Apariciones del Ángel de Portugal a los tres pastorcitos de Fátima

Publicado el 05/05/2021

Como suele suceder, las grandes misiones van precedidas por grandes preparaciones. Fue lo que sucedió en Fátima. Las apariciones de la Virgen fueron precedidas por tres visiones que Lucía, Francisco y Jacinta tuvieron del Ángel de Portugal. Mediante los coloquios con el celestial mensajero, la Providencia preparaba a los niños para el momento en que la Virgen les hablaría.

Monseñor João Clá Dias

Primera aparición del Ángel

También las apariciones del Ángel fueron antecedidas por diversas manifestaciones sobrenaturales. Esto ocurrió entre abril y octubre de 1915, en una colina próxima a la Cova de Iría, denominada Cabeço. Lucía estaba pastoreando el rebaño, no con sus primos Francisco y Jacinta, sino con otras tres niñas. En determinado momento, las cuatro vieron, sobrevolando la arboleda del valle, una especie de nube muy blanca con forma humana, “una figura, como si fuese una estatua de nieve, que los rayos del sol hacían aún más transparente”, según las palabras de Lucía. Esta aparición se repitió dos veces más en días diferentes.

Un día de la primavera de 1916, mientras Lucía, Jacinta y Francisco se guarecían de una llovizna en un lugar llamado Gruta do Cabeço, el Ángel se les apareció claramente por primera vez.

Después de rezar, los niños estaban jugando cuando un viento fuerte sacudió los árboles. Vieron entonces, caminando sobre el olivar rumbo a ellos, a un joven resplandeciente y de gran belleza, aparentando tener 15 años, de una consistencia y un brillo como el de un cristal atravesado por los rayos del sol. Así cuenta la Hermana Lucía lo que sucedió:

“Al llegar junto a nosotros, dijo:
— ¡No temáis! Soy el Ángel de la Paz. Orad conmigo.
Y, arrodillándose, curvó su frente hasta el suelo, y nos hizo repetir tres veces estas palabras: ¡Dios Mío! Yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.

Después se levantó y dijo:

— Orad así. Los Corazones de Jesús y María están atentos a la voz de vuestras súplicas.

Y desapareció.

La atmósfera sobrenatural que nos envolvió —continúa la Hermana Lucía— era tan intensa, que por un gran espacio de tiempo casi no nos dábamos cuenta de nuestra propia existencia, permaneciendo en la posición en que nos había dejado y repitiendo siempre la misma oración. La presencia de Dios se sentía tan intensa e íntima, que ni nos atrevíamos a hablar entre nosotros. Al día siguiente sentíamos nuestro espíritu aún envuelto por esa atmósfera, la cual sólo muy lentamente fue desapareciendo.”

Segunda aparición del Ángel

Durante el verano de 1916, mientras los tres pastorcitos jugaban en el terreno de la casa de los padres de Lucía, junto a un pozo allí existente, se les aparece el Ángel nuevamente, que les dice, según la narración de la Hermana Lucía:

“— ¿Qué hacéis? ¡Rezad! ¡Rezad mucho! Los Corazones de Jesús y María tienen sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios.

—¿Cómo debemos sacrificarnos? —pregunté.

— De todo lo que podáis, ofreced a Dios un sacrificio de reparación por los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores. Atraed así la paz sobre vuestra patria. Soy su Ángel de la guarda, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad con sumisión el sufrimiento que Nuestro Señor os envíe.”

Tercera aparición del Ángel

Al final del verano o principios del otoño del mismo año, nuevamente en la Gruta do Cabeço, ocurrió la última aparición del Ángel, descrita por la Hermana Lucía en los siguientes términos:

“Después de haber merendado, decidimos ir a rezar en la gruta ub cada al otro lado del monte. […] Tan pronto llegamos allí, de rodillas, con el rostro en tierra, comenzamos a repetir la oración del Ángel: ¡Dios mío! Yo creo, adoro, espero y os amo… No sé cuantas veces habíamos

repetido esta oración, cuando vemos que sobre nosotros brilla una luz desconocida. Nos levantamos para ver lo que sucedía, y vemos al Ángel con un cáliz en su mano izquierda, sobre el que estaba suspendida una Hostia, de la cual caían algunas gotas de Sangre dentro del cáliz. Dejando el cáliz y la hostia suspendidos en el aire, el Ángel se postró en tierra y repitió tres veces la siguiente oración:

— Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.

Después, levantándose, tomó de nuevo el cáliz y la hostia; me dio la hostia a mí, y lo que contenía el cáliz lo dio a beber a Francisco y Jacinta, diciendo:

— Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios.

De nuevo se postró en tierra y repitió con nosotros otras tres veces la misma oración: ‘Santísima Trinidad…, etc.’, y desapareció.

Permanecimos en la misma actitud, repitiendo siempre las mismas palabras; cuando nos levantamos, vimos que era de noche y, por eso, la hora de irnos a casa.”

Las palabras del Ángel produjeron una impresión profunda en los tres niños, que a partir de entonces comenzaron a expiar por los pecadores, por medio de sacrificios y de una asidua vida de oración.

Tomado del Libro, Fátima, Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará; pp.21-23 

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