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LA MASONERÍA ESPAÑOLA (III de III) Habíamos acabado el capítulo anterior hablando de la influencia masónica en la Constitución de 1931. Bienio 1931-1933. Alejandro Lerroux García Durante ese gobierno republicano-socialista, hubo trece ministros masones, el resto, influenciados en gran manera por la masonería, se caracterizó por declaraciones voluntaristas; búsqueda innecesaria de la confrontación con la Iglesia Católica y la incompetencia económica, entre algunas cosas. La responsabilidad de los masones en estos fracasos no fue escasa: Fernando de los Ríos en Instrucción Pública, Álvaro de Albornoz como presidente del Tribunal de Garantías Constitucionales, Juan Botella como ministro de Justicia, Manuel Portela, Eloy Vaquero y Rafael Salazar como titulares de Gobernación, Lluis Companys como presidente de la Generalidad catalana o Gerardo Abad Conde, como presidente del Patronato para la Incautación de los bienes de los jesuitas, fueron masones en puestos de responsabilidad, lo que demuestra la gran influencia y el poder que ejerció la masonería. Incluso, en 1933, un militar masón, Armando Reig Fuertes, ya apuntó la necesidad de realizar “la depuración del Ejército”. En las elecciones de 1933, perdidas por la izquierda, tan solo fueron elegidos 55 diputados masones. El presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora nombró a Lerroux (masón) para que nombrara gobierno. La entrada de la CEDA (Gil Robles) en el gobierno, precipitó que el PSOE, la CNT, el PCE y Esquerra Republicana pusieran en marcha una insurrección armada - violando la legalidad republicana - que venía fraguándose meses atrás. Hubo asesinatos y el masón de Esquerra, Companys, proclamó “el Estado Catalán dentro de la República Española, creando un gobierno Catalán”. Fracasó la intentona, pero causó destrozos en iglesias, fábricas, puentes, ferrocarriles, carreteras, edificios particulares y públicos, amén de muertes, por parte de ambos bandos. No eran pocos los masones responsables de haber llegado a ese estado de cosas. Como consecuencia de la asonada, Azaña (que se hizo masón cuando era presidente de República) propuso al PSOE la creación del Frente Popular (coalición electoral de izquierdas) al que la masonería estaba dispuesta a ayudar, inicialmente, cosa que al final no hizo. Cuando la Guerra Civil estalló, los masones, que no la masonería, se dividieron en su apoyo a los dos bandos. Un reciente estudio sobre los militares que eran masones muestra que de un total de 646 militares, 92 no llegaron a ser iniciados y 617 eran militares profesionales, una cifra que indica la penetración de la masonería en el Ejército. Antes de la guerra fallecieron 40 y, de los que intervinieron en ella, 29 eran milicianos y movilizados, 171 se sumaron al Alzamiento y 16 sirvieron como agentes a favor de los sublevados, confirmando la idea de que bastantes masones abandonaron las logias y se sumaron a la rebelión al contemplar la actuación revolucionaria del Frente Popular. En la zona controlada por el Frente Popular murieron 32 militares masones y, en la zona controlada por los nacionales los muertos por diversas causas llegaron a 36, los fusilados hasta 1942 fueron 73 y, los perdonados que además siguieron en activo, 27. Ciertamente la visión antimasónica de Franco fue innegable. La colaboración de los masones en algunos de los episodios más siniestros en la España controlada por el Frente Popular, resulta incontestable. En agosto de 1936, se celebró en el Círculo de Bellas Artes (que posteriormente se trasladó a la calle Fomento, de Madrid, donde se creó la checa del mismo nombre) una reunión respondiendo a una convocatoria de Manuel Muñoz Martínez, director general de Seguridad y diputado de Izquierda Republicana (partido político de Azaña) y masón de grado 33. En esa reunión a la que asistieron representantes de los partidos y sindicatos que englobaban el Frente Popular, se acordó la constitución de un Comité Provincial de Investigación Pública, en colaboración con la Dirección General de Seguridad y que iba a encargarse de la represión en la zona republicana y, entre otras misiones, tenía la de acordar las muertes que se estimaran convenientes. Los detenidos podían ser entregados por las autoridades penitenciarias o policiales a dicho Comité, sin ningún tipo de requisito y sin garantías penales, además proporcionó a las llamadas “checas” una capa de legalidad, al convertirlas en dependientes de dicho Comité. El citado Muñoz tuvo un papel relevante en la matanza de Paracuellos del Jarama, en noviembre de 1936, donde se asesinó a cerca de 5.000 presos, enterrándolos posteriormente en fosas comunes que junto a la masona de origen judío, Margarita Nelken, permitieron la realización de los asesinatos masivos. En el otro bando, la represión antimasónica fue inmediata. En septiembre de 1936, Franco - uno de sus compañeros de alzamiento fue el general masón Miguel Cabanellas Ferrer - dictaba el primer decreto contra la masonería, en Tenerife. Durante los años siguientes, la represión tuvo a los “hijos dela viuda” – masones - como uno de sus blancos más específicos. A ellos se les achacaba la creación de un régimen sectario que había degenerado en una Guerra Civil, y a no pocos males, entre ellos, la pérdida del imperio en Ultramar. Stepánov y Moreno Según el informe de Stoyán Miniéevich Mínev, alias “Stepánov y Moreno”, agente de Stalin para fiscalizar lo que ocurría en España durante la Guerra Civil, los “hijos de la viuda” habían sido una de las causas de la derrota del Frente Popular. Según el “Informe Stepánov” (que no fue accesible hasta la caída de la URSS) afirmaba que “todos los componentes de la traidora junta de Casado eran masones, el presidente de la República, Azaña, era masón, todo su aparato y séquito militar eran masones, el presidente de las Cortes, Martínez Barrio, y la mayoría de los dirigentes de su partido, Unión Republicana, eran masones, la dirección del partido de los republicanos de izquierda estaba compuesta por masones, la mayoría de los miembros de la dirección del PSOE y de la UGT eran masones, así como la mayoría de los miembros de la CNT y de los redactores de su prensa, la mayoría de los puestos responsables del Ministerio del Interior, de la policía, de la dirección del departamento de seguridad, de la guardia móvil y de los carabineros está ocupada por masones, y la inmensa mayoría de la oficialidad del Ejército republicano está compuesta por masones”. A partir de julio de 1937, los soviéticos empezaron a comprobar que los “hijos de la viuda” no eran comunistas leales a la disciplina del PCE, sino que, como hacían los masones desde siglos atrás, su verdadera lealtad era a sus superiores en sus logias, y no a ellos. En la batalla de Teruel, en diciembre de 1937, ante el estupor soviético, los oficiales masones republicanos intentaron restablecer la organización de los oficiales como ellos lo entendían, sin informar al PCE, ni pedirles su opinión. Para “Stepánov”, el Frente Popular tenía que haber resistido, y si no lo hizo, se debía, a ese derrotismo – a su juicio propiciado por la masonería –en el que tanto peso tuvo Azaña y Martínez Barrio y, especialmente Casado, en su rendición en la primavera de 1939. El agente de Stalin se hallaba en las antípodas ideológicas de Franco, pero de manera bien reveladora, coincidía con él en algunos aspectos muy concretos relacionados con la masonería; el riesgo de tener a masones en el Ejército, los masones sólo obedecían a sus mandos en las logias y que para llevar a cabo sus propósitos contaban con el apoyo de sus hermanos de otros países. Entre 1931 y 1936 fue cuando la masonería influyó más en la educación y en los niveles de libertad de pensamiento, destacando la figura del pedagogo masón Francisco Giner de los Ríos (1879-1949), cuyo mayor logro fue la fundación de la Institución Libre de Enseñanza. Algo más de historia. En 1823, una vez llegados a España los llamados “Cien Mil Hijos de San Luis”, al mando del duque de Angulema, Luis Antonio de Francia (1775-1844), que era primo de Fernando VII, en tiempos del rey Luis XVIII de Francia, se estableció el absolutismo ambicionado por el “Deseado”, en el cual todo tipo de liberalismo y por ende la masonería, fueron perseguidos con saña, al promulgar el 6 de diciembre de 1823 un Real Decreto achacando a la masonería y a todas las sociedades secretas, la revolución de España y América, desatándose una dura represión antimasónica, llevada a cabo por la policía, ya que la Inquisición había dejado provisionalmente de existir. El 2 de septiembre de 1824, otro Real Decreto prohibió la masonería y todas las sociedades secretas y el 14 de febrero de 1827 se ordenó el cumplimiento sin paliativos de la bula del Papa Gregorio XVI, “Quo graviora”. A la muerte de Fernando VII, en 1833, la persecución antimasónica se ablanda un poco. La reina Regente, María Cristina, el 26 de abril de 1834, amnistió a los masones arrepentidos, pero reiterando las condenas contra quienes, a partir de esa fecha continuaban perteneciendo a la masonería. Ese mismo año, el gobierno del masón Martínez de la Rosa promulgó el Estatuto Real, en el que figuraban muchos liberales que regresaban del exilio, sin lograrse la unión del liberalismo, ya que se formaron dos corrientes: radical y conservadora, que andando el tiempo equivaldrían a los partidos progresista y moderado, en los que figuraron múltiples adeptos a la masonería. En el exilio portugués se había fundado el “Grande Oriente Nacional de España”, siendo “Gran Comendador y Gran Maestre” el infante Francisco de Paula y Borbón (1794-1865), hijo menor de Carlos IV. La época de los cuarenta es época de efervescencia política; los gobiernos se desgastan rápidamente, las asonadas se repiten, fiel reflejo de las tensiones sociales y políticas de todo tipo, que se manifiestan en la masonería, pues sus miembros fueron parte muy específica de la sociedad. En 1846 se crea un “Gran Oriente”, denominándose “Hespérico” u “Oriente Español”, y que tan sólo duró dos años. Como había dos Grandes Orientes, ninguno con la estructura adecuada, ocasionó desconcierto en muchas logias, siendo no pocas las que se acogieron a los Grandes Orientes Extranjeros: “Grande Oriente Lusitano Unido”, “Grande Oriente de Francia o de Italia”, “Gran Logia de Inglaterra” o en el “Grande Oriente de Bélgica”. En esos momentos, las logias españolas más importantes eran: “Moralidad y Filantropía”, en Cádiz; en Barcelona, las logias “Sabiduría” y “San Juan de España”; en Gijón “Los Amigos de la Naturaleza y la Humanidad”, todas de corta duración. A partir de 1843 hubo diferentes cambios de gobierno: Espartero, Narváez, O’Donnell, Serrano, Prim (todos masones) lo que provocó desconcierto y desorden entre las filas masónicas. A partir de la época de Prim la masonería deja de ser perseguida. En 1870 supone el momento álgido de la masonería española al ser nombrado Manuel Ruiz Zorrilla, “Gran Maestre de la Gran Logia Simbólica de España”. La masonería se agrupó en: “Gran Oriente Nacional de España”, “Gran Oriente de España”, las logias agrupadas bajo la dependencia del “Gran Oriente Lusitano Unido”, “Gran Logia Independiente Española” y “Gran Capítulo Catalán”. Los masones catalanes crearon un centro autónomo e independiente; la “Gran Logia Simbólica Catalano-Balear”, en la que se integraron medio centenar de logias. Siguiendo su ejemplo, se fundaron la “Gran Logia Simbólica Provincial de Málaga”, la “Gran Logia Simbólica Galaica”, la “Gran Logia Provincial de Murcia”, la “Gran Logia Regional de Andalucía”, etc. En 1871, el “Grande Oriente Lusitano” reformó sus estatutos lo que supuso que los españoles pertenecientes a él se vieran menospreciados, integrándose gran parte en el “Gran Oriente de España”. Las logias aparecen por doquier. Se sabe que en Cádiz hubo 28; en Madrid, 113; en Barcelona, 86; en Sevilla, 42; en Alicante, 13, etc. Se enconó la pugna entre el “Grande Oriente de España” y el “Grande Oriente Nacional” por conseguir la supremacía, y parece que el “ganador” fue el primero, pues en 1876, contaba con casi 15.000 miembros, de los cuales, 130 eran políticos y personalidades de relieve. Cuando fue proclamada la primera República, Ruiz Zorrilla, tuvo que exilarse, por motivos estrictamente políticos. El “Grande Oriente de España”, en 1873, indicó la ineludible necesidad de clarificar la posición de la masonería ante la política, recalcando que no era ningún partido político, sino una comunidad de ciudadanos trabajando por la libertad, igualdad y fraternidad de todos los hombres, saliendo al paso de las críticas recibidas por la incorporación masiva a las logias de simples medradores y especuladores de la política, con la esperanza de ver recompensada su adhesión con algún puesto oficial o un acta de diputado. Y no sólo era eso, los verdaderos masones no conformes con la situación a que se había llegado protestaron, incluso algunos de ellos llegó a decir humorísticamente: “en vez de masonería, esto es un burdel masónico-político…hay ahora en Madrid: el “Grande Oriente Nacional de España”…; el “Serenísimo Grande Oriente Hispano”…; el Serenísimo Oriente cuyo nombre no me acuerdo, pero que procede del “Oriente Lusitano Unido”, de modo que esto es un guirigay masónico, individuos que llevan nueve meses de masones, son ya, hace tiempo, de grado 33. Hay una logia cuyo Venerable se ha comido hasta el nombre del Gran Arquitecto del Universo y hay Venerables a quien se les ha formado causa por detentador de caudales…”. El medro como único móvil para afiliarse a las logias fue descrito por un contemporáneo con estas palabras: “Muchas veces asombra a las gentes ver subir como la espuma a tal cual Pérez o Sánchez, tan vulgares como sus apellidos, que de una modesta oficina del Estado o desde el escritorio de un comerciante de última categoría, se convierten de la noche a la mañana en importantes personajes políticos o en banqueros acaudalados. Pues bien, puede asegurarse, noventa por lo menos de cien veces, que esos encumbramientos rapidísimos tienen en base una filiación secreta en la secta masónica”. Práxedes Mateo Sagasta Cuando la República se hundió dando paso en 1874, a la Restauración, bajo la mano de Antonio Cánovas del Castillo, en 1876, el jefe del partido Liberal, Práxedes Mateo Sagasta, fue elegido “Gran Comendador y Gran Maestre del Oriente de España”. La algarabía masónica continuó sin solución de continuidad, hasta el tal punto que irregularidades administrativas ocasionaron tal desconcierto que desembocó en la disgregación del “Gran Oriente de España y del Supremo Consejo”, hallándose el “Gran Oriente Nacional” en la misma situación. La masonería a nivel social o político era un hecho evidente; el pertenecer a ella ya no era motivo de persecución y sí, en no pocos casos, de ornato social. Ahora el enemigo no era el Estado, aunque la Iglesia continuaba su enfrentamiento con ella. Ya en1873, comenzaron a aparecer las logias de adopción, las compuestas por mujeres; integradas en el “Gran Oriente” estaban: “Las Hijas de la Regeneración” (Cádiz), “Las Hijas de los Pobres” (Madrid), “Las Hijas de la Unión nº 5” (Valencia), etc., hasta un total de siete. Las había también mixtas como “Los Hijos de Riego”, en Madrid. En 1888, el catedrático de Historia, Miguel Morayta y Sagrario, consiguió la unificación de los Grandes Orientes formando el “Grande Oriente Nacional de España”, nombrando a Morayta, Gran Comendador, quien al año siguiente fundó el “Gran Oriente Español” que tuvo un desarrollo espectacular. No obstante, la fusión de ambos Orientes fue efímera, pues en 1892 los descontentos con la elección de Morayta, fundaron por su cuenta un “Grande Oriente Ibérico”. Por si esto fuera poco, apareció otro “Gran Oriente Nacional de España”, por lo que a finales de siglo había los siguientes Orientes: “Grande Oriente Nacional de España”, “Grande Oriente Nacional”, “Grande Oriente Español” y “Grande Oriente Ibérico” y una casi incalculable cantidad de logias y talleres, dependientes e independientes. También en 1888, se creó el Colegio del Grande Oriente Nacional de España, para dar educación a los hijos de los masones y acoger a sus huérfanos. En esta situación acaba el siglo. Miguel Morayta y Sagrario La masonería española es poderosa, siendo el número de afiliados superior a los 10.000; personalidades de la vida pública y privada figuraban adheridos a algún Oriente y para su propaganda contaba con ocho periódicos masones: “La Humanidad” (Alicante); “La España Masónica” y “El Eco Masónico” (Madrid); “El Taller” (Sevilla); “Cádiz Masónico” y “El Gran Oriente Nacional de España” (Cádiz); “La Estrella Flamígera” (Málaga) y “La Luz del Cristianismo” (Alcalá la Real–Jaén). Además, periódicos afines a la masonería, había otros once. La Iglesia seguía fustigándola; durante el pontificado de León XIII (1878-1903) unos 200 documentos emanaron del Vaticano condenando todas las sociedades secretas, en especial la masonería, destacando la encíclica “Humanus genus” (20 de abril de 1884), que fue un duro ataque, creando un foso de intransigencia, odio, recelos y rencores que daría sus frutos medio siglo más tarde. El nuevo siglo y la dictadura de Primo de Rivera. Para adaptar la masonería a los nuevos tiempos, en 1902, “El Gran Consejo de la Orden y el Supremo de grado 33” se federaron, tomando el nombre “Grande Oriente Español”. También se unieron la “Gran Logia Catalano-Balear” con el “Grande Oriente”. En 1921 se creó “La Gran Logia Española”, implantando su sede en Barcelona y unida por un pacto de amistad con el “Grande Oriente Español”. En 1923, Primo de Rivera, instaura su dictadura, en la cual la masonería tuvo poca fuerza y no se puede hablar de persecución sistemática, aunque no gozaba de ninguna simpatía ante el dictador, dejando estos asuntos en manos de los gobernadores civiles, que actuaban según su talante y convicciones. En 1928, la politización de la práctica totalidad de las logias en contra de Primo de Rivera era un hecho evidente, el fracaso de la “sanjuanada”, la detención de un elevado número de militares, muchos afilados o relacionados con la masonería, la disolución del Cuerpo de Artillería, etc., hizo que la policía hiciera muchas redadas en muchas logias deteniendo personalidades masónicas como el Gran Maestre, Demófilo de Buen y a Diego Martínez Barrio, entre otros. La Segunda República. En 1930 cae Primo de Rivera, en lo cual parece que la masonería nada tuvo que ver. En el advenimiento de la Segunda República, en 1931, tampoco hay constancia que la masonería estuviera implicada. En esos momentos la masonería se componía fundamentalmente de la “Gran Logia Española”, de la que pronto se separaron algunos miembros constituyendo “La Gran Logia Unida” y, sobre todo, el “Grande Oriente Español”, cuya sede en la madrileña calle del Príncipe número 12, 2º, que fue el centro de la masonería española hasta 1939. En total, existían unas 167 logias y el número de masones oscilaba entre 4.000 y 5.000. Los masones, por el contrario, sí tuvieron una extraordinaria influencia en la redacción de la Constitución de 1931, en diversas leyes y en el nombramiento, por medio de sus miembros, de funcionarios adeptos a las logias, según escribió Niceto Alcalá Zamora. En la Cortes Constituyentes de 1931, de 470 diputados, al menos 183 eran masones. Los ministros masones del gobierno provisional eran cinco de un total de once: Alejandro Lerroux, ministro de Trabajo; Fernando de los Ríos Urruti, ministro de Justicia; Santiago Casares Quiroga, ministro de Marina; Marcelino Domingo Sanjuan, ministro de Instrucción Pública; Diego Martínez Barrio, ministro de Comunicaciones, a los que habría que añadir Manuel Azaña Díaz, ministro de la Guerra; Francisco Largo Caballero, ministro de Trabajo, y Luis Nicolau D’Olwer, ministro de Economía, que ingresaron poco después en la masonería, datos que nos hacen ver la gran influencia que las ideas masónicas pudieron ejercer en este gabinete ministerial y que se plasmó en el desarrollo de la Constitución Española, siendo presidente de la Comisión Constitucional el prestigioso abogado, Luis Jiménez de Asúa, notorio masón. En algunas ciudades la abundancia de masones era incontrovertible: Alicante, 10 diputados eran masones de un total de 11; Cádiz, nueve de diez; Cartagena, los dos lo eran; Albacete, cinco de siete; Las Palmas, tres de cinco; Barcelona, 10 de 36, etc. En 1936, el “Grande Oriente Español” contaba con 1.198 miembros; la “Gran Logia Española”, unos 1.000; la “Gran Logia Regional del Centro”, unos 780; la “Gran Logia Regional del Nordeste”, unos 400; la “Gran Logia Regional de Levante”, unos 300; la “Gran Logia Regional del Mediodía”, unos 1.289. En total los masones en toda España podrían alcanzar los 5.000. Situación aparte es la problemática de la afiliación de los militares; hubo 20 generales miembros de las logias de la península o de Marruecos lo que motivó que en 1934 el Ministerio de la Guerra les prohibiera afiliarse a los partidos políticos, aunque acogiéndose al estricto sentido de la palabra, los militares masones no se dieron por aludidos, ya que la masonería no era en modo alguno una organización política. Para acabar con esta situación, al año siguiente, 1935, fue presentada una proposición no de ley atacando la interrelación de la masonería y las Fuerzas Armadas – en ese momento estaba en el poder Gil Robles (CEDA) -, no siendo escasos los militares masones que fueron cambiados de destino e incluso seis generales fueron cesados: Riquelme, López Ochoa, Martínez Cabrera, Romerales, López Jiménez y Urbano Palma. En esta situación se llega a 1936, en que el asesinato de Calvo Sotelo desencadenó la Guerra Civil, asesinato que fue achacado por varios autores a la masonería, sin que este hecho haya podido ser demostrado de una manera fehaciente. La Guerra Civil, el exterminio masónico y el retorno de los masones. Apenas dos meses después de haber comenzado la contienda, el 15 de septiembre, Francisco Franco, firma el primer decreto contra la masonería. Una ola de odio, sangre y fuego, atizado en bastantes ocasiones por el clero, se abatió sobre la masonería en las zonas ocupadas por los sublevados. En la logia “Helmántica” de Salamanca, fueron fusilados 30 miembros; otros tantos de la logia “Constancia” de Zaragoza; de la logia “Trafalgar” de Algeciras, 24; de los triángulos “Zurbao” de Logroño, y “Libertad” de Burgos, 15 y 7 respectivamente; las logias “Vicus” de Vigo, “Lucus” de Lugo, y todas las de La Coruña conocieron el fusilamiento de casi todos sus miembros. En la toma de Málaga, en 1937, por el mero hecho de ser masón, sin otro cargo, fueron pasadas por las armas cerca de 80 personas. Diferentes estudiosos del tema difieren en cuanto al número no ya de los muertos, ni siquiera del número de miembros que componían la masonería en España; José Zaplana habla de 7.000, Juan Pablo García Álvarez de 10.000. En lo que sí coinciden es que a partir de 1939 apenas quedaban entre 300 y 800 masones en el país, habiendo podido huir al extranjero unos 2.000, donde en México – los que llegaron – fundaron las logias “Presidente Cárdenas”, “Presidente Company” y “Presidente Azaña”. De los que pudieron escapar de los juicios sumarísimos, al terminar la guerra, la mayoría fueron concentrados en la madrileña prisión de Porlier (calle general Díaz Porlier 54), donde les fue asignada la quinta galería. Prisión Porlier, actualmente colegio de los Escolapios Franco, con su obsesión antimasónica que le duró hasta el final de sus días, achacó siempre a la masonería todas las causas de la decadencia histórica, política y social de España durante los últimos dos siglos, y la internacional conspiración judeo-masónica le acompañó durante los casi 40 años de permanencia en el poder. Escribió el libro “Masonería”, que bajo el pseudónimo de J. Boor, fue editado en 1952. No se sabe con certeza cuál es el origen de su antimasonismo. Su hermano, Ramón, héroe del vuelo del “Plus Ultra”, fue iniciado en la logia “Plus Ultra” de Paris y él, al parecer, intentó seguir sus pasos, sin conseguirlo. Se dice, - nunca ha podido comprobarse – que hacia 1926, siendo teniente coronel, solicitó el ingreso en la logia “Lixus” de Larache, y en 1932, lo solicitó de nuevo en Madrid, sin que en ninguna ocasión fuera admitido. Lo que sí es sabido, es que cuando visitó el Monasterio de Poblet, en 1952, ordenó al abad el traslado de los restos del duque de Wharton, fundador de la masonería española, aunque había poco que trasladar, pues la tumba estaba vacía debido al saqueo a que los franceses sometieron al Monasterio en el siglo anterior. Tres años después la tumba fue nuevamente colocada en el lugar primitivo, y ahí se encuentra actualmente. En febrero de 1939, se dictó la ley de Responsabilidades Políticas, por la que fueron puestos al margen de la ley todos los masones, excepto quienes se hubiesen dado de baja antes del 18 de julio de 1936. El uno de marzo de 1940, se publicó la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo, con penas que oscilaban de 20 a 30 años para los grados superiores y de 12 a 20 para los inferiores, con confiscación de todos sus bienes. Dicha ley permaneció vigente hasta el 11 de febrero de 1964. En 1943, se reorganiza la masonería española con el “Grande Oriente Español”, la “Gran Logia Española y del Supremo Consejo Español del Grado 33”. Una vez muerto Franco, un “Gran Oriente Español” es creado aprovechando las circunstancias, siendo nombrado “Gran Maestre”, Jaime Fernández Gil de Terradillos, que públicamente expresó su apoyo a la Monarquía del rey Juan Carlos, pero muy pronto acontece otra escisión masónica; se crea otro “Grande Oriente Español”, que no reconoce al “Gran Maestre”, Terradillos, y elige a Francisco Espinar Lafuente, pero al no poder éste conseguir el reconocimiento del Ministerio del Interior, porque Terradillos se le había adelantado, cambió el nombre por el de “Grande Oriente Español Unido”. La masonería reapareció de manera oficial. Insistió en su apartidismo, sociedad discreta, que no secreta y en su carácter meramente filantrópico, pero su peso no pasó desapercibido durante la Transición; el 30 de septiembre de 1979, Felipe González Márquez, fue elegido secretario general del PSOE, estando la gestora que lo había fraguado compuesta por cinco miembros de los cuales varios pertenecían a la masonería: José Federico de Carvajal, José Prat, Carmen García Bloise, además en la lista también se encontraban Joan Raventós, Enric Sopena y Gregorio Peces-Barba (padre). Legalización. El 21 de noviembre de 1979, las autoridades españoles reconocieron el “Gran Oriente de España” y el “Gran Oriente Español Unido” como asociaciones culturales. Mientras en 1978, había surgido en España la “Gran Logia de España”, formada por logias catalanas y con un carácter liberal. Los trámites para la legalización de la masonería en España se concretaron el tres de julio de 1979 por sentencia del Tribunal Supremo, permitiendo su inscripción en el Registro Nacional de Asociaciones, legalizando tanto el “Grande Oriente Nacional Español” como el “Grande Oriente Español Unido”. A estos dos Grandes Orientes hay que añadir, las logias catalanas, adscritas a la “Gran Logia Francesa de Neully” y otras diversas logias independientes de Barcelona. En España existen en la actualidad tres obediencias destacadas aunque hay una decena más de pequeñas obediencias francamente minoritarias: La “Gran Logia de España”. Reúne a 2.500 afiliados y es la mayoritaria, Su sede central está en Barcelona, pero tiene logias en toda España y relaciones con Gran Bretaña y Estados Unidos. Reconocida por la “Gran Logia Unida de Inglaterra”. Su Gran Maestro es Josep Corominas i Busqueta. La “Gran Logia Simbólica Española”, que con sede en Barcelona reúne a unos 500 afiliados con logias en toda España y tiene también relaciones internacionales. Obediencia irregular. Sus logias son masculinas, femeninas o mixtas. Su Gran Maestro es Ascensión Tejerina. La “Gran Logia Federal de España”. Escisión de la “Gran Logia de España”. Tiene en torno a unos 400 miembros. La “Gran Logia de Canarias”. Cuenta con unos 200 miembros. La “Gran Logia de Cataluña”, también con unos 200 miembros. El “Gran Oriente de Cataluña”, con sede en Barcelona, agrupa a unos 150 afiliados con logias en algunas zonas de España, siendo su Gran Maestre Gabriel Plana. La “Logia del Derecho Humano”. Masonería mixta, con unos 100 miembros. La “Gran Logia Femenina Francesa”, con unas 40 mujeres. El “Gran Oriente de Francia”. Varias logias levantinas pertenecen a esta Obediencia. Irregular y liberal. La “Gran Logia Femenina de España”, que preside Rosa Elvira Presmanes. Se calcula que en 1989 había 7.000 logias en Inglaterra y Gales y otras tantas en Escocia, sumando un total aproximado de 800.000 masones y en los Estados Unidos, en el mismo año, cerca de 4.000.000 personas pertenecientes a la masonería. Aunque la masonería en el Continente europeo ha tenido una historia inestable, sigue creciendo. En cambio, la masonería en Gran Bretaña nunca ha vivido una época difícil, y continúa conectada a la realeza, la aristocracia y la clase dirigente. En el gobierno de “apartheid” de Pieter Willem Botha, en Sudáfrica, se acusaba a la masonería de aspirar a establecer un gobierno y una religión mundial. En los años noventa, algunos croatas culpaban a los masones por la demora de varios gobiernos para conseguir la paz. Masones españoles destacados (siglos XVIII y XIX): Políticos: Pedro Pablo Abarca de Bolea (conde de Aranda), Antonio Alcalá Galiano, Melquiades Álvarez González, Juan Álvarez y Méndez (Mendizábal), Eusebio Bardaxí y Azara, Manuel Becerra y Bermúdez, José María Calatrava, Emilio Castelar y Ripoll, Francisco Cea Bermúdez, Estanislao Figueras y Moragas, Eduardo Barriobero Herrán, Ángel Galarza Gago, Rodolfo Llopis Ferrándiz, Francisco Javier Istúriz, Eugenio Montero Ríos, José Moñino Redonde (conde de Floridablanca), Segismundo Moret y Prendergart, Salustiano de Olózaga, Francisco Pi y Margall, el marqués de Pontejos, José María Queipo de Llano (conde de Toreno), Nicolás María Rivero, Manuel Ruiz Zorrilla, Práxedes Mateo Sagasta, Nicolás Salmerón Alonso, Luis Mariano de Urquijo, Luis de Argüelles (el “divino”). Militares: general Francisco Javier Castaños y Aragoní, capitán Luis Daoíz Torres, general Juan Díaz Porlier, general Baldomero Espartero (duque de la Victoria), general Francisco Javier Espoz y Mina, general Cayetano Lacy, general Juan Martín, “el Empecinado”, almirante Casto Méndez Núñez, general Francisco Milans del Bosch, general Cipriano Palafox y Portocarrero (conde de Montijo), general Pablo Morillo, general Tomás de Morla, general Enrique José O’Donell, general Gonzalo O’Farril, general Marcelino Oraa, general José Rebolledo Palafox y Melci (duque de Zaragoza), general Juan Prim Prats (conde de Reus), general Nazario Reding Von Biberegg, general Rafael del Riego Núñez, general Juan Ramón Rodil, general Francisco Serrano Domínguez, almirante Juan Bautista Topete y Carballo, general José María Torrijos, general Martín Zurbano, general Evaristo San Miguel, general José María de Torrijos y Uriarte, general Juan Van Halen. Artistas e intelectuales: José Casado del Alisal, José Echegaray y Eizaguirre, Silverio Álvarez de la Escosura, José de Espronceda y Delgado, Leandro Fernández de Moratín, Gaspar Melchor de Jovellanos, Alberto Lista y Aragón, Abelardo López de Ayala, Francisco Martínez de la Rosa, Ramón Mesonero Romanos, Juan Antonio Meléndez Valdés, Narciso Monturiol y Estarriol, Claudio Moyano y Samaniego, Gaspar Núñez de Arce, Isaac Peral y Caballero, José Manuel Quintana, Mariano José de Larra, Ángel Saavedra (duque de Rivas), Félix María de Samaniego, Antonio Trueba y La Quintana, José Manuel Quintana, Julián Romea y Parra, Ramón Pérez de Ayala, Francisco Giner de los Ríos, Buenaventura José María de la Vega y Cárdenas (Ventura de la Vega). En el siglo XX. Políticos: Álvaro de Albornoz Limiñana, Manuel Azaña Díaz, Francisco Largo Caballero, Lluys Companys y Jover, Marcelino Domingo Sanjuan, José Giral Pereira, Alejandro Lerroux García, Francesc Maciá y Lluisa, Luis Araquistáin Quevedo, Diego Martínez Barrio, Manuel Portela Valladares, Pedro Rico López, Fernando de los Ríos Urruti, Rafael Salazar Alonso, Augusto Barcia Trelles, José Canga Argüelles, Juan Negrín López, Margarita Nelken Mansbergen, Ramón Pérez de Ayala, Ángel Rizo Bayona, Antonio Tuñón de Lara, Juan Botella Asensi. Militares: general Antonio Aranda Mata, general Miguel Cabanellas Ferrer, general Rosendo Castell y Valdespí, general Luis Castelló Pantoja, coronel Felipe Díaz Sandino, general Domingo Batet Mestres, general Agustín Gómez Maroto, general Eduardo López Ochoa, general Toribio Martínez Cabrera, general Fernando Martínez Monge, general José Miaja Menant, general Nicolás Molero Lobo, general Miguel Núñez de Prado, general Rogelio Caridad Pita, general Manuel Romerales Quintero, general Francisco Milans del Bosch, capitán Fermín Galán Rodríguez, capitán Ramón Franco Bahamonde. Intelectuales y artistas: Domingo Badía y Leblich, Vicente Blasco Ibáñez, Ramón Gómez de la Serna, Luis Jiménez de Asúa, José de Letamendi y Manjarres, Tomás Bretón Hernández, Mariano Benlliure y Gil, Antonio Machado Ruíz, Federico Rubio y Gali, Joaquín Sorolla Bastida, Enrique Aguilera y Gamboa (marqués de Cerralbo), Juan Gris, Santiago Ramón y Cajal, Salvador de Madariaga Rojo. Entre los extranjeros destacan como masones políticos: el marqués de Lafayette, Simón Bolívar, Giuseppe Garibaldi, Salvador Allende, Mijaíl Bakunin, Winston Churchill, José Rizal Mercado, general Douglas Mac Arthur, general George Marshall, Eduardo VII de Inglaterra, Benito Juárez, Nelson Mandela, Alexander Kérensky, Charles Maurice de Talleyrand, José Martí, Hugo Chávez, Arthur Wellesley (duque de Wellington), Mohandas Ghandi, Kemal Ataturk, Mijaíl Gorbachov, Mohamed Shan Aga Khan III, Mohamed Reza Palhevi, Silvio Berlusconi. Músicos y cantantes: Wolfang Amadeus Mozart (*), Joseph Haydn, Héctor Berlioz, Félix Mendelsshon, Antonio Salieri, George Philip Telemann, Luigi Cherubini, Franz Liszt, Nicolò Paganini, Jean Sibelius, Nicolás Puccini, Louis Armstrong, Duke Ellington, Nat King Cole. Filósofos: Ephraim Lessing, Friedrich Krause, Johann von Herder, Johann Fichte, Goethe, Jean Jacques Rousseau, François Marie Arouet (Voltaire). Científicos: Benjamín Franklin, Enrico Fermi, Alexander Fleming, Charles Lindberg, hermanos Montgolfier, Antoine Lavoisier, Sigmund Freud, Isaac Newton, Stephen Hawking. Escritores: Vittorio Alfieri, Giosue Carducci, Rubén Darío, Arthur Conan Doyle, Rudyard Kipling, Alexander Puskin, Walter Scott, Mark Twain, Thomas Mann, Víctor Hugo, Alexandre Dumas, Giovanni Casanova, Oscar Wilde. Del mundo del espectáculo: Walt Disney, Cecil B. de Mille, Clark Gable, Stan Laurel, Oliver Hardy, Harpo Marx, John Wayne, Telly Savallas, Glenn Ford, Peter Sellers, Ernest Borgnine, Ingmar Bergman, Mario Moreno (Cantinflas), Bob Hope, Harold Lloyd. Inventores e industriales: André Citroen, Walter Chrysler, Henry Ford, George Pullman, Charles C. Hilton, Samuel Colt, Joseph Ignace Guillotin, King Camp Gillete. Algunos presidentes de USA: George Washington, Abraham Lincoln, Thomas Jefferson, James Madison, James Monroe, Andrew Jackson, William Howard Taft, William Mac Kinley, Theodore y Franklin Delano Rooselvelt, Harry Truman, Lyndon Johnson, Gerald Ford. George Washington Astronautas: Edwin Aldrin, Leroy Cooper, Don F. Eisele, Virgil Grisom, Neil Amstrong, John Glenn. Premios Nobel: hay 14 masones y por lo menos seis Nobel de la Paz (Elie Ducommun - 1902, Theodore Roosevelt -1906, Alfred Hermann Fried -1911, Henry Lafontaine -1913, León Bourgeois - 1920, Gustav Stresemann - 1926). Conclusiones. Los masones o sus ideas han influido a lo largo de la historia en diferentes acontecimientos: La Ilustración durante el periódo de los Estados Absolutos (1750 y 1800); la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa; la Independencia de Iberoamérica; la abolición de la esclavitud; la secularización de las universidades y de las ciencias; la unificación de Italia y la supresión de los Estados Pontificios; el laicismo en la enseñanza; la Sociedad de Naciones; la Organización de las Naciones Unidas; la descolonización de Asia y África desde 1950 y su influencia en la evolución del socialismo europeo. Intentar predecir el futuro sobre la base del pasado es poco menos que imposible. Del pasado de la masonería sabemos que, a pesar de la leyenda rosada, ha demostrado, una y otra vez, un contenido gnóstico e iniciático que choca frontalmente con el Cristianismo; ha demostrado una inmensa capacidad para derribar gobiernos y alcanzar el poder; y que, una vez con los resortes en las manos, no pocas veces ha demostrado una pasmosa incompetencia para solucionar los problemas reales y crear un orden estable, a la vez que una repetitiva tendencia a la corrupción. Sus mensajes han podido ser atrayentes y sugestivos; sus resultados, por regla general, han sido deplorables, cuando no cruentos. En ese sentido, la masonería se asemeja a otras utopías de la Historia, como el verdadero socialismo y, sobre todo, el comunismo. No ha cumplido ciertamente con lo prometido, pero ha puesto de manifiesto una acentuada falta de escrúpulos para conseguir detentar el poder y luego una no menos clara voluntad de implantar una visión, no por sectaria más eficaz, a la hora de solventar los verdaderos retos con los que se enfrenta, día tras día, cada ser humano. Si algo llama la atención, son dos aspectos primordiales: la tendencia partidista y de intereses personales, que ha primado a lo largo del devenir histórico sobre la unidad que teóricamente debería haber prevalecido entre la hermandad masónica; tendencia centrífuga que permanece inalterable hasta el día de hoy. El otro aspecto es el de su no muy brillante participación activa en los momentos cumbres de nuestra historia, y ello, o ha sido debido a que estos acontecimientos han cogido a contrapelo y desprevenida, a la masonería, o bien, a causa de que su infraestructura, su visión atenta de los acontecimientos claves del momento, o incluso su supuesto poder o influencia, dejaba mucho que desear, aunque todo puede ser uno. ¿Qué hacen hoy los masones? ¿Cuál es su misión? Actualmente, la masonería se asemeja a una especie de gremio de hombres de negocios, aunque no sea más que para indicar que deben ser honrados y ayudarse en sus tratos, con la idea que esto se debe aplicar, por ellos, a los que no son masones. Entre sus miembros, es una especie de sociedad de socorros mutuos, incluso a nivel internacional. Para llevar a cabo las actuaciones, se reúnen por término medio unas ocho o diez veces al año, quizá más, dependiendo de las logias, y en las tenidas se tratan temas como la iniciación y ascenso de los nuevos o antiguos hermanos, conferencias sobre temas masónicos, ceremonias de apertura y clausura de las logias, que son sus principales ocupaciones y que les sirven, por otra parte, para lo que acaso sea lo más palpable que les queda de su sugestiva historia: la confraternización entre todos sus miembros, extensiva a toda la Humanidad. Un futuro en manos de la masonería significaría, presumiblemente, un recorte de las libertades de aquellos que no están dispuestos a plegarse a un discurso único sincrético y multicultural; un aplastamiento de los que comulgan con un sistema laico en el que la civilización y la fe de cada uno tenga que aceptar su sustitución por el guiso masónico amalgamador; un reparto de poder entre los hermanos que no aumentará la eficacia del Estado, aunque sí la corrupción y los saldos de determinados masones; una erosión del papel del Cristianismo en la sociedad mundial; y finalmente, la consagración de un gobierno que pondrá todo su empeño no en gestionar correctamente, sino en controlar los medios de comunicación para mantener sumida en el engaño y en la propaganda a una opinión pública que, bajo ningún concepto, debe saber hacia dónde la dirigen. La masonería española, desde un punto de vista histórico, es un fenómeno sociopolítico que, con más o menos protagonismo, ha estado presente en nuestra historia, de forma directa o indirecta, pero siempre constante a lo largo de estos tres últimos siglos. (*) Según Gonzalo Sanz Larrey y Carlos Mayor López, en su obra “La Masonería”, la ópera “La flauta mágica”, fue, entre otras, inspirada en la masonería y que dicha ópera supuso el final de Mozart, pues en esta obra, el autor transmitía secretos de dicha sociedad; fue estrenada el 30 de septiembre de 1791, y curiosamente, Mozart falleció ese mismo año, el 5 de diciembre. Bibliografía: “La Masonería”, Sangeet Duchane; “La Masonería “, Gonzalo Sanz Larrey y Carlos Mayor López; “Introducción a la masonería española”, Juan Blázquez Miguel; “La verdadera historia de los masones”, Jorge Blaschke y Santiago Río; “La Masonería”, José A. Ferrer Benimeli; “Los masones: la sociedad secreta más influyente de la historia”, Cesar Vidal. 18