Estudio bíblico: El tabernáculo y sus muebles - Exodo 25:1-27:21

Serie:   El libro de Éxodo   

Autor: Ernestro Trenchard y Antonio Ruiz
Email: antonio_ruiz_gil@hotmail.com
España
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El tabernáculo y sus muebles (Exodo 25:1-27:21)

Las ofrendas del pueblo (Ex 25:1-9)

Los tesoros del pueblo. Para la construcción del "templo portátil", de cuyo significado histórico y típico ya hemos escrito, hacían falta materiales que se prestaran a esta obra, pensando no sólo en el tabernáculo en sí sino también en los muebles que se habían de colocar dentro de la "tienda" en el atrio y en las vestimentas de los sacerdotes, además de ciertas provisiones que se necesitaban para el culto. Es lógico, pues, que la primera comunicación de Dios a Moisés —tratándose del tabernáculo— indicara el modo de tener a mano los materiales precisos. Dios no los proveyó de una forma milagrosa sino que invitó a su pueblo a la colaboración con el fin de despertar en él un espíritu de sacrificio, evidencia en su día de que los israelitas entendían que lo suyo, aun en esta parte material, era de Jehová su Dios. Una vez que se había solucionado la terrible crisis del becerro de oro, el pueblo se hallaba a la altura de esta oportunidad de colaboración con Dios, haciendo su contribución con generosidad y nobleza de corazón (Ex 35:21).
¿De dónde podían sacar estos tesoros este pueblo de antiguos esclavos? Ya vimos en su lugar que el tipo de cautiverio en Egipto permitía que los israelitas siguieran viviendo en sus casas y comunidades en la tierra de Gosén, manteniendo sus empresas de ganadería y de cultivos los varones que no estuvieran en las levas de Faraón. No todos eran pobres, pues, y algunos podían disponer de riquezas heredadas: Sobre todo, Dios había hecho provisión para esta entrega al ordenar que los hebreos aceptasen los regalos que los egipcios les hacían al salir de Egipto (Ex 11:2-3), que hemos considerado como recompensa razonable por los trabajos forzados de tantos años. Podemos añadir que los israelitas habían derrotado a los amalecitas, que suponían el despojo de los derrotados. Las tiendas de los hebreos, pues, no eran chozas de gente indigente, sino moradas de personas que disponían, en grado diverso, de objetos de valor material.
La ofrenda voluntaria (Ex 25:2). La ofrenda había de ser para el Señor, pero él no forzaba la voluntad de nadie. La frase: "de todo varón que la diere de su voluntad, de corazón, tomaréis mi ofrenda", puede traducirse más literalmente: "de todo varón cuyo corazón le estimuló a ello" (Ex 35:21). El corazón es sede de los deseos y los anhelos de la personalidad humana, y si la ofrenda no procediera, en último término, del "corazón", estaba desprovista de valor delante de Dios. En este pasaje el énfasis recae sobre el varón, pero, cuando lleguemos a considerar la realización del plan, veremos que la participación de las mujeres era muy importante.
Distintos géneros de materiales (Ex 25:3-7). Ya hemos hecho alguna alusión a los materiales y colores usados en el tabernáculo, discerniendo un simbolismo que ha de reconocerse siempre que se apoye sobre buena evidencia bíblica sin que lleguemos a dogmatizar sobre lo dudoso. El estudio de la estructura del tabernáculo y de sus muebles aclarará el uso de los materiales que aquí se nombran. Es evidente que Moisés había de establecer un depósito que estaría a la disposición de los hábiles artesanos en cuyas manos se había de entregar la obra técnica. No parece muy probable que las pieles de tejones (Ex 25:5) procedieran de los "tejones" del tipo que conocemos, y se piensa más bien en un animal marítimo, que podría ser la foca. En cuanto a la madera, una especie de acacia florece en la península de Sinaí, pero no se presta a hacer tablas de las dimensiones de las que se describen en (Ex 26:15); pero ya veremos la posibilidad de que por "tablas" entendemos más bien "marcos" de madera. Anticipando el tema de las vestiduras sacerdotales se nota que las piedras preciosas se necesitan para el efod y el pectoral (Ex 25:7).
El diseño en su totalidad (Ex 25:8-9). Los israelitas habían de construir el santuario, pero ateniéndose rigurosamente al diseño que vio Moisés, tanto en la estructura del tabernáculo en su totalidad como en el detalle de los muebles. El modelo reflejaba las glorias del plan de Dios en orden al hombre y su redención, y nada había de dejarse a la imaginación del hombre mismo. Queda permanente la lección, pues si tan importante resultaba ser la exactitud del modelo, ¡cuánto más la expresión fiel del evangelio en su plenitud, como algo que sólo Dios puede revelar!

El arca del pacto (Ex 25:10-15)

La forma del arca. Al describir el tabernáculo y sus muebles, Dios no empieza con el plan general sino con lo que había de ser centro y "corazón" del tabernáculo y del sistema de culto que representaba: el arca del pacto y el propiciatorio que la cubría. El arca en sí no podía ser más sencilla, pues no pasaba de ser una caja oblonga de 2 codos por 1 por 1. El codo equivale a 45 cm, de modo que, para formar una idea aproximada de las dimensiones notadas en estos capítulos, podemos dividir los números de codos por dos, pensando en lo que sería aquello en metros. La preciosa caja había de hacerse de madera de acacia, cubierta de placas de oro. Se halla en íntima relación con el propiciatorio y su significado depende de esta "tapa". Sin embargo, a los efectos de la descripción hemos de ir por partes.
Los nombres del arca. La denominación "arca" se traduce del hebreo `aron, que es distinto del "arca de Noé" (teba). Se amplía esta denominación por medio de frases que indican aspectos de su significado, llamándose en distintos lugares: "el arca del Señor", "el arca de Dios", "el arca del pacto de Jehová" (Dt 10:8) y "el arca del testimonio". El arca era el depositario de las segundas tablas de la ley y sobre ella se manifestaba la gloria del Señor. Volveremos a considerar su significado después de describir el propiciatorio, pues lo importante es el conjunto del arca, las tablas, el propiciatorio y sus querubines.
El arca en sí no constituía ninguna novedad en los sistemas del culto de Egipto y de las naciones adyacentes a Canaán, pues tales cajas se utilizaban corrientemente como depositarios para símbolos religiosos, sacándose en procesiones en días festivos, a la manera de las imágenes de los santos en países donde predomina el culto católicorromano. La diferencia no se halla en la forma sino en el uso, ya que el arca del testimonio no se exhibía al pueblo sino que servía para simbolizar el trono de Jehová, quien había prohibido el uso de imágenes. Las tablas de la ley representaban las exigencias de su justicia, pero el trono de justicia se transformaba en trono de gracia por medio del simbolismo del propiciatorio.
La cornisa, los anillos y las varas (Ex 25:11-15). La cornisa era una moldura que adornaba el arca en sus bordes superiores. Los anillos (de oro) eran necesarios para el transporte del arca durante las peregrinaciones, y el hebreo indica que no se colocaban en las esquinas superiores, como generalmente se representan, sino en las "bases", o esquinas inferiores, quizá con el propósito de hacer aún menos probable el contacto de los levitas —hijos de Coré y portadores del arca— con el sagrado símbolo. Las varas eran palos de madera de acacia cubiertas de oro, y, pasadas por los anillos, servían para el transporte del arca. Normalmente no se quitaban las varas de los anillos, pero (Nm 4:5-6) parece indicar que, en el momento de cubrir el arca con el velo antes de un viaje, las varas se quitaban y volvían a colocarse de acuerdo con la necesidad de esta operación. (He 9:4-5) indica que el pote de maná y la vara de Aarón que reverdeció se hallaban dentro del arca, juntamente con las tablas de la ley, pero quizá se trata de la costumbre de un período determinado, ya que no había nada dentro, aparte de las tablas, cuando fue colocada en el templo de Salomón (1 R 8:9). Cuando el arca llegó a su "descanso" en el templo era posible quitar las varas, ya que la época de las "peregrinaciones" había acabado al inaugurarse la plenitud y la consumación del plan de Dios simbolizado por el templo.

El propiciatorio (Ex 25:17-22)

El propiciatorio y los querubines (Ex 25:17-20). El propiciatorio tenía las mismas dimensiones de longitud y de anchura que el arca y formaba la tapa de ésta. Sin embargo, no se ha de considerar meramente como medio de cubrir el arca, pues tenía su propio significado en relación con ella. Era una plancha de oro macizo, siendo el mueble más costoso del tabernáculo. De la misma sustancia del oro, y surgiendo de los extremos del propiciatorio, se hacían dos querubines cuyas alas se extendían de tal forma que, tocándose las puntas, cubrían el precioso símbolo. Las caras de los querubines miraban hacia el propiciatorio. Quizá hemos de imaginar dos figuras arrodilladas, de tipo humano, con las alas ya mencionadas.
Es necesario distinguir entre ángeles (mensajeros celestiales) y querubines que se hallan en contacto íntimo con el trono de Dios y simbolizan las potentes operaciones del Altísimo, siendo equivalentes, quizá, a los "seres vivientes" de Ezequiel capítulo 1, y Apocalipsis capítulos 4 y 5. Los querubines de (Gn 3:24) podrían dar la idea de personas celestiales, pero generalmente la naturaleza simbólica de estos seres es lo que se destaca, bien que algunos escriturarios creen que se trata de un género de seres reales. Las "alas" hablan del rápido "vuelo" de los instrumentos que Dios escoge para su servicio, especialmente en la ejecución de sus juicios.
Además de las referencias a estos querubines se hallan principalmente en relación con las visiones de Dios entronizado que recibió el profeta Ezequiel. Ya hemos notado que el conjunto del arca, las tablas de la ley y el propiciatorio con sus querubines, señalan el lugar de la manifestación de la gloria de Jehová, y frecuentemente se considera como su "trono" por esta razón. Tenemos que usar lenguaje extrabíblico con mucho cuidado, pero era corriente la expresión "Jehová que mora entre (o por encima de) los querubines" (1 S 4:4).
El propiciatorio como lugar de expiación. El vocablo hebreo traducido por "propiciatorio" es "kapporet", que a veces se ha considerado como la "tapa" del arca y nada más. Sin embargo, la forma gramatical del vocablo y su uso en distintos contextos, indican su relación con el verbo "expiar" y justifican nuestra traducción de "propiciatorio". El sumo sacerdote, al entrar una vez al año en el lugar santísimo en la ocasión del día de la expiación, salpicaba la sangre de las víctimas —la que ofrecía por sí mismo y la que era ofrendada por todo el pueblo— delante y sobre el propiciatorio, de tal forma que, entre la gloria del Dios santísimo y las tablas de la ley dentro del arca, se hallaban las manchas de la sangre, que era la "vida ofrendada" de las víctimas de expiación. El acto de salpicar la sangre dentro del lugar santísimo y sobre el propiciatorio constituye el rasgo más destacado del ritual del día de la expiación, y este día era el de mayor relieve de todas las fiestas del año. Gracias al simbolismo del arca, del propiciatorio y del altar de holocaustos, Dios podía prometer a Moisés que no quitaría su presencia de en medio del pueblo, pese a los desvíos de la mayoría.

El arca y propiciatorio como lugar de comunicación (Ex 25:21-22)

El conjunto del arca y del propiciatorio (Ex 25:21). El elocuente conjunto del arca, del propiciatorio y de las tablas se destaca en el versículo 21. Estas tablas no se habían entregado aún, pero Dios ordenó que habían de ser colocadas dentro del arca que, con el propiciatorio, hablaba no sólo de la justicia sino también del perdón.
Las comunicaciones en el lugar santísimo (Ex 25:22). Idealmente el conjunto sagrado que ocupaba el centro del lugar santísimo había de ser lugar de comunión y de comunicación, pero, por lo que podemos deducir de otras Escrituras, sólo Moisés llegó a disfrutar de este privilegio, declarándose aquí: "Y de allí me declararé a ti y hablaré contigo...". Mientras Moisés actuaba de mediador, las comunicaciones divinas habían de proceder del lugar de máxima autoridad, y aun después de las circunstancias que limitaban la provisión ideal, la Palabra de Dios se anunciaba al pueblo en relación con el tabernáculo, cuyo "corazón" era el sagrado conjunto del lugar santísimo.
Parece ser que las limitaciones posteriores se relacionan con el grave pecado de Nadab y Abiú, hijos mayores de Aarón, quienes, después de la inauguración del culto del tabernáculo se atrevieron a presentarse delante de Jehová con incienso extraño, preparado según su propia imaginación (Lv 10:1-3). Murieron ambos por medio del fuego divino que salió del lugar santísimo. Si personas tan responsables podían abandonar en seguida la Palabra de Dios y deformar el culto, resultaba necesario enfatizar aún más lo sagrado de la presencia de Dios. Por eso, como introducción a las instrucciones para el ritual del día de la expiación, hallamos estas palabras: "Habló Jehová a Moisés después de la muerte de los dos hijos de Aarón... Dí a Aarón tu hermano, que no en todo tiempo entre en el santuario detrás del velo, delante del propiciatorio que está sobre el arca, para que no muera..." (Lv 16:1-2). Aarón tuvo que ofrecer un sacrificio que le dejara ceremonialmente "limpio", y sólo después de eso podía ofrecer la ofrenda a favor del pueblo, pasando más allá del velo.

La mesa de los panes de la proposición (Ex 25:23-30)

La forma de la mesa (Ex 25:23-27). La mesa era pequeña —dos codos de largo, uno de ancho con una altura de codo y medio— ya que sus dimensiones se ajustaban a las costumbres de la época que desconocían nuestras mesas altas con asientos para muchas personas. Los materiales eran iguales que los del arca, o sea de madera de acacia revestida de oro. La cornisa de oro impediría la caída del pan y de los vasos colocados en la mesa. Es probable que la moldura del versículo 25 fuese una banda del ancho de un palmo que pasaba de una pata a otra de la mesa a la mitad de la distancia entre la tabla y el suelo, y que las esquinas sirvieran para fijar los anillos, a no ser que éstos se hallaran a los pies, como en el caso del arca. El original no es muy claro.
Los panes de la proposición. Sobre la mesa se colocaban los doce panes que se llaman en (Mr 2:26) "panes de la proposición". Esta frase del Nuevo Testamento es más bien una interpretación que una traducción, fundada sobre el hecho de que los panes "se exponían" en el lugar santo, muy cerca del velo que escondía la presencia de Dios. El hebreo indica "el pan del rostro", y en (Nm 4:2) se llama "el pan continuo", que jamás podía faltar en la mesa. La relación entre los panes y la presencia de Dios es evidente. No se nos dice si se amasaban con o sin levadura, lo que hace más difícil el estudio de su significado simbólico. Además de los panes —colocados en dos montones de seis cada uno— se hallaban sobre la mesa los accesorios y vasos que se precisaban para quemar el incienso y echar las libaciones, siendo éstas el vino que se derramaba sobre ciertos sacrificios.
En sentido muy literal la mesa estaba allí para facilitar el servicio de los sacerdotes, y no hay nada en el Nuevo Testamento que aclare el simbolismo del todo. Sería fácil identificar el símbolo "pan" con el del "pan del cielo" de Juan capítulo 6, pero allí se trata del maná, cuya naturaleza y uso fueron muy diferentes de los de los panes de la proposición. El número doce nos hace pensar en las doce tribus de Israel colocadas en la presencia de Dios, y pensamos en la posición ideal de estas tribus que señala Pablo en (Hch 26:7) al hablar de la "promesa cuyo cumplimiento esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus, sirviendo constantemente a Dios de día y de noche". Las doce piedras preciosas del pectoral del sumo sacerdote (Ex 28:15-21) significan el valor único y peculiar de cada tribu, que se exhibe en el pecho del sumo sacerdote, mientras que aquí discernimos más bien lecciones del servicio y del testimonio de las tribus en la presencia de Dios.
Los sacrificios en general se llaman "el pan de tu Dios" (Lv 21:21-22), indicando que agradaba a Dios lo que las ofrendas significaban, y quizá sea lícito aplicar el mismo término a los panes de la presencia, ya que Dios se gozaba en el testimonio de su pueblo en su sentido ideal. El hecho de que los sacerdotes habían de comer los panes al final de cada semana, cuando se sustituían por otros, nos ofrece otra posible vertiente simbólica, ya que los sacerdotes se alimentaban del pan que se había presentado delante de Dios. De hecho, es natural, y hasta fundamental, que los sacerdotes, consagrados al servicio de Dios, se alimentasen de lo que satisfacía el corazón de Dios mismo. Por analogía todo ello puede pasarse a la nueva dispensación, ya que los principios fundamentales son iguales, y en ella se ve con mayor claridad cómo las distintas facetas del simbolismo del "pan de la presencia" pueden unirse en Cristo, ya que su pueblo se halla "en El", y la satisfacción que Dios encuentra en sus hijos se deriva de la unión espiritual de éstos con Aquel que le rindió la perfecta satisfacción del sacrificio de la cruz.

El candelero de oro (Ex 25:31-40)

La forma del candelero (Ex 25:32-40). En el Arco de Triunfo de Tito en Roma se hallan en bajo relieve representaciones de algunos de los muebles del templo de Herodes en Jerusalén, que había sido destruido por los romanos, quienes llevaron ciertos muebles de valor especial para añadir lustre a su triunfo. Claro está, se trata de representaciones de muebles sacados del templo de Herodes, y no podemos aseverar que fuesen idénticos a los del templo de Salomón que, a su vez, introdujo bastantes modificaciones con respecto al tabernáculo de Moisés. Con todo, es casi seguro que, a través de todas las etapas, se conservasen las líneas generales de los muebles más importantes, y la descripción en el texto que tenemos delante coincide bien con las indicaciones del Arco de Tito. Se puede pensar en un tronco central con tres ramas en cada lado, todo hecho de oro labrado, terminándose el tronco y las ramas del mismo nivel, llevando cada una su lámpara o depósito para el aceite. Los brazos eran curvos y muy adornados, utilizándose los motivos que se describen en los versículos 31 al 35. Se reitera aquí que la forma había de corresponder exactamente a lo que Moisés vio en el monte, y el valor del símbolo se destaca del hecho de que hasta las despabiladeras habían de ser de oro puro.
El simbolismo del candelero. No debiéramos lanzarnos a buscar analogías en el Nuevo Testamento antes de considerar el propósito y el significado del candelero para Israel. Parece probable —bien que no es del todo seguro— que el lugar santo no recibía luz del exterior estando caídas las cortinas, de modo que este candelero, en primer término, iluminaba el sagrado recinto para facilitar la labor de los sacerdotes, de la misma manera en que la mesa era instrumento de servicio. Ahora bien, cuando se pone de relieve el valor del oro, cuando se describe tan minuciosamente la belleza de los adornos, y cuando se recalca la necesidad de alimentar las lámparas del aceite más puro —como veremos más adelante— hemos de pensar en una "iluminación" muy especial, o sea, una provisión de Dios con el fin de que sus siervos le prestasen su culto en condiciones de perfección, tal como él mismo había determinado. La esperanza del Mesías fue la luz que mantuvo vivo el testimonio de Israel durante tantos siglos, y el uso del aceite como símbolo del Espíritu Santo es tan repetido en las Escrituras que no dudamos en ver en el candelero la iluminación del pueblo de Dios por medio de la esperanza mesiánica y de las operaciones del Espíritu Santo. No hemos de pensar que el Espíritu Santo empezó a obrar en el día de pentecostés, sino sólo que había de obrar de otra manera después, a través de la Iglesia y del conjunto de sus miembros.
Aplicaciones del simbolismo a nuestra época. Ya hemos llamado la atención sobre la ligereza con que algunos expositores aplican todo el simbolismo del tabernáculo a la Iglesia de nuestra dispensación con olvido del hecho evidente de que Moisés había de levantar la tienda como lugar para la manifestación de la presencia de Dios en medio de su pueblo Israel. Sólo después de referir el significado de todo el sistema a Israel, en las circunstancias históricas de su construcción y dedicación, es legítimo pensar en analogías del régimen posterior. Es natural pasar del Mesías esperado al Verbo encarnado ya manifestado en la tierra, y mayormente en vista de que él mismo declara: "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Jn 8:12) (Jn 1:4-5). Con todo, es preciso notar que el candelero iluminaba el santuario, donde se entregaban a su servicio los sacerdotes, no siendo perceptible al mundo exterior. Además, había siete lámparas colocadas en los extremos de los brazos de un solo candelero, que une —en primer lugar— el múltiple testimonio de Israel con el del Mesías esperado y la diversa obra del Espíritu Santo. Recordando los doce panes en una sola mesa, no nos extraña esta multiplicidad dentro de la unidad, ya que Cristo sostiene el testimonio de los suyos. Al pasar al simbolismo análogo de Apocalipsis 1-3, la diversidad llega a la separación de varios candeleros —definidos como iglesias— en medio de los cuales anda el Señor. Desde luego, los candeleros apocalípticos habían de dar su luz en el mundo, pero el contexto señala más bien algo más íntimo: sus relaciones con su Señor, y de qué modo han de cumplir su voluntad por medio de su variado brillo. En las cartas a las siete iglesias se veía la necesidad de que el sumo sacerdote emplease las "despabiladeras", limpiando las mechas, con el fin de que no se extinguiera la luz, lo que daría lugar a que cualquier candelero fuese quitado de su lugar.
Lo antedicho ha tenido que abreviarse mucho, pero esperamos que haya ayudado al lector a desechar dos extremos igualmente peligrosos para la buena comprensión de la Palabra: el rechazamiento "sin más" de conceptos simbólicos, pese a la solemnidad que rodeaba la comunicación divina que fue dada a Moisés en el monte; y el afán de lanzarse sobre explicaciones dogmáticas de los símbolos sin el examen de las circunstancias históricas, que se relacionan con la formación de Israel como pueblo de Dios. Lo que verdaderamente ilumina el Antiguo Testamento es la comprensión de la norma exegética siguiente: Dios "siembra una idea", o ilumina un concepto, dentro de determinadas circunstancias, velando sobre el crecimiento de esta semilla hasta su pleno desarrollo e incorporación en la consumación de su revelación en el Nuevo Testamento. Necesitamos paciencia y moderación para que el Espíritu Santo nos revele el principio y el desarrollo de conceptos que pertenecen al entramado total de las Escrituras, como revelación escrita de Dios.

La estructura del tabernáculo (Ex 26:1-30)

El concepto general. No pocos escriturarios han dedicado muchísimas horas al estudio de la construcción del tabernáculo, hallando bastantes problemas técnicos que no han recibido siempre la misma solución. A los efectos de este comentario basta que comprendamos lo que es claro, ya que no tenemos por qué ser especialistas en cuanto a la parte técnica. Nuestro pasaje empieza con la preparación de la tienda interior: la más importante por ser la que veían los sacerdotes desde dentro, siendo iluminadas las cortinas por el candelero.
Sin embargo, para formar una idea de la tienda interior hemos de anticipar la descripción de las llamadas "tablas" que se hallan en los versículos 15 al 30. Se hallan tantas dificultades al pensar en la utilización de tablas sólidas de acacia que los especialistas en este estudio piensan en "marcos de madera de acacia" como elementos para "las paredes" del santuario. El vocablo hebreo no exige que tenga que ser "tabla sólida". Estos marcos, ordenados según la descripción que Moisés recibió, constituían el armazón del santuario, siendo apoyados en "bases" hundidas en las arenas. Las dimensiones de esta armazón de la casa portátil eran de treinta codos por diez (aprox. 15 x 5 m) y por encima de él se colocaba la tienda interior de lino fino.
Tendremos que estudiar el tejido, los colores y los dibujos de esta tienda interior más abajo, pues corresponden a los de las cortinas y los del velo, lo que nos da una clave importante para formar un concepto sobre su significado. Por encima de la tienda de lino fino se colocaba otra de forma similar, pero de mayores dimensiones, y tejida de pelo de cabra. Había especies de cabras cuyo pelo, largo y blando, se prestaba a ser hilado y tejido, y esta segunda tienda prestaba consistencia y fuerza a la construcción. Ya veremos cómo las piezas se juntaban. Hemos de suponer que esta tienda sustancial había de ser pegada al suelo y estirada por medio de cuerdas y estacas. Las dos cubiertas de pieles de carnero, teñida de rojo la primera y la otra hecha de pieles de "tejones", se mencionan muy brevemente en (Ex 26:14), lo que da la idea de una doble protección contra los vientos, temporales de arena, lluvias ocasionales y cualquier otro accidente que correspondiera al clima de la península de Sinaí.
El interior —de forma oblonga— se dividía en dos piezas por medio del velo, sin que se indique claramente la proporción entre una y otra. Generalmente se piensa que el lugar santísimo —con el sagrado conjunto que hemos estudiado— sería más pequeño que el lugar santo donde servían los sacerdotes. El extremo abierto del tabernáculo se cerraba con una cortina, además de una parte de la tienda de pelo de cabra que se recogía en lo alto del hueco. Ya hemos descrito el arca y el propiciatorio del lugar santísimo, como también la mesa que se colocaba al lado del norte del lugar santo con el candelero en frente al lado sur. Falta el altar de incienso, que se describe más tarde, y que se situaba delante del velo en línea con el arca.
El atrio exterior rodeaba el tabernáculo, creando un recinto sagrado de 100 codos por 50, separado del campamento por cortinas de lino fino. Tenía una abertura al extremo oriental, y es probable que la cortina de lino fino, mencionada en (Ex 27:16) se situaba a cierta distancia de la abertura, escondiendo el altar de holocaustos de la vista del público, pero dejando paso para que los oferentes acudiesen con sus sacrificios.
El altar de holocaustos (o de bronce) se hallaba detrás de esta cortina, y conjuntamente con el arca y el propiciatorio constituía el mueble de mayor significado simbólico del tabernáculo, ya que allí se derramaba la sangre de los sacrificios. Entre este altar de holocaustos y la entrada al tabernáculo se hallaba el lavacro, o sea, una fuente de agua que servía para las abluciones de los sacerdotes. No se describe en detalle, pero, teniendo en cuenta el tamaño muy considerable del mueble análogo del templo de Salomón, hemos de pensar en un depósito donde se guardaba abundancia de agua, con la posibilidad de vaciar el agua sucia y de llenarlo de agua limpia. Los levitas estaban allí para tales servicios.
He aquí las perspectivas generales del "templo portátil", y ahora nos corresponde volver al detalle según el orden del éxodo. Que el lector vuelva a meditar en lo que ya escribimos sobre "el camino señalado" y "el camino cerrado" hasta que viniera el tiempo de reformación, que indica la época de enderezarlo todo a la luz de la misión del gran Sumo Sacerdote (He 9:8-10).

Las cortinas de lino fino (Ex 26:1-6)

Los géneros, los colores y los dibujos de las cortinas interiores. Tanto para la tienda interior, el velo, la cortina a la puerta del tabernáculo y el altar de holocaustos se empleaba tela de "lino torcido", que viene a ser un tejido de hilos, cada uno de los cuales se componía de varias hebras finas. Se conoce este tipo de lino torcido en Egipto, y tendría mayor resistencia que tela de lino común. Los colores, que siempre se repiten en el mismo orden, azul, púrpura y carmesí, se suponen trabajados en rayas o dibujos estilizados, con las formas de querubines tejidas en la misma tela como en tapicerías y no bordadas encima. Tal era la obra "primorosa" del velo y las demás cortinas.
En este caso hallamos una "clave" que nos orienta en (He 10:19,22): "Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo; por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote ... acerquémonos...". El tema es el de la libertad otorgada a los "sacerdotes espirituales" que ya pueden entrar en la misma presencia de Dios, gracias al velo rasgado. Nuestro objeto al citar el texto, sin embargo, es el de aprovechar la clara referencia al simbolismo del velo (que es su carne) como medio para echar luz sobre el significado del lino torcido y sus preciosos colores y dibujos, pues la definición inspirada tendrá estrecha relación con la de las demás cortinas. "La carne" del Señor Jesucristo ha de entenderse como en (Jn 1:14) — "Y aquel Verbo fue hecho carne"— siendo la esencia misma de su perfectísima humanidad, con la cual el Verbo entró en una unión perfecta. Todas las glorias imaginables corresponden al bendito Verbo encarnado y se revelan en las páginas de los evangelios. Con todo, la misma perfección fue "barrera" y no "camino", ya que los hombres pecadores podían comprender que jamás les sería posible ser como él por el esfuerzo natural, entrando así en la presencia de Dios. Cuando él fue sacrificado por todos el velo fue rasgado, y la hermosa barrera se convirtió en "camino nuevo y vivo" (He 10:20).
Pero si el tejido de lino torcido con su "azul, púrpura, carmesí y dibujos de querubines" significaba la perfecta humanidad en el caso del velo, no podemos dejar de discernir un simbolismo idéntico tratándose de la tienda interior, la cortina de la puerta y la del altar de holocaustos. Esto no es lanzarnos apresuradamente sobre explicaciones dudosas de simbolismos, aplicándolas a la nueva dispensación, sin base, porque ya hemos visto que el autor de Hebreos recuerda lo antiguo —reconociendo su importancia en su propia perspectiva— para hacernos ver luego que Cristo cumple y supera la provisión anterior. La esperanza mesiánica existía (Ef 2:12) y había de convertirse en la realidad del Hijo encarnado, fundamento único de toda la obra de gracia de Dios. Si ha de haber comunión con Dios, y adoración en su presencia, es preciso que Cristo sea presentado, y es significativo que, por dondequiera que mirasen los sacerdotes al ministrar en el tabernáculo, tenían a la vista la representación simbólica de sus glorias. El grado de su comprensión en aquella época no afecta la realidad del simbolismo en sí.
La preparación de la tienda interior (Ex 26:1-6). Tanto para la conveniencia de los levitas al trasladar el tabernáculo de un campamento a otro como para facilitar la labor del tejido, la tienda interior —el verdadero tabernáculo (versículo 6)— se componía de diez cortinas de 28 codos por 4, juntadas en dos juegos cuando se armaba el tabernáculo. Por cortinas hemos de entender tiras de la preciosa tela ya descrita y no colgaduras. No podemos saber exactamente cómo funcionaban las "lazadas de azul" y los "corchetes de oro" a lo largo de los bordes de las cortinas que servían para su unión, pero basta saber que cumplían su propósito haciendo posible la colocación de la tienda interior por elementos. Hasta en estos detalles se mantiene la gloria representada por el azul y el oro. La tienda interior cubría por completo la armazón de los marcos de madera de acacia cubiertos de oro, y tratándose de marcos abiertos, las bellezas de la tienda estarían a la vista de los sacerdotes.

Las cortinas de pelo de cabra y las demás cubiertas (Ex 26:7-14)

La colocación de la segunda tienda (Ex 26:7-13). El sistema para unir las partes —las cortinas— de la segunda tienda que cubría la interior era igual que en la primera, pero hay once cortinas en lugar de diez, y la longitud es de 30 codos, siendo la anchura de cada una de 4 codos. Hay lazadas y corchetes para unir las piezas, pero el metal es ahora el bronce. La cortina adicional había de tapar la parte posterior del tabernáculo, y aún quedaba para doblar sobre la parte superior de la entrada. Ya hemos visto que esta tienda es semejante a las de los israelitas, hallándose en ella la fuerza precisa para la construcción. Se supone su sujeción al suelo por medio de estacas y cuerdas estiradas.
¿Es posible asignar un significado simbólico a esta tienda? Que sepa el autor no existe ninguna clave en el Nuevo Testamento que ilumine de una forma clara el significado simbólico de esta tienda, de modo que cualquier comentario tendrá que ser o por vía de deducción o de imaginación. Si la hermosa tienda interior representaba las glorias del Verbo encamado, tal como se apreciaban por el ojo del "sacerdote espiritual", sería lógico pensar que la tienda de tela de pelo de cabra podría representar la persona y vida de Jesús de Nazaret tal como le contemplaban sus coetáneos, quienes en su mayoría llegaron a esta conclusión: "no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, más sin atractivo para que le deseemos" (Is 53:2). El paralelismo es atrayente y lo admitimos como sugerencia que encierra una gran verdad, pero sin dogmatismos que no caben donde falta evidencia concreta.
Las dos cubiertas (Ex 26:14). Lo que acabamos de describir constituía el tabernáculo propiamente dicho con su tienda interior y exterior. Son sencillamente cubiertas protectoras las fundas de pieles de carnero teñidas de rojo, y la de pieles de tejones o de foca. No hay razón alguna para pensar que el color rojo ha de significar la sangre de la obra de la cruz, sino sólo que llama la atención a la importancia de la estructura. La breve mención de la cubierta exterior no da pie a buscar simbolismo alguno.

La armazón del tabernáculo (Ex 26:15-30)

Las "tablas" o "marcos" y sus bases (Ex 26:15-25). Al intentar una descripción general del tabernáculo indicamos que escriturarios que han hecho un estudio detallado de los datos bíblicos y de las costumbres orientales (el Dr. David W. Gooding, conocido en España, es uno de ellos; véase su artículo "Tabernáculo" en Nuevo diccionario bíblico - Buenos Aires: Ediciones Certeza, pp. 1320-1323) consideran que las tablas han de entenderse como marcos hechos con listones de madera de acacia, y la versión inglesa RSV traduce el versículo 15 como sigue: "Harás marcos verticales para el tabernáculo de madera de acacia". No entramos en detalles técnicos, pero es evidente que este tipo de estructura facilitaría mucho la labor de los levitas al desarmar y armar la armazón, además de permitir que la tienda interior fuese visible desde dentro.
Cada marco medía diez codos de largo y codo y medio de anchura. Recordando la idea de una estructura por elementos, no nos costará trabajo pensar en espigas en los lados de cada marco, con agujeros correspondientes en el próximo, logrando así su debida unión hasta armar primeramente una "pared" y luego la de enfrente y la de detrás. La ensambladura de las esquinas presenta dificultades técnicas —sobre la base de la descripción bíblica— pero tenemos que tener en cuenta que Moisés no sólo escuchaba las instrucciones sino que podía ver el modelo, y sabría pasar su información a los artesanos que construyeron la armazón.
¿Cómo podía mantenerse en pie y con firmeza, sobre las arenas o tierras del desierto, una armazón ligera tal como acabamos de describir? Cada marco había de tener dos bases de plata que se hundían en la tierra, ajustándose el marco a la base —se supone de bastante peso— por medio de las espigas apropiadas metidas en los agujeros de las basas. Podemos decir, pues, que toda la armazón fue asegurada sobre un "fundamento de plata". Esta buena base sería reforzada por medio de las cuerdas y estacas de las tiendas y cubiertas de tal forma que podía resistir fácilmente todos los cambios climatológicos del desierto.
Las barras (Ex 26:26-28). Las barras descritas en estos versículos contribuían mucho a la seguridad de la construcción. Eran palos de madera de acacia preparados para su función que pasaban en sentido horizontal por anillos de oro trabajados en los marcos, ya que la madera de acacia estaba cubierta de oro tanto en los marcos como en las barras. Cinco barras pasaban por sus anillos en las "paredes" norte, sur y oeste del tabernáculo, y la de en medio atravesaba toda la longitud de la pared en cuestión. Se supone que las cuatro restantes en cada caso reforzaban la mitad de cada "pared", en sentido horizontal y una encima de la otra, con la debida simetría. De nuevo, frente a la gran importancia de la armazón, Dios reitera a Moisés: "Y alzarás el tabernáculo conforme al modelo que te fue mostrado en el monte" (Ex 26:30).
¿Es posible percibir valores simbólicos en la armazón del tabernáculo? Muchas explicaciones detalladas del simbolismo del tabernáculo han llegado a desacreditarse debido al dogmatismo de expositores que han pasado más allá de la clara luz del Nuevo Testamento, agarrándose de analogías fuera de lugar. Con todo, las enseñanzas de Hebreos capítulos 8 al 10 han de tomarse en cuenta seriamente, ya que el escritor inspirado declara: "Los cuales (las del tabernáculo) sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales..." (He 8:5), y el escritor nombra una serie de los muebles más importantes en (He 9:5). Por lo menos, la disposición de estos muebles llegaba a ser "símbolo para el tiempo presente" (He 9:9) en cuanto al tema del camino cerrado y el camino abierto que ya hemos señalado.
En la armazón se destacan los factores siguientes: 1) la madera es siempre la de la acacia que crece en el desierto; 2) todo se cubre de oro, que significa realeza y permanencia; 3) toda la estructura descansa sobre el "fundamento" de bloques de plata, metal que, por la luz de numerosos contextos, llega a ser símbolo de redención; 4) hay barras —también de madera de acacia y de oro— que unen los diferentes elementos de la estructura; y 5) el todo representa la diversidad dentro de la unidad, y constituye el santuario en el cual Dios se manifiesta. En vista de que el mismo Señor anuncia que su cuerpo (antes y después de su muerte y su resurrección) es el verdadero "templo" (Jn 2:19-22), y que Pablo hace constar que Cristo es piedra angular y armazón de la Iglesia, pues en él "todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor" (Ef 2:20-22), no parece extravagante pensar que todo lo sustancial de lo que es templo como lugar separado para el servicio de Dios y donde manifiesta su gloria halla su sentido final en Cristo. Además, por su gracia, recoge en sí a los creyentes como unidades del templo, y éstos siempre se hallan en Cristo.
La madera del desierto y el oro sugieren la doble naturaleza de Cristo, la humana y la divina, como base para toda la casa de Dios en la cual Moisés era tan fiel. Que el fundamento del tabernáculo simbolice la redención, sin la cual los pobres "marcos" se hundirían en las arenas, es también una deducción razonable del uso de esta misma figura en otras partes, y pensamos sobre todo en el siclo de plata "de rescate" que cada isráelita había de entregar según (Ex 30:11-16). Las "barras" —que dan unidad a la estructura— se han tomado como símbolo del Espíritu Santo en vista de (Ef 4:3): "Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz". La analogía es interesante, pero notemos que los materiales de las barras son idénticos con los de los marcos, y hemos visto a Cristo en todo ello. Quizá esta identidad de simbolismo nos recuerda que el Espíritu es "Espíritu Santo", basándose la unidad de los creyentes sobre Cristo y la obra de su Espíritu.
De todos modos, el simbolismo se relaciona con la obra total de Dios, ya que el arca y el propiciatorio corresponden al trono de Dios —centro de justicia y de gracia— y el autor de Hebreos ve la superación del tabernáculo en la persona y obra de Cristo en relación con el nuevo pacto. Las sugerencias anteriores son para nuestro estudio y meditación presentadas sin dogmatismos. Lo importante es ver todo dentro de las amplias perspectivas del nuevo pacto, como hace el autor de Hebreos, y que abarca toda la obra que brota de Cristo y del Calvario para todos los redimidos del reino de Dios en cualquiera de sus múltiples "provincias".

Los velos del tabernáculo (Ex 26:31-37)

El velo que cubría el lugar santísimo (Ex 26:31-35). Ya hemos visto que el velo interior es uno de los pocos elementos del tabernáculo que se define en el Nuevo Testamento, ya que corresponde a "su carne": la de la víctima que era, a la vez, el Sumo Sacerdote (He 10:20). Las glorias del Verbo encarnado se destacan en la obra primorosa de este símbolo, y repetimos que cerraban el paso a la presencia de Dios hasta que fue rasgado por medio del sacrificio final. El ejemplo supremo del Dios-hombre interpone barrera entre Dios y el hombre pecador, mientras que la ofrenda de sí mismo, como representante de la humanidad, provee el único camino a la presencia sagrada. El velo fue colgado sobre cuatro columnas cubiertas de oro, y éstas descansaban, como los marcos de las paredes, sobre bases de plata. El concepto de "barrera", que se recoge en Hebreos 9, se destaca claramente de la frase final de (Ex 26:33): "aquel velo os hará separación entre el lugar santo y el santísimo".
La distribución de los muebles (Ex 26:34-35). El debido orden de los muebles dependía del velo, de modo que, tras la orden de colgar el velo en el lugar señalado, se repite que el propiciatorio ha de colocarse sobre el arca en el lugar santísimo, que se crea por la colgadura del velo. Ya hemos meditado en la íntima relación que existe entre estos elementos del tabernáculo. De igual forma se vuelve a notar la posición de la mesa y del candelero. Sólo falta la mención aquí del altar de incienso, que no se debe a distintos "documentos literarios" o "fuentes tradicionales" sino a razones espirituales, y aún no se ha ordenado la separación de Aarón y de sus hijos para el sacerdocio.
La cortina de la puerta (Ex 26:36-37). Esta cortina estaba tejida de los mismos géneros que el velo central, con los mismos colores y dibujos, y se hallaba en la "línea de entrada", desde el altar de holocaustos hasta el arca y el propiciatorio. Hay que suponer un dintel que atravesara el hueco de la entrada del tabernáculo, y la quinta columna —la de en medio— servía para apoyar este dintel. No había más de cuatro columnas para el velo interior. Las columnas tenían sus capiteles de oro, pero descansaban, en este caso, sobre bases de bronce, con su connotación de "juicio", que hace posible la "redención" significada por las bases de plata del velo interior. Se conserva el concepto general de distintos aspectos de Cristo y de su obra como "camino" al lugar santísimo.

El altar de holocaustos (Ex 27:1-8)

El altar de bronce (o de holocaustos). Se hallaba cerca de la entrada al atrio, escondido detrás de la cortina tejida de forma idéntica a la del velo. Siendo el lugar donde se inmolaban todos los sacrificios normales de sangre (Nm 19:1-3 señalan una excepción) se reviste de gran importancia como centro del servicio levítico, y no cabe duda en cuanto a su simbolismo ya que es el lugar señalado por Dios para el derramamiento de la sangre, y esta, en todos los casos, habla de la expiación de los pecados que había de efectuarse por la ofrenda de sí mismo de Cristo en la cruz.
La descripción del altar parece bien comprensible, tal como la tenemos en los versículos indicados, pero, de hecho, hemos de modificar algunas ideas que quizá hayamos tenido sobre la construcción y el empleo de este elemento tan importante. Entre otros muchos usos había de servir para consumir enteramente los holocaustos, que podrían ser becerros. Si las paredes eran de madera de acacia, forrada de bronce (cobre), ¿cómo podrían resistir el calor tan intenso y continuo que sería necesario para incinerar las víctimas dentro de una caja de 5 x 5 codos por 3 de altura? Quizá hemos pensado que el "enrejado" se hallaba dentro de la caja, y que sobre él se ordenaban las piezas de las víctimas, pero un examen del hebreo hace ver que fue una extensión de la caja para afuera. Además, la incineración en el interior de la caja exigiría agujeros a la base del altar para una adecuada ventilación, y el texto no dice nada de tal cosa.
De nuevo hacemos notar que las paredes no estaban hechas para resistir el calor necesario. En (Ex 20:24-25) el Señor había prescrito un altar de tierra o de piedras sin labrar. Hicimos comentarios sobre el significado de esto en su contexto, pero hacemos notar aquí que, al fijar un lugar para los sacrificios, no se abandona la idea de la sencillez, siendo preciso que los adoradores fijen su atención en la ofrenda y no en el altar. Para hacer esto efectivo, la "caja" del, altar —de gran sencillez— pudo colocarse en el sitio indicado para luego ser llenado de arena o de tierra hasta el borde de la caja. La rejilla se extendía debajo del borde externo del altar para evitar que ninguna parte de la víctima ofrecida cayera al suelo, impidiendo también que los sacerdotes pisaran la sangre.
En las esquinas de la rejilla se colocaban los anillos para su transporte, pero los cuernos —proyecciones que podían "exhibir" la sangre— se hallaban a las esquinas del mismo altar. La palabra "dentro" de la versión RV-60 en el versículo 5 no está bien traducida, pues ha de ser "debajo", tratándose del borde exterior del altar. La disposición exacta de la rejilla, que llegaba "hasta la mitad del altar" desde este borde, no se conoce. La altura de aproximadamente metro y medio pondría los sacrificios al alcance de los sacerdotes que ministraban en esta sagrada unción. El manejo de las piezas habría sido muy difícil si se hubiesen hallado hundidas dentro del altar.
Frente a este elemento central del culto se reitera la admonición de que todo sea construido exactamente conforme a lo que Moisés contemplaba en el monte (Ex 27:8). Aparte de la madera de acacia, todo lo que se relacionaba con el altar se hacía de bronce (cobre), de donde se saca que este metal simbolice "juicio", y sobre todo "juicio vicario".

El atrio y sus cortinas (Ex 27:9-19)

Las cortinas de lino torcido (Ex 27:9-15). Todo templo es un lugar "recortado", dedicándose el recinto a Dios. Las cortinas de lino —sin adornos— que rodeaban el atrio establecían esta separación necesaria: concepto esencial para un santuario. Las dimensiones generales eran de 100 x 50 codos, con provisión para la entrada en la parte oriental, que ya veremos. La altura de la cortina —5 codos— (versículo 18) impedía que los israelitas echasen miradas curiosas a lo que pasaba por dentro, y la blancura del lino les recordaba la perfecta justicia divina. Los postes tenían capiteles de plata, pero sus bases eran de bronce (cobre), con su simbolismo de juicio. Es posible que las columnas que hacían esquina se cuenten dentro de los veinte del lado norte y del sur, y entre los diez del occidental; no se hace una suma total del número de los postes. Se ha de suponer las cuerdas y estacas necesarias para el sostén del cerco.
La cortina de la entrada (Ex 27:16-19). En el lado oriental había una abertura de 20 codos que servía de entrada. No es probable que la cortina que se describe en los versículos 16 y 17 formase parte del cerco exterior, y probablemente se hallaba retirada de la entrada, sirviendo de pantalla separada para esconder el altar de holocaustos. Los géneros, los colores y los dibujos corresponden a los del velo, de la cortina de entrada al tabernáculo, y a la tienda interior del mismo, y de nuevo hemos de percibir que se trata de la "línea de entrada" a la presencia de Dios, recordando lo que ya hemos expuesto sobre el "velo, que es su carne". Las glorias del verbo encamado constituían una barrera porque manifestaban la justicia perfectísima de Dios. Sin embargo, detrás de la cortina, se colocaba el altar de holocaustos que presentaba otras vertientes de la persona y obra de Cristo, enfatizando la ofrenda expiatoria que había de rasgar el velo y abrir el camino.

El aceite para el alumbrado (Ex 27:20-21)

Una responsabilidad del pueblo (Ex 27:20). La necesidad de traer aceite para el alumbrado se había indicado ya en (Ex 25:6), pero, siendo elemento de proveerlo se repite aquí, antes de la descripción de la consagración de los sacerdotes. Ha extrañado a algunos expositores que este mandato se inserte aquí, al final de la lista de la mayoría de los muebles del tabernáculo, y antes de la referida consagración, pero hay sin duda un orden espiritual superior a nuestras ideas occidentales del análisis y de la clasificación lógica de los asuntos. Su íntima relación con el servicio de los sacerdotes es evidente, y se ha de mencionar en el capítulo 29. Los dos otros muebles que no se han mencionado aún —el altar de incienso y el lavacro—también se relacionan estrechamente con el servicio sacerdotal, y quizá por eso fue precisa la consagración de Aarón y de sus hijos antes de describirse estas piezas.
La pureza del aceite (Ex 27:20). Para evitar las posibilidades de impurezas, el aceite no había de traerse del molino (almazara) común, sino que las olivas habían de ser machacadas a mano trayéndose lo más puro y refinado del aceite resultante. Los muchos contextos en que el aceite se emplea, sea para el culto, sea para la consagración de ciertos siervos de Dios, determinan que, en contextos apropiados, es símbolo del Espíritu Santo. Pensamos especialmente en el "ungimiento con aceite" que fue parte esencial de la consagración de sacerdotes y reyes al ser apartados para su sagrada función, hasta tal punto que el gran Sacerdote-rey se llama el "Mesías", el "Ungido", viéndose su unción en (Is 42:1) (Mt 3:16).
El cuidado de las lámparas (Ex 27:21). No es fácil determinar si las lámparas ardían siempre —como parece indicar el vocablo "continuamente" en el versículo 20— o se encendían sólo de noche; (1 S 3:3) señala un momento —por la madrugada— cuando la lámpara se apagaba, pero se trata de un período de decadencia. Sin embargo, el versículo 21 de nuestro pasaje parece indicar lo mismo, a no ser que se trate de la renovación de la luz, el cuidado de la mecha, etc., que sin duda se efectuaba por las mañanas y por las tardes a la hora de ofrecerse los sacrificios diarios que habían de ordenarse más adelante. La importancia del simbolismo de la luz se subraya por la frase —no muy repetida en el Pentateuco— "(Será) como estatuto perpetuo de los hijos de Israel por sus generaciones" (Ex 27:21).
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