Sociedad

Veinte años atrás, Federación desaparecía bajo las aguas

Fue al construirse la represa de Salto Grande Federación fue ganada por el lago que se formó Los habitantes debieron mudarse a una nueva ciudad Y ayer recordaron el hecho con una fiesta popular

Redacción Clarín
26/03/1999 00:00

Federación es como una paloma que se ahogó en las aguas benditas, decía, con esforzada letra infantil, una cartulina colgada en una escuela. Feliz cumpleaños, saludaban letras de papel desde el techo de otra. Las dos hablaban de lo mismo: hace 20 años fue inundada la ciudad de Federación; hace 20 años se fundó la Nueva Federación. Ayer fue el cumpleaños y los federaenses festejaron lo nuevo sin apartar la mirada de lo que quedó debajo del agua.No fue un fenómeno natural: cuando se decidió hacer la represa de Salto Grande, en 1946, ya se sabía que el lago que forma la represa inundaría la zona donde estaba la vieja Federación. Ahí no habría opción: habría que salir o salir.La represa fue una amenaza durante treinta años. Muchos creyeron que no se haría nunca y se equivocaron: en marzo del 79 el agua avanzaba sobre el pueblo y desde Buenos Aires llegó el que era presidente de facto, Jorge Rafael Videla, a hablarles del futuro.Alegres se irán los jóvenes y tristes se irán los viejos, dice la canción Adiós vieja Federación. Lo cierto es que nadie la pasó bien con el traslado. De un pueblo de casas grandes, lleno de árboles y de pájaros, pasaron a un lugar que no estaba terminado, a vivir en medio del barro.Los vecinos de siempre quedaron lejos. Les dieron las llaves de casas que muchas veces ni tenían puerta. El alumbrado público era una lamparita en cada esquina. Y sobre la vida de cada uno avanzaban las topadoras. Pero pasaron 20 años.Nueva Federación, veinte años después, es un pueblo prolijo, simétrico, lleno de flores, nuevo por donde se lo mire. Un pueblo tranquilo de más de diez mil almas en el que esta semana la gente anduvo agitada: los festejos empezaron el sábado 20 con una muestra de fotos y terminaron ayer con un desfile en el que marcharon todos. El agua otra vez amenazaba: ayer el cielo amaneció cerrado y la lluvia mostró los dientes todo el día.Las fotos que se expusieron mostraban la ciudad vieja. Casa por casa. Y la gente caminaba mirando los paneles seria, muda. Buscando la propia. Me erizo todo al ver mi casa, me da una emoción terrible, dijo Raúl Talarico, un hombre flaco, treintañero. Luego se pasaba una mano por el brazo, para explicar su sensación.Yo repartía diarios, conocía todos los barrios -contó Talarico-. Cuando vinimos acá no había árboles, no se escuchaban los pájaros. Allá vivíamos frente a la estación. Después, extrañamos el ruido de los trenes. Mi abuelo no quería venir. Al año se murió de la tristeza...Había, sin embargo, una sensación como de gesta entre los federaenses. El pueblo lucía lindo y fueron ellos quienes lo hicieron de la nada. Quizá por eso había globos adornando muchas ventanas y por todas partes, carteles de Feliz Cumple.Y resultó un cumpleaños raro: se hablaba de lo que pasó antes, las historias se detenían hace 20 años. Algunos, como Mabel, de 39 años, decían que lo mejor de mi vida pasó allá. Cuando cruzábamos el río y por las piedras llegábamos hasta Uruguay, con los vecinos, con toda la gurisada. Acá tengo confort, nada más.Otros se sentían de otra manera: Luisa Sánchez, de 39 años, cinco hijos se juntó con los vecinos de la cuadra e hicieron un pasacalles. La queríamos a la vieja -dijo Luisa- y la queremos a la nueva. En este barrio somos re unidos. El primer día que llegué, me tocó la puerta mi vecina para pedirme una bombilla y nos hicimos amigas. Yo era recién casada, no tenía casa, y me encontré con una nueva y completa. Tenía que pagar durante 30 años, pero a los 15 me cancelaron la deuda.Por esas calles adornadas, ayer a la madrugada pasó la serenata. Como para no desaprovechar ni un rato del cumpleaños, en el primer minuto del 25 estuvo listo el camión con los músicos: un acordeón, una guitarra, buenos parlantes y dos cantantes: uno de ellos era Hernán Burna, presidente del Concejo Deliberante.La serenata siempre fue una tradición federaense. En este caso, el recorrido pasaba por las casas de varios personajes de la historia del pueblo. Arrancó el camión y una caravana de coches, motos y bicicletas atrás. Pararon por lo de Pizzio, el dueño de uno de los bares. Después, por lo de Clive Vago, que fue maestra de música de todos los que estaban arriba del camión.La casa de Clive estaba a oscuras, las persianas cerradas. Levantate, serenata, le gritaron y cantaron hasta que la señora de canas apareció con un vestido azul. Afuera estaba medio pueblo. Clive sonrió, dio cientos de besos y se metió en la casa: luego volvió con vino blanco helado.Mientras tanto, en la Municipalidad, una decena de reposteras preparaba a la reina de la fiesta del jueves: una torta de 1.500 kilos. Con botellas de gaseosa iban bañando el bizcochuelo de almíbar con cognac. Se alistaban para una noche larga.Temprano, los federaenses se volvieron a juntar en la plaza. Con una taza en la mano, para servirse algo de los 100 litros de mate cocido que se prepararon en una cocina de campaña. Para comerse algunas de las tortas fritas que se hicieron con 50 kilos de harina. Juntos, en esa plaza que recién tuvieron desde 1991.A casi todos les gusta esta ciudad nueva. Aunque, como Rafael, no pudieran impedir que se les hiciera un nudo en la garganta cuando contaban que recorren la ciudad vieja en sueños, levantando los pies donde las raíces rompieron las baldosas, doblando por esquinas que son asfalto para los peces.


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