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02 de mayo de 2024

Lucia, Francisco y Jacinta, los pastorcillos de Fátima

Lucia, Francisco y Jacinta, los pastorcillos de Fátima

El 20 de febrero se celebra la fiesta de san Francisco y santa Jacinta

Los secretos de Fátima: la Virgen, tres pastorcillos y el milagro del sol que vieron setenta mil personas

Desde el 13 de mayo de 1917 hasta octubre, la Señora del Cielo se apareció ante tres niños de diez, nueve y siete años, a los que desveló tres secretos sobre el futuro de la humanidad

El 13 de mayo de 1917, como dice la canción, la Virgen María bajó de los cielos a Cova da Iría. Allí la recibieron tres niños: Lucía, Francisco y Jacinta, que en ese momento contaban 10, 9 y 7 años, respectivamente. No sabían quién era entonces y contaron que habían visto sobre una encina a una mujer «más brillante que el sol». La bella señora vestía de blanco y portaba un manto de bordes dorados y un rosario en la mano.
Ella les pidió que volvieran a esa misma hora durante los siguientes cinco meses y los mandó para casa habiéndoles encomendado el rezo del Rosario. Nadie creyó a aquellos pastorcillos cuando contaron lo que les había ocurrido, pero ellos, obedientes, volvieron el 13 de cada mes a encontrarse con la bella mujer que los había cautivado con sus palabras y su luz.
Como Lucía era la mayor era la encarga de hablar con la mujer de blanco. Francisco contó a sus padres, los únicos en el pueblo que creían lo que los niños decían haber visto, que él solo la veía, que ni la escuchaba ni podía comunicarse con ella. La segunda vez que los tres primos volvieron a Cova da Iría, el lugar donde pastoreaban a las ovejas cerca de su pueblo natal, Fátima, la Virgen le contó a Lucía que Francisco y Jacinta (que no podían escuchar lo que ella decía) habrían de morir pronto, pero que ella debía quedarse en la tierra. Ambos contrajeron la gripe española en 1918; aunque que Jacinta se recuperó levemente de la enfermedad, acabaría muriendo en 1920, Francisco no logró superar el virus y falleció en 1919.
La capilla construida en el lugar donde la Virgen se apareció a los tres pastorcillos

La capilla construida en el lugar donde la Virgen se apareció a los tres pastorcillos

Los tres niños ya tenían experiencia en eso de las apariciones. Un año antes, en verano de 1916, un ángel se les había aparecido y les había enseñado a rezar por la conversión de los pecadores, según ellos mismos contarían después. Le bautizaron como el Ángel de la Paz, que les aconsejó practicar la adoración a Dios en la Eucaristía. Lucía, Francisco y Jacinta supieron después que esto no había sido más que su preparación para recibir a María.
La bella mujer de blanco trasladaba a los niños mensajes sobre el arrepentimiento y la conversión, sobre la oración y la penitencia. Los pastorcillos volvían a Fátima presagiando guerras y grandes calamidades en el mundo. Entre todo lo que les contó, hubo tres secretos.
El verano de 1941, Lucía, que había cambiado sus ovejas por el hábito, contó dos de los misterios que la Virgen le había desvelado veinticuatro años antes. El tercero lo escribió en un papel que dentro de un sobre viajó hasta el Vaticano en 1957. En mayo del año 2000, san Juan Pablo II lo haría finalmente público.
Sor Lucía y Juan Pablo II el 13 de mayo del año 2000

Sor Lucía y Juan Pablo II el 13 de mayo del año 2000

Los dos primeros secretos están relacionados con el infierno, la Revolución Rusa, la Segunda Guerra Mundial y «la previsión de los daños ingentes que Rusia, en su defección de la fe cristiana y en la adhesión al totalitarismo comunista, provocaría a la humanidad», explica el documento sobre los mensajes de Fátima del Vaticano. Sor Lucía contó que habían tenido una visión relacionada con el infierno, como un presagio de lo que viviría tras la muerte quien no se arrepintiese de sus pecados. En la aparición de julio de 1917, la Señora le pide a los pastores que la humanidad, y muy especialmente Rusia, fuese consagrada al Inmaculado Corazón de María.
«Si se atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo», escribe Lucía que les dijo la Virgen. La profecía se cumplió y así cobra sentido el segundo de los secretos: «La guerra va a acabar, pero si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor...por sus crímenes por medio de la guerra, el hambre y las persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre». La Virgen se refería a la Segunda Guerra Mundial y todas las catástrofes que después de desencadenarían en el siglo XX: el Holocausto, el Pogromo de la URSS, la Guerra Fría, la guerra de Vietnam, la de Yugoslavia...
Carta escrita por sor Lucía relatando el tercer secreto de Fátima

Carta escrita por sor Lucía relatando el tercer secreto de FátimaCongregación para la Doctrina de la Fe

El contenido de los dos primeros mensajes de Fátima se habían cumplido ya cuando en 1959, Juan XXIII recibió la carta de sor Lucía en la que desvelaba el tercer secreto. Después de leerlo, el Papa devolvió el sobre al Archivo del Santo Oficio y decidió no revelarlo. La hermana pidió entonces que no fuese hecho público hasta 1960, pues se iba a entender mejor, pero cuando Pablo VI lo leyó en 1965 también optó por mantenerlo oculto.
Tras el atentado contra su vida que sufrió Juan Pablo II el 13 de mayo de 1981, el Papa peregrino solicitó ver el contenido del sobre. Tras leerlo, lo devolvió al archivo, pero pensó inmediatamente en consagrar el mundo al Corazón Inmaculado de María, acto que se celebraría por primera vez el 7 de junio de ese mismo año. Fue el 13 de mayo de 2000 cuando se desveló el contenido de ese sobre que por 83 años se guardado.

Tercera parte del secreto. Traducción de la carta de sor Lucía en 1944

Escribo en obediencia a Vos, Dios mío, que lo ordenáis por medio de Su Excelencia Reverendísima el Señor Obispo de Leiria y de la Santísima Madre vuestra y mía.

Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él; el Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! Y vimos en una inmensa luz qué es Dios: « algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan ante él» a un Obispo vestido de Blanco « hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre». También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los Obispos sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios.

​En Tuy, a 3-1-1944
Algunas de las personas reunidas el 13 de octubre de 1917 en Cova da Iría

Algunas de las personas reunidas el 13 de octubre de 1917 en Cova da Iría

La última aparición de la Virgen ya no solo fue ante los tres pastores. Con cada mes se iban sumando más personas a Lucía, Francisco y Jacinta: en junio, unas decenas, en julio ya eran cinco mil y en agosto, casi quince mil. El 13 de octubre de 1917 se congregaron en Cova da Iría unas 70.000 personas. Entre ellas estaban algunas personalidades públicas de la zona y el periodista Avelino de Almeida, que contó lo que había visto en el diario O Século.
Lo que sucedió ese día se conoce como el milagro del sol. Ese día llovía a cántaros, pero era cuando la señora del cielo, como la llamaban, le iba a revelar su nombre. Pasado el mediodía, muchas de las personas que esperaban, ya empapadas, desistieron. De pronto, Lucía les dijo que guardasen sus paraguas. «Ya viene, he visto el resplandor», avisó a sus primos. La lluvia dejó de caer y el cielo se despejó.
Antes de irse, la Virgen señaló al sol y durante unos tres minutos los allí presentes vieron todo tipo de efectos en la estrella. Unos dijeron haberlo visto bailar, zigzaguear, girar hacia la Tierra o emitir luz de colores radiantes. Los tres pastorcillos admitieron haber visto entonces también a María y a Jesús bendiciendo a la multitud. Los reconocieron porque ya sabían quiénes eran, ella se lo había dicho. «Soy la Señora del Rosario y vengo a advertir a los creyentes que se conviertan y pidan perdón por sus faltas», les dijo.
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