Después de un corto paseo hasta un campo de hierba, llegó el momento de entrar por la única entrada, que representaba a Cristo como el único camino de regreso a la presencia del Padre (véase Juan 10:9). El rico simbolismo de la escena interior sorprendió tanto a miembros como a los no miembros: una menorá encendida constantemente para representar la Luz del mundo, el incienso como oración, el pan de la proposición como los emblemas de la Santa Cena. El aire estaba fresco por la lluvia anterior, pero no le importó al grupo de jóvenes voluntarios devotos; el fervor en sus testimonios continuó mucho después de la puesta del sol.
Si viven en Utah, quizás hayan oído hablar de él. La Experiencia del Tabernáculo es un modelo de tamaño real del tabernáculo de Moisés del libro del Éxodo. Los voluntarios guían a los participantes a través de las áreas del antiguo templo y explican el simbolismo histórico de los objetos, desde la fuente de agua hasta el altar del sacrificio y el velo ante el Lugar Santísimo.
Dirigida por voluntarios Santos de los Últimos Días locales, la exhibición viaja por Utah para dar a cada ciudad un vistazo a la adoración bíblica. Si se perdió la exposición reciente en Salt Lake City en las últimas semanas, la exhibición se puede encontrar (en inglés) en las próximas semanas en lugares como Holladay, Price y Uintah Basin.
Cada centímetro de esta obra maestra — desde los Diez Mandamientos en el arca del convenio hasta las gemas en las vestiduras sacerdotales — me asombra. Pero creo que lo que más me llama la atención es el hecho de que después de su último día, el domingo pasado, la exhibición fue empacada y llevada para ser usada en otra ciudad.
Recordarán que los israelitas vagaron por el desierto durante 40 años, por lo que construir un templo permanente en un solo lugar hubiera sido un esfuerzo inútil. ¿La solución? El Señor mandó a Su pueblo que construyera un tabernáculo, un templo portátil que pudieran llevar consigo dondequiera que fueran (véase Éxodo 25:8-9).
Aunque no tenían un lugar permanente para adorar al Señor hasta el templo de Salomón muchos años después, hay algo asombroso en cómo los israelitas pudieron llevarse la casa del Señor con ellos a través del duro desierto.
Como estudiante de BYU-Idaho, tenía un amigo que no escuchaba música en su automóvil, excepto música de la Iglesia. Aunque posiblemente sea una práctica extraña, este simple acto convirtió su automóvil en lo que él llamó una “especie de tabernáculo ambulante”.
El vehículo era un ambiente de paz y fuerza similar a un templo que podía llevar consigo a dondequiera que condujera. No importaba si acababa de salir de un día estresante en el trabajo o si reprobó un examen para el que había estudiado toda la semana, porque poner un pie en su automóvil para escuchar himnos al piano o canciones de la Primaria podría rejuvenecerlo con el amor de Dios.
La elección de música que mi amigo decidió escuchar en su automóvil siempre se ha quedado conmigo. A menudo pienso en cuál es mi “tabernáculo ambulante”. En otras palabras, ¿qué puedo hacer para tener el Espíritu conmigo dondequiera que vaya? Podría poner una pintura del Salvador como mi pantalla del teléfono, o leer el Libro de Mormón durante las comidas, u ofrecer una oración de gratitud en mi corazón cada vez que veo una bendición.
Tener un “tabernáculo ambulante” con nosotros podría significar analizar lo que en nuestras vidas nos impide tener la compañía constante del Espíritu Santo. Significa volver a dedicarnos a Dios a través del arrepentimiento diario y sincero. Significa orar — como ha enseñado el presidente Henry B. Eyring de la Primera Presidencia, con el sentimiento de “Solo quiero lo que Tú quieres. Solo dime qué es y lo haré”.
Un viaje al templo no es una experiencia que se quede atrás una vez que salimos de sus puertas. La Santa Cena no es un evento que se olvide una vez que los diáconos regresen a sus asientos. El discipulado es un colgante que debemos llevar con nosotros dondequiera que vayamos, nunca olvidando a Aquel que nunca nos olvida. Después de todo, hemos prometido en nuestros convenios bautismales “recordarle siempre” a nuestro Redentor — y más que un mandamiento, este encargo es un honor.
Las tribus de Israel construyeron sus tiendas alrededor del antiguo tabernáculo, con la estructura “en medio de los campamentos” (Números 2:17). Cuando se construyó el Templo de Salt Lake a finales de 1800, también se planeó que fuera el centro geográfico del Valle de Salt Lake, por lo que la numeración de los caminos a su alrededor en cada dirección cardinal comienza en la Manzana del Templo.
Cuando edificamos nuestra vida en torno a las enseñanzas del Señor y lo ponemos a Él en el centro, demostramos que estamos dispuestos a recibir Su fortaleza y acoger Sus milagros. Como dijo el presidente de la Iglesia, Russell M. Nelson, el mes pasado en la conferencia general, “Sean cuales sean las preguntas o los problemas que tengan, la respuesta siempre se halla en la vida y las enseñanzas de Jesucristo. ... ¡Acudan a Él! ¡Síganlo!”.
He disfrutado mucho viendo una réplica de tamaño real del tabernáculo bíblico. Pero no tenemos que esperar hasta que el evento llegue a la ciudad para hacer realidad la devoción bíblica a Dios. Con una confianza firme en las enseñanzas del Salvador y un paso fiel hacia adelante, pueden llevar el Espíritu de Dios “dondequiera que vayan” (Josué 1:9), como tu nube de día y tu columna de noche.
