos ámbitos de la exploración e investigación del espacio cercano a la Tierra (principalmente nuestro satélite) como primer lugar en el que la humanidad desarrollará sus actividades en el próximo siglo.

Fotografía de mayo de 1969, que muestra al astronauta estadounidense Neil Amstrong semanas antes de llegar a la Luna.
Fotografía de mayo de 1969, que muestra al astronauta estadounidense Neil Amstrong semanas antes de llegar a la Luna.
EFE

Retos que se presentan

Son muchas las cuestiones y los retos que se presentan:

¿Podremos aprender de la Luna sobre los orígenes de la Tierra?

¿Podremos establecernos en nuestro satélite, con bases como las actuales del Ártico o la Antártida?

¿Seremos capaces de aprovechar y utilizar los recursos in situ existentes allí, como el hierro, el titanio, el hielo, el helio-3, el suelo y las propias rocas, para la construcción de carreteras, pistas de despegue, aterrizaje, escudos antirradiación, etc.?

Imagen de la primera huella de Neil Armstrong en la Luna, a su llegada el 20 de julio de 1969.
Imagen de la primera huella de Neil Armstrong en la Luna, a su llegada el 20 de julio de 1969.
NASA

¿Será factible utilizar el suelo basáltico lunar como base para el crecimiento de plantas y alimentos?

¿Habrá telescopios lunares que nos ayuden a comprender mejor el universo y a monitorizar los objetos potencialmente peligrosos que pudieran colisionar contra nuestro planeta?

¿Servirá la Luna como una plataforma intermedia para viajes a Marte o más allá y para evaluar cómo se comporta la vida (incluida la nuestra) en el espacio, o la búsqueda de vida extraterrestre?

En esta fotografía, Starliner CST-100 de Boeing se estuvo acercando a la Estación Espacial Internacional el pasado 20 de mayo de 2022. El Orbital Flight Test-2 sin tripulación fue el primer acoplamiento exitoso de la nave espacial en desarrollo y dio un paso importante hacia su certificación final como cápsula clasificada para tripulación.
En esta fotografía, Starliner CST-100 de Boeing se estuvo acercando a la Estación Espacial Internacional el pasado 20 de mayo de 2022.
NASA

La importancia de incluirlo en los planes educativos

Back to the Moon constituye una obra magnífica y muy recomendable que, poco a poco, se adentra en todos estos temas de gran interés social y educativo, de manera pionera, como lo hizo Carl Sagan con Cosmos.

Silk abre la puerta a debatir con naturalidad sobre todas estas cuestiones candentes que, en ocasiones, son tan difíciles de trasladar desde la ciencia a la sociedad o parecen muy distantes. Ya no está lejos que hablemos de medicina espacial, derecho espacial, ética espacial, agricultura espacial o arquitectura espacial. Tal vez, incluso, de política espacial.

Tal conjunto de desafíos incita a plantear y preguntarnos de qué forma el proceso científico y tecnológico revolucionario podrá incorporarse a los programas de enseñanza a distintos niveles. Realmente supone casi una necesidad en la modernización y actualización de muchos contenidos temáticos y aspectos docentes y una obligación ética para las futuras generaciones.

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