Estas dos humildes herramientas, estos pequeños seres de metal no responden por sí solos sino que toman prestadas las voces de los millones que los han empuñado. Voces de mujeres, ancianos, jóvenes, de todos los colores, de todos los países:
“Tu, Yo, Nosotros, los de abajo somos la hoz y el martillo. Tu, Yo, Nosotros los que sustentamos el presente, los que el futuro guardamos.”
Simbolizamos la unión de los campesinos (la hoz) y los obreros (el martillo). Aunque la historia nos dejó ya esta forma, lo mismo somos la lija, la llave, el cautín, el torno, la pala, la probeta, el sartén, el pico, el taladro, la franela, el machete, el rastrillo, la aguja, el pincel, el lápiz, la red, el hacha, el volante, etc. Somos las herramientas que utilizan los trabajadores para transformar el mundo.
Estamos en un símbolo porque representamos sus intereses. Sobre todo su anhelo de no dedicar la mayor parte de su vida a enriquecer a otro, a tener el destino en sus manos.
Cuando un trabajador nos porta como símbolo somos la voluntad para aplastar a quienes lo sumen en la miseria. La decisión para edificar un nuevo mundo que conozca la paz y la justicia.
Por un lado somos la llegada de la dictadura, fuego y puño contra el dueño cruel, el que amasa oro con las guerras, el que envenena el mundo, el que niega el pan a las familias del pueblo, el que procura tinieblas a la humanidad.
Vastos pueblos construyeron países donde esto era realidad y por eso ondeamos en sus banderas no hace mucho.
Los reyes lejanos, los mandones, los que nunca han tocado una herramienta nos ven con terror. Por eso nos acusan y odian, porque odian y temen a los trabajadores.
“Tu, Yo, Nosotros, los que nunca fuimos nada, los futuros dueños del mundo. Tu, Yo, Nosotros, los únicos que movemos la rueda gigantesca de la historia. Tu, Yo, Nosotros somos la hoz y el martillo.”