BASÍLICA DE SAN JUAN DE LETRÁN
Una de las cuatro Basílicas mayores de Roma. San Juan de Letrán fue la Iglesia principal y residencia de los Papas desde el emperador Constantino (s.III) hasta la construcción de San Pedro.
San Juan de Letrán es la Archibasílica del patriarca de Occidente, el Papa.
Historia
La historia de la Basílica es compleja, puesto que esta construcción, con
el paso de los siglos, ha sufrido terremotos, incendios y reconstrucciones. Debe
su fundación a la voluntad del papa Melquiades o Milcíades (311-314) y surgió
sobre los restos del antiguo cuartel de los "Equites Singulares", en un terreno
propiedad de la familia de los Palacios Lacerados, regalada al Papa por el
Emperador Constantino para que levantase en ella la Catedral de Roma. La
Basílica fue terminada en el tiempo del papa Silvestre I y consagrada por él en
324. Fue originalmente dedicada al Salvador y más tarde conocida como la
Basílica de los Juanes. En 846 fue destruida por un terremoto y tuvo que ser
reconstruida por el papa Sergio III, quien la dedicó a San Juan Bautista, por
ser este quien con su persona y su palabra pone en contacto el Antiguo y
el Nuevo Testamento. En el siglo XII el papa Lucio II también dedicó la basílica
a San Juan, porque con su evangelio da testimonio de la vida y la Palabra del
Señor.
Cinco concilios ecuménicos tuvieron lugar en esta Basílica, los de los años:
1123, 1139, 1179, 1215 y 1512. También fue la residencia permanente de los
papas desde el tiempo de Constantino hasta el año 1304, cuando el papa
se fue de Roma huyendo del caos en que se
encontraba la ciudad y los estados papales. Cuando
el papado regresó a Roma en 1376, el Vaticano fue
escogido como la residencia permanente del pontífice.
Enormes estatuas de cada apóstol a cada lado de la nave central.
Reliquias
Cabezas de San Pedro y San Pablo están juntas sobre el altar papal cubiertas
de plata. Según la ley romana la cabeza de los ejecutados se podía entregar a
sus familiares o amigos; Reliquia de madera del altar usado por Pedro en casa de
Pudens en Roma.
DESCRIPCION DE LA BASILICA
El Exterior
Sobre la fachada de la Basílica encontramos 15 estatuas de 7 metros
de altura. La central representa a Cristo, teniendo a los lados a San Juan
Bautista y San Juan Evangelista. Las demás representan a los Doctores de las
Iglesias griega y latina, aquellos que nos han explicado, profundizado y hecho
amar la Palabra de Dios. La Basílica de San Juan de Letrán es el símbolo de la
misma Iglesia, la cual no propone sus propias palabras, antes bien continúa
proponiendo la Palabra de Dios en el tiempo y en la historia, a través de la voz
de los ministros y los fieles.
El interior
De la antigua Basílica construida por el emperador Constantino en el siglo IV
muy poco ha quedado visible. A quien entra hoy en San Juan, la Basílica se le
aparece en sus cinco naves con un amplio crucero y un enorme ábside, restaurado
en el XIX, en tiempos de León XIII. La decoración y la arquitectura del interior
pertenecen a la intervención llevada a cabo en el XVI por Borromini. Hoy la
iglesia es prácticamente la que él imaginó y embelleció. La nave central, desde
la puerta hasta el trono, en el fondo del ábside, mide 130 metros de largo y
causa impresión, por los nichos con las estatuas de los Apóstoles, por el
hermoso baldaquino de estilo gótico puesto más arriba del altar y por el ábside
con los mosaicos completamente reconstruidos en el año 1884. Sobre los nichos de
los Apóstoles se encuentran representadas algunas escenas del Antiguo y del
Nuevo Testamento. Más en alto, entre las ventanas, dentro de marcos ovalados de
estuco, en forma de guirnaldas, han sido pintados algunos Profetas. Ya en los
mosaicos de las Iglesias paleocristianas, los Apóstoles y los Profetas eran
presentados en relación unos con otros. En efecto, ellos representan la
continuación de la historia de la Salvación y son, expresándonos con lenguaje
figurado, "la voz de Dios" que está presente en la historia de los hombres en el
Antiguo y Nuevo Testamento. Las significativas escenas bíblicas que se
encuentran colocadas en el centro, más que un enlace entre cada uno de los
Profetas y los Apóstoles, resaltan que aquellas "palabras", pronunciadas en
nombre de Dios, se han concretado en los "acontecimientos" de la historia de la
Salvación.
El baldaquino y el altar
La parte más interesante del crucero es el hermoso baldaquino realizado por
Giovanni di Stefano en la segunda mitad del siglo XIV. Debajo del baldaquino, en
el interior del altar papal, se conservan las reliquias de lo que, según la
tradición, es el antiguo altar de madera sobre el cual en las edades
paleocristiana y medieval habrían celebrado los Papas. Este altar hace percibir
la íntima unidad entre la Basílica de San Juan de Letrán -primera sede de los
pontífices, donde en torno al Papa, en el signo de la Eucaristía se subraya la
unidad de la Iglesia- y la Basílica de San Pedro, en donde se conserva la
cátedra del primer pontífice, símbolo del papel del magisterio del papado en la
Iglesia. La importancia de la Eucaristía es puesta en evidencia por el altar del
Santísimo Sacramento, que se encuentra al extremo del brazo izquierdo del
crucero. Fue construido por el papa Clemente VIII en ocasión del Jubileo del año
1600, utilizando cuatro columnas colosales de bronce dorado que miden siete
metros de alto. Las columnas se remontan a la época romana y son los únicos
restos todavía visibles de la Basílica de Constantino. Debajo del baldaquino se
encuentra una mesa que (según una bella leyenda) habría servido para la
celebración de la Ultima Cena del Señor. La posición del altar fue elegida
especialmente con el objetivo de otorgarle el máximo realce: se encuentra de
frente a la entrada lateral de la Basílica, desde siempre la más utilizada,
porque se dirige hacia el centro de la ciudad y acoge a los peregrinos que
vienen de Santa María la Mayor.
El ábside
El mosaico del ábside es copia del medieval, y con el simbolismo del agua hace
referencia al sacramento del Bautismo, que recrea y renueva todas las cosas.
El presbiterio y el ábside de San Juan de Letrán, en su aspecto actual son el
resultado de la completa reconstrucción, realizada en el siglo pasado, bajo el
pontificado de León XIII. Se trata por lo tanto de una copia moderna del mosaico
medieval. El papa Nicolás IV, que encargó el mosaico del siglo XIII, era
franciscano y esto se comprende observando las dos figuras pequeñas, que se
encuentran a los lados de María y de Juan Bautista, y que son San Francisco y
San Antonio de Padua. El mismo Papa es representado a los pies de la Virgen,
arrodillado en actitud de oración y con las manos elevadas en actitud de
ofrenda. En el centro del ábside, en lo alto, se aprecia el rostro del Salvador,
circundado de Ángeles, y debajo se encuentra la cruz enjoyada, símbolo de la
muerte y resurrección de Cristo, rodeada de agua, que sale del pico de la
Paloma, símbolo del Espíritu Santo. Ese agua, en la que abrevan los ciervos y
las ovejas, partiendo de la Cruz, se expande a través de cuatro manantiales y
renueva toda la creación representada por las plantas, los animales y los
hombres, que han sido representados ocupados en las actividades cotidianas,
simbolizadas por una ciudad ideal, Jerusalén, que ha sido reproducida a los pies
de la cruz. La lectura simbólica del mosaico no es difícil: el Bautismo al que
alude el agua, produce para el mundo y para los hombres una nueva creación. Y
así como el agua da origen a la vida, el bautismo introduce a los cristianos en
la nueva vida que Cristo ha obtenido con su muerte y resurrección.
El fresco del papa Bonifacio
Borromini ha incluido en el monumento erigido al Papa Bonifacio VIII un fresco.
El atrio antiguo de las bendiciones, que se ha destruido, conservaba este
fragmento, originariamente mucho mayor y compuesto probablemente de otras dos
escenas: el bautismo del emperador Constantino y la construcción de la antigua
Basílica de San Juan de Letrán. Es fácil afirmar que el personaje pintado en
este retrato atribuido a Giotto, sea Bonifacio VIII, el Papa del Primer Jubileo
de la historia cristiana. Su nombre aparece sobre el volumen que sostiene el
personaje que se encuentra a la izquierda del Pontífice. En cambio, respecto al
hecho histórico con el que se relaciona el fresco, existen diversas hipótesis.
Algunos sostienen que la imagen esté asociada a la solemne convocatoria del
Primer Jubileo; otros, actualmente, creen que sea la representación de la toma
de posesión por parte del Papa de la Basílica de San Juan de Letrán (1295). La
pintura, más allá de hipótesis históricas, es un documento importante para
asociar la Basílica de San Juan a la celebración de los Jubileos. Bonifacio VIII,
en efecto, celebró el Primer Jubileo de la historia proclamándolo precisamente
en San Juan de Letrán el 22 de febrero del año 1300.
El baptisterio
Al inicio del siglo IV, sólo las catedrales tenían baptisterio. El Bautismo era
administrado en ellas. En las diócesis lo administraban los obispos y en Roma el
Papa. Más tarde, otras Basílicas también tuvieron un baptisterio y al fin, en
los siglos VII-VIII, cuando surgieron las parroquias en las zonas rurales y en
las ciudades, éstas también tuvieron una fuente bautismal. La catedral de la
Diócesis de Roma era San Juan de Letrán y por este motivo, su baptisterio era el
primero y el más antiguo de Roma y de todo el Occidente. La unidad de la
catedral y del baptisterio tenía un significado preciso directamente relacionado
al concepto mismo de la Iglesia: pueblo de Dios reunido alrededor del obispo,
que es el representante del único Salvador, Jesucristo. El baptisterio fue
construido por orden de Constantino, en el siglo IV, y con este motivo se
transformó la estructura de las termas de una casa romana. Sixto III (432-449)
lo reconstruyó completamente y le agregó un atrio. La última restauración es del
siglo XVII y fue efectuada por Borromini. El interior tiene forma octagonal; al
centro hay ocho columnas de pórfido colocadas en círculo, con capiteles jónicos,
corintios y compuestos que sostienen un arquitrabe, sobre el cual se apoyan
otras columnas de mármol más pequeñas. Al centro del baptisterio se encuentra
una pila de basalto verde, cubierta con un remate de bronce del siglo XVII. Muy
interesante es la bóveda de la Capilla, dedicada a San Juan Evangelista. En el
centro, en un mosaico del siglo V, es reproducido el cordero en pie, símbolo del
Resucitado.
El obelisco
Saliendo del baptisterio de la Basílica de San Juan de Letrán, la mirada se
dirige inevitablemente hacia el gran obelisco, que con sus 522 toneladas de
peso, es el más imponente de los obeliscos de Roma y se encuentra entre los más
colosales extraídos de las minas de granito del Egipto meridional. Fue traído en
tiempos del emperador Constantino (siglo IV) y fue erigido por su hijo Constante
II sobre la espina del Circo Máximo alrededor del año 357. Fue consagrado como
símbolo del triunfo de la cristiandad sobre los antiguos cultos, como recitaba
un antiguo poema esculpido en su base, hoy perdido, pero del que se ha
conservado una transcripción. El papa Sixto V, en el año 1588, lo hizo erigir
cerca de su catedral y estableció un plano urbano genial, en el cual las grandes
avenidas enlazaban las Basílicas principales junto a las cuales había colocado
los antiguos obeliscos y sobre esos había colocado la Cruz. Así, los monumentos
erigidos a las divinidades egipcias fueron consagrados al culto del Dios
verdadero, del cual el Papa es el representante sobre la tierra. La inscripción
en la base del obelisco trae a la memoria la leyenda, según la cual, el
emperador Constantino habría sido bautizado en la Basílica de San Juan de Letrán.
El obelisco egipcio, la presencia del gran emperador convertido a la cristiandad
y la cruz puesta como corona deberían dar testimonio de que aquí la antigua
historia encontraba su plena actualización y que toda la historia humana se
realiza plena y totalmente en Cristo, muerto y resucitado.