El oráculo de Apolo y Pitón en Delfos

Hubo un tiempo en que dioses y humanos interactuaban juntos en la Tierra, unidos por un vínculo especial establecido desde la noche de los tiempos. El mundo era joven y los dioses dejaban una impronta de magia por los lugares que pisaban. Llegó un día en que los humanos no volvieron a ver a los dioses, pero aprovecharon aquellos rincones impregnados de su esencia para seguir en contacto con ellos. Necesitaban saber que desde algún lugar lejano los dioses velaban por su vida, querían seguir aprendiendo de ellos y obtener el apreciado don del conocimiento.
La antigua Grecia, tierra de reyes y héroes, fue muy apreciada por los dioses ancestrales. Entre sus numerosas montañas y valles aún perduran algunos de los portales que los griegos utilizaron para comunicarse con sus divinidades. Sin duda alguna, uno de los lugares más enigmáticos se encuentra en Delfos. Descubramos por qué motivo.

El origen del oráculo de Delfos todavía es un misterio. La mitología griega nos ha transmitido varias versiones legendarias que no ayudan a comprender desde un punto de vista histórico su antigüedad; mientras que la arqueología sí ha podido constatar un culto en Delfos desde época micénica, período comprendido desde el siglo XVI al XI a. C. Entre el material rescatado por los arqueólogos destacan una serie de figurillas o idolillos de época micénica, relacionados con el culto a la Diosa Madre, tal y como sugiere Rovert Graves. Es más, según Estrabón, la primera profetisa fue Gea, la Diosa Madre.

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La mitología cuenta que Zeus, queriendo saber cuál era el centro de la Tierra, hizo volar dos águilas al mismo tiempo y misma velocidad desde los extremos del planeta y ambas se encontraron en Delfos. El padre de todos los dioses decidió señalar el centro de la Tierra con una piedra de mármol blanco llamada omfalós, que en griego significa ombligo/centro.
Por otro lado, los Himnos Homéricos relatan que el dios Apolo transformado en delfín – δελφίς – reclutó a varios mercaderes cretenes como los primeros sacerdotes para su santuario en Delfos. Nótese la similitud del nombre Δελφοί – Delfos en griego – con la palabra delfín. Una de las hipótesis aceptadas es que el nombre derive de la palabra delfín, mientras que otra teoría lo relaciona con la palabra ὀμφαλός , ombligo.

Pero quizá una de las leyendas más arcaicas e interesantes sea la que relaciona el oráculo con el dios Pión. Cuenta la leyenda que las tierras del oráculo fueron en su día la morada de la Gran Serpiente Pitón, una terrible criatura nacida del limo que se originó terminado el diluvio universal.
Tiempo después, Apolo mató a la Gran Serpiente en la cima del Monte Parnaso, arrojando por una grieta su cuerpo sin vida. Sobre esa misma grieta situarían el propio oráculo las gentes de Delfos.

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El historiador Diodoro Sículo narra en su Biblioteca Histórica que pasado un tiempo, unas cabras que pastaban cerca del Monte Parnaso descubrieron la grieta. Cada vez que se acercaban y miraban en ella brincaban y balaban en un modo fuera de lo normal. El pastor, asombrado por lo que veía, se aproximó a la grieta para echar un vistazo. Quedó presa del mismo fenómeno, pero además podía ver el futuro. Poco después la noticia de lo ocurrido se difundió entre todos los campesinos, que acudían en masa al lugar para comprobar si lo ocurrido era verdad. Efectivamente, cada persona que se acercaba a la grieta entraba en aquel estado de éxtasis. De modo que dicho lugar fue considerado una tierra milagrosa capaz de predecir el futuro, y su fama era cada vez mayor, convertido en un verdadero lugar de peregrinación al que acudían numerosas personas de Delfos y sus alrededores. Pero como muchos de los peregrinos se tiraban por la grieta en pleno éxtasis, incapaces de controlar los espasmos del cuerpo, decidieron elegir una sola mujer encargada de realizar los oráculos; además de acondicionar el recinto con un trípode colocado sobre la grieta para comodidad de la profetisa.

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Se creía que el espíritu de Pitón había quedado atrapado dentro de la grieta, al servicio del dios Apolo. Las emanaciones que salían de la misma grieta eran en realidad el espíritu de la Gran Serpiente, que ayudaban a la pitia/pitonisa a comunicarse con Apolo; de modo que las preguntas realizadas a la joven profetisa eran escuchadas por Apolo mediante el espíritu de Pitón, y respondidas siguiendo el mismo proceso pero a la inversa.

Cuando quedó definitivamente establecido el oráculo en Delfos, al principio se hacía una consulta a la pitia una vez cada siete años, siempre el día 7 del mes de Bysios – mes del nacimiento de Apolo -. Debido a la gran cantidad de peregrinos y peticiones de consulta, cambiaron la norma y ampliaron los días de consulta, el 7 de cada mes.

El viaje que realizaban los numerosos peregrinos llegados desde todos los rincones de Grecia era un verdadero viaje iniciático, desde el lugar de partida hasta el propio oráculo, atravesando la Vía Sacra o Pítica. Una vez se encontraba en el reciento, el peregrino debía purificarse en las aguas de la fuente Castalia, situada frente al oráculo. Después comenzaba todo un proceso ritual para saber si el dios Apolo estaba dispuesto a escuchar la consulta: se colocaba una cabra en un altar y se derramaba sobre ella un cubo de agua fría; si la cabra temblaba, Apolo estaba receptivo, si permanecía quieta, era una maña señal y debía posponerse la consulta para el mes siguiente. En caso de que la cabra temblase, continuaba el ritual y el peregrino pagaba una tasa en función de la petición, bien una torta de miel o dinero; por último se sacrificaba la cabra.
Terminada esta parte del ritual, el peregrino realizaba su consulta a los sacerdotes del oráculo, pues estaba prohibido preguntar directamente a la pitia. Los sacerdotes se adentraban en el adytum – el reciento oracular propiamente dicho – donde se encontraba la pitia, sentada en un trípode formado por tres serpientes gigantes y situado sobre la grieta, predispuesta para escuchar la consulta y entrar en contacto con Apolo. Previamente la pitia había realizado un ritual de purificación: se bañaba en las aguas de la fuente Castalia, bebía agua de la fuente Cassotis – que hacían llegar al oráculo mediante una cañería – y mascaba hojas de laurel, el árbol de Apolo. Los sacerdotes a su vez quemaban hojas de laurel con otras sustancias, que la pitia inhalaba junto con los gases que salían de la grieta. De esta manera entraba en éxtasis poco a poco, forcejeaba, se rasgaba las vestiduras y gritaba; después, algo más relajada, pronunciaba las palabras proféticas reveladas por la divinidad. Mientras tanto sus sonidos, palabras y movimientos eran registrados por los cinco hosii o santos, nombrados de por vida y elegidos por los descendientes directos de Deucalión – uno de los pocos supervivientes del Diluvio Universal, considerado el Noé griego -. Terminado el éxtasis y el oráculo, llevaban a la pitonisa a un lugar de reposo donde permanecía hasta que recuperaba la normalidad.

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Al principio las pitonisas eran mujeres jóvenes y vírgenes, pero más adelante decidieron cambiar la costumbre por mujeres mayores de 50 años vestidas de jovencitas, que realizaban el mismo ritual. ¿Por qué motivo? Diodoro Sículo explica que un tesalio llamado Ejécrates, cuando consultaba a la joven pitia, se enamoró de ella, la raptó y violó. Los délficos, escandalizados, decretaron que las futuras profetisas no serían mujeres jóvenes vírgenes, sino mujeres mayores de 50 años vestidas como muchachas jóvenes en memoria de la pitonisa violada.

El oráculo llegó a convertirse en el centro de adivinación por excelencia, frecuentado por los mortales para obtener respuesta a consultas de todo tipo, desde asuntos militares a intereses personales.
Tenemos constancia en las fuentes antiguas que personajes ilustres de la antigüedad hicieron uso del oráculo para sus propios intereses, tales como Plutarco, Alejandro Magno, el Rey Creso de Lidia, Apolonio de Tiana o el emperador Adriano.

La actividad del oráculo de Delfos fue finalmente clausurada por el emperador Teodosio en el año 385 d. C. aproximadamente, cuando fue proclamado el cristianismo religión oficial del Imperio Romano y fueron prohibidos todos los cultos paganos.

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