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Bienio 1931-1933.
En las elecciones de 1933, perdidas por la izquierda, tan solo fueron elegidos 55
diputados masones. El presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora nombró a
Lerroux (masón) para que nombrara gobierno.
Ese mismo año, el gobierno del masón Martínez de la Rosa promulgó el Estatuto Real,
en el que figuraban muchos liberales que regresaban del exilio, sin lograrse la unión del
liberalismo, ya que se formaron dos corrientes: radical y conservadora, que andando el
tiempo equivaldrían a los partidos progresista y moderado, en los que figuraron
múltiples adeptos a la masonería.
En 1871, el “Grande Oriente Lusitano” reformó sus estatutos lo que supuso que los
españoles pertenecientes a él se vieran menospreciados, integrándose gran parte en el
“Gran Oriente de España”. Las logias aparecen por doquier. Se sabe que en Cádiz hubo
28; en Madrid, 113; en Barcelona, 86; en Sevilla, 42; en Alicante, 13, etc. Se enconó la
pugna entre el “Grande Oriente de España” y el “Grande Oriente Nacional” por
conseguir la supremacía, y parece que el “ganador” fue el primero, pues en 1876,
contaba con casi 15.000 miembros, de los cuales, 130 eran políticos y personalidades de
relieve.
Cuando fue proclamada la primera República, Ruiz Zorrilla, tuvo que exilarse, por
motivos estrictamente políticos. El “Grande Oriente de España”, en 1873, indicó la
ineludible necesidad de clarificar la posición de la masonería ante la política, recalcando
que no era ningún partido político, sino una comunidad de ciudadanos trabajando por la
libertad, igualdad y fraternidad de todos los hombres, saliendo al paso de las críticas
recibidas por la incorporación masiva a las logias de simples medradores y
especuladores de la política, con la esperanza de ver recompensada su adhesión con
algún puesto oficial o un acta de diputado.
Y no sólo era eso, los verdaderos masones no conformes con la situación a que se había
llegado protestaron, incluso algunos de ellos llegó a decir humorísticamente: “en vez de
masonería, esto es un burdel masónico-político…hay ahora en Madrid: el “Grande
Oriente Nacional de España”…; el “Serenísimo Grande Oriente Hispano”…; el
Serenísimo Oriente cuyo nombre no me acuerdo, pero que procede del “Oriente
Lusitano Unido”, de modo que esto es un guirigay masónico, individuos que llevan
nueve meses de masones, son ya, hace tiempo, de grado 33. Hay una logia cuyo
Venerable se ha comido hasta el nombre del Gran Arquitecto del Universo y hay
Venerables a quien se les ha formado causa por detentador de caudales…”.
El medro como único móvil para afiliarse a las logias fue descrito por un
contemporáneo con estas palabras: “Muchas veces asombra a las gentes ver subir como
la espuma a tal cual Pérez o Sánchez, tan vulgares como sus apellidos, que de una
modesta oficina del Estado o desde el escritorio de un comerciante de última categoría,
se convierten de la noche a la mañana en importantes personajes políticos o en
banqueros acaudalados. Pues bien, puede asegurarse, noventa por lo menos de cien
veces, que esos encumbramientos rapidísimos tienen en base una filiación secreta en la
secta masónica”.
Práxedes Mateo Sagasta
Las había también mixtas como “Los Hijos de Riego”, en Madrid. En 1888, el
catedrático de Historia,Miguel Morayta y Sagrario, consiguió la unificación de los
Grandes Orientes formando el “Grande Oriente Nacional de España”, nombrando a
Morayta, Gran Comendador, quien al año siguiente fundó el “Gran Oriente Español”
que tuvo un desarrollo espectacular.
No obstante, la fusión de ambos Orientes fue efímera, pues en 1892 los descontentos
con la elección de Morayta, fundaron por su cuenta un “Grande Oriente Ibérico”. Por si
esto fuera poco, apareció otro “Gran Oriente Nacional de España”, por lo que a finales
de siglo había los siguientes Orientes: “Grande Oriente Nacional de España”, “Grande
Oriente Nacional”, “Grande Oriente Español” y “Grande Oriente Ibérico” y una casi
incalculable cantidad de logias y talleres, dependientes e independientes. También en
1888, se creó el Colegio del Grande Oriente Nacional de España, para dar educación a
los hijos de los masones y acoger a sus huérfanos. En esta situación acaba el siglo.
Miguel Moraita y Sagrario
Para adaptar la masonería a los nuevos tiempos, en 1902, “El Gran Consejo de la Orden
y el Supremo de grado 33” se federaron, tomando el nombre “Grande Oriente Español”.
También se unieron la “Gran Logia Catalano-Balear” con el “Grande Oriente”. En 1921
se creó “La Gran Logia Española”, implantando su sede en Barcelona y unida por un
pacto de amistad con el “Grande Oriente Español”.
La Segunda República.
En 1930 cae Primo de Rivera, en lo cual parece que la masonería nada tuvo que ver. En
el advenimiento de la Segunda República, en 1931, tampoco hay constancia que la
masonería estuviera implicada. En esos momentos la masonería se componía
fundamentalmente de la “Gran Logia Española”, de la que pronto se separaron algunos
miembros constituyendo “La Gran Logia Unida” y, sobre todo, el “Grande Oriente
Español”, cuya sede en la madrileña calle del Príncipe número 12, 2º, que fue el centro
de la masonería española hasta 1939.
En total, existían unas 167 logias y el número de masones oscilaba entre 4.000 y 5.000.
Los masones, por el contrario, sí tuvieron una extraordinaria influencia en la redacción
de la Constitución de 1931, en diversas leyes y en el nombramiento, por medio de sus
miembros, de funcionarios adeptos a las logias, según escribió Niceto Alcalá Zamora.
En la Cortes Constituyentes de 1931, de 470 diputados, al menos 183 eran masones.
Los ministros masones del gobierno provisional eran cinco de un total de once:
Alejandro Lerroux, ministro de Trabajo; Fernando de los Ríos Urruti, ministro de
Justicia; Santiago Casares Quiroga, ministro de Marina; Marcelino Domingo Sanjuan,
ministro de Instrucción Pública; Diego Martínez Barrio, ministro de Comunicaciones, a
los que habría que añadir Manuel Azaña Díaz, ministro de la Guerra; Francisco Largo
Caballero, ministro de Trabajo, y Luis Nicolau D’Olwer, ministro de Economía, que
ingresaron poco después en la masonería, datos que nos hacen ver la gran influencia
que las ideas masónicas pudieron ejercer en este gabinete ministerial y que se plasmó en
el desarrollo de la Constitución Española, siendo presidente de la Comisión
Constitucional el prestigioso abogado, Luis Jiménez de Asúa, notorio masón.
En total los masones en toda España podrían alcanzar los 5.000. Situación aparte es la
problemática de la afiliación de los militares; hubo 20 generales miembros de las logias
de la península o de Marruecos lo que motivó que en 1934 el Ministerio de la Guerra les
prohibiera afiliarse a los partidos políticos, aunque acogiéndose al estricto sentido de la
palabra, los militares masones no se dieron por aludidos, ya que la masonería no era en
modo alguno una organización política. Para acabar con esta situación, al año siguiente,
1935, fue presentada una proposición no de ley atacando la interrelación de la
masonería y las Fuerzas Armadas – en ese momento estaba en el poder Gil Robles
(CEDA) -, no siendo escasos los militares masones que fueron cambiados de destino e
incluso seis generales fueron cesados: Riquelme, López Ochoa, Martínez Cabrera,
Romerales, López Jiménez y Urbano Palma.
Franco, con su obsesión antimasónica que le duró hasta el final de sus días, achacó
siempre a la masonería todas las causas de la decadencia histórica, política y social de
España durante los últimos dos siglos, y la internacional conspiración judeo-masónica le
acompañó durante los casi 40 años de permanencia en el poder.
Escribió el libro “Masonería”, que bajo el pseudónimo de J. Boor, fue editado en 1952.
No se sabe con certeza cuál es el origen de su antimasonismo. Su hermano, Ramón,
héroe del vuelo del “Plus Ultra”, fue iniciado en la logia “Plus Ultra” de Paris y él, al
parecer, intentó seguir sus pasos, sin conseguirlo. Se dice, – nunca ha podido
comprobarse – que hacia 1926, siendo teniente coronel, solicitó el ingreso en la logia
“Lixus” de Larache, y en 1932, lo solicitó de nuevo en Madrid, sin que en ninguna
ocasión fuera admitido.
Una vez muerto Franco, un “Gran Oriente Español” es creado aprovechando las
circunstancias, siendo nombrado “Gran Maestre”, Jaime Fernández Gil de Terradillos,
que públicamente expresó su apoyo a la Monarquía del rey Juan Carlos, pero muy
pronto acontece otra escisión masónica; se crea otro “Grande Oriente Español”, que no
reconoce al “Gran Maestre”, Terradillos, y elige a Francisco Espinar Lafuente, pero al
no poder éste conseguir el reconocimiento del Ministerio del Interior, porque Terradillos
se le había adelantado, cambió el nombre por el de “Grande Oriente Español Unido”.
Legalización.
En España existen en la actualidad tres obediencias destacadas aunque hay una decena
más de pequeñas obediencias francamente minoritarias:
La “Gran Logia Simbólica Española”, que con sede en Barcelona reúne a unos 500
afiliados con logias en toda España y tiene también relaciones internacionales.
Obediencia irregular. Sus logias son masculinas, femeninas o mixtas. Su Gran Maestro
es Ascensión Tejerina.
El “Gran Oriente de Cataluña”, con sede en Barcelona, agrupa a unos 150 afiliados con
logias en algunas zonas de España, siendo su Gran Maestre Gabriel Plana.
Se calcula que en 1989 había 7.000 logias en Inglaterra y Gales y otras tantas en
Escocia, sumando un total aproximado de 800.000 masones y en los Estados Unidos, en
el mismo año, cerca de 4.000.000 personas pertenecientes a la masonería.
Políticos: Pedro Pablo Abarca de Bolea (conde de Aranda), Antonio Alcalá Galiano,
Melquiades Álvarez González, Juan Álvarez y Méndez (Mendizábal), Eusebio Bardaxí
y Azara, Manuel Becerra y Bermúdez, José María Calatrava, Emilio Castelar y Ripoll,
Francisco Cea Bermúdez, Estanislao Figueras y Moragas, Eduardo Barriobero Herrán,
Ángel Galarza Gago, Rodolfo Llopis Ferrándiz, Francisco Javier Istúriz, Eugenio
Montero Ríos, José Moñino Redonde (conde de Floridablanca), Segismundo Moret y
Prendergart, Salustiano de Olózaga, Francisco Pi y Margall, el marqués de Pontejos,
José María Queipo de Llano (conde de Toreno), Nicolás María Rivero, Manuel Ruiz
Zorrilla, Práxedes Mateo Sagasta, Nicolás Salmerón Alonso, Luis Mariano de Urquijo,
Luis de Argüelles (el “divino”).
Militares: general Francisco Javier Castaños y Aragoní, capitán Luis Daoíz Torres,
general Juan Díaz Porlier, general Baldomero Espartero (duque de la Victoria), general
Francisco Javier Espoz y Mina, general Cayetano Lacy, general Juan Martín, “el
Empecinado”, almirante Casto Méndez Núñez, general Francisco Milans del Bosch,
general Cipriano Palafox y Portocarrero (conde de Montijo), general Pablo Morillo,
general Tomás de Morla, general Enrique José O’Donell, general Gonzalo O’Farril,
general Marcelino Oraa, general José Rebolledo Palafox y Melci (duque de Zaragoza),
general Juan Prim Prats (conde de Reus), general Nazario Reding Von Biberegg,
general Rafael del Riego Núñez, general Juan Ramón Rodil, general Francisco Serrano
Domínguez, almirante Juan Bautista Topete y Carballo, general José María Torrijos,
general Martín Zurbano, general Evaristo San Miguel, general José María de Torrijos y
Uriarte, general Juan Van Halen.
Artistas e intelectuales: José Casado del Alisal, José Echegaray y Eizaguirre, Silverio
Álvarez de la Escosura, José de Espronceda y Delgado, Leandro Fernández de Moratín,
Gaspar Melchor de Jovellanos, Alberto Lista y Aragón, Abelardo López de Ayala,
Francisco Martínez de la Rosa, Ramón Mesonero Romanos, Juan Antonio Meléndez
Valdés, Narciso Monturiol y Estarriol, Claudio Moyano y Samaniego, Gaspar Núñez de
Arce, Isaac Peral y Caballero, José Manuel Quintana, Mariano José de Larra, Ángel
Saavedra (duque de Rivas), Félix María de Samaniego, Antonio Trueba y La Quintana,
José Manuel Quintana, Julián Romea y Parra, Ramón Pérez de Ayala, Francisco Giner
de los Ríos, Buenaventura José María de la Vega y Cárdenas (Ventura de la Vega).
En el siglo XX.
Militares: general Antonio Aranda Mata, general Miguel Cabanellas Ferrer, general
Rosendo Castell y Valdespí, general Luis Castelló Pantoja, coronel Felipe Díaz
Sandino, general Domingo Batet Mestres, general Agustín Gómez Maroto, general
Eduardo López Ochoa, general Toribio Martínez Cabrera, general Fernando Martínez
Monge, general José Miaja Menant, general Nicolás Molero Lobo, general Miguel
Núñez de Prado, general Rogelio Caridad Pita, general Manuel Romerales Quintero,
general Francisco Milans del Bosch, capitán Fermín Galán Rodríguez, capitán Ramón
Franco Bahamonde.
Entre los extranjeros destacan como masones políticos: el marqués de Lafayette, Simón
Bolívar, Giuseppe Garibaldi, Salvador Allende, Mijaíl Bakunin, Winston Churchill,
José Rizal Mercado, general Douglas Mac Arthur, general George Marshall, Eduardo
VII de Inglaterra, Benito Juárez, Nelson Mandela, Alexander Kérensky, Charles
Maurice de Talleyrand, José Martí, Hugo Chávez, Arthur Wellesley (duque de
Wellington),Mohandas Ghandi, Kemal Ataturk, Mijaíl Gorbachov, Mohamed Shan Aga
Khan III, Mohamed Reza Palhevi, Silvio Berlusconi.
Músicos y cantantes: Wolfang Amadeus Mozart (*), Joseph Haydn, Héctor Berlioz,
Félix Mendelsshon, Antonio Salieri, George Philip Telemann, Luigi Cherubini, Franz
Liszt, Nicolò Paganini, Jean Sibelius, Nicolás Puccini, Louis Armstrong, Duke
Ellington, Nat King Cole.
Filósofos: Ephraim Lessing, Friedrich Krause,
Johann von Herder, Johann Fichte, Goethe, Jean Jacques Rousseau, François Marie
Arouet (Voltaire).
Escritores: Vittorio Alfieri, Giosue Carducci, Rubén Darío, Arthur Conan Doyle,
Rudyard Kipling, Alexander Puskin, Walter Scott, Mark Twain, Thomas Mann, Víctor
Hugo, Alexandre Dumas, Giovanni Casanova, Oscar Wilde.
Del mundo del espectáculo: Walt Disney, Cecil B. de Mille, Clark Gable, Stan Laurel,
Oliver Hardy, Harpo Marx, John Wayne, Telly Savallas, Glenn Ford, Peter Sellers,
Ernest Borgnine, Ingmar Bergman, Mario Moreno (Cantinflas), Bob Hope, Harold
Lloyd.
Inventores e industriales: André Citroen, Walter Chrysler, Henry Ford, George Pullman,
Charles C. Hilton, Samuel Colt, Joseph Ignace Guillotin, King Camp Gillete.
George Washington
Astronautas: Edwin Aldrin, Leroy Cooper, Don F. Eisele, Virgil Grisom, Neil
Amstrong, John Glenn.
Premios Nobel: hay 14 masones y por lo menos seis Nobel de la Paz (Elie Ducommun –
1902, Theodore Roosevelt -1906, Alfred Hermann Fried -1911, Henry Lafontaine
-1913, León Bourgeois – 1920, Gustav Stresemann – 1926).
Conclusiones.
Intentar predecir el futuro sobre la base del pasado es poco menos que imposible. Del
pasado de la masonería sabemos que, a pesar de la leyenda rosada, ha demostrado, una y
otra vez, un contenido gnóstico e iniciático que choca frontalmente con el Cristianismo;
ha demostrado una inmensa capacidad para derribar gobiernos y alcanzar el poder; y
que, una vez con los resortes en las manos, no pocas veces ha demostrado una pasmosa
incompetencia para solucionar los problemas reales y crear un orden estable, a la vez
que una repetitiva tendencia a la corrupción. Sus mensajes han podido ser atrayentes y
sugestivos; sus resultados, por regla general, han sido deplorables, cuando no cruentos.
Entre sus miembros, es una especie de sociedad de socorros mutuos, incluso a nivel
internacional. Para llevar a cabo las actuaciones, se reúnen por término medio unas ocho
o diez veces al año, quizá más, dependiendo de las logias, y en las tenidas se tratan
temas como la iniciación y ascenso de los nuevos o antiguos hermanos, conferencias
sobre temas masónicos, ceremonias de apertura y clausura de las logias, que son sus
principales ocupaciones y que les sirven, por otra parte, para lo que acaso sea lo más
palpable que les queda de su sugestiva historia: la confraternización entre todos sus
miembros, extensiva a toda la Humanidad.
(*) Según Gonzalo Sanz Larrey y Carlos Mayor López, en su obra “La Masonería”, la
ópera “La flauta mágica”, fue, entre otras, inspirada en la masonería y que dicha ópera
supuso el final de Mozart, pues en esta obra, el autor transmitía secretos de dicha
sociedad; fue estrenada el 30 de septiembre de 1791, y curiosamente, Mozart falleció
ese mismo año, el 5 de diciembre.