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POLÍTICA IMPRESA EDITORIAL PERÚ 15 Mar 2018 | 6:05 h

Hasta siempre, Profesor Hawking


La partida del legendario científico de la Universidad de Cambridge conmueve a
la ciencia, a la sociedad, al mundo.

Ya no estará más en conferencias, en los libros, en las series


animadas, en las películas, en el imaginario del hombre
contemporáneo. Stephen Hawking, el inmenso hombre de ciencia
que, por décadas, sorprendió al mundo por sus teorías, y por su
entereza moral, se ha ido dejando una impresionante huella.

Nacido en la ciudad británica de Oxford el 8 de enero de 1942,


Hawking tuvo que, desde los 21 años, luchar con una perversa
enfermedad denominada Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), que lo
fue postrando paulatinamente, hasta confinarlo a la silla de ruedas en
la que se hizo mundialmente conocido. Dicha afección impacta las
neuronas motoras, al punto que la persona va perdiendo el control
voluntario de los músculos.

La parálisis del cuerpo y una creciente discapacidad es lo que sigue,


algo a lo que el renombrado científico se opuso férreamente desde
que se le diagnosticó este mal. Una primera dimensión esencial de él,
por eso, es su gigantesca voluntad de vivir, que lo mantuvo en este
mundo por 55 años más, cuando los médicos le dieron solamente dos
años de vida. Todo un homenaje al esfuerzo y la inteligencia de
nuestra especie.

En 1985, perdió incluso el habla, debido a una traqueotomía, lo que


no impidió que prosiga con una serie de investigaciones que lo
posicionaron como uno de los científicos contemporáneos más
influyentes. Físico como Albert Einstein, persistió en su intento de
desentrañar los misterios del Universo, sus complejas leyes, sobre
todo a partir de una exploración sistemática de los ‘agujeros negros’
(regiones del espacio con una enorme masa que no dejan escapar ni
la luz, y distorsionan el tiempo y espacio).

Sobre el tema cambió de opinión a lo largo de su vida, pero estas y


otras de sus investigaciones produjeron remezones en la física, en la
manera cómo se entendía el origen de las cosas, incluyendo la teoría
del Big Bang (la gran explosión inicial). Hawking, por notable
añadidura, se preocupó por divulgar sus conocimientos, por hacer la
ciencia accesible a los ciudadanos. Lo hizo a través de los varios
libros que publicó, entre ellos ‘Breve historia del tiempo’ y ‘El
universo es una cáscara de nuez’.

Viajero y conferencista incansable, a pesar de su discapacidad, fue


una presencia que llegó a ingresar a la cultura mediática en series
animadas, como Los Simpson, o en la comedia The Big Bang
Theory, donde llegó a aparecer en persona. La fuerza vital de
Hawking, una de cuyas expresiones era su agudísimo sentido del
humor, hizo de él un ícono global, una suerte de evidencia palpable
de lo que es el esfuerzo humano.

Al estilo del también científico Carl Sagan (con quien sostuvo una
memorable conversación en vivo en 1988, en la que participó también
el escritor Arthur C. Clarke), cultivó un conocimiento transversal, que
se notaba en sus obras, y que lo hizo asomarse a temas de este
tiempo como la inteligencia artificial, el desarme, el cambio climático
o la posibilidad de vida en otros planetas. Pocas cosas de lo humano
le eran ajenas.

Stephen Hawking, por todo esto, ya no está físicamente pero sí


espiritual y científicamente con nosotros. La Física dará cuenta de su
legado, la sociedad no lo olvidará. Su paso por este mundo no caerá
en el agujero negro del olvido.

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