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Lo que más desagrada al demonio

Por: Padre Marcello Pellegrino Ernetti


https://www.youtube.com/watch?v=1OBM6m9VhRE

El padre Marcello Pellegrino Ernett (Rocca Santo Stefano, 1925 – Venecia, 1994) fue un sacerdote
benedictino y uno de los exorcistas que han trabajado en Venecia, Italia. Mencionado por el
conocido exorcista padre Gabriele Amorth, en su ensayo “Un exorcista cuenta su historia”.

Confesiones de Satanás durante los exorcismos del padre Pellegrino

Lo que más desagrada al demonio es:

1. La Confesión
“¡Qué estúpido invento! ¡Cuánto daño me hace! Me hace sufrir Aquella Sangre de vuestro
falso Dios. ¡Cómo me aplasta, cómo me destruye! Lava vuestras almas y me hace escapar.
¡Ahhh, esta Sangre… esta Sangre… es mi dolor más atroz! Pero he encontrado sacerdotes
que no creen más en la Confesión y mandan a los cristianos a recibir al falso Dios en
pecado”.

2. La Comunión
“Esa comida donde se come y se bebe la Sangre del Crucificado que yo he matado… aquí
me encuentro desarmado, no tengo fuerzas para luchar. Los que se alimentan de esta Carne
y beben de esta Sangre se hacen fortísimos contra mí, se hacen invencibles a mis astutas
seducciones y tentaciones… parecen diferentes a los otros, poseen una luz especial por la
que me rechazan rápidamente, y se alejan de mí y me rechazan como a un perro. ¡Qué
tristeza! ¡Qué dolor! Pero yo los persigo ferozmente, y muchos van a comer la Hostia en
pecado, ¡qué alegría para mí!”.

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3. La Adoración al Santísimo
“¡Adorar un pedazo de pan! ¡Cuántos insensatos pierden horas y horas, día y noche, de
rodillas, adorando un pedazo de pan, escondido en una caja sobre el altar del falso Dios!
¡Cuánta rabia me dan estas personas! Así destruyen todas las malas obras que hago,
haciendo cometer incontables sacrilegios a los cristianos, a los sacerdotes, a las religiosas,
a los fervorosos y a los obispos. Sí, ¡cuántos sacrilegios! Y son una incesante victoria mía.
Pero… ¡cuánta rabia me dan estas adoraciones irracionales!”.

4. El Santo Rosario
“¡Odio el Rosario, ese cacharro devastador y podrido de aquella Mujer! El Rosario es para
mí como un martillo, que me destroza y corta la cabeza. Es la invención de los falsos
cristianos, que no me obedecen y siguen a aquella Mujer. Son unos falsos, ¡¡¡falsos!!! En
vez de escucharme a mí, que reino en todo el mundo, estos falsos cristianos se van a rezar
a aquella Mujer, mi primera enemiga, ¡¡¡con ese cacharro!!! ¡Oh, cuánto mal me hacen!”.

5. Las Apariciones de María


“El mal más grande de este tiempo son las continuas apariciones de esta Mujer en todo el
mundo. En todas las naciones se aparece y me persigue, quitándome de mis manos
numerosas almas, millares y millares, por oír sus falsos mensajes. Por suerte, me defienden
aquellos obispos y sacerdotes que no creen en aquella innoble Señora; no creen, y así atraen
el caos bravo para estos apóstoles míos de la herejía… ¡Ja, ja, ja, ja!”.

6. El Papa
“Lo que mayormente me destruye es la obediencia de asnos que algunos tienen hacia aquel
hombre vestido de blanco, que manda en nombre de vuestro falso Salvador y Redentor.
¡Qué burros que son, qué poco inteligentes! ¡Obedecer a un hombre que ama a aquella
Mujer que me persigue desde siempre! ¡Qué vergüenza! ¡¡¡Esto destroza mi reino!!! Pero
yo he suscitado cientos y cientos de sacerdotes, hermanos, teólogos y obispos que le hacen
la guerra; guerra sin fronteras a ese payaso blanco. ¡YO soy el que venceré, yo venceré!
¡Ja, ja, ja, ja! Lo haré morir, asesinado. ¡Le daré una muerte espantosa! ¡Es muy odioso
para mis seguidores, ese polaco (el Papa Juan Pablo II) que ama a la Señora! ¡Con esa
propaganda que hace del Rosario de la innoble Señora, como su oración preferida! ¡¡¡Qué
cobarde, qué asno, me aplasta, me destruye!!!”.

7. Las monjas contemplativas de clausura


“Me preocupan mucho aquellas siervas con la cabeza cubierta, que abandonan todo y a
todos para recluirse dentro de cuatro muros y sacrificar todo lo que es bueno y bello por
Aquel Dios a quien sólo yo he vencido. ¡Día y noche ellas se mortifican! No duermen lo
suficiente con vigilias y ayunos inconscientes e inconsistentes. No duermen lo suficiente,
sólo comen lo que reclama su cuerpo y no por la necesidad del apetito, no hablan libremente
siempre y en todas partes, silenciosas y con cara seria. Las más, rezan y cantan. ¿Y por qué
hacen todo este sacrificio? ¿Por qué motivos particulares? ¿Con qué fin, con qué
resultados?

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Por fortuna, la gran mayoría de ellas son personas con poca o casi nada inteligencia,
obtusas1, de mente hueca, sin voluntad, que se dejaron arrastrar por algún sacerdote
descontento. ¡¡¡Pobres mujeres tontas, que no conocen el verdadero placer de la carne!!!
¡Con todo el placer que da la carne! ¡Pobres sirvientas que no han sentido nunca las
sensaciones de la carne que dan los abrazos y besos de mis hombres! Sin embargo, ¡¡¡a
cuántas hago caer y las reduzco a una vida rutinaria, privada de todo fervor, estéril,
arrojándolas a los extremos de la acedia2!!! Sí, ¡debo hacer en ellas un verdadero estrago!,
porque de estas religiosas claustrales yo tengo ¡¡¡terror!!!

¡¡¡Qué miedo terrible les tengo!!! Son mis enemigos más tenaces, terribles y aguerridos.
¡¡¡Me quitan de las manos tantas almas de hombres y mujeres de toda clase y condición!!!
¡¡¡Qué enemigos tan terribles son estas monjas!!! Cuando comienzan a rezar por la
conversión de un alma, para arrancármela, no se detienen e insisten una y otra vez; son
tenaces y obstinadas. Pero cuando no son suficientes las largas y extenuantes oraciones a
su falso Dios Crucificado, de quien se declaran sin vergüenza sus esposas, entonces
comienzan a hacer penitencias extenuantes de todo género. ¡¡¡Qué enemigos tengo en
ellas!!! ¡Qué soldados de primer asalto! ¡He intentado tantas veces disminuir las vocaciones
a tan estúpida vida! Pero, por desgracia, todavía no he tenido éxito. Son demasiadas,
todavía, las mujerzuelas estúpidas y tontas que viven así, aunque muchas veces ingresan a
los conventos profesionales con títulos académicos”.

8. Los exorcistas
“Mis verdaderos perseguidores de toda la historia, los más acérrimos y feroces, son aquellos
que se llaman exorcistas. ¡¡¡Qué horribles personajes!!! ¡¡¡Qué desgracia para el mundo!!!
Por fortuna, todavía son pocos, poquísimos, porque yo persuado a los obispos para que no
los nombren, y éstos me creen y me obedecen, si bien contra el mandato de su Dios
Crucificado que les dijo claramente: “Expulsad demonios en mi nombre”. ¡Qué bufones
son! Estos obispos me tienen tanto, tantísimo miedo… a ellos ya los poseo bajo una forma
delicada, delicadísima, de modo que no se dan cuenta, y sin embargo, los poseo; les impulso
a que impidan a los suyos que hagan exorcismos contra mí y que no permitan que se
nombren exorcistas.

¡¡¡Qué enemigos feroces tengo en los exorcistas!!! Muchas veces he tenido éxito en mis
venganzas y los he castigado, a veces con bofetadas y otras con bastonazos, o bien los he
atacado, produciéndoles innumerables y variadas enfermedades muy graves. Pero, por
desgracia, ¡¡¡no ceden, no se detienen!!! Y cuando se acercan a mi presa, ¡¡¡me veo
obligado a escaparme, pronto o tarde me debo ir!!! Esas oraciones que dicen, siempre en el
Nombre de su Dios o de la Señora, la Madre del Crucificado, ¡¡¡qué dolor terrible y qué
tortura son para mí!!!”.

1
Mente obtusa: “cerrada a razonamiento, incapaz de captar las normas, poca habilidad mental o
que puede llegar a ser inflexible” (Diccionario Abierto de Español).
2
“Acedia: tristeza por el bien, por los bienes últimos, tristeza por el bien de Dios. Incapacidad de
alegrarse con Dios y en Dios. Es la perdición eterna. Es un fenómeno demoníaco, opuesto al
Espíritu Santo. Es la fuente de toda envidia, porque se trata de una envidia contra Dios y contra
todas las cosas de Dios, contra la obra misma de Dios, contra la Creación, contra los santos”
(Catholic.net).

3
“Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Entonces, Nuestro Señor le declaró: “Tú eres
Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalecerán
contra ella. Y a ti te daré las llaves del Reino de los Cielos, y todo lo que atares en la
Tierra será atado en los Cielos, y todo lo que desatares en la Tierra será desatado en los
Cielos” (Mateo 16,18)

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