Las empresas y el segundo principio de la termodinámica

Las empresas y el segundo principio de la termodinámica

En general, se da por sentado que las empresas necesitan ambientes adecuados para prosperar, marcados por las certezas jurídicas, la estabilidad política e institucional y una sociedad favorable a la innovación y el rol del empresario. Pero poco se considera la complejidad frágil de aquello.

Si pudiéramos aplicar una analogía, podríamos decir que las empresas, al igual que cualquier organismo vivo, están sujetas al segundo principio de la termodinámica según el cual, un sistema aislado tiende a la entropía. Por lo tanto, los seres vivos y también las empresas deben estar constantemente buscando un equilibrio respecto al entorno entrópico, desplegando energía e información para sobrevivir. El mundo no es estático, por lo que cualquier organización, política, empresarial o social, requiere hacer esto para adaptarse a un entorno siempre cambiante.

Como las empresas son organizaciones complejas insertas en sistemas aún más complejos, un riesgo que siempre está latente y que puede afectar su existencia es caer en una fase estacionaria, donde la empresa ya no se expande ni mejora, sino que simplemente reproduce rutinariamente sus procesos. La empresa entonces comienza a languidecer frente al entorno que siempre es dinámico. Esto puede ocurrir porque la empresa alcanza un máximo de desarrollo marcado por una mayor burocratización en su funcionamiento; puede ocurrir por una creciente falta de innovación o por liderazgos poco visionarios respecto al entorno en que la empresa funciona.

Un buen liderazgo es clave para equilibrar el ambiente interno de la empresa, pero sobre todo para anticipar el entorno en que ésta se va a desenvolver en el mediano y largo plazo. Este rol mediador es esencial para disminuir las asimetrías de información con que se toman las decisiones. Esto además permite mejorar la comunicación a nivel interno respecto a disposiciones que, muchas veces, responden a causas exógenas.

La mediación que realiza un buen liderazgo, entre los aspectos internos y externos que rodean a una empresa, toma mayor sentido cuando consideramos la analogía del segundo principio de la termodinámica. Los entornos políticos y sociales marcados por la incerteza o la inestabilidad conllevan un mayor nivel de entropía y por tanto, adaptarse a esto exige más cantidad de energía e información por parte de una empresa. Por ejemplo, un alza en la inseguridad pública implica para una empresa destinar recursos humanos y materiales que eventualmente podrían haber sido destinados a mayor capacitación o inversión interna. Incertezas jurídicas o medidas gubernamentales poco claras o abruptas también pueden aumentar la entropía del entorno en que se desenvuelven las empresas.

Malos liderazgos políticos también afectan el medio ambiente empresarial. En ese nivel, lo clave es contar con buenos marcos institucionales. No obstante, un buen liderazgo empresarial siempre debería estar alerta al entorno con el propósito de anticipar eventuales efectos sobre el conjunto de la empresa. Esto exige establecer nexos con sus pares. Mal que mal, tal como dice el segundo principio de la termodinámica: un sistema aislado tiende a la entropía y muere.


Jorge Gómez Arizmendi

Director de Investigación y Estudios de Fundación para el Progreso


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