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Inanna como reina del cielo y de la tierra (sello cilíndrico período acadio, c. 2333-2154
a.C.)
Inanna o Istar (llamada así en el norte de Sumeria) es una de las tres grandes
diosas de la Edad del Bronce, junto con Isis de Egipto y Cibeles de Anatolia. Inanna es
el eslabón que conecta a la Gran Madre del Neolítico con la Eva bíblica (su nombre
recuerda al de Ana, la madre de la Virgen), con Sofía y con María. Su iconografía
conforma las raíces de Sofía -la Hokmá o “Sabiduría” hebrea-, la Gran Madre de los
gnósticos e, incluso, de la Sekiná medieval de la cábala judía. Veamos un himno
sumerio dedicado a la diosa y veremos como nos recuerda a los himnos de la virgen
María:
Enlil y Ki crearon los animales y las plantas. Los hombres fueron creados por Enki
para servir a los dioses. Enki, conocido como Ea en las mitologías acadia y babilónica,
señor de la tierra, es hermano del dios Enlil, e hijo de An. Su misión será la de crear a
los hombres (junto con su esposa Ninmah) e impulsar a otras divinidades para que los
creen. Ofrece a los humanos las artes, oficios y medios técnicos para la agricultura.
Llamado Ea por los acadios, es el guardián de las leyes divinas y del me -el orden sin el
caos, el gran atributo de la civilización el poder de los dioses-. Su ciudad era Eridu. Se
le representa a menudo como un ser con cuerpo de pez del que surge una cabeza
humana y con pies similares a los humanos.
Sello sumerio con Enlil, Ninmah, Enkí y Isimud (el dios mensjero)
Ki creó con la costilla de Enki una diosa, Nin-ti, que significa mujer de la costilla
(Eva). Una mala traducción añadió todo lo demás. Enki creó un lugar donde el hombre
podía vivir sin miedo a los animales (serpientes, hienas, escorpiones o leones) un lugar
sin terror, pero Enki descubrió un comportamiento inadecuado en los humanos y los
expulsó del paraíso (Dilmun).
Ninti, conocida como la madre de todos los vivientes, es la Eva del cristianismo
Enlil encargó el verano (dios Eles) y el invierno (Enten), adjudicándole a uno las
cosechas y la agricultura y al otro los animales y el ganado, pero terminaron disputando
por ello. Lo mismo que sucedió entre Ashnan (diosa del grano) y Lahar (diosa del
ganado) quienes se pelearon después de una borrachera y Enlil y Enki tuvieron que
mediar entre ellos. Estos personajes nos recuerdan la historia de Caín y Abel. En la
mitología sumeria se habla de un Diluvio Universal, una historia que nos cuenta la
historia a que durante 7 días y 7 noches llovió sin parar, comenzando a inundarse la
tierra, pero Ziusudra, avisado por el dios Utu, creó un barco donde guardó ejemplares
de semillas y animales, pudiendo salvarse de la inundación. Cuando dejó de llover, y
apareció el sol, Ziusudra hizo el sacrificio de una oveja al dios Utu.
Inanna es la diosa del cielo y de la tierra. Sus joyas de lapislázuli reflejan el azul
del cielo y el azul de las aguas insondables del espacio que los sumerios llaman las
“profundidades”. Lleva en la cabeza los cuernos de la luna. Se le conoce como la
“verde” por el ondulado mar de verde cereal que la tierra luce como un manto en
primavera. Otra de sus epifanías es como conductora de un carro tirado por leones.
Los himnos sumerios de la Diosa anunciaban los que hoy todavía se ofrecen a
María, reina virgen del cielo. Los atributos de la diosa eran, al igual que los de María, la
luna creciente y la estrella matutina y vespertina (Venus). El consorte de Inanna
(Dumuzi, semidiós y héroe de Uruk) moría, y descendía al inframundo cada año,
fulminado por los rayos abrasadores del sol de julio que resecaban y achicharraban la
tierra. Ascendía de nuevo bajo la forma de los primeros brotes de cereal que anunciaba
la renovación de la fertilidad de la tierra. María tiene un hijo que sufre una muerte
sacrificio, desciende al inframundo y resucita de entre los muertos. La diosa doliente y
el dios agonizante que aparecen juntos en el mito lunar, ha sido conservado en los
rituales de la Iglesia que saludan el nacimiento del hijo de una madre en Navidad, llora
su muerte en Viernes Santo y celebra su resurrección el Domingo de Pascua.
Relieve Burney o de La Reina de la Noche. Representación de Ishtar/Ianna (a veces
Lilith o Ereshkigal) en el Museo Británico. Siglo XIX o XVIII a.C.
Se han conservado cinco sellos del periodo acádico (2334-2154 a.C.) que
representan a una diosa y su hijo: uno muestra a la diosa alzando al niño sobre su
regazo. La presencia de la estrella de ocho puntas y la luna indican que se trata de la
Diosa. Las dos figuras que se aproximan a la madre y al hijo, junto con la estrella,
anticipan la imagen del Belén y la adoración de los Reyes Magos.
Sumeria.
Como hemos dicho la diosa sumeria Inanna tiene su equivalente semítico en
Babilonia: Ishtar. La cultura sumeria, conocida desde hace 150 años, es importante
porque el Antiguo y Nuevo Testamento están plagados de imágenes procedentes de
Sumer a través de las culturas babilónicas, asiria y cananea. La mitología de griegos y
romanos es testigo del legado de las imágenes sumerias.
Smith descubrió en Nippur las tablillas que contienen el relato del Diluvio; Layard
excavó Nínive y Woolley descubrió los enterramientos de Ur. Los orígenes de los
sumerios y de su lengua, que no es semítica ni indoeuropea, son todavía un misterio.
Llegaron al sur de Mesopotamia absorbiendo las habilidades técnicas de los pueblos
indígenas que allí estaban asentados. El área en torno a Basora, en la frontera de Irán-
Irak fue testigo del nacimiento de esta civilización. Woolley resalta la intensidad del
influjo sumerio en el IV milenio sobre Egipto. Uruk, la ciudad de Inanna, surgió en el
5000 a.C. El norte (Nippur, Acad, Babilonia…) tenía una población semita ya asentada
en la zona cuando llegaron los sumerios, aceptando su dominio. Pero terminaron
rebelándose y hacia 1750 a.C., con Hammurabi, el sur sumerio fue eclipsado. Los
babilónicos (Hammurabi) conservaron la cultura sumeria, traducida a su lengua, el
acadio. Así fue como Ishtar heredó la iconografía y los dramas rituales de Inanna. En
principio, el Diluvio era una historia asiria, hasta que se encontró su origen babilónico
y, finalmente, sumerio.
La mitología sumeria surge de la fusión de cuatro culturas distintas. Se encuentran
muestras de la iconografía de la Diosa madre en la cultura de El Obeid, pueblo
desconocido asentado en la zona en el VI milenio a.C., con alfareros y artesanos de
enorme talento. A parte de ellos está la cultura sumeria, que se llaman así mismos el
pueblo “negro” o “de cabeza oscura”. Hasta hace poco en los manuales de historia se
afirmaba que llegaron en la segunda mitad del IV milenio de una región no identificada
con precisión, sin embargo, entre las numerosas hipótesis sobre su origen, la más
aceptada hoy en día es la que argumenta que no hubo una ruptura cultural con el período
de Uruk, es decir, que nadie llegó de fuera. En tercer lugar estaban los pueblos
semíticos de lengua acadia (al norte) y, finalmente, en el III milenio a.C. se produjo
una invasión de tribus indoeuropeas (arias) que introdujeron el carro de guerra tirado
por caballos, y los guerreros a caballo. La llegada de tribus que adoraban a dioses
celestes explica la triada sumeria de An, Enlil y Enki y el progresivo avance de Enlil
(dios del cielo, del aire) hasta alcanzar la supremacía. Su ciudad era Nippur (acadios) y
su poder era el de la “palabra” creadora, lo cual nos recuerda al dios bíblico Yahvé.
Hacia 2400 a.C. aumenta el poder semítico acadio, en el norte, y la Diosa pierde
poder, igual que las mujeres. Es la época en la que parece haber dos mitologías: la de la
Diosa y otra reciente en la que empieza a dominar el Dios. Kramer dice que hacia 2400
a.C. la madre tierra (Ki) dejó de ser adorada como madre del cielo (Enlil). Todavía no
está claro como y en qué fecha el dios hijo evolucionó hasta convertirse en dios padre.
Los sumerios en el IV milenio a.C. descubrieron que el firmamento nocturno y las
trayectorias de los planetas y las estrellas están sometidos a una regularidad matemática,
la cual sería deseable como modelo para regular la vida humana. Se concibió el
universo como ser viviente, como gran madre dentro de cuyo vientre existían todos los
mundos, tanto el de la vida como el de la muerte. En los primeros poemas sumerios se
refleja la alegría humana por el disfrute de la riqueza y el gozo del mundo material.
Los zigurats son torres escalonadas, símbolo del axis mundi, que en la Biblia son
caricaturizados en la Torre de Babel. El templo sumerio estaba coronado por los
cuernos de la luna creciente y del toro: su interior abarcaba las tres dimensiones del
cielo, tierra y el inframundo. A comienzos de la civilización sumeria los mundos visible
e invisible se consideraron una unidad. El zigurat servía para conectar la tierra con el
cielo, lo visible con lo invisible. En su cúspide estaba el lugar en el que las dos
dimensiones se encontraban, donde se celebraba el matrimonio sagrado (Hierosgamos)
que las reunía, liberando así los poderes generativos que renovaban la tierra.
Zigurat de Ur-Nammu
Los restos del de la antigua ciudad de Dur - Kurigalzu, en las cercanías de la actual
Bagdad, que los viajeros antiguos identificaban con la Torre de Babel.
A la derecha, representación de la Torre de Babel de Abel Grimmer (1570-1619).
El templo evolucionó a partir del establo de vacas y el aprisco de ovejas, imágenes
del cuerpo de la Diosa, santuario donde tenían lugar los grandes misterios de la
fertilidad. De ahí evolucionó al zigurat, montaña sagrada, como símbolo del cuerpo de
la Diosa. El templo simboliza la montaña cósmica primordial que existía antes de la
creación del cielo y de la tierra. También en el Neolítico, un montículo o montaña
simbolizaba a la Diosa. Robert Graves nos habla del montón de cenizas que mantenía el
fuego en su interior, del que deriva el omphalos griego. En la Edad del Bronce las
tumbas colmena y el onfalós pertenecen a esta iconografía.
Como la cueva paleolítica y el templo megalítico, el templo sumerio era a la vez
útero y tumba. El santuario hueco bajo el templo –la cripta- era el inframundo y
simbolizaba el útero de la diosa, donde misteriosamente tenían lugar los procesos de
gestación y regeneración, y donde el dios sacrificado descansaba durante su sueño
invernal “en la montaña”. De esta manera los animales que invernan, como el oso, la
serpiente… pueden ser símbolos del inframundo.
Recreación de la vida sumeria al pie de un templo
Antes de narrar la historia de Inanna es necesario mencionar a otras dos diosas. La
primera de ellas es Nammu, diosa del océano o mar primordial, de la que deriva la
diosa madre babilónica Tiamat. Los sumerios creían que el mar primordial era la fuente
de la que emergió toda la creación. Nammu se representaba originariamente como diosa
serpiente (su jeroglífico era el mar). La segunda en Ninhursag prototipo de la acadia
Aruru.
Diosa con cabeza de serpiente y su hijo en brazos (c. 4000-3000 a.C. Ur). La serpiente
Mucalinda sirve de trono a Buda, protegiéndolo de las fuerzas destructivas del universo
En Khafaje (Irak) se encontró un cuenco de esteatita labrado que muestra a la diosa
de las serpientes y a la diosa de la regeneración (c.2700-2500 a.C.) La primera sujeta
dos serpientes entre sus manos, como las diosas cretenses, y la segunda sujeta arroyos
de aguas en cada mano (la serpiente simboliza el agua). También aparecen leopardos y
leones, como en Çatal Hüyük.
Cuenco de esteatita labrado que muestra a la diosa de las serpientes y a la diosa de la
regeneración (c. 1700-2500 a.C., Khafaje, Irak)
Ki-Ninhursag es la madre de todo ser viviente, además la del propio planeta, de la
tierra y del suelo rocoso. Regía el nacimiento de todo, por lo que su emblema o
ideograma es la ∩ (la u invertida o herradura) que simboliza el útero, el aprisco o el
establo. La comadrona divina de dioses, reyes, mortales y animales. Se ha sugerido que
el lugar donde las mujeres se recostaban para dar a luz estaba asociado con el templo.
Era la propietaria de todos los alimentos que se administraban y repartían desde el
templo. Como dadora de leche se le representaba como la gran vaca, igual que en
Egipto, que ofrecía su leche a todo el pueblo.
Diosa madre con su hijo (sellos cilíndricos c. 2300-2000 a.C. que pueden estar
representando a Ki-Ninhursag en su papel de gran madre de todo ser viviente.
Friso del templo de El Obeid que muestra los sacerdotes y el ganado de la diosa Inanna
junto a la puerta de su templo (c. 3000 a.C.)
El útero de la diosa también era el mundo subterráneo o morada de los muertos,
pues no olvidemos que era la gran madre de la vida y la muerte.
Inanna es una diosa lunar que da la vida como luna creciente para luego arrebatarla
como luna menguante, igual que Isis y Cibeles. Es una Gran Madre reina del cielo y
tierra. Además de la Luna, se encarna también en Venus y en Sirio. Aparece tocada con
cuernos y el bastón de serpientes, tiene un hijo-amante muerto y resucitado, que
desciende anualmente al inframundo y vuelve a ascender (mito lunar). Encarna el
principio de la justicia derivado de la idea del dualismo de la fuerza lunar: el poder de
dar y quitar la vida. Encarna el aspecto cíclico del tiempo. Su mitología gira alrededor
de la conexión trazada entre las fases luminosas y oscuras de la luna y la alternancia
rítmica de fertilidad y esterilidad de la tierra. Su carácter triple de diosa como madre,
esposa y hermana del joven dios refleja la trinidad de las fases lunares luminosas. La
cuarta fase, la oscura, está personificada por su hermana Ereshkigal, reina del
inframundo, papel que heredará la hebrea Lilith y la Hécate griega, la reina de la noche.
La virginidad pertenece a la gran madre, porque la diosa es la vida misma y la vida,
como los ciclos de la luna, nace de sí misma sin necesidad de unión con algo externo.
Sello que muestra el rostro de Inanna, su flor o imagen estelar en forma de roseta de
ocho puntas (Venus), y los postes de las puertas de su templo (c. 3000 a.C. Tell Agrab)
Los símbolos majestuosos del poder de Inanna son el caduceo y el hacha de doble
filo, que representan el poder de otorgar y arrebatar la vida. Encarna sentimientos tanto
amables como llenos de odio, tanto el amor con la cólera. Siempre cambiante, es a la
vez siempre la misma.
Inanna con el caduceo de serpientes entrelazadas en su mano.
En el mito acadio posterior Ishtar desciende al inframundo para despertar a su hijo-
amante Tamuz. Cuando está en el inframundo, la fuerza que impulsa la fertilidad
desaparece: “El toro no monta a la vaca, el burro no se inclina sobre la burra…, el
hombre duerme en su cuarto, la mujer duerme sola” (El mito de la Diosa, pág. 230).
Los templos de la diosa estaban adornados con grandes cuernos en forma de luna
creciente, imagen de la capacidad de la luna para fertilizar la tierra y, como la vaca, para
nutrir a su progenie.
Es una tierra donde los rayos abrasadores del sol ocasionaban la muerte de la
vegetación, la gente agradecía la aparición de la luna y los frescos rayos lunares que
proporcionaban el refrescante –así lo creían los sumerios- y fertilizante rocío. Ishtar era
llamada “llena de rocío”. La leche, el agua, el semen, la lluvia y el rocío estaban
relacionados con la luna como fuente de vida. La iconografía sumeria, derivada de la
Neolítica, veía el cielo como la diosa y las nubes cargadas de agua como sus pechos,
semejantes a las ubres de una vaca.
Tumba de Sethy I. Dibujo realizado por Robert Hay. Fotografía actual de la pared
La diosa Nut (la Rea griega). Nut con el cuerpo arqueado a modo de bóveda celeste,
bordeando la estela de la Revelación, una tableta funeraria de Ankh-af-na-Khonsu, de la
dinastia XXVI (apx. 725 aC)
Audhumla, la vaca alimentadora
Como reina de la tierra Inanna era la diosa de los cereales y vegetales cultivados, así
como de los árboles frutales y silvestres. Una de sus epifanías era el manzano. Uno de
estos árboles siempre se plantaba en su templo como símbolo de su capacidad para dar
la vida. Sus principales imágenes animales eran el león y la vaca, pero también la
paloma y la golondrina (diosa pájaro); la víbora y el escorpión, la serpiente y el dragón,
como diosa del inframundo.
7 comentarios:
Anónimo dijo...
¡Joder! Menudo cacao mental te has montado mezclando churras con merinas.
Te señalaré algunas de las burradas que has colado:
- La diosa Inanna JAMÁS fue una diosa madre. ¡Coño, que ni siquiera tuvo
hijos! La diosa madre sumeria es Ninhursag (Ki).
- Inanna no lleva las alas por ser hija del dios serpiente neolítico, vaya
gilipollada. Las lleva por ser señora de demonios, como otros dioses (los
demonios llevan patas de ave de rapiña). Y porque es la vencedora del pájaro
Abzu.
- Inanna no es una diosa de fertilidad, sino del sexo. A ver si os enteráis panda
de pecatos. DEL SEXO, FOLLAR, CHAKA CHAKA... ¿te queda claro así? Lo
sumerios separaban el sexo de la procreación. Eso de juntar sexo y procreación
es una majadería judeocristiana que nada tiene que ver con esa cultura.
Si te hubieses leído las entradas referentes a la Diosa sabrías que son un resumen
del libro Anne Baring, Jules Cashford (Siruela, 2005 - 856 páginas) El mito de
la diosa: evolución de una imagen.
No te líes con los diferentes nombres que adquiere a través de los tiempos la
Diosa Madre: siempre se refieren a la misma Señora, la que da la vida y la
muerte. La humanidad adoró durante muchos milenios a esta diosa, su religión
fue descrita por Carlo Ginzburg como la Oscura Religión, cuyas pervivencias
llegan hasta nuestros días en las manifestaciones de la brujería.
Esta teoría no esta libre de controversias, pero si quieres tumbarla tendrás que
estudiar un poco más e insultar menos. James Frazer (autor de La rama dorada)
y aquellos a quienes influyó (como Robert Graves y Marija Gimbutas)
avanzaron la teoría de que todo el culto en Europa y la civilización egea que
incluyó cualquier tipo de diosa madre tenía su origen en los matriarcados
neolíticos preindoeuropeos , y que sus diferentes diosas eran equivalentes.
Una diosa madre es una diosa que sirve como deidad de fertilidad general. En
algunas culturas además es representada como la Madre Tierra, siendo la
generosa personificación de la Tierra.
Si hubieses leído más, sabrías que los mitos referentes a los viajes al infierno, al
subsuelo, al más allá, los que se realizan a través de túneles, por debajo del mar
o volando… nos llegan de época prehistórica y se corresponden con las
experiencias alucinógenas de los chamanes.
Anónimo dijo...
Toma. Ahora vas a por mas. Suspenso y repites para el siguiente curso por los
insultos.
utraj dijo...
Por supuesto, Utraj, tienes toda la razón. Gracias por aportar tu sentido común.
La frase “Inanna no fue jamás una diosa madre como algunos creen, de hecho, ni
siquiera tuvo hijos” -como prueba de su falsedad- se repite una y otra vez en
internet, demostrando que lo que impera en esos círculos es “copiar y pegar”.
Con un poco de investigación, nos podemos encontrar con la teoría de que todas
las diosas y sus nombres, incluida la Virgen María, no son más que diferentes
formas iconográficas de representar a una única Diosa: la que da la vida y la
muerte. La Diosa Madre –no de hijos particulares- sino de todo lo creado.
Para comenzar os podrías leer EL MITO DE LA DIOSA, ANNE BARING y
JULES CASHFORD, SIRUELA, 2005. ISBN 9788478447329. Pag. 227 y ss.
Las manifestaciones folclóricas, los mitos, los relatos, las narraciones orales…
siempre encierran una explicación, generalmente muy sencilla. A veces, el
intentar explicar algo que a nosotros nos resulta fantástico, deviene en una teoría
todavía más fantasiosa y falsa.
Carlo Ginzburg demostró como la mayoría de las tradiciones, fiestas,
carnavales… -como queráis llamarlas- hacen referencia a la creencia de que
durante el Año Nuevo regresaban los muertos del Más Allá. Así mismo, dejó
claro que todos los relatos de aventuras siguen las mismas pautas y reflejan el
viaje extático de los chamanes al Más Allá en busca de la bienaventuranza, el
bienestar y la fertilidad para su tribu. Casi dedujo lo mismo el ruso Vladímir
Propp en su Morfología del cuento. Durante ese viaje por túneles oscuros,
laberintos, por el fondo del mar o las bajadas a los Infiernos, el héroe (el
chamán) debe superar varias pruebas (iniciáticas) y luchar contra monstruos
horrorosos. Para salir triunfante, muchas veces el héroe utiliza utensilios
mágicos o se disfraza de lobo, oso o de cualquier animal poderoso. Al final del
viaje está la recompensa, en forma de alimento o fertilidad, o con el paso del
tiempo, en forma de princesa, mujer amada o tesoro.
Otra de las constantes en los ritos del Año Nuevo son las acciones de los
hombres encaminadas a ayudar a que el año moribundo pueda renacer de sus
cenizas. Se traducen en el encendido de grandes hogueras, la iluminación de las
cumbres de los montes, colocación de faroles en las casas…etc, pues es creencia
que el calor y la luz puede ayudar al sol naciente a su triunfo sobre la oscuridad.
Con la llegada del invierno la naturaleza reducía sus síntomas vitales al mínimo,
por lo que el hombre realizaba una serie de rituales para ayudarla a que se
produjera el renacimiento del Año Nuevo. Ya hemos visto los fuegos, pero
también era tradición que los jóvenes copularan con la tierra, o parejas de
jóvenes mantuvieran relaciones sexuales encima de los campos para conseguir
su fertilidad. Estos ritos están extendidos por todo el mundo, siendo la misión
del historiador buscar su íntima unidad desde el origen de los tiempos (a pesar
de las variaciones históricas producidas por el paso del tiempo) y
proporcionarles una explicación válida, al menos, hasta que alguien proponga
otra teoría mejor.
Lo que no puede hacer un científico es lo que hacen muchos eruditos
aficionados que sólo son capaces de recitar nombres, como lo hacen los loros,
sin encontrar ninguna relación entre los hechos, cosas o fenómenos que estudian.
Contar y contemplar los árboles, uno a uno, nos dificultan la visión del bosque.