La escritura jeroglífica y los cartuchos egipcios

En 1798 Napoleón Bonaparte invadió Egipto permaneciendo tres años en este país y sus soldados tuvieron acceso a ese hermoso sistema pictografíco con el que los egipcios antiguos por medio de símbolos representaban imágenes de su vida cotidiana y de la naturaleza

Relieves Templo Hatshepsut. Valle Reyes

Se trataba de la escritura jeroglífica pero aquellos militares franceses observaron que en la misma, algunas inscripciones estaban rodeadas de un rectángulo con las esquinas curvas, y por ello aquellos denominaron a las mismas ‘cartouches‘ (cartuchos) por el parecido que tenían con sus cartuchos de munición.

El jeroglifico egipcio fue la base del sistema de escritura del Egipto antiguo y consiste en dibujos de personas, animales o cosas que por su expresividad y colorido llaman poderosamente la atención. Comenzó a utilizarse hacia el año 3.000 a.C. y el número de pictogramas fue variando en las distintas épocas de la historia egipcia: 1.000 en el Reino Antiguo, 750 en la lengua clásica y muchos miles después en el periodo ptolemaico y romano.Pero es complicado de entender porque a pesar de ser dibujos sencillos y fáciles de reconocer, es muy complejo de interpretar.

Es cierto que algunas palabras tienen equivalencias sencillas, por ejemplo si querían escribir la palabra “pájaro”, dibujaban un pájaro, o si querían escribir la palabra “ojo”, dibujaban un ojo, pero ¿ cómo escribir en esta simbología frases como “El faraón dio un discurso que emocionó a su pueblo” o “Los hermanos se reunieron para buscar una solución”. Son expresiones sin interpretación gráfica directa y para eso tuvieron que inventar una especie de alfabeto  en el que cada imagen correspondería no a un objeto, sino a un sonido. Por ejemplo si querían escribir la letra m pintaban una lechuza y si querían pintar la r, el símbolo era una boca. Otras veces unas letras juntas formaban un nuevo sonido que tenía a su vez su símbolo correspondiente.

Al final se descubrió que la escritura egipcia se basa en un alfabeto de unos 800 caracteres de uno, dos o tres fonemas, por lo que a diferencia de lo que se pensaba inicialmente, los jeroglíficos no son solo pictogramas, sino también fonemas y de particular interés para su interpretación fueron esos nombres de faraones reyes escritos en aquellos cartuchos porque para distinguir un nombre real los egipcios lo redondeaban con ese rectángulo de esquinas curvas,

El cartucho (pronunciado kar-tush) también es conocido como sello jeroglifico y los cartuchos reales se encuentran en las ruinas del antiguo Egipto, inscritos en las paredes de los templos, tumbas y estatuas, conteniendo información sobre los grandes dignatarios de la realeza egipcia . Solían colocarse en un sitio en particular para asegurar su protección en las tumbas y debido a esta práctica los arqueólogos- una vez descubierto el secreto de su traducción- pudieron identificar mejor esas tumbas y aprender más acerca de las momias que yacían en su interior

El término «cartucho » era conocido en el antiguo Egipto como ‘shenu’ vocablo que deriva del verbo sheni (circundar) y originalmente representaba a todas las cosas que el sol circundaba y por eso se utilizó como amuleto protector de la realeza. El cartucho era, pues un claro símbolo solar que originalmente representaba a todas las cosas que el sol circundaba (por ejemplo el reino del faraón) y por eso se utilizaba como amuleto protector del rey.

Deriva del anillo shen, por lo que su primitiva forma era circular pero como el alfabeto jeroglífico contiene miles de caracteres (algunos de los cueles representan sonidos, y otros palabras e incluso frases) hubo que hacerlo alargado para guardar mas cantidad de jeroglíficos para representar el nombre del faraón.

Así fue como al final se convirtió en su forma basica que es un símbolo formado por una cuerda ovalada con tres nudos unidos a una barra inferior que simboliza «todo lo que rodea el sol‘, y se refiere a la energla de los faraones en el universo.

Gracias a los cartuchos se pudo entender la escritura jeroglífica y el mérito se lo debemos a Jean-François Champollion (Figeac (Francia) 1790 – París (Francia) 1832) que fue quien comenzó a descifrar este tipo de escritura

Jean-François Champollion (1790-1832) retratado por León Cogniet en 1831.Museo del Louvre

Para comprender cómo Champollion pudo llegar a descifrar los jeroglíficos egipcios es preciso primero saber cuál era la situación del problema en el momento en que él empezó a ocuparse del mismo. El uso de los jeroglíficos para escribir la antigua lengua egipcia se extinguió con el paganismo y en el siglo IV ya dejaron de escribirse y los mismos se convirtieron en un misterio porque su significado se perdió en la noche de los tiempos. Progresivamente, la población cristianizada de Egipto se fue acostumbrando a escribir utilizando el alfabeto griego ligeramente modificado.

Probablemente el primer erudito que intentó descifrar los jeroglíficos fue el jesuita alemán Kircher en el siglo XVII que llegó a ser considerado el mayor experto mundial, de su tiempo, en antigüedades egipcias. Sin embargo a pesar de sus esfuerzos no lo consiguió aunque tenía razón en una cosa: existía una identidad entre él antiguo egipcio y el copto. El siguiente paso útil lo dio el abate francés Barthélémy, que en el siglo XVIII intuyó que los cartuchos que aparecen frecuentemente en los textos jeroglíficos encerraban nombres de faraones.

Y entonces llegó el paso más importante para el desciframiento de este tipo de escritura: el descubrimiento de la piedra de Rosetta

Piedra Rosetta

El 15 de julio, de 1799 un oficial del ejército francés de Napoleón, el Teniente François Xavier Bouchard al excavar los cimientos del fortín Julien cerca de la desembocadura del Nilo en Rachid (Rosetta) se fijó en una de las losas que sus soldados habían sacado. Se trataba de un bloque de granito gris con vetas rosas de 1,14 x 0,72 m. roto en la parte superior de su esquina inferior derecha con varias inscripciones en uno de sus lados. La losa, ya bautizada como la Piedra de Rosetta, fue trasladada al Cairo para su estudio.

En aquella piedra había unos grabados en tres escrituras: griego antiguo (50 líneas), demótico egipcio (32 líneas) y jeroglifico egipcio (14 líneas), que registraban un edicto del año 9 (27 de marzo de 196 a.C.) del reinado de Ptolomeo V Epifanes hijo de Ptolomeo IV Philopator y de Arsinoe III, concediendo privilegios a la clase sacerdotal.

Napoleón, rápidamente dio publicidad al hallazgo y el texto de aquella piedra fue reproducido y repartido por toda Europa. Hubo muchos investigadores que intentaron traducirla aunque sin éxito y hay que destacar los esfuerzos de Antoine-Isaac Silvestre de Sacy un lingüista y orientalista francés, que llegó a identificar cinco nombres propios, de aquella piedra

Y siguiendo las tesis de Barthélémy otro lingüista francés, llamado Jean-Jacques Barthélemy, mucho antes del descubrimiento de aquella piedra también había sugerido que los cartuchos en los jeroglíficos egipcios significaban nombres propios.

Pero Champollion abordó el problema contando con una adecuada formación filológica, ya que había aprendido copto. Él estaba convencido de que aquellos investigadores tenían razón y que los cartuchos encerraban nombres de faraones, pero el mayor problema era que las correspondencias entre los signos jeroglíficos y sus equivalencias al griego antiguo y demótico egipcio no daban totalmente la clave de la interpretación.

Champollion se dio cuenta de que en el texto griego había 486 palabras y en el egipcio 1419 jeroglíficos, por lo que parecía estar claro que la escritura egipcia no era puramente ideográfica (en donde cada signo es una idea) sino que debía de ser también fonética, leyéndose algunos signos y otros no. Dado que los pictogramas representaban una combinación de principios fonológicos y semánticos..¿dónde estaba el punto de inicio de la lectura de los mismos?

Y entonces vino otro descubrimiento en su ayuda

El obelisco descubierto por W. J. Bankes en la isla de Philae y expuesto en el jardín del palacio de Kingston Lacy.

El hecho más importante para el descifrado de la escritura jeroglífica y se produjo en la isla de Philae cuando W. J. Bankes (Dorset (Inglaterra) 1786 – 1855) encontró un obelisco de granito rojo con una inscripción jeroglífica en columna a cada lado y 24 líneas de texto griego en la base relativa a una petición de los sacerdotes de Philae a Ptolomeo VIII Evergetes II, apodado Physcon (182-116 a.C.) y su esposa Cleopatra II.

Y por casualidades de la vida Champolión fue a visitar la ciudad dónde se encontraba aquel obelisco y allí comprobó que los cartuchos de aquel monumento eran idénticos a los que contenía la Piedra Rosetta. Nuestro genio francés al comparar los cartuchos de Ptolomeo y Cleopatra, encontró varios signos comunes que rápidamente identificó como fonéticos (al menos en los nombres presentes en los cartuchos) y de esta forma pudo establecer el orden de lectura del cartucho y las siguientes correlaciones (P), (O), (L)

Cartuchos con los nombres de Ptolomeo y Cleopatra en la piedra Rosetta

Transliteración de los glifos

Luego se dedicó a compararlos con los nombres griegos para terminar de concretar las equivalencias: (P), (T), (O), (L), (M), (I); (S); (K); (E); (A); (T) y (R). Tras estas comparaciones surgieron varias dudas porque había dos letras que representaban el mismo sonido (T) y Champollion comparó el cartucho del obelisco con los cartuchos de otras reinas de nombre Cleopatra y observó que ambos dibujos eran intercambiables, lo que indicaba que su pronunciación era semejante, por lo que se trataba de consonántes homófonas.

Aquel lingüista francés llamado Jean-Jacques Barthélemy, tenía razón cuando mucho antes de que se descubriera la Piedra de Rosetta,había sugerido que los cartuchos en los jeroglíficos egipcios eran nombres propios. Ahora sabemos que cada faraón, rey o reina del antiguo Egipto tenía el suyo propio que deletreaba su nombre o un refran descriptivo en simbolos jeroglíficos.

Gracias al trabajo de Champollion hemos podido encontrar en los cartuchos egipcios los nombres reales que nos sirven para saber quien era el faraón que aparece en una inscripción. Aquí pongo algunas muestras

Sanajt o Nebka primer faraón de la dinastía III . Reinó entre el 2.682 a.C y 2.665 a.C

Djedfra tercer faraón de la dinastía IV de Egipto que reinó aproximadamente entre los años 2.566 a.C y 2.557 a.C

En la quinta dinastía el faraón ya tenía dos nombres más sagrados (tenía 5 o más), su nombre de nacimiento y el nombre que hacía alusión al trono que ocupaba.

Teti, primer faraón de la dinastía VI de Egipto del imperio antiguo que reinó del 2322 a.C hasta el 2312 a.C.

En la dinastía XVIII el sarcófago real fue construido en uno de los lados del cartucho, donde se encontraba también la imagen del aposento. Se aplicó con Tutmosis III simbolizando el lugar de descanso del rey en representación a su nombre y persona.

Tutmosis III sexto faraón de la dinastía XVIII de Egipto que gobernó entre los años 1.479 a.C y 1.425 a.C.

Tutmosis IV octavo faraón de la dinastía XVIII de Egipto. Su reinado fue en torno a los años 1.400 a.C y 1.390 a.C.

Amenofis III importante faraón de la dinastía XVIII de Egipto que reinó entre los años 1.390 a.C y 1.353 a.C.

Ramsés I fundador de la XIX dinastía perteneciente al Imperio Nuevo de Egipto que reinó entre los años 1.295 a.C y 1.294 a.C.

Así fue como gracias al trabajo de Champollion, se pudieron interpretar los jeroglíficos egipcios. La clave estaba en los cartuchos y una vez descifrados los historiadores y arqueólogos pudieron sumergirse en los textos y grabados de la milenaria civilización egipcia para por fin poder revelar sus misterios.

Fuentes:

Egyptian Grammar. Being an Introduction to the Study of Hieroglyphs. Alan Gardiner. 3rd Ed., Rev. London: Oxford University Press, 1957

How to read Egyptian Hieroglyphs. A step-by-step guide to teach yourself. Mark Collier y Bill Mulley. British Museum Press.1998

Adkins, L. & Adkins, R. A. 2002. The Little Book of Egyptian Hieroglyphs . Londres : Hodder & Stoughton, 2002

Allen, J. P. 1988. Middle Egyptian. Cambridge : Cambridge University Press, 1988. Collins, M & Manley, B. 1988

Wallis Budge, E. A. 1997. El lenguaje de los faraones. Gerona : Tikal, 1997.

8 Comentarios

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