La Alemania que se encontró Merkel y la que deja 16 años después

Este septiembre Angela Merkel cede el testigo como canciller después de cuatro mandatos consecutivos. Este es un recorrido por la biografía de una de las políticas más influyentes de los siglos XX y XXI y los hitos que han llevado a Alemania al lugar que ocupa actualmente.

Dieciséis años después de su llegada al poder, la confianza en Angela Merkel como líder internacional está en máximos históricos en muchos países, entre ellos España. Un 72% de los españoles a los que les preguntan si confían en que la todavía canciller alemana va a hacer lo correcto en cuestiones internacionales dicen que sí. Lo cree también un 76% de los británicos y un 61% de los estadounidenses.

No siempre ha gozado de esta popularidad entre sus vecinos, pero sus electores la han respaldado mandato tras mandato. Angela Merkel llegó al Bundestag, el parlamento alemán, en 2005. Fue la primera mujer en ser canciller. Pero también la primera persona procedente de la antigua RDA, la Alemania del este, que se ponía al frente de Alemania después de la reunificación.

El país que encontró entonces y el que deja este septiembre, tras más de tres lustros, se parecen, pero no son el mismo. Por su territorio han pasado una crisis económica con la que afianzaron su papel como motor económico de Europa y garantes de las políticas de austeridad; una crisis migratoria en la que se abrieron las fronteras a miles de refugiados y con consecuencias internas que reverberan todavía; y una pandemia mundial, cuya gestión es el centro de la campaña electoral.

Angela Merkel concluye su cuarto y último mandato siendo la líder más influyente de Europa y habiendo creado su propia forma de hacer política. Los alemanes que voten por primera vez este 26 de septiembre (con 18 años) muy probablemente no recuerden su país sin ella al frente.

Un ancla de estabilidad

Seguridad, estabilidad, sentido común. Son algunas de las cualidades que se suelen acompañar junto al nombre de Merkel.

Nacida Angela Dorothea Kasner, en Hamburgo en 1954, es hija de un pastor luterano y una maestra. Aunque Hamburgo en aquel momento se encontraba dentro del territorio de la Alemania occidental, ese mismo año su familia se trasladó a la República Democrática de Alemania (RDA), integrante del Bloque del Este.

Estudió física y es doctorada en la misma materia. Su hermano, Marcus, también se decantó por las ciencias y es profesor de física en la universidad de Frankfurt. Su hermana, Irene, se convirtió en terapeuta ocupacional.

Mujer, científica y criada en un estado socialista en plena Guerra Fría, su interés por la política no fue temprano. El analista Matthew Qvortrup explica en su biografía de la canciller, que la noche en que cayó el muro de Berlín, Merkel -apellido que toma de su primer marido, al que conoció en la universidad y del que después se divorció- se fue a la sauna y después a tomar una cerveza. Era martes y eso era lo que hacía los martes. “Incluso en el momento más eufórico de la historia europea reciente (…) Angela siguió su rutina”, dice Qvortrup.

El tardío interés por la política llegó de la mano del democristiano Helmut Kohl y tras interesarse en algunos incipientes movimientos democráticos en la RDA después de la caída del muro. En esos años su dominio del ruso le abrió muchas puertas en un momento histórico crucial para la Alemania actual. Kohl, uno de los principales artífices de la reunificación, fue canciller de la Alemania occidental antes y, desde 1990, también después de esa fecha histórica que, a día de hoy, es el día nacional alemán. Su actual marido es Joachim Sauer, profesor de Química emérito, con el que se casó en 1998.

Kohl siguió en el cargo hasta 1998, cuando un escándalo de financiación en la CDU (Unión Demócrata Cristiana, por sus siglas en alemán) hizo que perdiese las elecciones. En la cancillería le sucedió el socialista Gerhard Schröder (1998-2005) y, después, Angela Merkel, que había impulsado un movimiento de regeneración en el partido conservador, que implicó la salida de su mentor del partido. Con Kohl había ocupado el cargo de ministra de Mujer y Familia y, posteriormente, ministra de Medio Ambiente y Seguridad Nuclear. «Cuando fui nombrada ministra de Medio Ambiente me minimizaron tan duramente que me juré a mí misma que no lo volvería a tolerar», dijo la propia Merkel años más tarde en una entrevista.

El 'método Merkel'

Los tres cancilleres que ha tenido la Alemania moderna lo han sido siempre fruto de una coalición. Merkel no es una excepción y sus cuatro mandatos han estado marcados por los pactos y una forma de hacer política que se ha venido a llamar ‘método Merkel’ y que en alemán tiene incluso su propio verbo ‘merkeln’, utilizado vulgarmente para “no hacer nada, no tomar decisiones, no actuar”.

Es lo que le achacan sus detractores, mientras que sus partidarios prefieren considerarla solvente y reflexiva. Ana Carbajosa, ex corresponsal de El País en Berlín y autora de la primera biografía en España de la canciller alemana, cree que “no se esperan grandes ideas ni discursos muy floridos” de Merkel y eso, a los alemanes, “les da confianza”.

En estos años, ha conseguido desarrollar su papel como gestora de grandes crisis sin llegar a mojarse o definirse ideológicamente en muchos aspectos. El ejemplo más notable, el de la ley que permitió el matrimonio LGTBI y que se aprobó en 2017, después de que Merkel permitiese a los diputados de la CDU romper la disciplina de voto y decidir “en conciencia”. Merkel votó en contra, pero hasta el último momento nadie sabía con certeza lo que iba a hacer.

“Ha conseguido personificar el revés de los líderes impulsivos, el sentido común, la política sosegada”, explica Carbajosa, que contrapone la figura de Angela Merkel al auge de otros líderes mundiales que han sido sus coetáneos como Donald Trump, Viktor Orbán o Vladimir Putin. “En el panorama de los líderes globales ella ha adquirido una labor, multilateralismo, ciencia y hechos”.

“Tampoco Angela Merkel tenía demasiado carisma al principio en 2005”, opina Uwe Jun, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Trier, “pero mejoró, encontró su estilo”.

Estos 16 años al frente de uno de los países más fuertes del mundo le ha dado también una posición única. “En las negociaciones internacionales ella ha pasado a ser la líder con más experiencia”, dice Carbajosa que, cree que hay quien está “más o menos de acuerdo con sus políticas, pero consideran que es una líder fiable” en la mayoría de situaciones.

Las crisis a las que ha hecho frente también le ha pasado factura, claro, “a una parte del electorado que está a su derecha y, a otra, a su izquierda”. Aquellos que piensan que podría haberse mojado más, a un lado o a otro. Aún así, la era Merkel termina con la canciller en unos índices de valoración muy altos.

Es el ‘método Merkel’, pero también un reflejo de la política alemana, cuyos cancilleres siempre han ocupado el puesto mucho tiempo. “Es la primera vez en décadas, desde los sesenta, que no hay un canciller en busca de la reelección”, recuerda Matthias Catón, experto en asuntos públicos y relaciones gubernamentales y director de desarrollo corporativo de la Frankfurt School of Finance & Management. “Merkel juega un papel: el de su ausencia. No solo no es que no sea la protagonista, sino que el protagonista es el agujero que deja”.

El motor económico que lideró la austeridad

La producción industrial y las exportaciones han convertido a Alemania en uno de los países más potentes económicamente en todo el mundo. Desde la crisis económica y las políticas de austeridad han cambiado muchas cosas con la llegada de la pandemia.

Tuvo que llegar una pandemia mundial para que Angela Merkel cambiase de opinión sobre la deuda: del déficit cero a apoyar el endeudamiento europeo para el plan de recuperación postcovid.

“La política alemana ha cambiado su posición en casi todo”, dice Ana Carbajosa en su reciente biografía de la canciller, pero no ha sido fácil en la cuestión del endeudamiento. “Estaba a favor de la energía nuclear y decretó el apagón tras la catástrofe de Fukushima. En contra de las cuotas obligatorias para mujeres en consejos de administración y terminó cediendo. Adalid de la austeridad y alérgica a todo lo que oliera a endeudamiento común europeo, acabó impulsando y probando uno”.

“Se trata sobre todo de una muestra de pragmatismo más que de cambio de estrategia”, opina Raymond Torres, director de coyuntura y economía internacional de Funcas. Con la llegada de la pandemia, dice este economista, Merkel también supo anticipar el riesgo para la estabilidad europea de un desplome de las economías más dependientes del turismo, como las del sur de Europa, a causa de las restricciones de movilidad.

“De ahí el apoyo al plan europeo de recuperación, financiado por la emisión común de deuda. Esa capacidad de anticipación, que ha dado lugar al embrión de una política fiscal europea, será tal vez el principal legado de Merkel a la construcción europea”, asegura.

El motor económico de Europa

Según los datos del Fondo Monetario Internacional, Alemania es la mayor economía de la Unión Europea y la cuarta del mundo. Es imposible desligar la figura de Merkel de este éxito económico. Entre 2007 y 2019, su PIB per cápita se ha incrementado un 34%, frente al 19% en Francia, 11% en España y 8% en Italia.

Torres lo explica poniendo especial foco en su modelo productivo: “Es la economía de Europa occidental que más ha crecido y su modelo de crecimiento impulsado por las exportaciones ha acabado por imponerse”.

En Alemania, la producción industrial representa un 22,9% del valor agregado bruto total (el mayor de los países del G7). Los sectores más importantes son la fabricación de vehículos, la industria eléctrica, la fabricación de maquinaria y la industria química.

De hecho, el impacto de la pandemia no ha sido, ni cercano, a los de otros países europeos. En varios meses de 2018 y 2019 hubo apenas 2,2 millones de desocupados, un 5% de parados, lo que supone prácticamente el pleno empleo y fue la cifra más baja desde la reunificación cuando llegó a haber cinco millones de parados, según datos de la oficina estadística alemana. En agosto de 2021, las últimas cifras provisionales arrojan un 5,5% de desempleo pese a la crisis del coronavirus.

Las cifras son envidiables. Pero este modelo, dice Torres, no es eterno. “El futuro no está escrito y la crisis (de la pandemia) ha acelerado transformaciones estructurales (digitalización, transición energética, cambios en las pautas de consumo y el mercado laboral), y su aprovechamiento depende de la reactividad de cada país”.

Por eso es tan importante quién sucederá a Angela Merkel después de que se forme gobierno tras las elecciones de septiembre. Su papel al frente de la economía europea y su posición mundial como potencia dependen de ello en un momento crucial para fomentar determinados cambios estratégicos.

“La sociedad alemana, envejecida, tiende a evolucionar con una cierta inercia –algo que se refleja en la poca ambición de las reformas del Plan alemán de recuperación”, opina el economista. La innovación es una de las tareas pendientes de Alemania y que quedan en el cajón de quien venga detrás de la líder socialdemócrata.

La crisis económica que lo cambió todo

No es la primera gran crisis económica mundial a la que hace frente Angela Merkel como líder de una potencia económica. “La crisis de la eurozona y las distintas posiciones en torno a los límites y las razones del endeudamiento de y la disciplina fiscal como telón de fondo dividieron a Europa como probablemente ninguna otra”, escribe Ana Carbajosa.

La crisis que comenzó en 2008 supuso un antes y un después en la percepción de Alemania en el contexto europeo. Esa división entre los países del norte y los del sur trasciende hasta nuestros días y llegó a ser también, como apuntaba Torres, una cierta envidia que hizo que el resto de países europeos buscasen copiar las recetas del éxito económico alemán. Ahora, explica, “prácticamente todas las economías de la eurozona arrojan un superávit externo, en contraposición con los fuertes déficits de algunas de ellas, como España, antes de la crisis financiera”.

El rescate a Grecia y las sucesivas prórrogas, la troika, las imágenes de Angela Merkel con cuernos en las calles de Atenas y un euroescepticismo que enraizó en algunos países, son parte del legado que deja también la era Merkel en Europa.

En aquel momento, el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, se convirtió en una figura tan importante como la propia Merkel. En el imaginario colectivo de todo el continente queda su presencia en la silla de ruedas durante las cumbres europeas. Schäuble pensaba que la salida de Grecia de la UE podía ser una posible solución, sin embargo, como cuenta Carbajosa en su libro, Merkel tenía claro que habría supuesto un paso atrás en el proceso de la unión. Quienes la conocen, aseguran que “uno de sus grandes mantras es que Alemania no puede ser responsable de nuevo de una catástrofe histórica en Europa”.

Esta crisis cambió también a la propia Alemania, la Alternative fur Deutschland (AfD) nació en 2013 a la sombra de ese euroescepticismo que estaba en contra de los rescates a los países del sur.

La Alemania más diversa y la crisis de refugiados

Nada marcó tanto el país centroeuropeo como la llegada masiva de refugiados procedentes de la guerra en Siria. Aquel verano de 2015 en el que Angela Merkel tomó la decisión de abrir las fronteras alemanas.

De todo a lo que ha tenido que enfrentarse Angela Merkel en su larga trayectoria política, ¿qué es lo que más le ha pasado factura? “La crisis de 2015”, responde Carbajosa sin dudar. En su papel de gestora de crisis internacional, la líder alemana ha sido siempre reflexiva, a veces tanto que llegó a la inacción, pero esa decisión —la de abrir las fronteras a miles de refugiados sirios que intentaban llegar a Alemania huyendo de la guerra— fue contundente y de emergencia. Marcó un antes y un después.

“Wir schaffen das” (“lo gestionaremos”), fue la frase que dijo en la rueda de prensa en la que, preguntada por cómo haría frente Alemania a la crisis migratoria, anunció que acogerían a los refugiados. La frase se ha convertido en un símbolo. Tiene su propia entrada de Wikipedia y los medios le han dedicado análisis y editoriales hasta hoy.

Los datos son claros: los oficiales hablan de que en 2015 entraron en el país 2,14 millones de migrantes, de los cuales la mitad eran solicitantes de asilo. El gesto de Merkel provocó una oleada de solidaridad entre muchos alemanes, que recibían a estas personas con pancartas de “refugees welcome” y organizaban campos temporales improvisados, donaban ropa y se reunían para enseñarles el idioma. Algunos migrantes viajaban en grandes columnas hacia la frontera portando imágenes de la canciller.

Ana Carbajosa vincula, en su biografía de la líder alemana, este gesto con su infancia y juventud en la antigua RDA, antes de la reunificación. Dibuja una Angela Merkel que se negaba a levantar nuevos muros, en este caso con los países del este. Muros que en Europa ya habían supuesto heridas históricas muy difíciles de curar.

En marzo de 2016 la UE llegó a un acuerdo con Turquía para que funcionase como estado barrera. La situación producida en Afganistán con la llegada de los talibanes al poder recuerda a muchos a lo vivido en aquel momento. En el debate electoral de este agosto, todos los candidatos dieron su opinión. La diferencia: el debate ahora no se centra en una política europea común frente a la inmigración, sino en si plantear una suerte de fuerzas armadas europeas.

El gatillo que prendió a la ultraderecha

La llegada masiva de migrantes de aquel año se gestionó, sí, pero se convirtió también en un germen que hizo crecer a un movimiento, el de la ultraderecha que, pese a ser minoritario, hace mucho ruido y que consiguió entrar en el parlamento alemán en las elecciones posteriores al éxodo masivo.

La ultraderechista Alternative für Deutschland (AfD) sigue llevando en su programa para las elecciones de este 2021 prácticas de control migratorio como eliminar la reunificación familiar o levantar muros fronterizos.

Ese año, en agosto de 2015, un campo de refugiados en Heidenau, Dresden, fue atacado por grupos violentos de derecha. Merkel condenó los ataques, recordó la deuda moral de Alemania con aquellos que huyen de la guerra, pero los grupos islamófobos y racistas siguen formando parte del día a día del debate público.

El país sufrió una polarización, la situación dio alas a la ultraderecha e incluso se abrió un cisma interno en el partido, explica Carbajosa a Newtral. “Hay quien dice que la verdadera Merkel salió a la luz en aquella decisión. Otros, que aquel fue el mayor error político de toda su carrera”.

Los hay que son optimistas sobre esta polarización. “Solo para los votantes de la AfD sigue siendo un tema importante”, dice el profesor de Ciencia Política en la Universidad de Trier, Uwe Jun, “los demás ven cómo descienden las cifras de flujos migratorios en los últimos años y no tienen grandes problemas de integración de migrantes”.

El primer barómetro de intención de voto de septiembre antes de las elecciones pone las cifras a esta conclusión. La integración es el cuarto tema más importante para los alemanes antes de votar (un 21%). Por delante están la justicia social (un 51%), la crisis climática (un 39%) y la pandemia de COVID-19 (un 23%).

La Alemania más diversa

La realidad es que Alemania es, y desde hace mucho tiempo, un país basado en el mestizaje y la integración. Y menos mal, coinciden la mayoría de expertos, al menos desde el punto de vista de las necesidades económicas y demográficas del país. El envejecimiento de la población alemana y su baja tasa de natalidad es uno de los grandes problemas de un país que se ha considerado paquidérmico -con dificultades para adaptar su modelo productivo, cultural y político a nuevos tiempos- y que basa una gran parte de su economía en el trabajo de extranjeros dentro de su territorio y de nacionales de orígenes muy diversos.

Lo resume el economista Raymond Torres, especialista en coyuntura internacional de Funcas, explicando que “el envejecimiento es una cuestión trascendental para Alemania. El declive demográfico es inexorable, salvo un nuevo impulso migratorio”. “Pero éste tiende a provocar reacciones xenófobas en parte del electorado. No será fácil resolver ese dilema”, puntualiza.

“La tasa de paro ya se sitúa netamente por debajo del 4% y aparecen fenómenos de escasez de mano de obra”, recuerda Torres. Una conclusión en 2021, que ya adelantaban grandes figuras de la economía alemana en 2015. Cuando en aquel momento le preguntaron sobre su opinión de cómo podía Alemania gestionar el flujo migratorio, el director ejecutivo de Porsche, Matthias Müler, respondió simplemente: “¡Con nuevos trabajos!”.

En la misma línea se pronunció el entonces CEO de Daimler, Dieter Zetsche: “Son jóvenes, bien preparados y con mucha motivación. Es exactamente el tipo de personas que estamos buscando”. La industria automovilística es uno de los mayores empleadores del país.

Cuando los Länder se ‘rebelan’ en plena crisis sanitaria

El debate sobre la restricción de libertades ha sido la última gran batalla de Angela Merkel como canciller. La desigual incidencia por territorios ha supuesto desencuentros políticos y un gran desgaste para la líder

¿Quién mejor que una científica para gestionar una pandemia de ámbito global? El background de formación científica de Merkel ha jugado en su favor con la nueva y última crisis a la que ha tenido que hacer frente desde la Cancillería. La declaración institucional por televisión en marzo fue su primer discurso, aparte de los navideños, a la población alemana. “El mayor reto desde la Segunda Guerra Mundial”, dijo. La líder democristiana se marcha en máximos históricos y, sin embargo, su partido sí ha asumido un desgaste político considerable derivado de esta crisis.

La gestión de Alemania frente a la pandemia fue muy celebrada tanto dentro como fuera del país durante la primera ola. Cuando el 1 de abril en España se estaban registrando en España una media de 7.800 contagios semanales, en Alemania, con mucha más población, se registraron 5.700 contagios semanales de media.

La segunda ola fue más tardía que la que vivimos aquí en España y la tercera llegó a su máximo el 25 de abril de este año 2021 cuando se registraban 21.000 casos semanales y aquí estábamos en 8.000, según los datos de Our World in Data.

Fue el momento en el que la gestión alemana dejó de ser ejemplo internacional. En esos primeros meses del 2021 la vacunación había empezado ya en todos los países europeos de forma simultánea, pero los contagios estaban al alza tras la Navidad. Y eso pese a que detrás de una de las vacunas, la de Pfizer, está una empresa alemana, BionTech.

“Merkel defendió desde el primer momento la unidad europea para comprar la vacuna”, explica Ana Carbajosa, y esa decisión, que desde el punto de vista europeo fue trascendental para el avance de la vacunación “le pasó una enorme factura política dentro de Alemania”. Los fallecidos se disparaban, la vacunación no avanzaba al mismo ritmo que en otros países y la canciller abogaba por endurecer las medidas.

Los datos eran diferentes en cada territorio y asumir según qué restricciones no calaba igual de bien. Económicamente el impacto también difería mucho en cada Land. Las reuniones de los consejos federales se convirtieron en el campo de batalla de Merkel. “Las diferencias entre los Länder impidieron adoptar medidas drásticas y tan restrictivas como las que defendía Merkel”, escribe Carbajosa.

El negacionismo, en campaña

La pandemia y el cambio climático están en primera línea de la campaña. “El coronavirus y cómo afrontarlo (cómo de estrictas deberían ser las medidas) está en la mente de todos. Los liberales, por ejemplo, han conseguido capitalizar la cuestión de las libertades civiles y les está yendo bien en las encuestas”, dice Matthias Catón, experto en asuntos públicos y relaciones gubernamentales y director de desarrollo corporativo de la Frankfurt School of Finance & Management.

También la ultraderecha ha enarbolado la bandera del miedo a que la pandemia suponga restricciones de derechos. Carbajosa explica que en algunas zonas de Alemania, la restricción de libertades vivida durante la época de la RDA todavía está muy reciente.

El movimiento antivacunas es, explica, “un movimiento muy fuerte, activo desde el principio, desde cuando en Alemania casi no había restricciones”. En las manifestaciones, que se sucedieron sobre todo durante la tercera ola, contra las restricciones no hay solo negacionistas o antivacunas, aunque también. “Hay mucha gente simplemente cabreada por lo que la pandemia ha supuesto en sus vidas y que no acepta las restricciones”, dice la periodista. “En Alemania obligar a vacunarse sería impensable”, explica. La vacunación en el país se encuentra en septiembre en un 60,50% de la población con doble pauta.

¿Y ahora qué? Los pactos que vendrán en la era 'postmerkel'

Desde la reunificación Alemania es un país condenado a entenderse. De los cuatro mandatos de Merkel, los democristianos han gobernado tres en gran coalición con los socialdemócratas y uno con los liberales.

La estabilidad y los pactos. Con y sin Angela Merkel en el Bundestag, estos dos grandes rasgos diferenciales son clave en el sistema de gobierno alemán.

Las elecciones son el 26 de septiembre, pero la salida de Merkel de la Cancillería puede demorarse varios meses. Los pactos no son un tema menor. Una vez publicados los resultados, los líderes de los partidos más votados y sus equipos negociadores se reúnen durante semanas (meses en muchas ocasiones) y pactan un programa de gobierno exhaustivo. Solo una vez el gobierno federal ha sido liderado por un solo partido con mayoría parlamentaria y fue entre 1957 y 1961.

En los cuatro mandatos que ha liderado Merkel, tres de ellos fueron en coalición entre los conservadores democristianos y sus socios del sur (CDU/CSU) y los socialistas (SPD); y uno de ellos, junto al partido liberal (FDP), que salió tan tocado de la experiencia en el gobierno que en las siguientes elecciones no consiguió el 5% de los votos necesario para entrar en el parlamento.

El sistema electoral tiene dos votos en una misma papeleta: uno para los candidatos regionales, en los que el más votado entra sí o sí en la cámara; y otro para los partidos, que en función de los votos consiguen un porcentaje de representación. Si hay desfase entre un voto y otro, el sistema se actualiza con escaños compensatorios para mantener la proporcionalidad. Por eso, cada año hay un número diferente de escaños.

En el histórico de coaliciones desde que Alemania es una democracia juegan, casi en todos los casos, los mismos partidos: los democristianos conservadores y sus socios bávaros (CDU/CSU), los socialdemócratas (CSU), los liberales (FDP) que han gobernado con los dos grupos principales en distintos momentos y los verdes (Die Grünen).

Histórico de coaliciones en Alemania

  • 1949-1957: CDU/CSU + FDP + DP (un partido conservador ya desaparecido)
  • 1961-1966: CDU/CSU + FDP
  • 1966-1969: CDU/CSU + SPD (la primera gran coalición)
  • 1969-1982: SPD + FDP
  • 1982-1998: CDU/CSU + FDP (la reunificación alemana se produjo en 1990)
  • 1998-2005: SPD + Verdes
  • 2005-2009: CDU/CSU + SPD (inicio de la era Merkel)
  • 2009-2013: CDU/CSU +  FDP
  • 2013-2021: CDU/CSU + SPD

*Fuente: Parlamento Alemán

Jamaica, Kenia, semáforo o GroKo

Es la primera vez en la historia reciente que un canciller no se presenta a la reelección. En el caso de sus antecesores, Helmut Kohl (CDU) gobernó desde 1982 hasta 1998, cuando fue derrotado por el socialista Gerhard Schröder (SPD), que se mantuvo en el cargo hasta 2005, cuando Angela Merkel dio la sorpresa.

En aquel momento el SPD era muy reacio a negociar una coalición con Merkel a la cabeza, pero ha reeditado el pacto tres veces. La falta de Merkel en las listas añade un punto de incertidumbre a las elecciones que, según los analistas, no gusta a los alemanes. El candidato más valorado por los votantes -la propia Merkel- no se presenta, y eso está pasando factura a su partido. Las principales encuestas, publicadas a principios de septiembre, pronostican un cambio de color en el partido más votado respecto a los resultados de 2017 y por primera vez en 19 años. El socialista Olaf Scholz (SPD) – actual vicecanciller y ministro federal de Finanzas del Ejecutivo de Merkel- conseguiría alrededor de un 25% de la intención de voto, frente al 22% del conservador Armin Laschet, sucesor de la canciller en la candidatura de la CDU/CSU.

Estas elecciones han abierto varios escenarios de cara a los posibles pactos. De los 47 partidos registrados, seis de ellos tienen, según las encuestas, posibilidades de conseguir representatividad en el parlamento alemán. Esto deja abierta la opción de hasta cuatro combinaciones posibles de tripartitos. Algunas encuestas creen que los números darían también para una posible gran coalición, aunque liderada por los socialdemócratas. Otras apuntan a que, esta vez, la suma de los dos partidos mayoritarios podría no ser suficiente para gobernar.

Según los colores de cada partido, en Alemania se nombra a las coaliciones más posibles como Jamaica, Kenia, Semáforo o GroKo (abreviatura de Grosse Koalition). También hay otras opciones como el rojo-rojo-verde, una coalición entre las izquierdas, conocida como R2G.

Las encuestas vaticinan que el entendimiento obligatorio entre fuerzas políticas diversas. Si es así, la posible coalición tripartita será también uno de los legados de Angela Merkel tras 16 años al frente del gobierno alemán.

Créditos

Texto: Verónica García

Gráficos: Cristina Pita

Vídeo: Andrea Real

Ilustraciones: Sofía Villafañe