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La Capilla de Santa María y San Juan de Letrán, más conocida como Capilla del Obispo, fue fundada en el siglo XVI por Francisco de Vargas, el licenciado Vargas, funcionario real. Junto con la iglesia de San Andrés y la capilla de San Isidro forma uno de los conjuntos histórico-artísticos más importantes  y valiosos de Madrid.

Se considera que las obras de construcción de la capilla comenzaron hacia 1520. Francisco de Vargas murió en 1524, por lo que uno de sus hijos, Gutierre de Vargas y Carvajal, que era obispo de Plasencia, fue quien continuó y concluyó la obra.

J.M. Avrial, «Plaza de la Paja», 1840 (Museo de Historia).

Situada en la plaza de la Paja, es uno de los escasos ejemplos de arquitectura gótica que se conservan en Madrid y de su transición al plateresco, inicios del Renacimiento, que se aprecia en su decoración interior.

El obispo encargó las obras escultóricas de su capilla a Francisco Giralte que en los primeros años trabajó en el retablo mayor y los sepulcros de sus padres, Francisco de Vargas e Inés de Carvajal, situados a ambos lados del retablo. Después se encargó del sepulcro del propio Gutierre de Vargas y Carvajal, logrando una obra maestra, de gran calidad, ubicada en el lado de la epístola.

Acometió también otras obras menores, como dos pequeños retablos a ambos lados del retablo central, hoy desaparecidos.

Todas las obras descritas tienen una gran importancia artística, pero no fueron las únicas; para la decoración de la capilla fueron creadas otras piezas, entre las que se encontraban una serie de sargas o colgaduras pintadas, creación del pintor Juan de Villoldo.

Juan de Villoldo

Juan de Villoldo (h.1516–h.1562) se cree que pudo ser discípulo de Alonso Berruguete y que tuvo amistad con Giralte, debido quizá a que ambos tuvieron un aprendizaje y trabajo común con el maestro.

Tuvo actividad sobre todo en Palencia, donde se supone nació, y Valladolid; en Madrid solo se conoce su participación en la decoración pictórica de la Capilla del Obispo: Juan de Villoldo pintó y doró el espectacular retablo mayor.

Capilla del Obispo. Retablo de Francisco Giralte, pintado y dorado por Juan de Villoldo.

También fue el autor de las pinturas de los altares situados a ambos lados del retablo, igualmente obra de Giralte, antes mencionados, hoy desaparecidos.

Cada retablo constaba de dos columnas jónicas y una pintura sobre tabla; en el del lado del Evangelio se representaba a Cristo en el Jordán recibiendo el bautismo de mano de san Juan; en el de la Epístola se veía la tortura que sufrió el evangelista san Juan en una caldera de agua hirviendo. Jesús María Caamaño en su trabajo sobre el artista incluye estas imágenes, pinturas que atribuye a Villoldo (*):

«Bautismo de Cristo» y «Martirio de San Juan Evangelista» de Juan de Villoldo, según J.M.Caamaño.

Además, para la Capilla del Obispo, para ser colgadas durante la Semana Santa, Villoldo pintó la mencionada serie de sargas.

Las sargas

Las sargas de la Capilla del Obispo fueron obra de Juan de Villoldo. Se conocen los acuerdos de la escritura que firmó el artista en agosto de 1547, que indicaban que los paños debían contener veinticuatro historias sagradas del Antiguo y Nuevo Testamento; uno con el Juicio final y la Resurrección de la carne y otro del Calvario para el altar mayor y que deberían estar concluidos antes del 10 de marzo de 1548.

Durante mucho tiempo en Semana Santa las sargas cubrieron el retablo y paredes de la capilla. Hasta las primeras décadas del siglo XIX en que se consideraron desaparecidas.

En 1861 ocurrió algo importante. El capellán mayor don Miguel Martínez y Sanz publicó Noticia de la fundación, bellezas artísticas y gracias espirituales de que goza la Capilla de Nuestra Señora y San Juan de Letrán de Madrid, llamada comúnmente del obispo. Gracias a su escrito sabemos que este capellán encontró en unos cajones las preciosas colgaduras que se creían perdidas.

Durante la Semana Santa del año 1862 los antiguos lienzos volvieron a ser expuestos al público; muchos curiosos acudieron a la capilla y en la entrada podía adquirirse un librito impreso con una breve reseña de las vicisitudes de la historia del templo y la explicación de todas las obras de arte.

Los visitantes pudieron contemplar los notables lienzos pintados al claro oscuro por el célebre artista Juan de Villoldo el año 1547, en los que, además del Calvario, se describían veinticuatro pasajes del antiguo y nuevo Testamento.

En 1915 aún había noticias de que en Semana Santa se revestía la capilla con los paños de Juan de Villoldo. En algún momento dejaron de exhibirse otra vez.

En 1920 tuvo lugar una excursión artística dirigida por el cronista Pedro de Répide para el Gran Liceo de Madrid, en la que se expusieron, como obsequio a los excursionistas, los entonces considerados famosos tapices de Villoldo, que rara vez había ocasiones de admirar, según afirmaba la noticia.

En el retablo de la Capilla del Obispo, como testigos del pasado, actualmente se conservan unas poleas que seguramente sirvieron para subir y bajar las sargas.

Retablo Capilla del Obispo (detalle polea). Información y foto: Fernando Fresneda.

Hoy día, por segunda vez, las sargas de la Capilla del Obispo se consideran desaparecidas.

 

El Descendimiento

Las sargas, como decíamos, hoy día vuelven a considerarse desaparecidas, excepto una, posiblemente: el Calvario, que cubría el retablo de la capilla durante la Semana Santa.

La pintura el Descendimiento de la Cruz ingresó en el Museo Municipal, actual Museo de Historia de Madrid, en junio de 1936, como parte de un lote de fondos procedente de Patrimonio Nacional, concretamente de la iglesia de la Casa de Campo, según información facilitada por el propio Museo de Historia.

La obra figura en el Catálogo de las pinturas del Museo Municipal, con número de inventario 5.388. En la documentación en esos momentos en poder del museo no figuraba atribución a ningún autor y se desconoce el motivo por el cual la obra pudo llegar a la Casa de Campo y de ahí al Museo.

La iglesia de la Torrecilla, iglesia parroquial de la Casa de Campo, obra de Francisco Sabatini, fue prácticamente destruida durante la Guerra Civil; en su interior se encontraban pinturas de calidad, aunque no consta que en ella hubiera obras del siglo XVI.

En cuanto al primer traslado, en caso de tratarse de una de las sargas de la Capilla del Obispo, como se cree, es una incógnita, de momento, cómo pudo llegar a Patrimonio Nacional, antes de su traslado a la Casa de Campo.

En 1931 Patrimonio pasó a ser Patrimonio de la República; así, la última mudanza, la llegada de la sarga al Museo Municipal, podría estar relacionada con el hecho de que ese año el Real Sitio fue cedido por el Estado al municipio de Madrid.

El Descendimiento de la cruz, que ya conocimos cuando hablamos aquí de las sargas, telas pintadas, y del oficio del pintor de sargería en el Madrid del siglo XVI, es una pintura al temple sobre sarga, de 7,90 x 3,10 metros, datada hacia 1547, el mismo año en que Villoldo contrató la creación de las sargas de la capilla del Obispo, una de las cuales se cree podría ser este Calvario, como dijimos.

Juan de Villoldo. El Descendimiento (mediados sg.XVI). Museo de Historia

La escena representa el momento en que el cuerpo de Cristo es descendido de la cruz por José de Arimatea y otros personajes. A los pies de la cruz, la Virgen, San José y la Magdalena lloran su muerte. Otros personajes desclavan los pies del crucificado. En la parte superior dos angelotes en un frontón sostienen una guirnalda con una calavera.

Desde entonces, la sarga ha sido expuesta solo en dos ocasiones.

La primera noticia que tenemos al respecto es que la soberbia sarga, en palabras del historiador Alfonso Pérez Sánchez, se exhibió por primera vez en la exposición inaugurada en el Museo Municipal a finales de 1979, Madrid hasta 1875: testimonios de su historia. La muestra tuvo mucha importancia, pues significó la reapertura del museo tras veinticuatro años cerrado; la directora en aquellos momentos era Mercedes Agulló. Leemos en su catálogo que la pintura es «de estilo muy próximo al de Juan de Villoldo que en 1547 contrata las grandes sargas que cubrían el retablo de la Capilla del Obispo». La imagen incluida en el mencionado catálogo es en blanco y negro, como vemos, pero se explica que está «pintada con efecto de claroscuro, solamente coloreados los rostros y manos de los personajes», casi una grisalla, como muchas de las sargas religiosas de la época.

Escribió Pérez Sánchez que es un «ejemplo casi único del arte de mediados del siglo XVI, del manierismo más característico…», del refinado arte que Berruguete introdujo en Castilla.

En agosto de 1982 apareció en la Gaceta del Museo Municipal, en el nº 6, que se publicaba bajo la dirección de Mercedes Agulló.

Gaceta del Museo Municipal, nº 6, 1982. Foto: Museo de Historia de Madrid.

Gaceta del Museo Municipal, nº 6, 1982. Foto: Museo de Historia de Madrid.

Unos años después, en 1990, el Museo Municipal publicó su Catálogo de las pinturas, ya mencionado. Aunque se deja una puerta abierta a la duda y al final se afirma que quizá perteneciera al conjunto de las sargas de la Capilla del Obispo, la ficha dedicada al pintor Juan de Villoldo recoge El Descendimiento como única obra atribuida al artista, y la describe como un «espléndido ejemplo de la impronta que tuvo el arte de Alonso Berruguete en su discípulo Villoldo».

El mismo Pérez Sánchez –por entonces director del Museo del Prado– en uno de los textos habla de la colección del Museo Municipal y destaca algunas obras de «valor singularísimo»: menciona La Virgen y el Niño de Pedro Berruguete en el siglo XV y «la gran Sarga del Calvario de Juan de Villoldo» del XVI.

Parece que desde esos momentos se acepta la atribución de la pintura a Juan de Villoldo.

Ese mismo año 1990 se emprendió la remodelación de la capilla del antiguo Hospicio, sede del museo, que hasta esos momentos había sido ocupada por los depósitos de la Biblioteca Histórica Municipal, para adaptarla como sala de actos culturales y exposición de pintura religiosa; entonces se decidió sustituir el gran cuadro San Fernando ante la Virgen, de Luca Giordiano, que estaba en muy mal estado, por la obra El Descendimiento de Juan de Villoldo. El lienzo fue descolgado para proceder a su limpieza y la sarga ocupó su lugar.

Sarga «El descendimiento» en la Capilla del Antiguo Hospicio, 1990 (Foto: Museo de Historia de Madrid)

Sería la segunda vez que se exponía, y última de momento. Tras su restauración, la pintura de Giordano se volvió a instalar en la cabecera de la capilla, donde sin duda hoy día luce esplendorosa; la sarga regresó al almacén.

Algunas personas, como la investigadora Mercedes Agulló, entonces jefe del Departamento de Museos y Patrimonio Histórico Artístico, recordaban aquel momento en que se colgó la sarga y pudieron contemplar su belleza. Gracias a Mercedes, que lamentablemente murió el 4 de enero de 2019, conocí la importancia de esta obra que ella tanto valoró, y que debido a su empeño se exhibió en dos ocasiones.

Por: Mercedes Gómez

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(*) En el Archivo Moreno, IPCE, del Ministerio de Cultura, se conservan fotografías de estas dos obras, localizadas en la Capilla del Obispo, pero no atribuidas a Villoldo.

Bibliografía:

PONZ, Antonio, Viage de España, tomo V, Trata de Madrid, Madrid, Joachin Ibarra, 1776.
ANÓNIMO, Explicación de las pinturas de Juan Villoldo hechas en los lienzos de la Capilla del Obispo, Madrid, Imp. de A. Peñuelas y G. Pedraza , 1865.
CAAMAÑO, Jesús María, «Juan de Villoldo», Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, tomo 32, 1966.
Catálogo de las pinturas. Museo Municipal de Madrid, Madrid, Ayuntamiento de Madrid, 1990.
MARTÍNEZ Y SANZ, Miguel, Noticia de la fundación, bellezas artísticas y gracias espirituales de que goza la Capilla de Nuestra Señora y San Juan de Letrán de Madrid, llamada comúnmente del obispo, Madrid, Higinio Beneses, 1861 (1ª edición); Madrid, La Esperanza, 1868 (2ª edición).
PARRADO DEL OLMO, Jesús María, «Testamento y otros datos de Juan de Villoldo», Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, 42, 1979.
PÉREZ SÁNCHEZ, Alfonso E., «Pintura y dibujo de los siglos XVI y XVII», en catálogo Madrid hasta 1875. Testimonios de su historia, Ayuntamiento de Madrid, Museo Municipal, 1979.
RECHE, Carmen, «Recuperación y restauración de la obra San Fernando ante la Virgen de Luca Giordano», en San Fernando ante la Virgen de Luca Giordano. La recuperación de una obra maestra del Museo Municipal de Madrid, Ayuntamiento de Madrid, 1994.
UCETA, Óscar. San Isidro y la Capilla del Obispo. Historia, Arte y Espiritualidad. Cabildo Catedral de Madrid. Madrid, 2022.

Son muchos los arquitectos que a lo largo de los siglos han trabajado para el Ayuntamiento de Madrid, hemos hablado de algunos de ellos; recientemente de Luis Bellido, a propósito de la exposición en el Centro Cultural Conde Duque. Algunos han sido muy importantes para la configuración de la Villa, como Pedro de Ribera, Ventura Rodríguez, etc., pero hay muchos otros, cuya labor es menos conocida y su obra menos influyente en la imagen de la ciudad, pero que trabajaron durante muchos años para Madrid, que también dejaron sus huellas y merecen nuestra atención. Como Felipe Trigo Seco de Herrera (1892- Madrid, 1951).

Felipe Trigo obtuvo el título de arquitectura en 1920. En 1924, tras la marcha de Emilio Vargas, fue nombrado arquitecto de la Compañía Madrileña de Urbanización (C.M.U.), fundadora de la Ciudad Lineal; junto a Agustín Enrile y José González Edo, fueron los nuevos arquitectos y nuevos funcionarios de la C.M.U.

En 1932 se presentó –junto a otros diecisiete arquitectos– a un concurso para una plaza en la Sección de Construcciones y Propiedades del Ayuntamiento de Madrid, la cual ganó, convirtiéndose desde entonces en arquitecto municipal. Trabajó en esa sección junto a Adolfo Blanco Pérez del Camino, Francisco García Nava, Bernardo Giner de los Ríos y Francisco Javier Ferrero.

En 1939 proyectó la segunda reforma de la Casa de Cisneros –la primera, recordemos, fue obra de Luis Bellido en 1909–. En esta ocasión se reformó el interior de las salas de recepción en la segunda planta con el fin de embellecerlas.

Salón de Fiestas, Casa de Cisneros, 1951 Foto: en “Casa de la Villa de Madrid” (*)

En 1984-86 el arquitecto Joaquín Roldán llevó a cabo una nueva rehabilitación de la zona del alcalde y los salones. En el Salón de Fiestas se conserva no solo el gran tapiz Tideo y Polinices (siglo XV), el más antiguo de la colección, sino también, como se aprecia en las fotografías, algunos cuadros colocados en el mismo lugar y las lámparas, manteniendo en gran medida la decoración que diseñó Felipe Trigo.

Salón de Fiestas, Casa de Cisneros, 2019

En los años 40 Trigo fue Jefe de la mencionada Sección de Construcciones, época en la que trabajó en varias promociones de viviendas municipales. Sucesor de José Lorite como director del Patronato Municipal de Vivienda, después de la guerra reconstruyó las colonias que su antecesor había proyectado entre 1928 y 1931: la hoy conocida como Colonia Moscardó y las Colonias municipales de casas ultrabaratas y baratas Salud y Ahorro, en el distrito de Usera, y la 1ª fase de la Colonia Cerro Bermejo en el distrito de Latina.

En el Archivo de Villa se conservan varios planos firmados por el arquitecto, en algún caso como director del mencionado Patronato Municipal de Vivienda.

Proyecto de viviendas económicas en la Colonia «General Moscardó» (plano GM-7), 1945. (Archivo digital memoriademadrid)

Felipe Trigo compaginó su actividad profesional con su afición a la pintura, llegando a ser un acuarelista apreciado; en 1945 fue el primer vicepresidente de la Agrupación española de acuarelistas que se había constituido como resultado de las reuniones que tuvieron lugar en el famoso café El gato negro, en la calle del Príncipe.

También fue Secretario del Círculo de Bellas Artes de Madrid.

En 1949 proyectó el Grupo de Viviendas protegidas Florestán Aguilar para funcionarios municipales, construido entre 1949 y 1950 por Adolfo Blanco Pérez. Los bloques de la colonia se sitúan en la calle Cartagena nº 2 y calle de Florestán Aguilar 1-13, con vuelta a Doctor Gómez Ulla.

Sería su última obra.

Calle de Florestán Aguilar

Repentinamente, a la edad de 58 años, el 22 de enero de 1951, tal como reflejó la prensa, el arquitecto municipal y acuarelista Felipe Trigo murió, en plena madurez y actividad profesional.

El proyecto consistía en la construcción de 116 viviendas, englobado en el Plan Municipal de viviendas del Ayuntamiento del alcalde José Moreno Torres, conde de Santa Marta de Babío, que fue ingeniero además de político.

La colonia fue un gran proyecto urbano creado junto al paseo de ronda –hoy calle de Francisco Silvela–, límite del Ensanche de Madrid.

En el Boletín del Ayuntamiento de Madrid de 2 de abril de 1951 se publicó, hablando de la construcción de colonias para la solución del problema de la vivienda modesta, que se habían construido viviendas de clase media con fines además urbanísticos en la calle de Florestán Aguilar, donde también en cuanto al tema benéfico-sanitario se creó un Centro Asistencial inaugurado el mes anterior.

Se lee con dificultad, pero se conservan las marcas del antiguo letrero:

CENTRO MUNICIPAL

ASISTENCIAL

PROTECCIÓN CIVIL?

Se conserva también el escudo de Madrid con el dragón, el oso y el madroño y la corona cívica –en vigor hasta 1967–.

Ese mismo año de 1951, entre la plaza de Manuel Becerra y la colonia, en junio se inauguraron los Jardines Eva Duarte de Perón.

En cuanto a su faceta de acuarelista, el Museo de Historia guarda cinco vistas de Madrid, la serie Rincones de Madrid (1934-42). Pertenecen al conjunto de veinte obras expuesto en la exposición Rincones de Madrid, presentada por el arquitecto en la Casa de Cisneros en 1944; el Ayuntamiento compró estas cinco obras, tres de ellas de la Iglesia de San Sebastián y dos de Calles de Madrid.

F. Trigo. “Calle de Madrid”, h. 1942. Acuarela sobre papel pegado a cartón (30 x 21,5 cm).

Como reconocimiento a su labor en la consecución de los Salones de la acuarela –el primer Salón tuvo lugar en 1946–, se instituyó el premio patrocinado por el Ayuntamiento de Madrid que lleva su nombre, la Medalla Felipe Trigo.

Por: Mercedes Gómez

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Bibliografía:

Diario ABC, 23 enero 1951.
VARELA, Eulogio. Casa de la Villa de Madrid. Madrid 1951. Fotografías (*) : Casariego, Moreno y Muro.
VILARROIG, Pedro. “Los Salones de Estampas de Madrid y la Medalla Felipe Trigo”. Revista Villa de Madrid, nº 53, 1976.
COAM. Guía de Arquitectura. Madrid 2003.
JIMÉNEZ DE TEJADA, César.; HURTADO DE MENDOZA, María. “Un juego perverso: viviendas municipales Florestán Aguilar”, en Un siglo de vivienda social 1903-2003. (Vol. 1). Ed. Nerea. Madrid, 2003.
Museo de Historia. Dibujos en el Museo de Historia de Madrid. Madrid, 2011.

 

Las riberas del Manzanares y sus isletas, los sotos y sotillos arbolados junto al río, fueron lugar de ocio, fiestas y romerías desde muy antiguo. Pedro Texeira las dibujó en su plano. Eran los tiempos de Felipe IV.

Plano de Texeira, 1656 (detalle)

Aguas abajo, antes de llegar al Puente de Segovia, se hallaban, en la orilla derecha, los Sotos del Corregidor y de Migas Calientes; a la izquierda, la Florida y el Parque de Palacio. El Soto y las Huertas de Migas Calientes estaban junto al Camino del Pardo –en la actualidad allí se encuentran la Planta de Compostaje y el Vivero municipal de Migas Calientes–.

Un poco hacia el sur estaba el Molino Quemado, a la altura de la actual ermita de San Antonio. El Puente Verde –actualmente, el Puente de la Reina– cruzaba el río.

Molino Quemado. Plano de Texeira, 1656.

Las fiestas que allí se celebraban eran frecuentadas por nobles, damas y caballeros, en ocasiones al parecer el mismísimo rey Felipe IV, y por el pueblo; así lo reflejaron los literatos del siglo de Oro, Calderón, Lope y Quevedo, entre otros.

Félix Castello (?) pintó estos escenarios en los Baños en el Manzanares en el paraje de Molino Quemado (1636-1637), extraordinaria pintura que se expone en el Museo de Historia de Madrid. Muestra una romería junto al Manzanares, frente a la Casa de Campo. Todas las figuras y el propio paraje están representados de forma minuciosa, los bañistas desnudos, comensales en la pradera, los carruajes, el Molino que luego dibujaría Texeira en su plano, y el paisaje.

Félix Castello ? “Baños en el Manzanares”, 1636-37 (detalle). Museo de Historia de Madrid.

Con el paso del tiempo las riberas del río continuaron siendo lugar de encuentro, amoríos y festejos. Junto al Soto del Corregidor, hacia el norte, se ubicó la Pradera de la Fuente de la Teja. La fuente aparece citada desde muy antiguo, al menos ya en 1778 es mencionada su existencia.

A lo largo del siglo XIX son numerosas las referencias a la pradera y a la fuente. En 1861 la noticia fue que se estaba haciendo «un gran plantío de árboles en la pradera del río inmediata a la Fuente de la Teja, con lo que tendrá mayor atractivo aquel espacioso paseo, tan frecuentado para comidas campestres en todas las épocas de año».

En los últimos años del XIX y hasta la guerra civil, la Pradera del Corregidor era una de las zonas de la ribera del Manzanares que contaba con más merenderos. Algunas familias preferían el merendero a la pradera, donde compraban el vino para poder tomar allí asiento y comían lo que habían traído de casa.

En el inicio del siglo XX, los jardines de la Fuente de la Teja y la Pradera del Corregidor formaban parte de una cadena de terrenos arbolados y lavaderos enlazados a lo largo del río.

Plano de Facundo Cañada, h. 1900 (detalle)

Antiguo lugar de romerías y verbenas, como hemos visto, la Fuente de la Teja, durante la semana escenario del duro trabajo de las lavanderas, los domingos y festivos se convirtió en habitual lugar de reunión de las clases más modestas, sobre todo niñeras, criadas y soldados.

«Vista desde la Fuente de la Teja», 1902. Archivo Regional Comunidad de Madrid.

Además de lavaderos y merenderos la zona se fue ocupando con viviendas. En el Archivo de Villa hay documentos relativos a fincas rústicas que se refieren a las tierras junto a la fuente de la teja, desde 1826 a 1887. Alguna venta, subasta y arrendamiento.

La zona hacia 1910 está bien representada, y la fuente indicada, en el plano de Luciano Delage.

Praderas de la Fuente de la Teja y del Corregidor, L. Delage, 1910

Hoy día quedan huellas de la humilde pero famosa fuente. Nos encontramos en el barrio de Casa de Campo, distrito de Moncloa-Aravaca.

Sobre la Pradera del Corregidor en las proximidades de la Fuente de la Teja, entre el Manzanares y la Casa de Campo, en la segunda mitad de la década de los años 20 fue edificada la Colonia del Manzanares. Su mercado actual recibe el nombre de Fuente de la Teja; y desde 1984 allí se encuentra una fuente de granito instalada en su recuerdo, frente a la calle del Acantilado, cerca del lugar donde se encontraba la original.

Foto: Ayuntamiento de Madrid

Es una fuente homenaje, en recuerdo de las antiguas fuentes de la Teja y del Sopapo, según explica una placa de mármol en la parte posterior, enmarcada en un paisaje que no tiene nada que ver con el pasado…

¿Cómo era la Fuente de la Teja?

Recordemos que en la Memoria de 1931 de la Casa de Campo se mencionan diecinueve fuentes. Una de estas fuentes de la Casa de Campo era la Fuente de la Teja, situada en los terrenos entonces conocidos como Casa Quemada, uno de los diez cuarteles en que en el siglo XX fue dividida la antigua propiedad real.

Una placa, para entonces casi ilegible según informa la prensa de la época, indicaba que se había arreglado en 1864, habilitando un nuevo caño, pero al parecer el agua se estancaba en el pilón, lo cual podía suponer un peligro para la salud, e impedía llegar al caño (*).

La estampa Un domingo en la Fuente de la Teja, propiedad del Museo de Historia, describe la vida en torno a la fuente, un domingo; un grupo de personas bajo un emparrado de alguno de los merenderos. La escena, en la que no faltan las mozas y los militares que frecuentaban la zona, está llena de detalles que merece la pena observar, tanto del lugar como de los personajes; puede desarrollarse a finales del siglo XIX, inicios del XX (el grabador, Arturo Carretero murió en 1903). Era la época del reinado de Alfonso XIII.

«Un domingo en la Fuente de la Teja»
Grabador: A. Carretero (mediado sg. XIX – 1903)
Dibujante: M. Alcázar (1858-1914). Xilografía, 25,5 cm x 32,5 cm, Museo de Hª de Madrid.

Finalmente, nos queda otro recuerdo: hacia 1890 Joaquín Sorolla pintó una escena similar. Hacía un año que el pintor se había instalado con su familia en Madrid.

El cuadro, que pertenece al Museo Sorolla, Fuente de la Teja es un óleo pequeño que representa la escena costumbrista. Leemos en el Catálogo del museo:

«Bajo un toldo, varios soldados conversan ataviados con calzón rojo y chaqueta azul marino. A ambos lados, emparrado, y en la parte derecha, otro soldado sentado. Al fondo, arquitectura recortada sobre cielo azul».

Joaquín Sorolla. “Fuente de la Teja”. Óleo 20 cm por 16,80 cm. Catálogo Museo Sorolla.

La fuente, construida la pared en recia piedra berroqueña, desapareció durante la guerra.

Por: Mercedes Gómez

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NOTA:

Gracias a David Gutiérrez Pulido, que consiguió que me interesara por la Fuente de la Teja y escribiera este artículo. Me envió, entre otros documentos, la imagen del cuadro de Sorolla, desconocido para mí. David, historiador del arte, es especialista en la obra del pintor. Os recomiendo visitar su web: Sorolla en Jávea

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Bibliografía:

Diario noticioso universal. Nº 36, Madrid, 1778
La Correspondencia de España, 28 dic. 1861
SOTO, Joaquín. “La pradera, la fuente y el río”, Nuevo Mundo, 7 febrero 1930.
Inventario de Secretaría del Archivo de Villa (Tomo 37): Fincas rústicas (1327-1894)

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(*) ACTUALIZACIÓN, 5 nov. 2021:

Queridos amigos:

He eliminado la foto que inicialmente había incluido como “Fuente de la Teja” publicada por el Museo de Historia de Madrid ya que se trataba de un error. Lo siento mucho, este es un ejemplo más de que siempre, siempre hay que comprobar los datos que utilizamos en nuestros trabajos, y no lo hice. Los errores son inevitables a veces, lo importante es corregirlos y aprender. En este caso, gracias a Joaquín Giménez que fue quién se dio cuenta y su comentario nos ha permitido subsanarlo.

Quiero dar las gracias al Museo, mejor dicho a las personas que allí trabajan, siempre dispuestas a ayudar. El Museo de Historia de Madrid, con la amabilidad que le caracteriza, me envía una nota en la que pide disculpas por el error e indica su origen:

La fotografía formó parte de una donación realizada en 1984 por un particular, consistente en 28 negativos antiguos, todos ellos de Madrid salvo uno, que fue consignado escuetamente como “La Fuente de la Teja”, de modo que nadie se cuestionó que se refería a la fuente de la Teja de Madrid, y así ha permanecido “hasta la aparición de tu publicación”. Y añade: “Tras comprobar que, efectivamente, se trata de la fuente de Santa María del patio de los Naranjos de Córdoba, procedemos a corregir los datos en el catálogo del Museo, no sin manifestarte el agradecimiento del Museo por tu fundada advertencia y tu colaboración”.

Gracias a todos

Mercedes

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Como sabemos, hasta mediado el siglo XIX en que se inauguró el Canal de Isabel II, el abastecimiento de agua en Madrid estaba a cargo de los Viajes de Agua, viajes subterráneos, grandes obras de ingeniería cuyos vestigios hoy día son un elemento histórico singular.

La zona de captación estaba a unos diez kilómetros al norte de la ciudad; desde los pozos, a través de galerías, el agua se dirigía a las puertas situadas al norte de la Villa. En el siglo XVII, –construidos debido a la necesidad de agua que provocó el crecimiento de población tras la llegada de la Corte a Madrid–, los cuatro viajes principales de aguas finas o potables eran: Alcubilla, Abroñigal Alto, Abroñigal Bajo y Castellana.

Plano de Texeira, 1656 (detalle Puerta de Santa Bárbara)

Una vez alcanzada la Cerca, el agua se vertía en un arca principal, donde se medía, y de ahí partían las galerías de conducción que, una vez en el interior, se convertían en una red intrincada de galerías y arcas de repartición. El agua era elevada mediante norias hasta las fuentes públicas o particulares.

En los comienzos del siglo XXI, en el entorno de la calle Barceló –entre las calles de Fuencarral, Barceló, Mejía Lequerica, Beneficencia y San Mateo–, aparecieron varios restos arqueológicos procedentes de antiguas estructuras hidráulicas, entre ellos varios pozos de noria y un acueducto.

Calle de Mejía Lequerica y el nuevo Mercado Barceló. A la izquierda, lugar donde se halló una noria, entre Beneficencia y San Mateo. A la derecha, tapia del Palacio de Ustáriz (2013)

Hemos hablado de algunos de estos hallazgos en este blog y solicitado información repetidamente, así que es obligado contar las conclusiones publicadas en diversas actas de reuniones arqueológicas, citadas al final. Me parece muy interesante, espero que lo sea para todos.

Noria del Museo de Historia (2002-2007)

En 2004 durante las obras de rehabilitación del Museo Municipal, hoy Museo de Historia, se halló un «complejo hidráulico del siglo XVII de gran entidad y envergadura», según se publicó en aquellos momentos. La entonces directora del museo, la arqueóloga e historiadora Carmen Priego explicó que se trataba de un «conjunto formado por el estanque de una noria de las denominadas de sangre, es decir, de tracción animal, empleada para el riego de huertos y el abastecimiento de una comunidad… Las paredes del gran vaso descubierto, en ladrillo toledano del usado en las construcciones madrileñas en el siglo XVII, constan de peldaños perfectamente trazados, pates, que descienden hasta 15 metros de profundidad, aproximadamente».

A una profundidad de unos ocho metros surgía un ramal excavado en la tierra, que Carmen Priego opinó que casi seguro “este conducto perteneció al gran viaje de agua de Alcubilla, que cruzaba diagonalmente el edificio del Museo Municipal en dirección a la calle de Fuencarral“. La idea era integrar los hallazgos en el Museo.

Pero pasaron muchos años hasta que por fin se reabrió el museo y supimos que el estanque de la noria se había conservado y quedado a la vista. El resto del hallazgo debió de ser tapado.

A pesar de que aún no forma parte del recorrido visitable del museo, al menos una parte del hallazgo allí se encuentra felizmente; fue una suerte que la estructura se encontrara en terrenos del antiguo Hospicio, parece que eso la salvó.

Se documentó un pozo de forma ovalada, en fábrica de ladrillo, y una galería identificada como perteneciente al viaje de agua de Alcubilla o el de la Fuente Castellana.

Noria Museo de Historia de Madrid. Calle Fuencarral.

El estudio arqueológico en este caso fue completado con el análisis mediante termoluminiscencia de piezas halladas en la excavación. Aparecieron, entre otras cosas, numerosos cangilones o arcaduces que demuestran la existencia de las norias movidas por animales, que recogían el agua de los pozos.

La conclusión del análisis fue que esta noria había sido construida hacia 1644-45.

Deseamos que estos restos conservados y musealizados pronto por fin se abran al público y se explique el hallazgo y su gran importancia en la Historia de Madrid.

La noria de Barceló (2005-07)

Tras el derribo del antiguo Mercado de Barceló, durante la construcción del nuevo mercado y aparcamiento, en el entorno de la plaza de Barceló se produjeron otros hallazgos importantes, entre ellos un nuevo pozo de una noria de sangre. Apareció también una galería, probablemente del ramal del viaje de agua que abastecía a la noria, en terrenos de lo que entonces pertenecía al antiguo Hospicio, hoy plaza de Barceló.

Planta de la noria de la calle de Barceló al comienzo de la excavación (Foto: Actas RAM 2016)

Noria de Mejía Lequerica (2010)

Con motivo de las obras –se iba a construir el nuevo mercado, una biblioteca y otras instalaciones–, a partir de 2008 se realizaron una serie de controles arqueológicos en la que se denominó Área de Protección Específica Barceló.

El pozo de noria, hallado en enero de 2010 en la calle Mejía Lequerica, entre las calles de Beneficiencia y San Mateo, al excavar la salida del aparcamiento, era similar al mencionado de la calle Barceló y al del Museo de Historia, de ladrillo y mortero de cal y arena.

Pozo de noria de la calle Mejía Lequerica (Foto: Actas RAM 2016)

El pozo fue documentado y desmontado.

Acueducto (2011)

Durante la misma excavación de la rampa del aparcamiento, en marzo de 2011, en la calle Mejía Lequerica, apareció una espectacular nueva estructura de ladrillo y mortero de cal y arena, que en su momento pudimos ver, en uno de sus dos tramos descubiertos, que probablemente continúa hacia la calle Sagasta.

Calle Mejía Lequerica, agosto 2011

El País publicó la noticia del hallazgo de un muro de sesenta metros de largo por uno y medio de ancho que recorre el último tramo de la calle. Aunque el titular era «Un gran muro del XVIII paraliza las obras en Mejía Lequerica» el reportaje planteaba dudas sobre si pertenecía a un antiguo cuartel o a una estructura hidráulica, quizá al antiguo Viaje de Agua de la Castellana.

Nosotros en esos momentos pensamos que podía tratarse de una estructura perteneciente al Viaje de Agua de la Castellana. En septiembre del mismo año se apreciaban perfectamente los arcos de la construcción que finalmente fue catalogada como acueducto y datado entre los siglos XVI y XVIII.

Calle Mejía Lequerica, sept. 2011

Una foto de las actas publicadas, con la imagen de una persona trabajando, nos permite hacernos una idea de la magnitud del acueducto:

Acueducto. Labores de engasado. (Foto: Actas Jornadas Arq. 2012)

Según leemos en las actas, los restos fueron consolidados, desmontados los arcos y los pilares mediante cortes con hilo de diamante y, una parte, trasladada y almacenada. La construcción de la rampa del aparcamiento continuó.

Calle Mejía Lequerica, sept. 2013

Según se publicó, la Dirección General de Patrimonio Histórico notificó que la pieza iba a ser desmontada para ser posteriormente musealizada, no en el mismo lugar, sino en otro cercano. Afirmaron que su intención era exhibir una parte del acueducto al aire libre, cerca del lugar de origen, la calle de Mejía Lequerica, «para no alejarlo de su lugar natural y para el disfrute de la ciudadanía». Eso mismo se puede leer en las actas. Aunque nunca se ha vuelto a hablar del tema, las piezas salvadas deben de continuar en el almacén municipal, la Casilla de la Casa de Campo, adonde fueron trasladadas a la espera de determinar su ubicación con el fin de dar a conocer y explicar el antiguo sistema de abastecimiento de agua a la ciudad de Madrid.

Noria, calle de San Mateo 3 (2015)

En la calle de San Mateo nº 3, en 2015, se halló un nuevo pozo de noria, en mal estado de conservación. Destaca que en el relleno del pozo se hallaron cerámicas, entre ellas azulejos datados a partir del siglo XVI, época en la que se construyeron algunos de los primeros edificios que conformaron la zona.

Noria del Palacio de Ustáriz (2015)

Otra noria fue localizada durante las obras de rehabilitación del Palacio de Ustáriz, al retirar uno de los árboles del jardín.

Viaje de Agua en la calle Fuencarral (2018)

Más recientemente, en el verano de 2018, nuevamente durante unas obras se encontraron unas galerías que enseguida se identificaron como probables restos del siglo XVII.

Por su ubicación en esos momentos vimos que podría tratarse de vestigios del Viaje de la Alcubilla. En Fuencarral, en el cruce con las calles de San Mateo y San Joaquín, se sabe que discurría uno de los ramales del viaje.

Calle Fuencarral, agosto, 2018

En ese punto hubo un arca de repartición del agua, el “arca que está debaxo de tierra en calle alta de Fuencarral, frente de la de San Mateo”, como describió Aznar de Polanco, y recordamos entonces.

Calle Fuencarral, sept. 2018.

Sin duda fue un hallazgo muy importante. Es bonito saber que la descripción en el artículo de las actas RAM así se titula: «La arca treinta esta debaxo de tierra en la calle alta de Foncarral, frente de la de San Matheo», trabajo que incluye fotografías de las galerías y esquemas muy interesantes.

Por: Mercedes Gómez

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Ver Actas Reuniones Arqueología:

RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, Antonio. «Resultados del seguimiento arqueológico intensivo de los movimientos de tierra de las obras del Área de Protección Específica 01.03 “Barceló” (Madrid)», Actas de las Octavas Jornadas de Patrimonio Arqueológico en la Comunidad de Madrid, 2011, pp. 431-440.

RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, Antonio. «Consolidación, conservación preventiva, desmontaje, traslado y almacenamiento de parte del acueducto hallado durante el seguimiento arqueológico de los movimientos de tierra de las obras del nuevo Centro Polivalente Barceló», Actas de las Novenas Jornadas de Patrimonio Arqueológico en la Comunidad de Madrid, 2012, pp. 417-421.

CABALLERO, Carlos; GÓMEZ HERNANZ, Juan; HERRERA Teresa; MENDUIÑA, Roberto C.; PETRI, Aldo; RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, Antonio; VEGA, Jorge J. y VILLANOVA, Luis. «Estructuras hidráulicas en el entrono de la plaza de Barceló (Madrid)», Actas Reunión de Arqueología Madrileña, 2016, pp. 212-220.

SILVESTRE, Manuel; FERRER, Genaro y NUÑO, Antonio. «La arca treinta esta debaxo de tierra en la calle alta de Foncarral, frente de la de San Matheo», Actas Reunión de Arqueología Madrileña, 2019, pp. 179-189.

La existencia de una imagen de piedra en la Cuesta de la Vega, donde según la leyenda se halló la Virgen de la Almudena, es muy antigua.

Hay constancia de una Cédula del Rey Católico, de 1512, concediendo a Madrid licencia para echar sisa hasta en cantidad de 15.000 maravedís, a fin de hacer un humilladero en la Puerta de la Vega y empedrar los dos caminos que a ella conducían. El 29 de octubre de ese año los miembros del Concejo acordaron que la sisa de los quince mil maravedís fueran para el umilladero de puerta de Alvega. Según Timoteo Domingo Palacio –archivero de la Villa en 1909– este humilladero estaría indudablemente dedicado a la Virgen de la Almudena.

Cuenta Enrique Repullés, uno de los arquitectos de la Catedral, que el cubo de la muralla donde según la tradición fue hallada la imagen se derribó en 1707, en tiempos de Felipe V, de modo que en otra torre cercana se colocó en una hornacina una imagen de piedra representándola vestida, tal y como se hallaba entonces (la Almudena estuvo cubierta con vestidos desde 1640 a 1890, año en que el obispo mando retirarlos para que se pudiese ver la talla original).

Entre 1829-1831 el muro donde se encontraba la hornacina fue restaurado bajo la dirección del arquitecto municipal Francisco Javier Mariátegui. Debajo, se colocó la inscripción: «En el año de 1085 se apareció la imagen de María Santísima de la Almudena dentro del cubo que había en este sitio; y para memoria de tan dichosa aparición, el Excelentísimo Ayuntamiento ha ejecutado esta obra, año de 1830». La imagen es conocida gracias a la fotografía de Jean Laurent, La Cuesta de la Vega, datada entre 1860-1886.

“Madrid. Cuesta de la Vega”. J. Laurent (1860-1886). Archivo Ruiz Vernacci (IPCE)

A finales del siglo XIX, al comenzar las obras de la Catedral, en los terrenos cedidos por la Corona entre la Cuesta de la Vega y el Palacio Real, se construyó un nuevo muro de contención, mirando al sur, y en él un nicho donde se colocó la estatua otra vez, con la intención de recordar el origen de la Virgen de la Almudena. La imagen, deteriorada debido al paso del tiempo, se sustituyó por otra igualmente de piedra, que estuvo desde 1870 a 1936.

Esta escultura, como se aprecia en las fotografías de la época, estuvo adornada con una corona de metal dorado con piedras de colores, de autor anónimo, que había sido realizada en 1812, que hoy se conserva en el Museo de la Catedral.

Nuestra Señora de la Almudena vestida con el traje donado por la reina María Luisa de Parma en 1786 y la corona que estuvo en la Cuesta de la Vega. Museo de la Catedral.

La imagen sufrió grandes desperfectos durante la guerra. En el Museo de Historia de Madrid, antes Museo Municipal, se conservan unos interesantes restos, dos bloques de piedra caliza que corresponden al manto de la Virgen.

Estuvieron un tiempo en el jardín del museo. En la actualidad se encuentran en el almacén a la espera de nuevos datos y acaso un proyecto de su exposición al público.

Según el expediente de ingreso «un bloque de piedra que era parte del manto de la desaparecida imagen de Nuestra Señora de la Almudena… llegó al museo en el año 1949 como donación del Obispado». En realidad se trata al menos de dos fragmentos.

Observando detenidamente los dibujos de estos restos y las fotografías conservadas parece que se trata de una parte de la zona izquierda inferior y de la superior derecha, hay detalles del bordado del manto que se aprecian muy bien.

Virgen de la Almudena en la Cuesta de la Vega (1926, foto “Por esos mundos”) y fragmento del manto conservado en el Museo de Historia de Madrid en la actualidad.

Sustituyendo a esta imagen, el 7 de noviembre de 1941 se instaló la nueva escultura, obra de Fernando Valero. La Virgen recuperó su aspecto original, sin manto.

Muro de contención anterior a la construcción del Museo de Colecciones Reales (foto 2005)

Recientemente, en 2013, ha sido nuevamente sustituida. Durante las obras de construcción del Museo de Colecciones Reales, desaparecido el antiguo muro de ladrillo, en la actual fachada sur del museo se construyó una nueva hornacina y se encargó una nueva estatua, similar a la anterior. Esta última, que recordemos había sido instalada en 1941, fue donada por el entonces arzobispo de Madrid don Antonio María Rouco Varela a la parroquia del pueblo de Navacerrada, donde se encuentra actualmente, en una pequeña ermita o humilladero dedicado a la Patrona de Madrid en el jardín a la salida de la iglesia.

En octubre de ese mismo año 2013 se bendijo la nueva imagen en la Cuesta de la Vega. La inscripción Imagen de María Santísima de la Almudena, ocultada en este sitio el año 712 y descubierta milagrosamente en el de 1085, sigue mostrándose.

Cuesta de la Vega, Madrid. 2019.

Por: Mercedes Gómez

Con todo mi agradecimiento al Museo de la Catedral de la Almudena y al Museo de Historia de Madrid por su ayuda.

 

NOTA:

Esta entrada, como la dedicada al Origen de La Virgen de la Almudena, es resumen de otro capítulo de mi trabajo «La Virgen de la Almudena. Historia, leyendas y representaciones de la imagen venerada en la Catedral de Madrid» publicado en El Mundo de las Catedrales, Colección del Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas y Artísticas, nº 62, San Lorenzo del Escorial, 2019.

 

Se ha inaugurado en el Museo de Historia de Madrid la exposición Madrid, ciudad educadora. Memoria de la Escuela pública, un recorrido histórico y afectivo por la Escuela Pública desde fin del siglo XIX hasta 1938.

Su objetivo es “recuperar la memoria y descubrir la historia de los numerosos centros escolares públicos que abrieron sus puertas en Madrid durante el primer tercio del siglo XX”.

Estas escuelas formaron parte de un intento de renovación pedagógica que durante los años 1931-36 se trató de impulsar. Ya hablamos hace tiempo sobre este tema en el artículo dedicado a las Escuelas de la República.

La historia de estas escuelas forma parte de la propia historia de Madrid y, como leemos en el folleto, historia de la que los ciudadanos deberíamos ser conscientes y sentirnos orgullosos.

Folleto «Madrid ciudad educadora (1898-1938)»

La exposición muestra mediante documentos, videos, materiales didácticos y objetos preciosos, conservados por los propios colegios, testigos de aquella enseñanza, las prácticas escolares que desarrollaban los maestros, la historia de algunos de ellos, y la vida cotidiana.

Se puede visitar hasta el 1 de septiembre:

Museo de Historia
Calle Fuencarral 78
De martes a domingos de 10 a 20 horas.
Gratuito.

Hay visitas guiadas para niños a partir de 9 años acompañados de un adulto.
Información y reservas en el tel.: 91 701 18 63 y en la web del museo.

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La última parte de la muestra, instalada en el patio de acogida del museo, no es tan bonita, es dura, pero igualmente necesaria: La Escuela Pública en un Madrid en guerra (1936-1938).

Esta parte está formada por paneles con fotografías y reportajes de los diarios publicados aquellos días, procedentes de la Hemeroteca Municipal.

Otro de los paneles exhibe dibujos de los niños, que “siguieron dibujando su realidad cotidiana”.

Por supuesto la guerra también afectó a las escuelas, las bombas no las respetaron, pero vemos cómo algunas siguieron trabajando. Entre julio y agosto de 1936 se organizaron 27 guarderías o Residencias Infantiles en algunos de los grupos escolares existentes. Leemos artículos, como el de Elena Fortún en la revista Crónica, “Los niños durante la guerra. Cómo se trabaja en los Grupos Escolares de Madrid”, etc.

La guerra y los bombardeos destrozaron las calles y las casas en muchos barrios, y afectaron a todos los madrileños que permanecieron en la ciudad, sobre todo a las personas más mayores, a las mujeres y a los niños.

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A propósito de este tema recomiendo también el extraordinario trabajo de los arquitectos Enrique Bordes y Luis de Sobrón, el Plano del Madrid bombardeado:

80 Años después del final del horror de la guerra, este plano propone una visualización del urbicidio de Madrid, consecuencia de los bombardeos masivos, aéreos y artilleros, sufridos por la ciudad durante la Guerra Civil de 1936-1939… Sirva también este trabajo de homenaje a todos los habitantes de Madrid que vivieron y sufrieron la destrucción de su ciudad”.

Sus autores están trabajando en una web en la que de momento se puede descargar el plano, aquí: Madrid bombardeado

 

Por : Mercedes Gómez

 

ACTUALIZACIÓN 24 agosto: la exposición se ha prorrogado, y se podrá visitar hasta el 6 de octubre.

 

 

 

 

 

 

 

 

Recordemos que entre 1574 y 1579 el Concejo había adquirido unas casas en la plaza de San Salvador. En ellas se reunieron hasta el año 1619; por entonces tuvieron que buscar un nuevo lugar debido a su estado ruinoso. Estas viejas casas consistoriales fueron derribadas y el solar, propiedad del Ayuntamiento de Madrid, fue el elegido para construir la Casa de la Villa. El Concejo se trasladó, de alquiler, a las casas que habían sido de don Juan de Acuña en la calle Mayor.

Por fin, en 1629, reinando Felipe IV, una Licencia Real concedió la autorización para construir la Casa Ayuntamiento de Madrid. El Concejo encargó el proyecto al arquitecto Juan Gómez de Mora, Maestro Mayor de Obras Reales y Maestro Mayor de Obras de la Villa. El primer proyecto no se conserva pero sí un dibujo posterior, el alzado del edificio que en esencia se cree mantiene la idea inicial del arquitecto. La construcción no comenzó hasta 1644.

Casa de la Villa de Madrid, alzado de la fachada a la calle Mayor, 1644 (Catálogo Juan Gómez de Mora, nº 122) (Museo de Historia)

En la edificación de la Casa de la Villa, que tardó muchos años en terminarse debido sobre todo a problemas económicos, participaron varios arquitectos. A partir del proyecto de Gómez de Mora, intervinieron José de Villarreal, Bartolomé Hurtado, José y Manuel del Olmo, Cristóbal de Aguilera y Teodoro Ardemans.

Una pintura expuesta en el Museo de Historia, realizada entre 1676-1700, muestra la Casa Consistorial en construcción.

«Milagro de la Virgen de Atocha en las obras de construcción de la Casa de la Villa», óleo sobre lienzo, anónimo (1676-1700).

La escena representada tiene lugar en la plaza de la Villa. Además de ofrecer mucha información sobre el ambiente de la plaza en la que en esos momentos se encuentran todo tipo de personajes, “obreros, clérigos, aguadores, mujeres, niños, caballeros, mendigos, vendedores y animales” también permite observar la construcción de la sede del Concejo madrileño que se estaba llevando a cabo.

«Milagro de la Virgen de Atocha en las obras de construcción de la Casa de la Villa», óleo sobre lienzo, anónimo (1676-1700) (detalle)

Teodoro Ardemans fue el encargado de acabar las obras, lo cual ocurrió por fin en 1695, después de más de cincuenta años. Este arquitecto diseñó las dos portadas barrocas, ideó la capilla, configuró el patio, la escalera de honor y remató las torres.

Las dos entradas se deben a que en origen el edificio fue diseñado para albergar la Casa y la Cárcel de Villa. La de la izquierda era la que daba acceso a la Cárcel; la de la derecha al Ayuntamiento.

El Salón Real se creó en 1656, con el balcón que se asoma a la calle Mayor, para que la reina pudiera contemplar la procesión del Corpus en la casa nueva que se estaba edificando, en el lugar donde había estado la cárcel vieja, como vimos en el artículo anterior.

Hoy día, desde el zaguán se accede a la Escalera de Honor donde se encuentra la escultura de la famosa Mariblanca, escalera que lleva al Salón Real y a otras estancias nobles, como veremos.

Con el tiempo el Salón, desde el que las reinas contemplaban la procesión del Corpus, se convirtió en Sala de recepciones o antesala de la Alcaldía; hoy es conocido como Salón Goya por el cuadro que lo adorna; es una copia del cuadro Alegoría de la Villa de Madrid cuyo original se encuentra en el Museo de Historia.

En este salón se encuentran otras pinturas notables, como la Crucifixión de Francisco Ricci (1662) y Los enterramientos del 3 de mayo de 1808 de Vicente Palmaroli (1871). El techo fue pintado por Pedro Martín Ledesma y Juan de Villegas.

Más cambios y reformas en el siglo XVIII dieron al edificio su aspecto actual.

La columnata que da a la calle Mayor, en el balcón abierto en origen, es obra de Juan de Villanueva (1787).

Otra pintura propiedad del Museo de Historia, El coche real pasando ante el Ayuntamiento, obra de Manuel Fernández Sanahuja, representa el paso de la carroza real por la calle Mayor ante la Casa de la Villa el 29 de noviembre de 1879, día de las segundas nupcias del rey Alfonso XII con María Cristina de Habsburgo-Lorena. Sanahuja pintó la fachada del Ayuntamiento que da a la calle Mayor.

Recordemos que también es el autor de las bellas acuarelas que reproducen algunos de los frescos pintados sobre la fachada de la Casa de la Panadería, que existieron hasta al menos 1880.

M.F, Sanahuja, «El coche real pasando ante el Ayuntamiento», óleo sobre lienzo (1879) (memoriademadrid.es)

El edificio de Gómez de Mora estaba organizado alrededor de un patio, el Patio de la Casa de la Villa, al cual se accedía directamente desde la calle por ambas portadas.

Maqueta de León Gil de Palacio (1830), Museo de Historia.

En 1896 fue cerrado, convertido en dos pisos mediante un suelo intermedio, y cubierto. Transformado en Sala de reuniones, los balcones se convirtieron en puertas. Al ser destruida una parte de la cubierta durante la guerra civil posteriormente se instaló el nuevo techo formado por magníficas vidrieras de la Casa Maumejean, que es el que actualmente se puede admirar.

Hoy día es conocido como el Patio de Cristales.

Nuevas reformas de menor importancia y restauraciones tuvieron lugar en los siglos XIX – XX.

En la buhardilla de la torre esquina con la calle Mayor, llamada la Torre del Reloj, fue instalado el reloj procedente de la derribada iglesia de San Salvador.

Casa de la Villa, 1930. (Foto memoriademadrid.es)

En la actualidad, el reloj –que no he conseguido saber si es el mismo–, está ubicado en el último cuerpo de la torre.

Casa de la Villa, 2019

Bajo esta torre, Ardemans diseñó el Oratorio, decorado con las extraordinarias pinturas de Antonio Palomino.

Durante un tiempo fue despacho del Alcalde. Hoy está felizmente libre de muebles y luce en todo su esplendor.

En la Sala de la Custodia se encuentra una de las joyas municipales, obra que realizó el platero Francisco Álvarez en 1576. En esta misma estancia hay un valioso Cristo de marfil, del siglo XVII.

Finalmente, el Salón de Plenos –las pinturas del techo también fueron obra de Palomino, al temple en este caso fue el escenario de las reuniones concejiles durante siglos.

Desde finales de 2007 la sede del Ayuntamiento madrileño es el antiguo Palacio de Comunicaciones, el Palacio de Cibeles, construido por Antonio Palacios y Joaquín Otamendi en los comienzos del siglo XX.

Por: Mercedes Gómez

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Bibliografía:

NAVASCUÉS, Pedro y HURTADO, Pedro. La Casa de Ayuntamiento de Madrid. Madrid, 1985.

VARELA, Eulogio. Casa de la Villa de Madrid. Ayuntamiento de Madrid, 1951.

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Artículos anteriores:

 

 

Hace unos días tuve el placer de recibir una invitación especial, la visita al Museo de Historia de Madrid para participar en el Encuentro «Madrid, historia y futuro». Todos los asistentes, blogueros y administradores de redes sociales, fuimos recibidos con gran hospitalidad. Fue una tarde bonita e interesante.

Museo Municipal, calle Fuencarral 78.

En primer lugar, en la Sala de maquetas, la Directora nos dio la bienvenida y nos explicó el motivo del encuentro. Tan sencillo y tan agradable como simplemente conocernos y ver en qué podemos ayudarnos mutuamente pues tenemos un objetivo común: difundir la historia de nuestra ciudad.

El museo, por si fuera poco el maravilloso contenido que ofrece en sus salas, a disposición de todos, nos puede ayudar en nuestras tareas a la hora de elaborar artículos o emprender trabajos de investigación. Facilitarnos el acceso a imágenes o fotografías antiguas, bibliografía, etc.

Después de la directora intervino uno de los responsables de la extraordinaria e impagable web Memoria de Madrid. Otros miembros del personal del museo nos contaron sus actividades, proyectos, etc. Damos las gracias a todos.

En la breve charla y posterior participación de algunos asistentes se planteó un tema importante: debemos citar siempre la fuente del material que utilicemos. Quién es el autor de una fotografía, a quién pertenece, si procede del archivo del museo o de la web municipal, o de cualquier otro archivo, revista o diario, un blog … citemos por favor.

Hay que citar las fuentes, por honestidad y respeto a los propietarios de los contenidos, y, esta es mi opinión personal, por dar credibilidad a nuestras publicaciones sea en el soporte que sea.

Después se cumplió el sueño de todos los enamorados de un museo, nos mostraron sus almacenes, algunas de las estancias normalmente cerradas al público.

Primero, el Gabinete de Estampas y Dibujos que también almacena cuidadosamente fotografías, grabados, etc.

¡Cuántos tesoros, entre finos papeles protectores, se conservan en esos cajones!

Luego visitamos un precioso y sugerente almacén abuhardillado.

Allí se encuentran algunas de las maquetas procedentes del desaparecido Museo de la Ciudad, esculturas, carteles de antiguas fiestas de San Isidro… y unas cajas bien embaladas, gran noticia, que guardan objetos y muebles en espera de su traslado al Museo de la duquesa de Osuna en los Jardines del Capricho, prevista su inauguración para el año que viene.

Según nos cuentan, este espacio está destinado a formar parte del recorrido expositivo. En un futuro próximo albergará piezas correspondientes al siglo XX, época que, como ya se publicó en la prensa hace unos meses, pasará a formar parte de la Colección permanente.

En otra sala unas vitrinas guardan diversos objetos, esculturas y porcelanas procedentes de la Real Fábrica del Buen Retiro. Comprobamos cómo las piezas son ordenadas y catalogadas a la espera de poder ser expuestas en algún momento.

Finalmente en otro almacén algunas pinturas y planos se ordenan en varios peines. Aquí se encuentra también una bella escultura, San Marcos, recientemente restaurada, como el San Joaquín que pudimos admirar hace unos días.

Merece la pena visitar el Museo de Historia de Madrid, y si ya lo conocemos, hay que volver, siempre depara sorpresas y nos enseña cosas nuevas. La Colección permanente es magnífica, y por supuesto hay que ver el Jardín con la Fuente de la Fama y la Capilla. Por supuesto admirar el edificio con su portada de Pedro de Ribera.

Además el museo municipal es gratuito, un privilegio que debemos aprovechar.

En la Calle Fuencarral nº 78.

Para terminar, os animo a visitar su web, que proporciona mucha información valiosa, y su cuenta de la red social Facebook en la que nos hablan de sus actividades, fondos, adquisiciones y curiosidades.

Por : Mercedes Gómez

Hace pocos días se han presentado en el Museo de Historia de Madrid varias obras recientemente restauradas. Una pintura de Ángel Lizcano, titulada Agua, azucarillos y aguardiente, óleo sobre lienzo, de 1897, mobiliario de los siglos XVIII y XIX y dos esculturas en las que vamos a detenernos hoy.

Son dos obras muy distintas, una representa dos figuras de la religión cristiana, la otra una escena de la mitología. La primera es una talla realizada en madera de cedro, la imagen de San Joaquín y la niña María, y la segunda un conjunto de terracota que representa el mito de Diana o Selene y Endimión en su sueño eterno. Las obras tienen en común que ambas fueron realizadas en el siglo XVIII.

En la Sala de cartografía y maquetas, en el sótano, se expone San Joaquín con la Virgen niña en brazos, talla anónima realizada en madera policromada y estofada que pertenece a los fondos fundacionales del museo pues ingresó en 1927. Un panel junto a la escultura explica el complicado proceso de limpieza y restauración a que ha sido sometida.

Nos comentan en el museo que existe una pareja de esta escultura, Santa Ana, que aún está a la espera de restauración.

En la misma sala se pueden ver algunas piezas del mobiliario restaurado. Las obras permanecerán expuestas, de 12 a 14 horas, de martes a domingo. El museo justifica la reducción de horario para su conservación.

———

En el Patio de acogida del Museo se encuentra el grupo escultórico de René Michel o Michel Ange Slodtz, Diana y Endimión, realizado en terracota en el año 1738.

El escultor francés Slodtz trabajó en Italia y es autor de grandes obras, entre ellas el San Bruno que se encuentra en la Basílica de San Pedro en el Vaticano.

Este conjunto barroco representa el tema de la mitología griega en que Endimión, condenado por Júpiter a dormir eternamente a cambio de la juventud y la belleza eterna, era visitado cada noche por la diosa Diana. Otros personajes y numerosos detalles completan el grupo.

La firma del artista y la fecha 1738 en la base ha llevado a pensar que se trata del modelo del conjunto realizado en mármol en 1740 que se conserva en una colección particular en Ginebra.

La escultura se encontraba en el Palacio de la Quinta de Torre Arias, bastante deteriorada por el paso del tiempo y el abandono. Se procedió a la limpieza de las capas de suciedad que tenía y así se pudo conocer la naturaleza de la obra.

El modelo fue realizado por piezas, algunas de ellas perdidas, en arcilla hueca y cocida. Los elementos desaparecidos no se han reproducido con el fin de respetar la obra y no crear un falso histórico.

Muestra una capa de engobe rosada que no se sabe si es original o añadida posteriormente, según leemos en el panel explicativo expuesto junto a la obra.

Las obras se podrán contemplar en su emplazamiento actual durante unas semanas, posiblemente al menos hasta después de las Navidades.

Por: Mercedes Gómez

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Bibliografía:

Museo de Historia
Calle Fuencarral, 78

TELLERÍA, Alberto. Una escultura ignorada de Michel-Ange Slodtz en Madrid. Madrid, Ciudadanía y Patrimonio, 2015.

Volvemos al Jardín Reservado de Felipe II en la Casa de Campo. Después de nuestra visita a las Grutas el pasado mes de junio, hace unos días hemos tenido ocasión de conocer el Vivero municipal.

El Vivero de la Casa de Campo desde el siglo XIX está ubicado en terrenos del antiguo Reservado. Es uno de los tres viveros municipales, junto al Vivero de Estufas del Retiro y el de Migas Calientes. En la actualidad es un lugar importante por la función que cumple –producción de árboles y arbustos destinados a las calles y parques madrileños–, por su belleza y por su valor histórico pues guarda las huellas del antiguo trazado.

El pintor Félix Castello lo representó en un extraordinario cuadro que podemos contemplar en el Museo de Historia de Madrid. En él vemos el palacete que fuera de los Vargas y el jardín renacentista creado por Felipe II.

Félix Castello. “La Casa de Campo” (1615-1651), óleo sobre lienzo, Museo Arqueológico Nacional (depósito en Museo de Historia)

Frente al palacete desde los inicios del siglo XVII, alineadas frente a la fachada principal, se situaban la estatua ecuestre de Felipe III, obra de Juan de Bolonia y Pietro Tacca, trasladada en tiempos de Isabel II a la plaza Mayor y la Fuente del Águila, que estuvo aquí hasta 1890.

F. Castello. “La Casa de Campo” (detalle)

A la derecha de la lonja de las Grutas se encontraba la Fuente de Neptuno o Fuente Rústica, que también se aprecia en la pintura de Castello.

F. Castello. “La Casa de Campo” (detalle)

De ella actualmente se conserva la hornacina, como vimos.

La Fuente del Águila era la más importante del jardín, pero no era la única, había varias fuentes más sencillas adornando los parterres, que también representó Castello.

Castello. “La Casa de Campo” (detalle)

Hoy día, ausentes la estatua ecuestre y la fuente, en el paseo frente a la fachada principal del palacio se encuentra el camino de entrada al vivero.

Lugar donde estuvo situada la estatua de Felipe III frente al palacete.

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Espero que hablemos del vivero más adelante, hoy vamos a detenernos en una singular fuente que se encuentra en el recinto, la Fuente de la Concha.

Es una fuente muy humilde, pero adornada por un antiguo elemento escultórico, probable vestigio de aquella época en la que estos terrenos estaban ocupados por los jardines renacentistas de Felipe II. Se trata de una concha de piedra identificada con la imagen del Nacimiento de Venus, representado por Botticelli.

A principios del año 2004 el jardinero Luciano Labajos la descubrió, escondida entre arbustos desde hacía al menos cincuenta años. Se conocía su existencia porque figuraba en la relación de fuentes descritas después de que la Casa de Campo pasara a manos municipales, en 1931. La memoria municipal de 1933 la incluía, mencionando su situación en los terrenos que fueran del Reservado de Felipe II. Pero durante la guerra debió sufrir desperfectos, posiblemente trasladada desde otro lugar, abandonada poco a poco fue cubriéndose de zarzas.

Se trata de una modesta construcción de ladrillo, con el frente de piedra, que acaso surtía el agua de un manantial. Actualmente el caño está seco.

En la parte superior se adorna con la mencionada concha de piedra.

Luis de Vicente, estudioso de la Casa de Campo, junto a Labajos consideraron que la concha exquisitamente labrada era un elemento del siglo XVI o XVII que debió pertenecer a algún conjunto escultórico de una de las fuentes del Reservado chico, aquel que representó Félix Castello.

Por: Mercedes Gómez

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Bibliografía:

LABAJOS, Luciano y RAMÓN-LACA, Luis. Jardinería tradicional en Madrid. Ed. La Librería 2007.

El País, 18 enero 2004.

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