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Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

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Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Edición: fabi tron y valeria flores<br />

Foto y diseño de tapa: Celeste Onaindia y Epoyán Gonzalez<br />

Editorial: La Mondonga dark<br />

Año: 2013<br />

Lugar: Neuquén - Argentina<br />

Mail: mondongadark@gmail.com<br />

Licencia creative commons<br />

Reconocimiento – No Comercial – Sin Obra Derivada<br />

[1]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Chonguitas:<br />

masculinidades<br />

de niñas<br />

fabi tron y valeria flores (comps.)<br />

con Andrea Lacombe<br />

[2]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Para las chonguitas que fuimos, las que vendrán<br />

y las que estamos siendo…<br />

[3]


Índice<br />

Prólogo<br />

fabi tron y valeria flores [8]<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

La rabiosa<br />

Andrea Achilli (La Plata - Argentina) [14]<br />

Foto de estudio<br />

Evelyn Sotomayor (Lima – Perú) [18]<br />

La vida, es la vida, yo puedo hacer lo que quiera<br />

Josefina Alba Posse (La Plata - Argentina) [20]<br />

Masculina femenina, siempre<br />

Nines Campo Esteban (Neuquén - Argentina) [24]<br />

Mi jeep policial<br />

Erika Ugarte Aguila (Santiago – Chile) [27]<br />

Marimacha<br />

Ali Toscano (Neuquén - Argentina) [31]<br />

Fútbol, piñas y barro<br />

Yessica Cabrera (Tandil - Argentina) [34]<br />

Liniers<br />

Pao Lin / Lin Bao (CABA - Argentina) [38]<br />

Mamá y mamá<br />

Claudia Barrientos (Neuquén - Argentina) [42]<br />

Chalito<br />

Noemí Tapia (Neuquén - Argentina) [45]<br />

La guerra contra las polleras<br />

Marcela Torres (Neuquén – Argentina) [48]<br />

¿Y L… por dónde anda?<br />

Laura Kussrow Quereilhac (Jalisco – México) [51]<br />

[4]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

No se trepa a los árboles con vestido<br />

Veru Iché (Estado Español) [55]<br />

Manuelita vivía en Pehuajó, pero…<br />

Lucia Forneri (CABA - Argentina) [57]<br />

Abrir la puerta para ir a jugar<br />

fabi tron (Córdoba – Argentina) [62]<br />

Pepita, la pistolera<br />

Cecilia Dumón (CABA – Argentina) [67]<br />

Un chonguito por las ramas<br />

Luciana Tadey (CABA - Argentina) [71]<br />

Chupate esa mandarina<br />

Ana Scully o Aniushka Lupín (Córdoba – Argentina) [75]<br />

Familiar<br />

xara sacchi (Bilbo – País Vasco) [78]<br />

Jugar con las muñecas de tus manos<br />

Violeta (CABA – Argentina) [84]<br />

A los 7…<br />

Diana Pérez Rivera (México) [88]<br />

Una chonguita de la resistencia armada<br />

Julia Zárate (CABA - Argentina) [91]<br />

Abrazo hermano<br />

Dahiana Belfiori (Rafaela – Argentina) [94]<br />

Los nenes con los nenes, las nenas con las nenas<br />

mónica palacio (Córdoba – Argentina) [97]<br />

Al calor de la escena in/de/fin/ida<br />

Ileana Dell’Unti (La Plata – Argentina) [101]<br />

Los juegos que yo quiera<br />

Carolina Reynoso (CABA - Argentina) [106]<br />

[5]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Ser chong@ y no morir en el intento<br />

Natalia “taty” Lavia (Puerto Madryn – Argentina) [110]<br />

De ayer a hoy… de peque a adulta mujer<br />

Natalia Quintana (P.N. Los Alerces-Argentina) [114]<br />

La denuncia de mi teta izquierda<br />

Cecilia Ré (Córdoba – Argentina) [119]<br />

Diario<br />

Laura Fernández Cordero (Buenos Aires-Argentina) [124]<br />

Rara<br />

valeria flores (Neuquén – Argentina) [127]<br />

¡Nena, qué pena!<br />

Gabriela Grenni (Buenos Aires – Argentina) [132]<br />

La seriedad de los juegos<br />

Graciela Soto (CABA - Argentina) [134]<br />

Des-aprender a caminar<br />

Wanda Rzonscinsky (CABA – Argentina) [137]<br />

La Experiencia Lesbiana<br />

Ivonne Yesenia Vite Silva (Aguas Calientes – México) [141]<br />

Alguna vez fui ángel<br />

Susana Albarrán Méndez (Madrid – Estado Español) [147]<br />

La flaca machorra<br />

María de los Ángeles Martínez Suárez (D.F.-México) [150]<br />

La futbolera<br />

Marina Moran (Neuquén – Argentina) [155]<br />

El picadito reclamó un cambio de "hábito"<br />

Eliana Lores (Quilmes – Argentina) [159]<br />

Machonas<br />

Marta Lete (Tigre – Argentina) [162]<br />

[6]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Libros, sapos y amistad: también las niñas resisten…<br />

María Luisa Peralta (Ramos Mejía – Argentina) [164]<br />

Recuerdos de una chonguita provinciana<br />

Macky Corbalán (Neuquén – Argentina) [169]<br />

Machona<br />

Andrea Lorenzo (Villa Constitución – Argentina) [173]<br />

Actitudes y resistencia<br />

Lucas (raquel) Platero (Madrid – Estado Español) [176]<br />

Masculinidades de niñas: entre “mal de archivo” y<br />

“archivo del mal”<br />

valeria flores [180]<br />

Dar cuenta de lo indecible<br />

Andrea Lacombe [195]<br />

Agradecimientos [202]<br />

[7]


Prólogo<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Inquietudes, preocupaciones, pasiones compartidas y una<br />

foto alimentaron la idea de este proyecto que hoy llega a<br />

su concreción y se materializa en este libro virtual:<br />

Chonguitas, masculinidades de niñas.<br />

Como dijimos en la convocatoria 1, nos interesaba<br />

rememorar nuestras infancias “masculinas”; visibilizar,<br />

recuperar y exhumar esas infancias masculinizadas en<br />

cuerpos asignados como niñas. Queríamos celebrar<br />

nuestras infancias chonguitas, marcadas por la<br />

estigmatización, el rechazo, la hostilidad, pero también, y<br />

fundamentalmente, cargada de deseos. No buscábamos<br />

continuidades ni coherencias, sino relevar señales,<br />

huellas, rastros, marcas, cortes, cicatrices, pistas, residuos,<br />

vestigios, como un trabajo arqueológico de<br />

masculinidades no hegemónicas. Por eso, este libro no<br />

tiene la pretensión ni debería ser entendido, como una<br />

muestra representativa o como una expresión<br />

totalizadora de las masculinidades de niñas.<br />

Chonguitas se hace lugar en un contexto donde los<br />

discursos sobre la infancia ocupan poco espacio en las<br />

reflexiones y la praxis política tanto del feminismo como<br />

del movimiento lgtttbiq y de la disidencia sexual, y<br />

cuando lo hacen la localizan en, al menos, tres discursos:<br />

cuando refiere a l*s “hij*s” de familias lgtttbi; cuando se<br />

1 La convocatoria completa se encuentra disponible, entre otros sitios,<br />

en: http://potenciatortillera.blogspot.com.ar/2012/08/fabi-tron-yvaleria-flores.html<br />

[8]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

considera a l*s niñ*s exclusivamente como “víctimas” de<br />

las instituciones heteropatriarcales y racistas; cuando se<br />

convierten en objeto de disputa con los discursos<br />

conservadores y pro-vida, en el cual una supuesta<br />

“inocencia” ocupa los enunciados de ambas partes –unos<br />

denunciando su interrupción, otros desmintiéndola-. En<br />

ese sentido, este libro quiere ser un aporte activista que<br />

permita ampliar esos límites discursivos y desplegar el<br />

debate –demasiadas veces clausurado de antemano-<br />

acerca de pensar la infancia como un espacio político de<br />

intensa pugna de poder, que construye el cuerpo de l*s<br />

niñ*s como escenarios de ansiedades culturales y pánicos<br />

morales. Nuestro interés es pensar colectivamente el<br />

cuerpo de la infancia como cuerpos en devenir,<br />

objeto/sujeto de las programaciones de género y sexuales,<br />

y también como sujetos de derecho cuya garantía debe<br />

conjurarse no sólo en un corpus jurídico-normativo sino, y<br />

especialmente, en la trama de prácticas y significaciones<br />

cotidianas. Deseamos que este libro -como referencia<br />

cultural- estimule la imaginación y la sobrevivencia de<br />

todas aquellas niñas que no encajan en los modelos<br />

normativos de la feminidad. Por eso mismo, estas<br />

motivaciones convierten a Chonguitas en un libro para un<br />

público sin jerarquías etarias, para que sea leído, releído y<br />

reescrito por personas adultas, jóvenes, adolescentes y<br />

niñ*s.<br />

Así fue como decidimos lanzarnos a la aventura y afrontar<br />

el desafío de proponer, en agosto del 2012, la<br />

convocatoria para participar de este proyecto. Dado que la<br />

palabra chonga/o se usa sólo en Argentina, originalmente<br />

estaba destinada para quienes vivieran o hayan vivido en<br />

el país. Nuestra primera sorpresa fue que comenzaron a<br />

[9]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

escribirnos personas interesadas de otros países, lo que<br />

nos llevó rápidamente a ampliar la convocatoria para<br />

América Latina y España. Las condiciones para participar<br />

fueron mínimas: el envío de una foto de la infancia que<br />

mostrara la expresión masculina y un texto breve sobre la<br />

vivencia de esa masculinidad, vista, significada,<br />

interpretada, desde el hoy.<br />

Aspirábamos a que la convocatoria fuera amplia en<br />

relación a la identidad sexual y/o de género con las que se<br />

identificaran actualmente l*s participantes, así como en<br />

cuanto a su nacionalidad, edad, ocupación, filiación<br />

política, étnica/racial, etc. Nos preocupaba que la<br />

propuesta fuera recepcionada y apropiada sólo por<br />

lesbianas y, entre ellas, sólo por activistas. Sin embargo,<br />

nuestras expectativas fueron superadas ampliamente.<br />

Recibimos 44 maravillosas y singulares narraciones; la<br />

mayoría son de lesbianas pero también participaron<br />

personas que se definen a sí mismas como: mujer, mujer<br />

diversa, heterosexual, heterosexual no ortodoxa, cuir, así<br />

como hubo quienes decidieron no mencionar su identidad<br />

sexogenérica. Un poco menos de la mitad son activistas<br />

lesbianas, lesbofeministas, lesbianas feministas o<br />

feministas. Sus edades oscilan entre los 22 y los 55 años,<br />

en general pertenecen a la franja etaria de entre los 30 y<br />

39 años. Aunque con un leve predominio de docentes, sus<br />

ocupaciones son muy variadas: artistas, artesanas,<br />

empleadas, guardaparques, abogadas, psicólogas,<br />

periodistas, trabajadoras sociales, técnicas dentales,<br />

escritoras, entre otras. Los relatos arribaron de Chile,<br />

Perú, México, y el Estado Español, así como de las<br />

provincias argentinas de Buenos Aires, Neuquén, Córdoba,<br />

[10]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Chubut y Santa Fe, y de la Ciudad Autónoma de Buenos<br />

Aires; y a medida que llegaban, fueron armando el cuerpo<br />

de este proyecto.<br />

La edición de los textos ha sido mínima y con el criterio de<br />

facilitar la lectura, fundamentalmente por respeto a las<br />

autoras, a sus formas de escritura y para evitar cualquier<br />

tipo de resignificación que toda edición supone. En<br />

algunos casos, se dialogó con la autora sobre el uso de<br />

representaciones estereotipadas de otras identidades. De<br />

este modo, las condiciones iniciales de participación se<br />

fueron flexibilizando; así, algunos relatos exceden la<br />

cantidad máxima de caracteres solicitados en la<br />

convocatoria, o algunas participantes no encontraban<br />

fotos de su infancia por diversas dificultades y sus aportes<br />

igualmente están presentes.<br />

Finalmente, los textos de Andrea Lacombre y valeria<br />

flores no hablan “de” los relatos para objetivarlos bajo una<br />

lógica academicista que le sustrae al trazo biográfico el<br />

latido de sus conflictos, deseos, pasiones, malestares y<br />

éxtasis, sino que son invitaciones para seguir pensando e<br />

interpelando las operaciones de la ley del género y<br />

desarmando las imposiciones del sistema<br />

heteronormativo.<br />

valeria flores, retomando el concepto derridiano de<br />

archivo –a través de la lectura de la crítica cultural Leonor<br />

Arfuch que propone pensar la autobiografía como archivo-<br />

reflexiona sobre los aportes de este libro, haciendo un<br />

análisis minucioso sobre las masculinidades de niñas y<br />

mostrando algunas herramientas teórico-políticas que<br />

empujan al diálogo y a profundizar los cuestionamientos<br />

[11]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

al binarismo de género. Por su parte, Andrea Lacombe<br />

hilvana el valor político y categorial del libro desde una<br />

breve anécdota de su niñez. Su lectura de estas historias<br />

reverbera en la piel, su propia piel, en tanto recuerdo y<br />

memoria del cuerpo. Para Lacombe, la posibilidad de<br />

reconocimiento en la vivencia que se tejen entre y a través<br />

de estos relatos de chonguitas, de esas masculinidades de<br />

niñas, haciendo estallar las visiones y percepciones del<br />

género binario que se nos aparecen como naturales,<br />

impulsa a desvampirizar nuestra imagen frente al espejo.<br />

Chonguitas fue una iniciativa autogestiva y colectiva; el<br />

formato que elegimos, el uso de licencias creative<br />

commons y la ausencia de financiamiento son formas<br />

propias que hacen a nuestra praxis política. Creemos en la<br />

autogestión y en los procesos colectivos como decisión<br />

política de apostar – y arriesgarse- a otro modo de<br />

construcción de saber/poder/deseo, de vinculación<br />

afectivo-política y de compromiso ético. El formato virtual<br />

es parte de apropiarnos de las nuevas tecnologías de la<br />

información y la comunicación, que han permitido<br />

vincular a todas las personas involucradas en el proyecto,<br />

volviendo al libro accesible para cualquiera en cualquier<br />

lugar. Nos valemos de una licencia de uso no comercial<br />

porque creemos que las expresiones culturales nos<br />

pertenecen a tod*s, resistiendo las mediaciones<br />

impuestas por las leyes del mercado.<br />

El proceso ha sido arduo e intensamente placentero; nos<br />

hemos sentido atravesadas, conmovidas e interpeladas<br />

por cada una de las historias. Movilización es la palabra<br />

empleada por muchas de las participantes a la hora de<br />

describir lo que les produjo escribir sus relatos.<br />

[12]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Movilización que socava los cimientos de la<br />

normativización impuesta en nuestros cuerpos por el<br />

patriarcado, la heteronormatividad y el binarismo de<br />

género.<br />

Ojalá algo de eso acontezca con/en/por su lectura…<br />

fabi tron y valeria flores<br />

con el calor de enero del 2013.-<br />

[13]


La rabiosa<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

[14]<br />

Andrea Achilli


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Ya empiezo riéndome con el título. Me acuerdo que<br />

cuando tenía alrededor de 9 o 10 años, tenía una<br />

personalidad muy diferente a la de las demás nenas. No<br />

era anti social ni nada, pero muchas veces me sentía ajena<br />

a ese mundo. Corría a los varones por el patio, peleaba a la<br />

par de ellos, y hasta me acuerdo que una vez, (en un<br />

colegio muy católico facho ortodoxo del sur) me puse a<br />

jugar al fútbol y le saqué la pelota a uno que me sacaba<br />

metro y medio más o menos. Los pibitos me felicitaban, no<br />

lo podían creer. Cuando me encontraba siendo atacada<br />

por alguien, reaccionaba como una loca, me defendía<br />

como lo haría cualquier varón macho a esa edad, a las<br />

puteadas y empujones. Por esto me gane por un tiempo el<br />

apodo de “rabiosa” por parte de mis compañeros, jajaja!<br />

Pero igual era genial para mí no callarme la boca y<br />

defenderme de todxs.<br />

Como a los 12, tenía una compañera, muy femenina, que<br />

se había empezado a desarrollar y lo mostraba con orgullo<br />

(a mi me daba tremenda vergüenza tener tetitas y que se<br />

vean), que me decía: yo quiero ser como vos, más<br />

machona, más fuerte. ¿Cómo haces? No usás aritos, no te<br />

importa la ropa y los varones te respetan más. Qué loco<br />

eso!! Yo era feliz siendo como era, y era así naturalmente,<br />

nunca lo había pensado hasta que esta piba me lo dijo de<br />

esa manera.<br />

Muchas veces me fumé de mi familia el típico y tan<br />

escuchado “tenés lindo cuerpo, vestite más señorita”. O un<br />

“ponete algo más lindo, peinate mejor, maquillate un<br />

poco”.<br />

También me acuerdo de una amistad muy linda y cariñosa<br />

con una compañera. Nos escribíamos cartitas, y en una me<br />

[15]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

puso “te amo”. Esa cartita llegó a las manos de mi mamá.<br />

Me acuerdo que me agarró y me dijo: “te amo se le dice a<br />

un novio, a un hombre del que estás enamorada, a un<br />

varón! Esto queda feo entre nenas, se pueden decir te<br />

quiero, pero si no, suena raro. Parecen tortilleras”.<br />

JAJAJAJA<br />

Hacía equitación en el regimiento, y nos llevaban a campo<br />

abierto a practicar. Una vuelta el milico nos dice, los<br />

varones al galope, las nenas miran. Agarré las riendas y<br />

salí al galope! Ni hablar que cuando volví me comí el<br />

sermón: “los varones pueden galopar, eso no es para las<br />

mujeres, Andrea”, y yo feliz con mi galopada rebelde.<br />

Me la pasaba en la bici, rollers, escalada a un árbol que<br />

estaba cerca de casa, en una época quise hacer fútbol, pero<br />

no me dejaron. Hacía básquet. Hacía lo que quería con<br />

toda la libertad. Así era esa parte de masculinidad en mi<br />

infancia.<br />

Creo que todo eso hoy me llevó a estudiar Diseño de<br />

Indumentaria, para poder romper con toda esa mierda,<br />

vestirme como quiero, hacer y conseguir la ropa que me<br />

gusta, con la que me siento a gusto (cosa casi imposible<br />

por aquella época en mi ciudad, donde me mandaba a<br />

hacer los jean anchitos y de colores y después aprendí a<br />

coser con el mismo fin).<br />

Llegando a la adolescencia me di cuenta de esa diferencia<br />

tan grande con las demás., sobre todo a la hora de ir al<br />

boliche, vestirse y todo eso. Odiaba los escotes, los tacos,<br />

las botas! Grrrr! Terrible! Pero bueno, por un tiempo fui<br />

un poco más femenina, lo cual duró bastante poco.<br />

Aunque ya era más grande y aún así, seguí<br />

[16]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

construyéndome a mi manera y buscando mi propia<br />

satisfacción en ese mundo.<br />

En fin, niña en patas, desprolija, rotosa, despeinada,<br />

rabiosa, machona, gruñona, bruja, bocasuelta y libre!<br />

Biografía<br />

Me llamo Andrea Achilli, me dicen la peke. Tengo 24 años. Soy<br />

lesbiana. Viví toda mi infancia y adolescencia en San Martín de<br />

los Andes, Provincia de Neuquén, Argentina. pueblo-ciudad del<br />

sur. Fui a un colegio católico en la primaria, y me cambié a la<br />

escuela técnica Industrial en secundaria.<br />

Vivo en La Plata desde mediados del 2008. Estudié Periodismo y<br />

Comunicación Social un par de años y ahora retomé Diseño de<br />

Indumentaria, que es lo que más me gusta. Milité en un frente<br />

piquetero un año (FPDS), introduciéndome al feminismo.<br />

Actualmente, milito en Malas como las Arañas, colectiva lésbica<br />

feminista desde hace un año. Lo que más rescato es que no<br />

importa a qué edad saliste del closet, ni en qué situación, nunca<br />

es tarde para ser libre! Viva el placer disidente!<br />

[17]


Foto de estudio 2<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

[18]<br />

Evelyn Sotomayor<br />

2 Los fotoestudios eran populares en Lima cuando yo era chica. Esta foto<br />

debe ser de finales de los setenta. Calculo que tendría unos cinco años.


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Me recuerdo claramente, emocionada en los pasillos de<br />

juguetes para varones y cómo mi madre trataba de<br />

conducirme hacia las muñecas y los artículos para niñas,<br />

bajo toda mi resistencia. Recuerdo a la primera niña que<br />

observaba con amor infantil. Recuerdo que mi abuelita<br />

materna hacía ropa y siempre recibí vestiditos, falditas y<br />

blusas de ella, ropa muy linda pero que no me hacía feliz.<br />

Hasta este día. Mi alegría era tan sincera, ¡así quería<br />

vestirme yo sin dudas!, esta chica vestida "de hombre" era<br />

yo. Tanta felicidad los decidió a llevarme a un estudio<br />

fotográfico para retratar - sin saberlo - mi primer acto de<br />

travestismo. Tengo casi cuarenta años y todavía me visto<br />

como hombre. Eternas gracias a mi mamá Juanita.<br />

Biografía<br />

Lesbiana peruana, todavía en actividad pero evaluando la<br />

jubilación. Estudió ciencias sociales pero se gana la vida en<br />

investigación de mercados, de una manera decente pero<br />

bastante impopular (es auditora). Vivió en Argentina e hizo una<br />

fuerte campaña por el matrimonio igualitario desde su humilde<br />

tribuna en Tucumán, se separó de su novia de años y CFK<br />

(Cristina Fernández de Kirchner) sacó la ley cuando ya no vivían<br />

juntas. Así que culpo a la presidenta directamente por mi estado<br />

civil, ahora sería divorciada. ¿Es feliz? a veces lo es, a veces no;<br />

pero trabaja para serlo permanentemente.<br />

[19]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

La vida, es la vida, yo puedo hacer lo<br />

que quiera<br />

[20]<br />

Josefina Alba Posse


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Lo primero que me acuerdo es que tipo a los 5 años, me<br />

encerraba en el baño, agarraba la gomina de mi viejo, me<br />

tiraba el pelo corte carré para atrás, me miraba al espejo,<br />

agarraba el peine y con voz gruesa, cantaba. Me hacía<br />

llamar “Federico”.<br />

En verano, como a los 7 años, no me ponía bombacha, ya<br />

que pensaba que como los varones no usaban nada abajo<br />

del short de la malla, yo tampoco la necesitaba, además,<br />

me daba cuenta que era más fácil así ir al baño y hacer pis<br />

parada. Esto lo hacía todo el tiempo, hasta que me<br />

descubrieron y me dijeron que las nenas no podían hacer<br />

pis así! Eso era para los varones porque ellos podían ya<br />

que tenían pito.<br />

En la pileta, siempre andaba en cuero, en mi casa y en la<br />

de mi mejor amigo, pero muchas veces los nenes me<br />

cuestionaban y me decían que de grande no iba poder<br />

andar así, como ellos, pero a mí no me importaba, para mí<br />

era más cómodo y ponía de excusa que me secaba más<br />

rápido con el sol. Ellos me decían “te van a crecer”, pero<br />

siempre deseé que eso no pase.<br />

Teníamos un club arriba de un techo que se llamaba “El<br />

club de los machos”, y cada uno tenía su chapita de<br />

gaseosa colgada del cuello. Yo era parte del club, y les<br />

hacíamos maldades a las nenas, como a mi hermana, que<br />

querían entrar para reírse de nuestro club.<br />

Jugaba mucho a la pelota, me ofrecieron muchas veces<br />

jugar al fútbol femenino, pero a mí me gustaba jugar con<br />

los varones, porque a las nenas las veía muy frágiles y<br />

tenía miedo de darles una patada. Muchas veces tenía la<br />

expresión de decir “me rompiste las bolas”, y me tiraba al<br />

suelo agarrándome no se qué!<br />

Tenía un árbol al cual me subía siempre y cortaba<br />

maderas, jugaba a la lucha, ahí arriba era mi castillo.<br />

[21]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Escondía los soldaditos en las macetas de mi mamá. A las<br />

barbies de mi hermana las pelaba y les ponía alfileres en<br />

la cabeza y las colgaba de un placard. Le decía que eran<br />

feas y aburridas.<br />

En un cumple una vez, estaba arriba de un árbol, y una<br />

nena desconocida me preguntó si era nene o nena. Le dije<br />

nene, y sentí mucha adrenalina al tener que mentirle, por<br />

miedo a que mi tía se dé cuenta, me rete y después se rían<br />

de mí.<br />

Más adelante como a los 11 años estábamos en unas<br />

canchas de paddle con una amiguita y nos fuimos a un<br />

lugar lleno de maderas, y atrás de una planta le dije que<br />

me dé un beso, y nos besamos por un largo rato. También<br />

le pregunté si le gustaba algún chico, porque a mí no me<br />

gustaba ninguno, ya que yo me sentía un chico más.<br />

Un tiempo después, mi mamá empezó a decirme que tenía<br />

que vestirme bien, prolija, con polleras y vestidos. Y desde<br />

chica me corrían por toda la casa y me decía que me iba a<br />

quemar todos mis pantalones y camisas roñosas, “te tenés<br />

que vestir como una mujercita”. Yo me encerraba en la<br />

habitación y sentía mucha bronca.<br />

En mi primer malón, me acuerdo que me sentía muy<br />

incómoda porque mi mamá me hizo poner una pollera,<br />

entonces le dije a mi amiga que le diga al chico de la casa<br />

que me prestara un pantalón, que me quería cambiar.<br />

Siempre tuve amigos varones, e hice que me respetaran,<br />

no como mujer, si no como persona, ya que compartía<br />

todo con ellos, hasta que encontré a dos mejores amigas,<br />

que hoy también son lesbianas!<br />

Ya tenía re asumido la palabra “marimacho”, y ni me<br />

afectaba.<br />

[22]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Hoy pienso que hacía todo eso porque desde chica supe<br />

que me gustaban las nenas y veía como única salida<br />

hacerme pasar por un varón para poder hacerlo, hasta que<br />

de más grande descubrí que existía la palabra LESBIANA y<br />

podía estar con chicas sin dejar de ser mujer.<br />

Todo esto me ayudó a liberarme, y vivir una infancia libre,<br />

haciendo todo lo que me gustaba, y rompiendo con ese<br />

“vos no podés, porque sos mujer”. Cerraba los ojos y<br />

pensaba: la vida es la vida, yo puedo hacer lo que quiera.<br />

Biografía<br />

Me llamo Josefina Alba Posse, nací y me críe en La Plata. Tengo<br />

23 años. Fui a una escuela facha católica llamada San Blass.<br />

Después me fui cambiando de escuelas.<br />

Estudio música, toco la batería y me gustaría estudiar biología.<br />

Soy 100% lesbiana!<br />

[23]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Masculina femenina, siempre<br />

[24]<br />

Nines Campo Esteban


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

¿Chonguita? dulce término, en mis tiempos sólo éramos<br />

marimachos, por supuesto, tortilleras y un largo etc., de<br />

estupideces.<br />

¿Chonguito? si, puede, tengo un aspecto masculino,<br />

porque parece que si eres libre e independiente, si tienes<br />

valor y coraje, has de ser chonguito, marimacho, es igual,<br />

son denominaciones sin interés, al menos para mí, ya me<br />

cansaron tanto...<br />

Sé lo que soy y lo que quiero, quien no lo sepa, ahhhh, es<br />

su problema, es más, me encanta que me miren, quizás<br />

aun tengo algo un poco andrógino, eso aun me gusta más.<br />

Chongo, me gusta, soy una mujer chongo, no sé por qué,<br />

pero nos nombran las otras personas, yo, cuando me<br />

nombro, sólo soy yo.<br />

Nací en 1957, ya dos siglos, jajaja, bueno, siempre sentí<br />

que mis amores eran mujeres, claro, con Franco 3 era<br />

jodido, pero en realidad, en aquel momento no pensaba<br />

tanto en eso, sólo pensaba en mi condición de<br />

anarcosindicalista, fui de la CNT 4. También fui muy rara en<br />

cuanto a mi edad y mi cultura, leía lo que poca gente leía, y<br />

aprendí mucho, no me gustaba estudiar pero sí leer, todo<br />

me leí.<br />

Siempre supe que amaba a las mujeres, pero no a todas,<br />

sólo a aquellas que me rompían el alma, aun sigue<br />

pasándome, también aprendí que para mí escribir, mis<br />

pequeños poemas, es lo que me salva, porque ahora vivo<br />

en Argentina y no me encuentro, y bueno escribo una y<br />

3 Francisco Franco fue un dictador militar español.<br />

4 Confederación Nacional de Trabajadores (sindicato anarquista).<br />

[25]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

otra vez, y me siento menos sola, creo que soy rara, o no,<br />

es que quizás quiera encontrar aquí, lo que tenía en mi<br />

país y eso es imposible.<br />

Nunca he tenido problemas con mi condición sexual o mis<br />

gustos. Tengo demasiado carácter como para soportar<br />

cualquier cosa que no sea la que corresponde, no sé qué es<br />

ser queer, creo se dice así, por mi edad ya ando algo lejos<br />

de eso, pero filosóficamente, como que me apunto a<br />

cualquier cosa que rompa los estúpidos esquemas que nos<br />

imponen.<br />

Biografía<br />

Vivo en Neuquén, pero con la intención siempre de recorrer este<br />

país. Me jubilé en España por problemas de salud, y bueno<br />

porque quería venir aquí y pude hacerlo, vine por una pareja,<br />

pero ya fue, ahora tengo otra pareja. Actualmente escribo en mi<br />

blog:http://laspalabrassinhuellas.blogspot.com.ar<br />

Aquí sólo me dedico a escribir y a hacer mi programa de radio<br />

por internet, donde sobre todo, aparte de música, pues hablo de<br />

política, de injusticias homófobas o de cualquier cosa que me<br />

parezca injusta, o sea, tengo mucho de qué hablar.<br />

[26]


Mi jeep policial<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

[27]<br />

Erika Ugarte Aguila


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Soy Erika, tengo 36 años, nací en el Puerto de San Antonio,<br />

Chile. La ciudad donde crecí, estuvo siempre llena de<br />

prejuicios, temas escondidos y "pelambres", esa fue una<br />

de las razones por las que emigré al Puerto de Valparaíso<br />

primero y actualmente vivo en Santiago. Mi infancia fue<br />

muy feliz, rodeada de familia y mucho cerro. Mi madre fue<br />

una mujer fuerte, de carácter y físicamente, de contextura<br />

gruesa, muy deportista en su juventud, un día me confesó<br />

que cuando era pequeña, se subía a los árboles, era brusca<br />

en sus juegos y jugaba sólo con niños, por eso la llamaban<br />

“María tres cocos”. ¿Cómo iba a ser yo distinta a ella?,<br />

jugaba con hombres y con mujeres, pero siempre brusco,<br />

era la primera en ser elegida para pertenecer a los<br />

equipos y la más ruda entre mis amigos. Nunca me<br />

cuestioné el hecho de jugar distinto o de vestir distinto,<br />

todo me gustaba y era cómodo para mí. Además lo que<br />

más importaba entre los amigos, era que fueras “groso” en<br />

todos los juegos y no si eras niña o niño, sólo que fueras la<br />

mejor. Me atrevo a decir que cuando fui pequeña, ni<br />

siquiera me importaba el género de los adultos y tampoco<br />

recuerdo en mi infancia alguna pregunta de mi parte que<br />

tuviese que ver con hacer la distinción, entre “hombre” y<br />

“mujer”. Siempre me vestí con buzos y zapatillas, era la<br />

ropa de juego para el día o las ropas del "trajín" como lo<br />

llamaba mi madre, llevaba el pelo corto, porque odiaba<br />

peinarme. Varias veces puse a mi padre en un gran dilema<br />

con el regalo de navidad o cumpleaños, ya que siempre<br />

estaba pidiendo autos, pistas de carrera o juegos de<br />

herramientas, mis gustos eran distintos, me explicaban<br />

que esos juguetes eran para niños, razonamiento que yo<br />

no entendía, ya que eran mucho más divertidos que las<br />

muñecas. Una navidad recibí de regalo, un jeep policial,<br />

recuerdo haber jugado hasta muy tarde con él, bueno,<br />

[28]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

hasta que se agotaron las baterías. Al día siguiente<br />

visitábamos a mi abuela para mostrar los regalos, y recibir<br />

los que ella tenía para nosotras, rememorando, hubo<br />

miradas extrañas de mis abuelos hacia mis padres, parece<br />

que no era tan “normal” que me gustaran este tipo de<br />

juguetes. A medida que fui creciendo, pensé que me<br />

gustaría e interesaría en las cosas que les gustan a las<br />

niñas, pero esa época nunca llegó, me seguía interesando<br />

por lo tradicionalmente masculino. En mi adolescencia,<br />

tenía la misma apariencia, y mis gustos, no cambiaban,<br />

entendí que no era lo “normal”, por lo que decidí, para<br />

pasar “piola”, participar con mis compañeras de colegio en<br />

actividades que no me interesaban, como maquillaje,<br />

accesorios, esquelas, etc. y además, coincidir con ellas, en<br />

que me gustaba el mismo chico que a todas, así no<br />

alteraría el orden establecido y nadie me preguntaría<br />

sobre lo que realmente me interesaba. Sin embargo, una<br />

inquietud creció dentro de mí, sabía que era distinta, y no<br />

quería ser distinta a las demás. A pesar de tomar todas<br />

estas precauciones públicamente, llegaba a mi casa y me<br />

sentía como un chico otra vez, mis modales, formas y<br />

maneras, me sentía como el "hombre" de la casa<br />

por así decirlo, cuando mi padre no estaba, yo me atribuía<br />

la responsabilidad de cuidar a las mujeres. Mi<br />

adolescencia fue una complicación, trataba de entender<br />

mis sentimientos, sin embargo, sabía que no debía<br />

evidenciarlos. Recuerdo que una compañera de curso, me<br />

generaba más que simplemente cariño, pensaba en ella<br />

muy a menudo, y escribía sobre ella, nos juntábamos a<br />

conversar y a bailar, me encantaba estar con ella. Oculté<br />

mis pensamientos y sentimientos hacia ella y me contenía<br />

de sentir cosas, que no era “normal” sentir. No sé cómo<br />

llegó a mí, ni cómo escuché sobre el tema, pero hubo una<br />

[29]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

palabra cuyo significado me hizo mucho sentido...<br />

“lesbiana”, en ese momento, el lenguaje abrió una puerta a<br />

mis sentimientos, pensamientos, cariños, todo. Fue ahí<br />

cuando decidí que al salir del colegio, iba a emigrar a otra<br />

ciudad, a un lugar donde nadie me conociera, para vivir lo<br />

que verdaderamente sentía, sabía que no estaría sola, que<br />

había otras como yo. Me fui a estudiar a Valparaíso, y<br />

comenzó mi verdadera vida, mi vida no-heterosexual.<br />

Biografía<br />

Vive en Santiago de Chile y tiene 36 años.<br />

[30]


Marimacha<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

[31]<br />

Ali Toscano


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Desde que tenía edad de muy pequeña, no hice jardín de<br />

infantes, que mis juegos siempre fueron de varones.<br />

En los años 1970, yo tenía entre los 10 y 14 años, mis<br />

juegos y juguetes siempre fueron de varones. Autitos,<br />

soldados, ladrillos rasti, etc, todo era así, armar rutas,<br />

calles y hacer andar a los autos o armar fuertes con los<br />

ladrillitos para jugar a la guerra con los soldaditos.<br />

Me crié jugando carreras de bicicletas y fútbol con los<br />

varones, me buscaban para formar parte de su equipo. Era<br />

uno más de ellos. Cuando iba a visitar a mi abuela, los<br />

chicos del barrio como no me conocían, me confundían<br />

con un varón, pelo corto, siempre de pantalón, remera y<br />

zapatillas y me decían: ¡che pibe! ¿querés jugar al futbol?<br />

Me divertía, jugaba y después me iba.<br />

Otro juego era imitar a Meteoro y su Max 5. También al<br />

Zorro, me hacía la capa y el antifaz con trapos negros y la<br />

espada con maderas y clavos, la bicicleta hacía de caballo.<br />

Inventaba historias, donde yo era protagonista de una<br />

historia con chicas.<br />

A los 13 años me enamoré de Marilina Ross, ella cantaba y<br />

era actriz en una novela muy famosa. Yo me perdía en la<br />

pantalla, junté plata para correr a comprar su disco.<br />

También fui atleta, corría en 100 metros y salto en largo.<br />

Cuando fui a competir a los intercolegiales donde cumplí<br />

los quince, conocí a una chica, a quien por primera vez<br />

escribí un poema y se lo regalé.<br />

[32]


Biografía<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Marimacha es: Ali Toscano. Nací en Azul, provincia de Buenos<br />

Aires. Soy líder y creadora del Movimiento Lésbico<br />

Emprendedor de Neuquén.<br />

[33]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Fútbol, piñas y barro<br />

[34]<br />

Yessica Cabrera


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Para empezar, mi infancia siempre fue bastante<br />

masculina, más allá de los intentos de mi mamá,<br />

poniéndome vestidos, moños y cuellos enormes y siempre<br />

rosas! (hoy en día odio el color rosa).<br />

Crecí rodeada de varones (mis primos, mis vecinos y mis<br />

amigos del barrio, contaba tan sólo con una amiga mujer).<br />

Mi infancia transcurrió entre fútbol y piñas, además del<br />

tradicional barro.<br />

Cuando tenía tan sólo un año ya comencé con mi<br />

masculinidad a flor de piel, me entretenía tirando piedras<br />

a la calle. A los dos años me escapaba de mi casa, de una<br />

forma muy particular, para ir a jugar con los vecinos,<br />

trepaba un alambrado de aprox. 1,50 m que en su final<br />

tenía 3 alambres de púas, de los que la mitad de las veces<br />

me quedaba colgada o enganchada de las ropas, hasta que<br />

mi mamá se daba cuenta que yo ya no estaba y salía a<br />

buscarme.<br />

A los 5 años, trepar árboles era moneda corriente en mi<br />

vida, cuando me enojaba, cuando me escondía y cuando<br />

nadie me veía, me trepaba y me pasaba horas arriba.<br />

Las muñecas no eran un entretenimiento para mí, hoy<br />

en día guardo varias de ellas en sus cajas originales.<br />

Mis piernitas de nena, eran la vergüenza de mi mamá, ya<br />

que cada vez que quería ponerme un vestido corto las<br />

tenía lastimadas, moretoneadas, cortadas... por lo que<br />

decidía siempre ponerme cancanes, que obviamente<br />

servían para una sola vez, ya que los terminaba<br />

rompiendo en alguna caída o algún enganchón.<br />

[35]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Mi "salvajismo" como le dicen mis amigas de hoy, fue<br />

siempre parte de mi vida, a los 13 años comencé a jugar al<br />

básquet, con un grupo de compañeras, con las cuales<br />

participamos de los Torneos Juveniles Bonaerenses.<br />

Después hice dos años de fútbol femenino, entrenaba a<br />

escondidas de mi mamá, ya que ella jamás lo permitiría,<br />

pero mi carrera de "crack" se frustró cuando me rompí la<br />

rodilla izquierda en un entrenamiento y mi entrenador<br />

tuvo que mentirle a mi mamá para que ella no me retara<br />

(le dijo que había sido jugando básquet, que aunque a ella<br />

tampoco le agradaba mucho era mejor que romperse una<br />

rodilla jugando al fútbol ¡Y sin su Autorización!).<br />

Obviamente mi entrenador no me quiso más en la práctica<br />

y allí terminó todo.<br />

En mi ciudad, se realizaban competencias anuales entre<br />

escuelas secundarias a los que se llaman "Intercolegiales",<br />

en esas competencias mi fuerte era siempre el fútbol, el<br />

básquet, el softbol (bateando y lanzando la pelota), y<br />

además el lanzamiento de pelota de softbol que era<br />

la versión femenina del lanzamiento de bala. Era la bruta,<br />

la macho del grupo de mujeres.<br />

Pero a los 18 años me vine a estudiar a Tandil, a la<br />

facultad, y me alejé por completo de las actividades<br />

deportivas que hacía en Rauch, mi ciudad natal. Me costó<br />

mucho adaptarme a los formalismos de la ciudad, a las<br />

"señoritas educadas y civilizadas" que encontré como<br />

amigas y que han dado por llamarme la "salvajita" al<br />

principio, y han sido parte de mi "civilización", "en Tandil,<br />

me sacaron la pluma de la cabeza" según amigos de Rauch.<br />

Hoy tengo 22 años, estoy en 5to año de la Licenciatura en<br />

Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Humanas de<br />

[36]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Tandil, y a lo largo de estos últimos años me he acercado<br />

hacia la corriente del feminismo, de hecho en este<br />

momento me encuentro realizando un seminario de<br />

"Violencia Contra las Mujeres", y la verdad que<br />

cada día me interesa más el tema de la niñez, de<br />

la formación de roles desde la educación en casa. Celebro<br />

la idea de proponer una infancia libre, sin las leyes<br />

patriarcales, sin juguetes sexistas. Sin princesas tontas y<br />

sumisas y sin Príncipes valientes y luchadores!<br />

Biografía<br />

Tengo 22 años. Soy de Rauch, Provincia de Buenos Aires<br />

(Argentina). Estudio la Licenciatura en Trabajo Social en la<br />

Facultad de Ciencias Humanas de Tandil. No tengo más fotos,<br />

debido a que por esos años, no era común tener una cámara en<br />

casa, y además tampoco creo que la situación económica de mi<br />

familia lo hubiese permitido. Soy heterosexual.<br />

[37]


Liniers<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

[38]<br />

Pao Lin / Lin Bao


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Ahora ya no recuerdo cuál fiesta patria se celebraba<br />

cuando nuestro grado (¿sexto? quizás séptimo... apenas<br />

terminada la Dictadura) fuera convocado para preparar la<br />

obra de teatro que rememoraría aquella desapercibida<br />

efeméride en un acto escolar de una escuela pública<br />

porteña, cerca de Pampa y la vía.<br />

Pero sí recuerdo que nuestra obra tendría patriotas,<br />

damas de Buenos Aires, mulatas vendedoras de<br />

mazamorra, y la presentación estelar de ¡Don Santiago de<br />

Liniers!<br />

El papel de Liniers era -para mí- el más interesante, tenía<br />

largos parlamentos, sacaba a patadas a los ingleses,<br />

reconquistaba Buenos Aires y era nombrado Virrey en<br />

reemplazo del fugado Sobremonte.<br />

Quizás por sus largos parlamentos, ningún compañero del<br />

curso quería hacer de Liniers (Sobremonte ya estaba<br />

cubierto, porque era fácil... se fugaba al comienzo del<br />

primer acto). Así que me "postulé" y ofrecí representar el<br />

papel del buen Santiago.<br />

"Nooooooooooo" tronó mi maestra, "ese es un personaje<br />

para un varón". "Pero, si yo puedo hacerlo...". Fue en vano<br />

mi protesta. Sólo los 'verdaderos varones' podían hacer de<br />

Padres de la Patria.<br />

Igual, no me resigné. Fui a casa, preparé mi mejor pilcha<br />

de comandante francés, aprendí rápidamente las líneas de<br />

Liniers, y me presenté al ensayo lista para reclamar mi<br />

papel. Si Sarah Bernardt había hecho de Hamlet, casi 100<br />

años atrás, yo podía hacer de Liniers, que requería mucho<br />

menos estudio...<br />

[39]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Ante la insistencia y fuerza del deseo puesto en<br />

representar ese papel, y la resistencia de los demás<br />

varones a disputar el honor, las maestras tuvieron que<br />

ceder. Yo era la única que sabía la letra. Mi Liniers fue el<br />

más chongo de esas Invasiones Inglesas. Poco me<br />

importaba en ese entonces que mi héroe hubiera sido<br />

fusilado poco tiempo después, por algún otro tío de la<br />

Patria.<br />

En ese entonces, mi amor por el teatro y los vestidos de<br />

pirata recién comenzaba (y aún continúa). Mi disgusto por<br />

el empapelado rosa, los tacos y las muñecas ya llevaba<br />

muchos años, y no ha cedido.<br />

Viendo esa foto hoy me enorgullezco de haber respetado<br />

mi deseo y hacerlo respetar, y si me dá la gana, jactarme<br />

de haber representado al Liniers más marica de todos los<br />

tiempos (al menos en ese Distrito Escolar).<br />

Fue una suerte haber insistido para que me tomen esa<br />

foto en la víspera. Pienso que esa noche dormí vestid³.<br />

[40]


Biografía<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Nacid³ en Democracia en Buenos Aires. Artista, docente,<br />

orientalista, activista, apóstata, ex-profe en universidad fascista,<br />

especialista en educación sexual, madre-padre solter³,<br />

cooperativista, chin³ autopercibid³, megapsicoanalizad³,<br />

psicopatead³, enamorad³, trabajador³ precarizad³, jef³ de hogar,<br />

monotributista, vándal³, exhibicionista, usuari³ de los sistemas<br />

públicos de educación, salud y transporte, y de los sistemas<br />

libres (operativos y románticos), laicista, antimachista,<br />

tortransfeminista, chamuyer³ políglota, omnívor³, voyeur y put³!<br />

peladalinda@gmail.com<br />

paolaraffetta.com.ar/<br />

[41]


Mamá y mamá<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

[42]<br />

Claudia Barrientos


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

En el jardín empecé a mirar a mis compañeritas. Los<br />

juegos típicos que jugaban las nenas de enfermera y de la<br />

mamá, no me gustaban mucho, yo quería jugar en vez de a<br />

la mamá-papá, a la mamá-mamá. También jugaba a la<br />

pelota con mis compañeritos. En 6º grado cambié mi<br />

forma de vestir, empecé a usar la gorrita con la visera para<br />

atrás. Así iba a la escuela. Usaba ropa de hombre, remera<br />

de hombre, jogging de hombre. Estuve así hasta que entré<br />

a primer año del secundario. En la primaria era la única<br />

mujer en el equipo de softball y siempre estaba en las<br />

competencias.<br />

Cuando entré a primer año del secundario, en una escuela<br />

técnica que estaba llena de varones, usaba también la<br />

gorra al revés. Empecé a sentir el rechazo de los hombres:<br />

machona, me decían. Me cambiaban el nombre y me<br />

llamaban Claudio. Me ponía muy mal. Ahí estaba en el<br />

equipo femenino de fútbol de la escuela y la profesora de<br />

educación física me invitó al equipo provincial de básquet,<br />

pero mis viejos no me dejaron.<br />

En ese momento era una torta re-reprimida. Me transaba<br />

varones pero era sólo por tapar. Hice dos años en esa<br />

técnica, luego abandoné porque me fue mal. Entonces<br />

entré a la nocturna. Ahí fue un cambio importante que<br />

tuve, me empecé a vestir tanto masculina como femenina,<br />

depende de la ocasión. En ese momento me abrí a contarle<br />

a una amiga y terminé de afrontar el rechazo, porque a las<br />

personas que les conté que era lesbiana se alejaron.<br />

[43]


Biografía<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Tengo 27 años. Trabajo de empleada y estudio para personal<br />

training. Nací en Chile pero me crié en Neuquén, donde vivo<br />

actualmente. Participo en el grupo Movimiento Lésbico<br />

Emprendedor.<br />

[44]


Chalito<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

[45]<br />

Noemí Tapia


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

En mi familia me decían “el querubín” o “el chiquitín”.<br />

Nunca fui la nena en mi casa. Mis viejos eran hijos de<br />

personas de campo, muy rústicos, pero no por ello tenían<br />

esa visión. Ellos sabían que “el querubín” iba a seguir<br />

siendo “el querubín”. Mi viejo me afeitaba, yo me sentaba<br />

al lado en un banquito y él con la brocha me ponía la<br />

crema y yo me la sacaba con una maquinita de afeitar de<br />

juguete. Mi mamá nunca me compró una muñeca. Ella<br />

sabía que yo no era de muñecas. Yo ya sabía que me<br />

gustaban las muñequitas de carne y hueso.<br />

En mi casa no teníamos televisor, pura imaginación lo mío.<br />

Sí escuchábamos todos juntos el radioteatro y mi mamá, a<br />

pesar de tener sólo segundo grado, nos leía todas las<br />

noches. Hice la primaria en la escuela 125. Nunca jugaba<br />

con las nenas a la soga, me iba con los varones a jugar con<br />

las bolitas, las figuritas y al fútbol. Tenía muchos<br />

amiguitos varones, no había muchas nenas en el barrio y<br />

también porque me gustaba estar con ellos. Tenía una<br />

bolsa de papas llena de autitos y otros juguetes por el<br />

estilo. A los autitos de plástico les hacía un agujero abajo<br />

para ponerle piedras, así tenían peso y no volcaban<br />

cuando los largaba. Con mis amigos salíamos a tirarnos en<br />

karting, que eran tablitas de madera con 4 rulemanes, y<br />

los manejábamos con los pies.<br />

Siempre tuve algo especial en mi vida que fui aceptada.<br />

Odiaba los cancanes y nunca me pudieron poner polleras.<br />

Hacía un escandalete terrible, una lloradera. Si lograban<br />

ponérmela, yo iba y me la sacaba, y vuelta a querer<br />

ponérmela. Mi mamá se cansaba de escucharme llorar. ¡Yo<br />

quiero mis pantalones! gritaba. Mi viejo era ayudante de<br />

albañil, y a veces se vestía tipo gaucho, con un cuchillo<br />

atravesado en la cintura, yo lo veía y me atravesaba un<br />

[46]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

cuchillito chiquitito también. Yo lo observaba a mi papá y<br />

hacía lo que él hacía.<br />

A mí me decían el loco Gatti, porque nosotros copábamos<br />

la plaza Roca, en plena dictadura militar que no te dejaban<br />

pisar el césped, y nos metíamos a jugar a la pelota. Y nos<br />

peleábamos con el placero, que le faltaba una pierna y nos<br />

burlábamos de él. También competíamos para ver quién<br />

se hamacaba más alto y saltaba más lejos. Empecé a crecer<br />

y cuando iba a la primaria con mi hermana mayor, ella<br />

recurría a mí para que la defendiera y agarrara a<br />

trompadas al chico que la molestaba.<br />

Mis amiguitos me decían “Chalito”, que es un apodo<br />

chileno que se usa en los hombres. La historia del apodo<br />

me la contó mi mamá. Una chica que trabajaba en la<br />

misma casa que ella, me vió y no sé qué pensó que tenía<br />

entre las piernas y dijo: “éste es un chalito”.<br />

Biografía<br />

Tengo 42 años. Vivo en Neuquén. Trabajo cuidando a una abuela<br />

y en una empresa privada. Formo parte del Movimiento Lésbico<br />

Emprendedor. Me encanta escuchar música y compartir el poco<br />

tiempo libre que tengo con mis amigas.<br />

[47]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

La guerra contra las polleras<br />

[48]<br />

Marcela Torres


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Si algo recuerdo de mi infancia, es mi<br />

decidida confrontación al uso de la pollera, yo sabía que<br />

esa ropa no era para mí y siempre luché para que me<br />

dejaran usar pantalones.<br />

Yo vivía en La Tablada, provincia de Buenos Aires, me crié<br />

con mis abuelos, empecé primer grado en el año 1974 y<br />

me anotaron en un colegio parroquial. El uniforme que<br />

nos hacían usar, incluía una horrorosa pollera, que odiaba<br />

con todo mi corazón, porque la maestra vivía retándome<br />

para que me comporte como una señorita,<br />

yo quería sentarme cómoda, correr, jugar con mis<br />

compañeras y con esa ropa era imposible.<br />

Las frases eran repetitivas, "siéntese como una señorita",<br />

"No sea varonera", "Se le ve la bombacha",<br />

me sentía coartada al hacer lo que sentía, a moverme<br />

como yo quería y eso hizo que deteste para siempre las<br />

polleras.<br />

Al llegar a mi casa, me ponía inmediatamente shorts,<br />

bermudas o pantalones y esa era mi felicidad... jugar en<br />

el jardín juntando lombrices o buscando piedras redondas<br />

para jugar a la payana. Si me dejaban salir a la<br />

calle, jugábamos al rango, a la escondida o a la mancha con<br />

mis hermanas. Me gustaba acompañar a mi abuelo<br />

los sábados cuando arreglaba su auto y me encantaba que<br />

me pidiera que le alcance una llave y quedarme con las<br />

manos engrasadas. Me decepcioné mucho con él cuando le<br />

dijo a mi abuela que me enseñe cosas de mujeres y ella<br />

intentó en vano durante meses que aprenda a tejer con<br />

dos agujas. Me imaginaba que de grande iba a ser un<br />

soldado y usaba la escuadra grande de madera que<br />

utilizaba mi abuela para confeccionarnos ropa y lo<br />

[49]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

convertía en mi rifle, me arrastraba por el comedor entre<br />

las sillas imaginando que hacía una emboscada. Las agujas<br />

de tejer se convirtieron en espadas, nunca me gustó jugar<br />

con muñecas y las pocas que me regalaron se llenaron de<br />

tierra en un estante.<br />

A los ocho años, mi abuela me ayudó a tomar clases de<br />

guitarra y eso me ayudó a componer canciones<br />

expresando lo que sentía, por supuesto que utilizando<br />

recursos metafóricos, ya que por 1978 cuando empecé a<br />

cantar, las familias tenían vergüenza de tener una<br />

"chorima" en la familia. Los adultos me enseñaron a<br />

mentir para sobrevivir, a otras nenas las castigaban con<br />

un cinto para quitarle lo "machona", mi abuela me ponía<br />

alguna ropa rosada para que no parezca un "varoncito" y<br />

me torturaba con algún vestido en las fiestas, pero<br />

siempre pasaba lo mismo, apenas se descuidaban<br />

me ponía otra vez la bermudas para salir corriendo a<br />

jugar y sentirme feliz!!<br />

Biografía<br />

Me llamo Marcela V. Torres. Nací en Buenos Aires y actualmente<br />

vivo en Neuquén capital. Soy activista lesbiana co-fundadora del<br />

Movimiento Lésbico Emprendedor de Neuquén. Técnico dental,<br />

asistente dental, cantante y compositora. Trabajo en<br />

una clínica dental como asistente en cirugía.<br />

[50]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

¿Y L… por dónde anda?<br />

Laura Kussrow Quereilhac<br />

[51]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Era la pregunta obligada cuando no me veían por ningún<br />

lado.<br />

.- “Debe estar arriba de algún árbol o con los chicos jugando<br />

al fútbol”. Respondía mi madre, resignada, segura de este<br />

hecho, sin necesidad de asomarse a la calle a verificar lo<br />

dicho. Y sí, ahí estaba trepada o… corriendo y pateando<br />

una pelota con los chicos del barrio, mis grandes amigos.<br />

No faltaba alguien que emitiera su juicio sobre mi forma<br />

de actuar, diciéndome que parecía una ‘machona’, y que<br />

eso no era propio del comportamiento de una señorita,<br />

con consejos sobre con quién debía juntarme y de lo que<br />

‘no debía hacer’: .-“Por qué no jugás con las niñas…?”.<br />

Imagino ahora que mi franca respuesta: “me aburren<br />

mucho, no la paso bien con ellas”, debía de sorprender a<br />

más de uno. Era verdad… lo había intentado y qué de<br />

boberías que hacían, que me sentía obligada a hacer: jugar<br />

a la ‘peluquería’, a ‘la maestra’, a ‘la mamá’, a ‘la ronda’…<br />

¡cómo me aburría! más cuando escuchaba a los otros<br />

gritando en la calle, riéndose a los gritos.<br />

Estos intentos por ‘fraternizar’ con las niñas del barrio<br />

acabaron el día que ellas iniciaron una investigación sobre<br />

lo que teníamos “abajo”, y me propusieron que me quitara<br />

la bombacha a lo que me negué rotundamente, saliendo<br />

con prisa de la casa donde estaba para nunca más volver.<br />

Después mi mamá preguntando: .- “¿Ya no vas más a la<br />

casa de las chicas?”, “No mamá”. .- “¿Por…?” “Por nada<br />

mamá”. Un día, cansada de la misma respuesta, no<br />

preguntó más.<br />

Pero sí tenía mi ‘mejor amiga’, mi compañera además, de<br />

los últimos tres años de la escuela primaria, ella -la única-<br />

[52]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

era distinta a las otras niñas que había conocido:<br />

hablábamos el mismo idioma, nos gustaban las mismas<br />

cosas, salíamos juntas en bicicleta por nuestros barrios:<br />

Florida y Olivos, nos trepábamos a los árboles a robar<br />

frutas a los vecinos, o flores en los jardines, recorríamos<br />

la cuadra de su casa por las azoteas colindantes, o nos<br />

metíamos en las casas abandonadas, y no dudábamos en<br />

arrojarnos desde lo alto a una montaña de arena en una<br />

casa en construcción. Por las noches practicábamos<br />

guitarra en el techo de su casa, lejos de todos, en nuestro<br />

mundo.<br />

Pero ni mi madre, ni su madre veían con gusto esta<br />

amistad; las razones sólo son conjeturas. Después en<br />

distintas secundarias, separadas, con el tiempo ocupado y<br />

mayores responsabilidades, fue difícil encontrarnos,<br />

juntarnos; y la presión de nuestras madres se mostró con<br />

fuerza: un mal entendido, el temor al rechazo y la<br />

vergüenza por no haber hablado a tiempo, hizo que nos<br />

distanciáramos y nunca más supiéramos una de la otra.<br />

Mis amigos del barrio volvieron a ser el centro de una<br />

adolescencia que tardé en abandonar, seguí corriendo y<br />

pateando la pelota, rateándome de las clases para<br />

encontrarme con ellos sólo para jugar. Mi mundo se<br />

desmoronó el día que uno de ellos, mi mejor amigo<br />

entonces, me decía que se casaba porque había<br />

embarazado a su novia. Después ya nada fue igual, los<br />

preparativos, la presencia de una novia ni siquiera<br />

imaginada en su casa, y finalmente el casamiento. Ese día<br />

terminó mi adolescencia.<br />

Por un tiempo si se daba la ocasión de cuando en cuando,<br />

jugaba al fútbol. Me fui del barrio y nunca más lo volví a<br />

[53]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

hacer. Eso sí! hasta hace unos años seguía trepándome a<br />

los árboles…<br />

Biografía<br />

Orfebre y Joyera artesanal. Interesada en la Promoción y<br />

Difusión Cultural de la Artesanía tanto de México como de<br />

Argentina. Vivió su infancia y adolescencia en Olivos, pcia. de<br />

Buenos Aires, disfrutando sus calles. Por trabajo y estudio se<br />

mudó a la Capital Federal, donde después de 10 años en el<br />

estado, descubrió la artesanía y -aunque le tomó tiempo- varios<br />

años se mudó a los Valles Calchaquíes, en Salta. Allí maduró en<br />

cuanto a creatividad artesanal; crisis personal sumada a la crisis<br />

del país, la decidieron a buscar otros horizontes. Hoy con 10<br />

años en Jalisco, México, encontró nuevos caminos: realizó<br />

seminarios, participó de Foros y Congresos relacionados a la<br />

Gestión/políticas culturales y al Patrimonio Artesanal. Además<br />

de seguir creando artesanías se ha dedicado a la organización de<br />

exposiciones artesanales: Platería Argentina en México, y<br />

actualmente: Artesanías del estado de Jalisco en Buenos Aires y<br />

Salta. kusslaw@gmail.com<br />

[54]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

No se trepa a los árboles con vestido<br />

[55]<br />

Veru Iché


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

querían que fuese niña /a su padre le gustaban las niñas<br />

con pelo corto/ como a él le gustaban, a su madre<br />

también/nació sin pelo, no hubo necesidad de pelarle/ no<br />

le pusieron aritos de bebé/ todas las nenas tenían aritos y<br />

el pelo largo/ el primer día de escuela llevaba un<br />

portafolios rojo y el pelo muy corto y la pusieron en la fila<br />

de los niños/ las señoras le decían a su abuela “qué lindo<br />

nene”/ también decían que tenía ojos muy lindos y muy<br />

tristes/ se ponía para jugar en casa los vestidos de su<br />

madre/ pero ella sólo tenía uno y para momentos<br />

especiales/ si llevás vestidos estarás más incómoda para<br />

jugar le decía su madre/los niños no se fijaban en ella/<br />

sus modos eran muy femeninos/su aspecto no/ siempre<br />

usaba jeans y camisetas y protectores de cuero en las<br />

rodillas/ jugó un día al fútbol y ganó/ estudió<br />

ballet/aprendió a portarse “bien” en la mesa gracias a su<br />

abuela/ a los 11 años se cansó de obedecer ciertas cosas y<br />

sacó toda su femineidad afuera /empezó a llevarse mal<br />

con su padre/ a los 15 se rapó la cabeza y se ponía<br />

pantalones de chico/tampoco se llevaba bien con su<br />

padre/tuvo novios guapos que nunca le gustaron a su<br />

padre/cuando su padre murió se dejó crecer el pelo hasta<br />

la cintura/ nunca se hizo los agujeros en las orejas/<br />

Biografía<br />

veru/mar del plata/ fotógrafa/ españa.<br />

http://veruiche.eu/<br />

[56]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Manuelita vivía en Pehuajó, pero un<br />

día se marchó…<br />

[57]<br />

Lucía Forneri


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

El jardín de infantes, era un lugar “raro”…<br />

No entendía muy bien lo que pasaba allí. En esa época, en<br />

los `60, en mi familia de clase media universitaria, las<br />

cosas te sucedían de repente, casi sin mediar palabras: a<br />

los 4 años me encontré yendo de la casa al Jardín de<br />

Infantes. Del patio y la terraza que eran los más grandes<br />

del mundo (ya que incluían el espacio aéreo, las cornisas y<br />

los techos vecinos que recorría con placer y vértigo), a una<br />

casa más pequeña y con otra dinámica .<br />

Mis piernas, me decían “no parecían de una nena”, porque<br />

coleccionaba moretones de todos los colores, que iban<br />

mutando a medida que mejoraban, y aparecían otros<br />

nuevos, para seguir tatuando mis piernas con pinceladas a<br />

puros golpes, de subir, bajar y trepar.<br />

Así llegué a ese lugar llamado Jardín de Infantes, del que<br />

recuerdo especialmente, un patio de pisos de baldosas en<br />

damero blanco y negro, como un gran tablero sobre el cual<br />

jugábamos niñxs de edades diferentes, con bastante<br />

libertad.<br />

A determinada hora y dado mi bajo peso , en una época en<br />

la cual “ser rellenita” era indicador de salud, la maestra<br />

preparaba y me daba a sorbitos un mejunje amarillo<br />

bastante fuerte, dulce y consistente, lo que años después<br />

me enteré que se llamaba Sabayón: yemas batidas con<br />

azúcar y oporto El Abuelo. Y no era que nomás me lo<br />

daban en el jardín (se imaginan hoy en día el escándalo<br />

que causaría convidar semejante coctel alcohólico a lxs<br />

educandxs?), en casa mi abuela también lo hacía, porque<br />

se suponía que me aportaba fuerza y vigor, que era bien<br />

nutritivo. Yo lo tomaba en la convicción de que podría<br />

[58]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

trepar cada vez más alto a los árboles, tener mayor<br />

equilibrio en las cornisas que recorría, y ganar las carreras<br />

de bicicleta con los varones del barrio.<br />

No sé si me nutrió o no ¡le fui encontrando el gustito!<br />

Todas las actividades y juegos eran al son de las canciones<br />

de María Elena Walsh. Allí no se escuchaba ninguna otra<br />

música: Yo me las sabia todas!<br />

Los actos y festejos, eran la representación teatral de sus<br />

canciones. Así fue como, desde mi timidez, interpreté a la<br />

reina Batata, a la luna que se iba a bañar, a un juguete del<br />

bazar que visitaba Osias… Hasta que llegó el gran día: El<br />

gran papel, el mejor de todos!!!<br />

“Manuelita, la tortuga”. Vestuario en papel crepe, y hasta<br />

iba a tener caparazón!<br />

En mi imaginario, en mi fantasía, Manuelita hacía lo que<br />

quería y eso era irse de viaje. Lejos, sola, a vivir una<br />

aventura. Al contenido de la canción, no le presté<br />

demasiada atención (lo del tratamiento de belleza, y las<br />

arrugas lo supe después). Y menos aún estaba enterada<br />

que había “un tortugo” que la esperaba en Pehuajó, con el<br />

que tuve que improvisar una caminata, al final de la<br />

actuación.<br />

¿Cuándo me enteré de semejante aberración, de tal<br />

coacción de su libertad de viajar?<br />

Ese día, “el gran día de la actuación” en el momento<br />

preciso en que me aprestaba a sacarme una foto, minutos<br />

antes de salir a escena (al patio del jardín, bah) me gritan:<br />

Esperá, que te sacamos con Narciso! (el tortugo en<br />

[59]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

cuestión, que la hace volver a buscarlo, que la espera en<br />

Pehuajó), que encima de hacerme volver de viaje, me<br />

cagaba la gran foto de súper estrella de la actuación!<br />

Pero me vengué! Así aparezco en todas las fotos en que<br />

estoy con él enojadísima, por semejante actitud machista<br />

infantil. En esa caminata medio coreografiada, le di un<br />

empujón, y casi se cayó. La nena tan dócil y buenita, se<br />

rebeló, en un instante.<br />

Y siguió rebelándose: en las calles del barrio, en las<br />

situaciones injustas de la infancia, por el motivo que fuera,<br />

salía en defensa de quien lo necesitara; ya sea para frenar<br />

una pelea, o pelearme si era necesario.<br />

Hace tiempo que uno de mis helados favoritos es el de<br />

sabayón.<br />

Sigo trepándome a los árboles que puedo, aunque a veces<br />

se me complica un poco.<br />

Hace unos cuantos años que empecé a cantar con caja, de<br />

la mano de Leda Valladares, y a M. Elena Walsh la escucho<br />

cada tanto en las canciones que cantaban juntas. Así supe<br />

de la pasión de Leda por la vida, por la música, por la<br />

preocupación por la memoria de los cantos ancestrales<br />

(cruel paradoja de la vida haberla perdido a ella por el<br />

alzhéimer), de sus cuentos y el contenido político de sus<br />

obras.<br />

Mantengo una actitud rebelde, sólo que un poco más<br />

sosegada que entonces.<br />

Y hace rato que no hay tortugo posible que me haga volver<br />

de ningún lugar, si no quiero hacerlo.<br />

[60]


Biografía<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Nací en C.A.B.A (Ciudad Autónoma de Buenos Aires), el 14 de<br />

octubre de 1962 en una familia de clase media universitaria.<br />

Mi infancia transcurrió en una gran casa chorizo, en un barrio al<br />

que algunxs llamaban Chacharita y otrxs, Villa Crespo. Soy la<br />

mayor de dos hermanas. Mis abuelxs vivían con nosotrxs.<br />

Me mandaron al jardín de infantes, en esa época había unos<br />

pocos. Primaria y secundaria las “padecí “en escuela católica de<br />

Colegiales.<br />

Al egresar, años de terapia mediante, y algún novio ateo, pude ir<br />

tomando conciencia de aquello que vivía como irreal, poderoso e<br />

hipócrita, pero no era escuchada en mis reclamos de cambio de<br />

establecimiento educativo.<br />

Cursé el profesorado de nivel inicial, y al año de recibirme tuve a<br />

mi única hija. Soy educadora popular de Pañuelos en rebeldía, y<br />

desde la militancia en Géneros, los vínculos y saberes que fui<br />

acuñando, fui zafando de la Heteronormatividad obligatoria.<br />

Conclusión: Soy la maestra zurdita, feminista, lesbiana del jardín<br />

estatal en el que trabajo, desde hace 20 años. Actualmente curso<br />

el Postítulo en Educación Sexual Integral.<br />

[61]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Abrir la puerta para ir a jugar<br />

[62]<br />

fabi tron


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Jugar a las bolitas, al fútbol, al metegol, a los cowboys, jugar<br />

con los autitos, coleccionarlos…<br />

Treparse a los árboles, a los techos y a cuanta cosa sirviera<br />

para estar en las alturas y luego saltar sin medir el riesgo…<br />

Correr carreras en bici con los pibes de la cuadra, escapadxs<br />

de la siesta pueblerina.<br />

Estudiar danza, todos los estilos y desear que la profe para<br />

la presentación anual en el cine del pueblo te elija para los<br />

papeles masculinos.<br />

Andar vestida con remeras o camisas a cuadros, zapatillas<br />

y vaqueros, siempre con rodilleras, producto de las roturas<br />

de las correrías diarias. Fascinarse por todos los sombreros<br />

de ala ancha y gorras existentes, y sentir que esas son la<br />

ropas que me mejor te calzan y con las que te sentís más<br />

linda.<br />

Aprender a nadar, entrenar, ganarle a los varones….<br />

Leer todas las novelas de Salgari e identificarse una y otra<br />

vez con Sandokán, leer Mujercitas y no entender de qué va<br />

la trama…<br />

Pedir que para Navidad te regalen una colección de autitos,<br />

unos rastis, unas paletas de ping pong, o los libros de la<br />

colección de historia argentina de la biblioteca billiken o<br />

cualquier libro y decepcionarte si alguien te regalaba una<br />

muñeca, por ejemplo…<br />

Morirse de aburrimiento en las clases de manualidades,<br />

tratando infructuosamente de tejer a dos agujas…<br />

[63]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Desear ir al taller de carpintería y no entender por qué sólo<br />

los varones podían hacerlo…<br />

Andar a caballo en las vacaciones de invierno, galopar con<br />

los cabellos al viento y sentirme libre, arrear el ganado,<br />

participar de las yerras y de las carneadas, tiempo de<br />

fogones, guitarreadas y conocer las tradiciones de lo que<br />

llamaban patria.<br />

Odiar los vestidos, las polleras, los guardapolvos blancos<br />

abotonados por detrás y con tablas adelante…<br />

Odiar que las mujeres de la familia se empeñen en dejarte el<br />

cabello largo. Odiar los rodetes, las trenzas, que te cepillen<br />

(tiren) el pelo. Odiar los moños…<br />

Odiar que te crezcan las tetas porque ya no podés seguir<br />

andando en cuero y en patas como tus amiguitos varones.<br />

Aprender a negociar con los adultos para poder hacer/ser<br />

¿Qué? Varón, mujer…. ¿Quién?<br />

Esa fue mi infancia, una niña medio salvaje, rebelde,<br />

desprolija, feliz, marimacha, me decían. A mí me gustaba<br />

que me dijeran “la Cachi”. Al menos así me recuerdo, o elijo<br />

recordarme.<br />

Infancia corta, pero intensa, corría el 76, yo pasaba de los<br />

10 a los 11 años. El otoño llegó acompañado por el<br />

comienzo de una de las más sangrientas dictaduras que<br />

conocimos y el nacimiento de una precoz conciencia<br />

política. Con la primavera llegó mi primera menstruación<br />

y con ella, otro cuerpo, muchas prohibiciones y la certeza<br />

[64]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

que nunca más sería la misma. Comenzaba a desaparecer<br />

la época de jugar por jugar, de la inconciencia, la<br />

inocencia, de la alegría porque sí, sin ningún motivo<br />

aparente. Desaparecido el cuerpo andrógino, del cual<br />

todavía guardo cierta nostalgia, desaparecidos los cuerpos<br />

de lxs luchadores fusiladxs por aquella dictadura que<br />

marcó el final de mi niñez. ¿Alguna vez los<br />

encontraremos? Ya no creo en las certezas, tampoco en las<br />

tradiciones y menos aún en la patria o en la justicia pero<br />

celebro comprobar que, si bien no soy la misma, la niña<br />

marimacha permaneció, reconstruida, resignificada. Ha<br />

nutrido y fortalece a la chonga que ahora soy y le dice:<br />

“sigamos resistiendo”.<br />

Marimacha me decían, no entendía muy bien a que se<br />

referían, o mejor dicho, no entendía qué es lo que estaba<br />

mal de ser cómo era. Pasarían muchos años para que<br />

comprendiera que sobre la base de “las diferencias<br />

sexuales anatómicas”, el patriarcado cimenta su orden<br />

perverso de subordinación y exclusión, y para ello se<br />

apoya en las instituciones, familia, heterosexualidad<br />

obligatoria, iglesia, estado y también la ciencia. Pasarían<br />

muchos años para entender que no era yo la que estaba<br />

mal, sino el sistema. Marimacha me decían y algunas<br />

veces me resultaba ofensivo, otras me dolía, lxs niñxs<br />

pueden ser crueles y lxs adultos mucho más, pero no<br />

pasaba de ser “la rarita”. Hoy muchas niñas chonguitas<br />

son diagnosti/castigadas con “disforia de género” y su<br />

castigo son largas, tediosas y tortuosas sesiones de terapia<br />

correctiva.<br />

A algunxs niñxs les fascina pintarse los labios y las uñas,<br />

ponerse furtivamente y a escondidas los tacos y la ropa<br />

de la madre, a otrxs, por el contrario, les encanta pintarse<br />

[65]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

los bigotes, probarse las corbatas de los padres y andar en<br />

borcegos. Lo que hace que algunxs se identifiquen o se<br />

apropien de vestimentas, conductas, acciones ligadas a lo<br />

convencionalmente identificado (heteropatriarcado<br />

mediante) con lo femenino y otrxs con lo masculino, sea<br />

tal vez tan inabordable como pretender conocer porque a<br />

unxs les gusta el helado de frutilla y a otrxs el de limón.<br />

Casi tan insondable como las raíces profundas del deseo.<br />

¿Será porque de eso se trata?<br />

Ojalá ningúnx niñx tenga que ser el campo de batalla<br />

donde la guerra del patriarcado se juega, ojalá que en un<br />

futuro no muy lejano cada niñx pueda ponerse la ropa que<br />

mejor le calza, y que del arroz con leche solo quede “abrir<br />

la puerta para ir jugar”.<br />

Biografía<br />

Soy artesana, comunicadora, acompañante terapéutica y<br />

activista lesbiana desde principios de los noventa del siglo<br />

pasado. Milité en muchos grupos de lesbianas, LGTTB y<br />

feministas, y fui fundadora de Desalambrando, abriendo el<br />

camino para salir del segundo closet. Programa de<br />

sensibilización y prevención del maltrato en relaciones entre<br />

lesbianas. Nací en un pequeño pueblo de la provincia de Santa<br />

Fe, he vivido en muchos lugares, actualmente resido en Córdoba<br />

pero vivo en la frontera.<br />

[66]


Pepita, la pistolera<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

[67]<br />

Cecilia Dumón


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Decido titular así el relato porque así me llamaba mi<br />

abuela materna cuando era chica quizás también un<br />

humilde homenaje a la Natalia “Pepa” Gaitán porque a esta<br />

altura todas somos Pepas por más que no todas la<br />

hayamos conocido en vida. Siempre me destaqué dentro<br />

de la familia por ser machona, varonera, etcétera. Si mi<br />

mamá me ponía vestiditos con voladitos, yo me las<br />

ingeniaba para sentirme cómoda, sacármelos para poder<br />

treparme a los árboles, jugar al fútbol y machonear<br />

bastante con mi hermano y sus amigos mientras mi<br />

hermana mayor insistía con la invitación a sentarme al sol<br />

junto a ella y leer la PARA TI, la revista TÚ y alguna<br />

novelita liviana y veraniega del tipo de Corin Tellado. Lo<br />

único que me atrapaba de esas novelitas o revistas era<br />

mirar las modelos de sus tapas.<br />

Ya en el jardín de infantes, la señorita nos enseñaba que<br />

las personas se dividen entre los gustos y por géneros. Las<br />

niñas jugaban a las muñecas y a las amas de casa en la<br />

casita de madera junto a la ventana y los niños jugaban<br />

con los autitos en el lado diametralmente opuesto de la<br />

salita. Yo nunca fui de acatar esos mandatos ni cuando iba<br />

al jardín de infantes... uno de los primeros días, una<br />

esquelita mediante en el cuaderno de comunicaciones<br />

solicitaron que todos los alumnos y alumnas debíamos<br />

llevar nuestro juguete predilecto. ¿Y cuál lleve yo? Una<br />

hermosa camioneta anaranjada marca DURAVIT. La seño<br />

Inés quedó atónita al verme llegar chocha con mi juguete<br />

predilecto y mi madre se atajó diciendo algo así como que<br />

"seguramente lo era porque en casa jugábamos con mi<br />

hermano mayor".<br />

Nunca entendí por qué desde las escuelas insisten en<br />

inculcarnos los modos y objetos de juegos como si eso<br />

[68]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

sería lo que define nuestra sexualidad y orientación<br />

sexual. Mis dos mejores amigas de la infancia eran<br />

también "machonas", jugábamos a trepar árboles, a la<br />

pelota y a cazar sapos, pero sólo yo soy lesbiana. Señores<br />

padres, madres y educadores: No hay nada de qué temer,<br />

los juegos de infancia no definen la sexualidad ni la<br />

orientación sexual... son para jugar y pasar el tiempo.<br />

Nada más que un pasatiempo lúdico.<br />

Hace unos años atrás, cuando nació mi primera sobrina,<br />

con una amiga de mi hermana (ella es heterosexual)<br />

compartimos el regalo del bautismo para abaratar costos<br />

y le regalamos un muñeco original de Woody (Personaje<br />

protagónico de "Toy Story") y la suegra de mi hermana<br />

nos dijo: "ese juguete hubiera estado bien si Martina sería<br />

Martín". Todo muy lamentable y encima justo se debatía la<br />

ley del matrimonio igualitario en el congreso, ya no<br />

vivíamos los furiosos años ´80. Obviamente no me quedé<br />

callada y a la larga el muñeco Woody se transformó en el<br />

juguete favorito de Martina, a la cuál le gusta un chico de<br />

su salita y sabe que a su tía Ceci no le gustan los chicos.<br />

[69]


Biografía<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Nació en Paraná el 29 de Febrero de 1980. Se inició en la<br />

actuación teatral, las artes plásticas y la música durante su<br />

infancia y adolescencia en su ciudad natal. Luego, en 1998 se<br />

radicó en la Capital Federal. Es Guionista egresada del Centro de<br />

Investigación y Experimentación en Video y Cine [Buenos Aires,<br />

2002]. Fue guionista y directora de varios cortometrajes entre<br />

los que se destaca "Noche de copas" [2001]; escribió y dirigió el<br />

mediometraje documental para televisión "Nota al pie" [2007].<br />

Se desempeñó como productora en los cortometrajes "De amor y<br />

soledad" de G. Carrá [2001] y "Había una vez" de C. Molinari<br />

[2001] También es coautora del Libro "Guionistas por<br />

guionistas", editado por el VII BAFICI [2005]. Actualmente se<br />

desempeña como Docente, Guionista y Consultora de guiones<br />

en OSOBUCO Producciones. Desde Abril del año 2011 colabora<br />

de la selección del material audiovisual en Cine LGBT Santa Fe, la<br />

muestra de cine lésbico gay trans de la ciudad de Santa Fe. Y está<br />

en plena etapa de post-producción de su documental de temática<br />

lésbica denominado “I.G.U.A.L.E.S” de pronto estreno.<br />

[70]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Un chonguito por las ramas<br />

[71]<br />

Luciana Tadey


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

En esta foto debo tener unos 6 ó 7 años y estoy subida al<br />

castaño de la que por entonces era una casa de fin de<br />

semana que había construido mi viejo en la localidad de<br />

Ranelagh. En esa casa viví toda mi infancia de chongo, los<br />

fines de semana, con mi viejo separado, mis padrinos y mi<br />

abuela. Aprendí a llegar en tren y saludar a los gritos a la<br />

parentela, a amasar, a hacer asados, a quemar basura en el<br />

baldío de al lado, a rastrillar el pasto, a dormir la siesta<br />

debajo de ese castaño, con un sombrero en la cara, a hacer<br />

pozos alrededor de las plantas con la pala de puntear, a<br />

silbar, a andar "en cueros" como decía mi viejo... todo<br />

dentro de ese cuerpo de chonguito desprejuiciado, que era<br />

donde me encontraba cómoda. Subiéndome a los árboles,<br />

nadando, andando en karting, paseando al perro... sin<br />

importar como debía comportarse una nena de mi edad. A<br />

mis padres y otros parientes tampoco les importaba, no<br />

recuerdo a nadie diciéndome: "tenés que ser más<br />

femenina". Siempre fui así. Nunca nadie de mi familia<br />

consideró la femineidad como un valor en si... lo que<br />

siempre recuerdo que buscaron fomentar en mí fue la<br />

búsqueda de la plenitud personal.<br />

Con el tiempo fui conociendo pibes que me aceptaron más<br />

ó menos como era y no la pasé para nada mal. Pero<br />

cuando encontré a mi primera mujer... me puse "en foco".<br />

Una vida que yo no sabía que estaba desenfocada, como<br />

una imagen borrosa, se enfocó. Me volví plena, mi vida se<br />

llenó de mí. Volví a estar arriba del árbol, mirándolo todo<br />

sonriente, la media sonrisa confiada, el gesto relajado y un<br />

poco canchero, por qué no...<br />

Ser torta es hoy mi árbol de castañas en el mundo, es el<br />

lugar desde donde veo las cosas y desde donde me<br />

visibilizo también... es la casita en el árbol a donde invito a<br />

[72]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

quienes yo quiero. Ese árbol es "mi mundo" que a veces se<br />

trata un poco de "estar por las ramas"... soy medio cabrita<br />

también, medio chonguita reventada... medio: "si no te<br />

gusta, bajate...". Pero qué sé yo, es una forma de<br />

seleccionar también, y de exponerme a la selección. Hay<br />

que ver quién se banca subirse, hay que ver quien me<br />

sacude para que me baje... o quién me hace bajar y con qué<br />

artes... es todo un juego de seducción ser el chonguito de<br />

la rama. A veces estoy más cerca de lo que pensás... a<br />

veces estoy en la última rama de arriba... a veces estoy<br />

cerca del cielo y te bajo una estrella, cuando me pongo<br />

cursi y se me prende toda la tanada pasional... te doy<br />

sombra y cobijo, y calor con las ramas secas en invierno...<br />

te alimento con las castañas de mi árbol y... además soy un<br />

poco como esas castañas: por fuera llena de espinas, pero<br />

por dentro una pelusita suave y un fruto dulce... que hay<br />

que cocinar a fuego lento.<br />

Soy un poco árbol y un poco pájaro... tengo mis raíces<br />

profundas, que me atrapan un poco, pero yo lo permito;<br />

cambio con las estaciones... me guardo un poquito en<br />

invierno, me gusta alimentar y proveer. Pierdo gente,<br />

cosas, lugares... como caen las hojas: cíclicamente...<br />

vuelven a la tierra y se convierten en abono otra vez para<br />

formar mi savia. A la vez me gusta volar un poco, pero<br />

busco anidar cada tanto... no tolero que me aprieten<br />

demasiado... huyo o muero; pero puedo quedarme donde<br />

me siento cómoda... aunque sé que puedo volar cuando lo<br />

deseo... y por eso es más placentera mi estadía... y se<br />

vuelve más bella.<br />

El chonguito de la rama se toma al mundo así hoy por hoy:<br />

pechito para adelante, bocona... se topa cada tanto con<br />

alguien que la baja de un hondazo... pero no cambia por<br />

[73]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

nada su lugar en el mundo: ese cuerpito desprejuiciado de<br />

chonguito en las ramas.<br />

Biografía<br />

Nací en 1979 en Capital Federal, y se puede decir que soy toda<br />

una virginiana. Para más datos, una tana virginiana: leche<br />

hervida, fuerte, fiel a las convicciones. No tengo hermanos. Viví<br />

toda mi vida en Capital Federal, salvo un breve paso por San<br />

Fernando. Hoy volví al Barrio: Parque Patricios, barrio donde, a<br />

principio de siglo, pararon mis bisabuelos en su conventillo de la<br />

calle Colonia al 100... acá a 5 cuadras. Mis dos viejos viven aún<br />

acá. Estudié Bioquímica en la UBA y hoy trabajo a pocas cuadras<br />

de donde vivo, en el Hospital Muñiz. Me dedico a la Virología y a<br />

disfrutar de la naturaleza, sola o acompañada, según se pueda.<br />

Todo con pasión.<br />

[74]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Chupate esa mandarina<br />

Ana Scully o Aniushka Lupín<br />

[75]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Leo a Salgari, cierro los ojos tirada en la cama y me veo<br />

abordando barcos ingleses, con el kris en la boca. Soy<br />

Sandokán y voy a salvar a Mariana, ¿a Mariana? ¿cómo<br />

resuelvo esto? ¿soy Sandokán o soy Mariana? ¿me pongo<br />

el traje Sandokán y lo rescato a él? Mejor y más fácil:<br />

cambiemos de historia. Soy Sandokán y voy a luchar<br />

contra los thugs.<br />

Quiero ser jugadora de fútbol, me informan que no hay<br />

mujeres que jueguen al fútbol. Resisto y discuto pero la<br />

realidad se impone. Entonces, quiero ser árbitro. También<br />

echan por tierra mis pretensiones. Está claro que el<br />

deporte no va a ser mi futuro. Ni el potrero me acoge, a los<br />

diez u once años entré por última vez a jugar. En media<br />

hora no me llegó un pase. Chupate esa mandarina. Má sí,<br />

me voy a hacer una expedición de descubrimiento y me<br />

treparé al árbol más alto, yo sola.<br />

Hay que pintar la pieza, la imagino celeste. Es una forma<br />

de decir: -no quiero rosa. La respuesta de mi madre, entre<br />

risas medio nerviosas, es:- ¡te va a crecer pito! Mis posters<br />

de básquet y motociclismo quedaron geniales sobre el<br />

fondo “champagne”.<br />

Lloro a mares y digo como mil veces que no quiero ser<br />

mujer. Lo repito en todos los tonos para que se haga<br />

realidad, pero no hay caso. Este cuerpo es una maldición o<br />

mejor, una prisión. Soy un caracol que lleva su cárcel<br />

encima.<br />

Después, me amigué con mi carne y descubrí que el<br />

problema no era el cuerpo, sino que en realidad, estaba en<br />

el aire: el chisme, la mirada admonitoria, el reto liso y<br />

llano que te ponían en tu lugar. Ahora que lo pienso, no<br />

[76]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

me amigué nada. Lo torturé a través de todas las formas<br />

imaginables de cagarse de hambre. Por lo visto, le tenía<br />

rencor.<br />

Conclusión inconclusa, me la pasé negociando. Cedí<br />

cuando decidí no hacer más cosas de varones en grupo y,<br />

perdí, cuando resigné mi vocación de poder y me retiré a<br />

la zona fuera de foco.<br />

Pero fui una pionera jugando a las figuritas.<br />

Biografía<br />

Soy porteña y vivo en Córdoba desde los dos años, primero en<br />

Falda del Cañete, después en Anizacate y ahora en Alta Gracia.<br />

Nací en 1973, cuando empezó el reflujo. Estudié Historia en la<br />

UNC y trabajo en una escuela secundaria. Hago un montón de<br />

cosas pero no soy doctora en nada.<br />

[77]


Familiar<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

[78]<br />

xara sacchi


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

16 de septiembre. Ese es el día que nací.<br />

La remera que llevo en la foto y que mis padres han<br />

colgado en su casa, no la recuerdo. No recuerdo si quise<br />

ponérmela, si me gustaba o no. Si significaba algo para mí.<br />

Recuerdo sí algo de esa sesión de fotos. Creo que era un<br />

encargo de mi abuela. Hay otra versión de esa foto. Estoy<br />

sentada con mi primo. Mi abuela tenía una ampliación de<br />

esa versión colgada en el comedor de su casa. Sus dos<br />

nietos mayores. Sus dos nietos blancos de ojos claros.<br />

Recuerdo el momento en que me hicieron cambiar de<br />

ropa para esa foto. Mi mamá tenía los dedos helados. A mí<br />

me hacía frío y estaba incómoda. No me gustaba el vestido<br />

con volados celestes que tenía que ponerme. Apretaba<br />

bien los bracitos contra mi costado para que no se viera la<br />

parte de mi torso que quedaba desnuda con esa solera<br />

horrible. Me quedaba pequeño. No cerraba. De eso sí me<br />

acuerdo. Y odié siempre esa segunda versión de la foto.<br />

Cuando crecí también odié la primera, por la camiseta.<br />

Me hacía picar el cuello, me apretujaba en los brazos y me<br />

raspaba el estampado de plástico en la panza.<br />

En esas fotos están el entramado del acto del aparecer del<br />

cuerpo en el malestar y el acto de la desaparición forzada.<br />

Esa camiseta es como un santo y seña de la invisibilidad.<br />

Los cuerpos ausentes eran miles. La invisibilidad es una<br />

manía nacional.<br />

Y la remera como un manto. La bandera como un manto. Y<br />

el Goooooooooooooool.<br />

Y el silencio. Todos los silencios.<br />

[79]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

-Todo esto no viene así nomás<br />

-Por qué no?<br />

-No me digas que los vas a contar<br />

-No te parece?<br />

-Cuándo te recibiste?<br />

-Militaba?<br />

-Hay Cadáveres? 5<br />

Mi papá me llevó a ver uno de los partidos de Argentina en<br />

Córdoba en el mundial `78. En el `80 me mandaron a<br />

danzas clásicas. En el `86 abandoné. Tenía 11 años. Nunca<br />

había escuchado la palabra lesbiana. A los 7 me<br />

confundían con Martín Morales, el niño que se sentaba en<br />

un banco adelante de mí. Mi papá se rasuró la barba por<br />

esa misma época.<br />

Me gustaba el cuadro de Evita descamisada. Me quedaba<br />

mirándola en la pared de la casa de mi tío. Tenía el cabello<br />

suelto al viento y una camisa con el primer botón<br />

desprendido. En mi casa no había cuadros.<br />

Mi mamá decía que ella era de izquierda y que mi papá era<br />

peronista. También dijo que mi tía le dijo que si me tenía<br />

que matar me iba a matar. Su esposo, mi tío, hace unos<br />

meses dijo que no había podido dormir al ver mi última<br />

foto del Facebook en la que ya parecía totalmente un<br />

5 Néstor Perlhonger. Cadáveres. Alambres, Buenos Aires, Último Reino,<br />

1987.<br />

[80]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

varoncito y que seguro que era yo la que llevaba la<br />

cinturonga.<br />

Esa camiseta de la foto me duele. Me duele mucho. Pero su<br />

imagen es un trasto familiar, es un rasgo que queda, que<br />

dice todo sucedió. Todo sucedió.<br />

En mi familia no hay héroes.<br />

Siempre sospeché que mi tío se escapaba de la colimba<br />

porque era puto. Mi abuelo lo entregaba cada vez.<br />

Y mi otro tío, dice mi papá que se casó pero que también<br />

era puto.<br />

Mi juguete preferido era un camión de YPF de juguete que<br />

le regalaron a mi hermano. Prometí no desvestir nunca<br />

más una muñeca. Prometí no arruinarlas. Prometí<br />

quedarme quieta y sentadita en la verjita de frente de<br />

casa. Como en la foto que estoy con Paulo. Los dos<br />

tenemos las manitas agarradas entre sí para la foto, el<br />

mismo gesto.<br />

Yo era “la locomotora que quema los manises” o algo así.<br />

Me Prometí no vestir a Emi de señora nunca más. Tenía<br />

mucho miedo de pasarle mi maldición. De volverlo raro<br />

como yo.<br />

Pedía osos para reyes porque no sabía qué juguetes debía<br />

pedir. Y coca - cola.<br />

Me gustaban las encías de Lucía. Me gustaba leer. Me<br />

gustaba leer revistas como D´Artagnan, El Tony, Nippur.<br />

Leía Humor y las puertitas del Dr. Cureta a escondidas.<br />

Una vez me pilló mi papá leyendo una Sex Humor sobre el<br />

[81]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

divorcio vincular, y me preguntó: ¿Entendés? Y yo lo dije<br />

que sí. Pero no sé si entendía lo que él pensaba que<br />

entendía. Sólo quería seguir viendo los dibujos de las<br />

chicas desnudas que tomaban sol. Y las que dejaban a sus<br />

maridos. Eso si entendía.<br />

Se entiende?<br />

Estaba claro?<br />

No era un poco demás para la época?<br />

Las uñas azuladas?<br />

Hay Cadáveres 6<br />

En el `88 aún no había escuchado nunca la palabra<br />

lesbiana, ni torta, ni tortillera. Sí puta. Sí rara. Sí puto. Sí<br />

machona.<br />

¿Tu mamá es subversiva?<br />

Me gustaba Bicherío. Me gustaba imaginar que las<br />

hormigas tenían una vida.<br />

En la escuela me hicieron arremangar los pantalones para<br />

que no se vieran por debajo del guardapolvo. Me<br />

mandaron al patio de chicas.<br />

Le comencé a sacar la ropa a mi hermano. Cada tanto si no<br />

se enteraban me ponía un polo de mi padre. Por la misma<br />

época de la foto me ponía las botas de nobuk de mi abuelo,<br />

corría por la habitación y me miraba en un espejo<br />

6 Idem.<br />

[82]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

inmenso. Pero no prosperé hasta que mucho tiempo<br />

después una chica me dijo al oído chonguito, hermosa.<br />

Biografía<br />

Artista visual en des-construcción decolonial, aficionada a la<br />

filosofía académica. Adicta a la política, al sexo y a los cuerpos<br />

disidentes.<br />

En exilio permanente, sans papiers. Nací en Córdoba, viví en<br />

Aguaray, en este momento estoy en Bilbo, Euskal Herria hasta<br />

nuevo aviso.<br />

Chongo.<br />

Colaboré y colaboro en grupos de investigación académica,<br />

colectivos artísticos, movimientos sociales y políticos. Estoy en<br />

Badoo, facebook y Twitter.<br />

Cuirfeminista.<br />

Escribo para publicaciones independientes que me hospedan<br />

cada tanto. Hago arte en cualquier parte. Saludos para tod*s l*s<br />

que me conocen. Yo también l*s extraño.<br />

[83]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Jugar con las muñecas de tus manos<br />

[84]<br />

Violeta


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Deambulaba por el bosque en cuero, con un short de<br />

jogging rojo y una capa del súper ratón que todos le<br />

adjudicaban a Superman. Mi infancia fue en Ostende,<br />

territorio virgen de la costa Argentina. Jugaba con mis<br />

amigos del barrio en las calles de tierra. Los pantalones<br />

siempre rotos en las rodillas. Subirnos a los árboles era<br />

nuestro mejor deporte. Como los chicos de ciudad<br />

entrenan en las plazas, nosotros lo hacíamos en el terreno<br />

de al lado de mi casa. Ahí tenía mi choza, mi soga que<br />

hacía de liana y mis herramientas para tallar armas:<br />

flechas, gomeras y lanzas. Desde muy chica tuve acceso a<br />

una cortapluma. Mi viejo, con esa inconsciencia un poco<br />

sabia que tuvo para criarnos, decía: “que aprendan por<br />

ellos mismos, uno no los puede cuidar siempre. Tienen<br />

que curtirse o van a ser unos boludos”.<br />

Esa libertad cambió mucho cuando entré a la escuela<br />

primaria. Ser mujer después de haber sido un mono fue lo<br />

peor. Recuerdo que mis compañeras miraban<br />

“Chiquititas” y mi mamá no me dejaba. Un día fui a<br />

comprar pan y la mina que me atendió me confundió con<br />

un varón. Llegué a mi casa y me miré al espejo, con el pelo<br />

atado parecía “Roña”, uno de los varones del programa.<br />

Fue la primera vez que sentí que algo no encajaba. Hace<br />

poco mi vieja me contó que una vez la llamaron de la<br />

escuela porque yo siempre jugaba con los varones en el<br />

recreo. Ella preguntó qué tenía eso de malo y no supieron<br />

qué contestarle. Pero muchas madres tomarían la palabra<br />

de la institución como palabras mayores y reaccionarían<br />

de otra manera. A veces por miedo, por creer que es lo<br />

mejor. En esas cosas las instituciones condicionan nuestra<br />

forma de ser. Pero no hay que entender esto como una<br />

cuestión moral o de derecho, si no de ética, de la libertad<br />

del propio cuerpo. Cada vez que durante el almuerzo o la<br />

[85]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

cena alguien reclama que falta la sal, se espera que sea<br />

una mujer la que se levante a buscarla, y esto está<br />

implícito. Hay pequeños gestos que te dicen lo que los<br />

otros esperan de vos por el sólo hecho de ser mujer,<br />

aunque te enseñen que somos iguales. En mi caso<br />

recuerdo mucho más fuerte la mirada femenina sobre mi<br />

masculinidad que la mirada de los hombres.<br />

Los chicos me pasaban a buscar para ir a jugar al baldío<br />

que estaba frente al supermercado. Me respetaban porque<br />

jugaba bien y amaba el fútbol. Miraba los súper<br />

campeones y mi pieza estaba empapelada con fotos de<br />

River del `94. Estaba segura que cuando fuera grande iba a<br />

ser titular en el equipo femenino de primera. Mi mamá me<br />

vestía para los cumpleaños y yo terminaba pidiéndole a<br />

alguien que me cambie las zapatillas para entrar a la<br />

cancha. No aguantaba estar sin jugar. Pero tarde o<br />

temprano llega la palabra “machona” y te das cuenta de<br />

que la cultura y la libertad no siempre van de la mano. A<br />

una edad se deja de jugar, se empieza a hacer deporte.<br />

Tuvo que ser vóley porque en el polideportivo no había<br />

futbol para las chicas. Mi mejor amigo dejó de invitarme a<br />

los partidos o yo dejé de ir. “Cosas de la edad”, escuché<br />

que decían los grandes. Cosas de varones y mujeres que<br />

pasan con la edad. Por suerte después encontrás a alguien<br />

que a esa “cosa misteriosa” que marcó un quiebre en tu<br />

infancia le dice “relaciones de poder” y empieza un<br />

partido nuevo.<br />

[86]


Biografía<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Me llamo Violeta y tengo 25 años. Vivo en Boedo durante el<br />

invierno y en Pinamar durante el verano. No logro recibirme de<br />

profesora de filosofía, pero cumplo ese rol en el Bachillerato<br />

Popular “Barracas Sur”. Trabajo de camarera, electricista y<br />

bobinando motores en un taller electromecánico. Tuve muchos<br />

fotologs, entre ellos http://ar.fotolog.com/helenitas/mosaic/ y<br />

ahora tengo el twitter @lumpenaje porque no sé dónde escribir.<br />

[87]


A los 7…<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

[88]<br />

Diana Pérez Rivera


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Cómo me pensaba y me sentía en la infancia… es una<br />

búsqueda difícil, llegar al recuerdo nítido de mi niñez<br />

masculinizada puede verse influenciada en este momento,<br />

con el peso de factores externos que pudieron haber<br />

hecho más dura esa infancia y mis primeras relaciones<br />

con “el mundo,” factores como el machismo imperante en<br />

México, o la influencia de los medios de comunicación en<br />

la creación de estereotipos de belleza femenina. Pero<br />

después de un rato de buscar ese recuerdo, descarto estas<br />

posibilidades pues era demasiado corta mi edad para<br />

entenderlos. Por lo que me queda la narración de la<br />

sensación imperante de estar “fuera de lugar”, vigilada de<br />

las miradas inquisidoras de las féminas mayores que<br />

veían en mis gustos por los carritos o el fútbol, algo “raro”<br />

y yo lo sentía, pero no lograba entender qué era lo que<br />

estaba mal.<br />

Esas expresiones en miradas o palabras como machorra,<br />

me provocaban ansiedad, que en ratos se encauzaba hacia<br />

una incomodidad con mi propio cuerpo, pero seguía<br />

vistiéndome, expresándome, exactamente como yo quería.<br />

Hecho que mi familia notó y jamás se me exigió que fuera<br />

“más niña”, yo podía ponerme la ropa que yo quería e<br />

intentaban satisfacer mis gustos aunque no “coincidieran”<br />

con el rol de género que se le impone a una niña.<br />

Así, esta foto se tomó en 1997, tenía 7 años, yo jugaba a<br />

ser abogada y me disfracé del único abogado que conocía,<br />

que era mi padre, cuando él me encontró jugando en su<br />

oficina justo pensé que me regañaría por estar vestida de<br />

hombre, pero rió mucho y me dijo que sólo debía<br />

preocuparme por ser feliz. Después regresó con una<br />

cámara y tomó la foto. En la foto también está mi hermana<br />

[89]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

menor, coquetamente femenina, ambas con una sonrisa<br />

franca.<br />

Biografía<br />

22 años, Mujer, Mexicana, Abogada.<br />

[90]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Una chonguita de la resistencia<br />

armada<br />

[91]<br />

Julia Zárate


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Crecer en Neuquén fue una experiencia que yo comparo<br />

con la de Sara CONNOR en Terminator 2. Sin tener en<br />

cuenta el desierto rojo a temperaturas infernales, ni los<br />

vientos huracanados y la sequedad insoportable, siempre<br />

me sentí una heroína perdida en el culo del mundo y con<br />

aires de tratar de salvarlo. Por eso fui una chonguita de la<br />

resistencia armada. Exiliada en la clandestinidad de mis<br />

fantasías iniciáticas me resistí con enojo sostenido a mi<br />

condición de mujer oprimida por las desventuras adultas,<br />

hasta que me lancé a la investigación de mis propios<br />

placeres y me fue bien. Aunque nunca quise ser normal,<br />

puse el cuerpo al servicio de los márgenes perceptivos y a<br />

los 10 años ya había besado un par de chicas. Durante mi<br />

infancia no encontré respuestas. Sólo sensaciones<br />

desorganizadas de autopercepción y ganas de salirme de<br />

mi cuerpo. Toda esa mezcolanza de estímulos climáticos y<br />

prejuicios impuestos desde mi entorno me volvieron al<br />

difícil entrenamiento callejero. Allí aprendí el oficio de la<br />

resistencia de la mano de amuletos mágicos que<br />

convertían a los adultos en animalitos domésticos,<br />

poderes para volar del vestuario del club al bosque para<br />

besar en la oscuridad fresca y verde a jovencitos que no se<br />

inmutaban cuando yo gritaba las canciones de Roxette<br />

desde la casettera.<br />

Nadie sospechaba entonces que mi plan a largo plazo sería<br />

exitoso. Pude eludir todas las normas y abatir a mis<br />

enemigos cultivando mi libertad y aprendiendo a pensar<br />

por mí misma. Luché en batallas cuerpo a cuerpo, y<br />

aunque no salí ilesa pude recuperar mi sentido del humor<br />

y darle cuerpo a mi palabra. Destruí la culpa y abatí los<br />

prejuicios de mi entorno con aliados coyunturales y tuve<br />

pena, mucha pena, porque muchas veces me creí<br />

derrotada por completo, incluso viví el exilio a mis deseos<br />

[92]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

y compré lo que me vendieron. Aun así, mi espíritu<br />

aguerrido encontró las grietas desde donde retomar la<br />

resistencia y atravesando los dolores intransferibles que<br />

mi experiencia feminista transformó en bandera volví a<br />

retomar la alegría de ser mujer y a construir mi trinchera<br />

desde la cual hoy observo el mundo. Mi refugio invisible a<br />

los ojos distraídos, y provisto de armamento capaz de<br />

resistir la embestida reaccionaria, todas las veces que sea<br />

necesario.<br />

La resistencia armada de palabras y deseos propios y mi<br />

caballito de batalla: mi cuerpo. Espacio personal y político<br />

donde la chonguita armada llena de furia y alegría<br />

defiende con uñas y dientes sus marcas.<br />

Biografía<br />

Nací hace treinta años en el desierto neuquino cerca de la<br />

confluencia de los ríos Limay y Neuquén. Hace trece años que<br />

estudio y trabajo en Buenos Aires, además de viajar<br />

fotografiando y rodando películas por distintos lugares de<br />

Argentina y por algunos países de Centroamérica, Europa y<br />

África. Estudié cine y fotografía, participé en diversas muestras<br />

en Buenos Aires, Neuquén y Francia. Obtuve becas en artes<br />

visuales y premios en fotografía. Desde 1999 trabajo en la<br />

realización y producción de series documentales, largometrajes<br />

de ficción, miniseries de terror, fantástico, comedias, etc., etc.<br />

Soy mujer feminista y no uso las categorías de la heteronorma<br />

para definir mi sexualidad. Soy diversa y mi identidad es un<br />

devenir constante.<br />

[93]


Abrazo hermano<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

[94]<br />

Dahiana Belfiori


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Abrazo hermano. Paisaje serrano de pastos con alambres.<br />

Desalambro recuerdos: nostalgia: me veo sonreír y<br />

susurra en mi memoria el viento que despoja mi cuerpo<br />

niño. Papi, nuestro padre, enfoca y eterniza el gesto:<br />

abrazo hermano.<br />

Pienso en mi papá, en mi hermano y en sus definiciones.<br />

Varones de la casa y de las sierras. Varones de la tierra.<br />

¿Dueños de sí y de todo? Abrazo hermano: dobles. Dobles<br />

de riesgo. Me dobla y lo doblo. Nos cuidamos. Jugamos:<br />

piedra en mano / mano en flores /mano en flor/ flor en<br />

niño. Piedra y flores. Flores y piedras. (pastos-alambres).<br />

Piedrapapeltijera: piedra-piedra / piedra-flores / ¡floresflores!<br />

Quién es quién en este juego. Me adivino en la pose. Casi<br />

casi casi, pero no. Un nenanene que juega libre, que corre<br />

entre yuyos. La vestimenta no ayuda. No colabora con el<br />

ojo ajeno. Papá mira y con el índice nos coloca en el<br />

parasiempre de las fotos. Mamá y abuela, también miran<br />

pero no se ven. Ríen.<br />

Cuerpo libre, indefinido. Ese cuerpo de ahí era yo. ¿Ese<br />

cuerpo de ahí me reconocería hoy? Ese cuerpo de ahí, el<br />

ahí de la foto: calzón que acompaña mis horas. En la calle<br />

y en calzón y en las horas. Abrazocalzónhermano. Gorrascamisas-calzones<br />

nos igualan. Y no sólo.<br />

Te abrazo, hermano. Y me abrazás.<br />

Libres en el juego: ¿querés jugar?<br />

[95]


Biografía<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Dahiana nació en Rafaela bajo el signo de libra, vivió en Córdoba<br />

bajo el signo del desorden y volvió a Rafaela un año nuevo. Es<br />

una serpiente de fuego y como tal cambió de piel varias veces en<br />

su vida. No se ve a sí misma como una chonga, aunque sufre<br />

secretamente por ello. El problema es que no puede dejar de<br />

pintarse. La subieron a los tacos en la adolescencia y se bajó, ella<br />

solita, en la juventud. Tiene 35 pirulos. Presume de ser feminista.<br />

dahiabell@yahoo.com.ar<br />

www.aquiyaceunamalamujer.blogspot.com<br />

[96]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Los nenes con los nenes, las nenas con<br />

las nenas<br />

[97]<br />

mónica palacio


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Creo que no puedo decir que tuve una infancia chonguita,<br />

pero el incidente de tercer grado y la aparición de las<br />

palabras marimacha y machona en mi vocabulario vienen<br />

al caso.<br />

Crecer en una ciudad chica, en una familia numerosa, con<br />

padre y madre trabajadores, hacía que la calle sea un<br />

territorio posible para habitar, sobre todo a la siesta y al<br />

atardecer después de hacer la tarea. Los niños y las niñas<br />

de la cuadra la pasábamos mezclados en juegos de todo<br />

tipo, la despensa, las bolillas, la guerra con armas de<br />

ruleros y bolitas de paraíso con los techos como escenario,<br />

las carreritas en bici y patín, la pelota y, a la caída del sol,<br />

las escondidas. En los días de lluvia jugábamos a las cartas<br />

y al cuarto oscuro. En ese momento, el tiempo de los<br />

juegos era el tiempo de mis ganas, yo ponía el ritmo y<br />

negociaba con quienes participaban las reglas, los<br />

premios, los límites. Entonces yo decidía qué, cómo, hasta<br />

cuándo y hasta dónde en función de mi deseo, y construía<br />

con otros y otras una complicidad sólida y solidaria, de<br />

iguales, que aparecía tanto en la travesura como en la<br />

resolución de los conflictos. En el tiempo de los juegos, mi<br />

tiempo libre, la percepción del sentido de la libertad, que<br />

tenía carácter de absoluta e ilimitada para mí en esos<br />

momentos, está estrechamente ligada con la ausencia de<br />

los adultos, de sus reglas, de sus leyes.<br />

Mi señorita de tercero se llamaba Olguita y un día le pasó<br />

su gran preocupación a mi madre. En una reunión le dijo<br />

que yo era una marimacha, una machona. Todo por mi<br />

gusto por los juegos de correr, de empujarse, de trepar en<br />

los techos y en los árboles, y por la relación que construía<br />

con mis compañeros varones que me percibían como una<br />

igual tanto para la diversión como para las peleas. Mi<br />

[98]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

madre llevó el asunto a casa y la situación llegó a esos<br />

lugares comunes donde llegan todas las cosas que pasan<br />

en los pueblos. Que no sólo hay que ser, sino también<br />

parecer; que no está bueno andar en boca de otros; que<br />

las niñas deben ser así y asá; que los juegos con los<br />

varones pueden terminar en otra cosa; que da vergüenza<br />

que te llamen de la escuela para decirte una cosa así de tu<br />

hija; que si lo volvés a hacer yo igual me entero porque<br />

todos me cuentan.<br />

Pienso que en algún momento muchas tuvimos que pasar<br />

por situaciones así y a algunas nos hizo el efecto esperado.<br />

Yo no dejé de jugar con mis amigos y amigas de entonces,<br />

pero empecé a fijarme sobre todo en mis actitudes<br />

corporales y a medir el grado de contacto físico que tenía<br />

con los chicos. Así, a los 8 años, me convertí en mi propia<br />

vigilante. Definitivamente me importó, siendo una niña<br />

muy pequeña, me doy cuenta ahora, esa carga negativa y<br />

pesada de las palabras machona y marimacha, que hasta<br />

ese momento eran nada, pero que al ser pronunciadas por<br />

las personas adultas que me rodeaban, traían un<br />

contenido implícito, muy fuerte y estigmatizante, que se<br />

hacía claro y más terrible a la hora de dar ejemplos<br />

señalando a personas de la comunidad. Ser como un<br />

varón, ¿querés ser eso? yo no quiero que seas eso! De<br />

tanto escucharlo y sin perder la alegría, me hice una niña<br />

como debe ser.<br />

Cuando ya estaba en séptimo, varios años después, con<br />

otras niñas del grado teníamos un grupo de baile y en los<br />

recreos ensayábamos coreografías imitando a "Las<br />

Primas" mientras cantábamos "... los nenes con los nenes,<br />

las nenas con las nenas, los nenes con los nenes, las nenas<br />

con las nenas...". Eso nunca generó preocupación en la<br />

[99]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

señorita Morra ni reuniones con nuestras madres. Ahora<br />

me hace gracia esa letra, pareciera una premonición ya<br />

que me hice una lesbiana que, en este tiempo, juega con<br />

algunas reglas propias y otras compartidas una chonguez<br />

que me gusta mucho.<br />

Biografía<br />

mónica palacio, una santiagueña de 39 años que adoptó córdoba<br />

como su casa. lesbiana, feminista, artesana, activista de la<br />

libertad, amante de las perras, las aves y las flores, familiera y<br />

amiguera. en este tiempo se la puede encontrar los fines de<br />

semana resistiendo junto a sus compas en la feria "artesanxs de<br />

la cañada", córdoba, argentina.<br />

[100]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Al calor de la escena in/de/fin/ida<br />

[101]<br />

Ileana Dell’Unti


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Cuando pienso en los inicios de mi relación con el espacio<br />

público retorna como un bumerang siempre el mismo<br />

recuerdo, o mejor dicho siempre retorna la misma<br />

secuencia de hechos teñidos de una textura onírica, como<br />

a película vieja desteñida por el paso del tiempo y sobre<br />

impresa por las imágenes que se disputan espacio en el<br />

agua hirviendo de mi memoria. Debo ser bastante chica,<br />

unos 7 años, lo deduzco por la altura de la gente que veo y<br />

por la distancia a la que estoy de mi casa –siempre tuve<br />

libertad de andar sola por la calle pero mi perímetro en la<br />

infancia terminaba en los confines del barrio Fontana-. Es<br />

una calle de mi barrio pero camino al centro, camino en<br />

sentido opuesto a casa –no me acuerdo a donde voy- .<br />

Frente a mí, un cúmulo de gente me obstruye el paso - lo<br />

que comúnmente se describe como un grupo familiar<br />

amplio-. Están tomando tereré y escuchando la radio a<br />

todo volumen en la puerta de su casa –una escena muy<br />

típica en las tardes de calor del noreste argentino-, ocupan<br />

la vereda con silletas de plástico de colores y se divierten<br />

hablando mal de la gente que pasa. Un señor de ellos me<br />

detiene para hacerme una pregunta. En el plano siguiente<br />

estoy inmóvil, angustiada y confundida, las personas que<br />

recuerdo muy voluptuosas se ríen y repiten ¿qué sos vos<br />

nene o nena? No puedo responder porque no entiendo la<br />

pregunta. El plano final soy yo en mi cama llorando y mi<br />

mamá sentada a mi lado, con la misma cara de<br />

incertidumbre frente al relato y la duda que acaban de<br />

imprimir en mi cuerpo a fuerza de humillación. Jamás<br />

pude erradicar esa duda mientras viví en Formosa y mi<br />

mamá tampoco, pero nuestra duda era sobre el por qué de<br />

la duda que continuamente me acechaba en el espacio<br />

exterior a mi casa ¿qué sos vos nena o nene? Todavía no<br />

[102]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

lo sabía pero acababa de encontrar una poderosa arma<br />

para luchar contra el heteropatriarcado.<br />

Puedo decir felizmente que en mi casa la autonomía era<br />

un bien preciado y a nadie le preocupaba mucho qué<br />

elegía o no vestir o cómo quisiera llevar el pelo, salvo que<br />

la población de piojos obligara a tomar cartas en el asunto<br />

a mi papá, algo terrible porque significaba soluciones<br />

drásticas que a menudo implicaban remedios caseros que<br />

ponían en riesgo mi integridad física, problema que fue<br />

resuelto cuando la madre de mi mejor amiga entendió que<br />

para erradicar la plaga de su hija debía despiojarnos a las<br />

dos juntas y lo hacíamos a la siesta en secreto, porque mi<br />

mamá no me dejaba y decía que los químicos anti piojos se<br />

filtraban por el cuero cabelludo al cerebro.<br />

Para explicarlo siempre me aferré al relato que mi mamá<br />

daba ante la insistente pregunta sobre mi falta de aritos:<br />

“es que la vi tan bebé, tan chiquita y débil que no pude<br />

hacerle eso –hablaba de los agujeros en las orejas que<br />

hubieran posibilitado un par aritos que habrían impreso<br />

con dolor mi feminidad hacia el mundo- creímos que en<br />

todo caso, debía decidirlo ella cuando sea grande”.<br />

Siempre lo agradecí porque no me gustaban los aritos y<br />

hubiera detestado usarlos, aunque pensaba que si los<br />

tuviera hubiera sido una chica que parecía un varón, en<br />

vez de un bicho raro, y quizás entonces la gente dejaría de<br />

preguntarme semanalmente en la calle, en el kiosko, en la<br />

escuela, en la reunión de trabajo de mi papá, en un recital,<br />

en cualquier parte, si era nene o nena. Ilusa, esa teoría se<br />

desvaneció una mañana en que una compañera de escuela<br />

me gritó desde el vértice opuesto del patio delante de un<br />

chico que me gustaba, que me siente como una chica. Ser<br />

una chica era mi deber y comenzaba a entender que yo era<br />

[103]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

esa duda para esa gente, esa posibilidad inquietante que<br />

debe resolverse, lo extraño no era su duda sino mi falta de<br />

preocupación, haberme criado sin la obligación de cumplir<br />

esos esquemas corporales. La guerra fue declarada en<br />

esas tardes de intenso calor en las que caminaba por<br />

Formosa, mi rechazo hacia todo lo que fuera femenino era<br />

mi batalla por la libertad. Combate que no fue un<br />

problema en mi casa durante mi niñez, hasta que las<br />

personas de la calle comenzaron a hacer preguntas y la<br />

pubertad no me encontró bien predispuesta para los<br />

hombres.<br />

Ahora, en mi barrio yo era Ile la piojosa, era amiga de<br />

Cecilia la gorda y Laura la malcriada, hacíamos obras de<br />

teatro y el pasillo nos pertenecía, la violencia era moneda<br />

corriente pero no nos preocupaba. El verdadero peligro<br />

estaba en el pasillo de al lado, o cuando venía alguien del<br />

exterior -por ejemplo mi abuela-, o peor aún, en las<br />

efemérides familiares donde las personas mayores que<br />

nunca tuvieron ningún conocimiento sobre tu vida<br />

cotidiana y tu deseo, se sentían con el pleno derecho o<br />

mejor dicho con la obligación de opinar sobre el buen o<br />

no, desarrollo de tu persona. Mi casa y mi barrio, esas<br />

fueron las trincheras de mi deseo en la infancia, la<br />

adolescencia es otro cantar…<br />

[104]


Biografía<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Ileana Dell’Unti: lesbiana feminista disidente –de la sociedad<br />

heteropatriarcal y del heterofeminismo- cineasta -a veces<br />

videasta-. Activista en la colectiva Lésbico–feminista Malas como<br />

las Arañas en la ciudad de La Plata, donde también estudió cine y<br />

actualmente participa de la construcción de la cooperativa de<br />

trabajo audiovisual Sin Postre. Nació y se crió en Formosa, al<br />

norte de Argentina. Del año `86, leonina de signo y espiritual de<br />

pensamiento, activista del placer y la construcción colectiva.<br />

Buscadora empecinada de la horizontalidad. Chonga vainilla que<br />

sueña con amores no románticos pero sí placenteros, acogedora<br />

de las contradicciones, estudiante del interior, un poco<br />

paraguaya por adopción, intelectual por extensión familiar,<br />

investigadora del pensamiento colectivo, enamorada de los<br />

relatos, testaruda en permanente cambio.<br />

Una versión audiovisual de mi retrato basado en este relato<br />

puede verse en: https://vimeo.com/50309503<br />

[105]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Los juegos que yo quiera<br />

[106]<br />

Carolina Reynoso


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Para mi mamá, María Carolina Funes.<br />

Venía desde Punta Alta tratando de imaginar ese mundo<br />

mágico que me habían prometido por meses. Un viaje de<br />

10 horas en un ómnibus de larga distancia hasta<br />

Berasategui y un par de horas arriba de un colectivo<br />

destartalado que me acercó hasta la puerta de ese lugar<br />

tantas veces imaginado. Finalmente, allí estaba, el Italpark,<br />

con sus luces y lentejuelas brillando para mí. Un lugar<br />

donde cada cosa estaba pensada para divertirse, para ser<br />

feliz sin restricciones… o casi ninguna restricción.<br />

Entramos al vientre de la ballena y maravillada quise<br />

participar de ese juego que apareció apenas dimos unos<br />

pasitos dentro del lugar. Mi madre me llevó y mis piecitos<br />

encharolados con zapatitos elegidos para la ocasión<br />

volaron sobre el piso de tierra apisonada. Pero la ilusión<br />

de mis ojos amarronados se topó con una frase del<br />

encargado del juego que fue demoledora: “No, este juego<br />

no es para nenas…es para varoncitos…”. Por lo visto, algo<br />

conmovió al hombre que rompió la ilusión, porque<br />

prosiguió: “¡Pero el parque es grande, vas a encontrar un<br />

montón de juegos para nenas!”. Recuerdo haber<br />

experimentado algo que no supe explicarme a mí misma,<br />

algo que hoy puedo nombrar con la palabra angustia.<br />

Mi madre y yo salimos al encuentro del resto del parque,<br />

en silencio. Volamos por los aires, nos abrazamos en los<br />

juegos de miedo, compramos nubes de colores que se<br />

deshacían en nuestras bocas, chocamos algunos autitos y<br />

dimos la vuelta al mundo en una de esas hamacas<br />

colgantes que giran.<br />

Felices y cansadas, decidimos emprender el regreso. Ya<br />

nos íbamos, pero con un tirón de polleras y una mirada<br />

[107]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

cómplice, tomamos la decisión, y juntas y de la mano<br />

caminamos hacia el juego prohibido para mujeres.<br />

Entramos y antes de que el encargado diga algo, mi madre<br />

dijo: “Mi hija quiere jugar en este juego”. Sin espacio para<br />

contestar, el hombre trajo muchas pelotas y yo comencé a<br />

patear con fuerza para derribar esos muñecos con pinta<br />

de machos. Mi madre me pidió una pelota y pateó con<br />

fuerza, derribando un muñeco… y muchas cosas más.<br />

La foto que envío no está relacionada con el Italpark, pero<br />

sí con uno de los tantos momentos en que yo elegía<br />

vestirme de otra manera, jugar otros juegos o hacer otras<br />

cosas que “no eran de nena”. Como por ejemplo, subirme a<br />

una moto enorme y hermosa como la de la foto. La<br />

mayoría de las veces mi mamá estaba (y aún está) ahí para<br />

apoyarme, sin juzgarme. Ella siempre me dice que si<br />

hubiera podido, hubiese sido pilota de avión, pero que no<br />

tuvo posibilidad de hacerlo porque se casó a los 15 años.<br />

También me contó que aunque estaba casada, era una<br />

niña con hijxs que salía a jugar a las bolitas con lxs chicxs<br />

del barrio. Fue muchas veces juzgada, y, aunque no es una<br />

feminista orgánica, fue la que me enseñó y transmitió<br />

mediante sus historias y su apoyo que yo podía ser y hacer<br />

en la vida lo que yo quisiera. Que podía jugar al juego que<br />

yo quisiera jugar.<br />

[108]


Biografía<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Carolina Reynoso nació en Punta Alta en 1977 y en 1996, luego<br />

de terminar el secundario, se mudó a la ciudad de Buenos Aires,<br />

donde reside actualmente.<br />

Egresó de la carrera “Dirección de Cine y Video” en el CIEVYC en<br />

2008. A su vez, se encuentra finalizando la Licenciatura en<br />

Ciencias de la Comunicación Social con orientación en<br />

Comunicación Comunitaria en la UBA.<br />

Durante fines de 2008 y principios de 2009 fue Productora<br />

Ejecutiva y Asistente de montaje de Sebastián Martínez para el<br />

film “Centro”. También realizó la Dirección de Producción de “TV<br />

Utopía” de Sebastián Deus.<br />

A su vez, realizó tareas de Coordinación de Producción para la<br />

productora 996 films S.R.L. organizando y asesorando<br />

numerosos proyectos avalados por el INCAA. En el mismo<br />

período, se desempeñó como Coordinadora Académica de la<br />

Escuela de Cine Documental “Observatorio de Cine”, sede<br />

Buenos Aires.<br />

En 2012, realizó el diseño de producción de “El limonero real”,<br />

cuyo guión y dirección es de Gustavo Fontán. En el mismo año, se<br />

desempeñó como Asistente de Dirección del unitario documental<br />

¡Al Trote! de Gabriel Dodero.<br />

En 2010, su proyecto documental como guionista y directora,<br />

“Yo aborto, tu abortas, todxs callamos” ganó el subsidio para<br />

Desarrollo de guión del Instituto Nacional de Cine y Artes<br />

Audiovisuales. En 2011 aplicó y ganó el premio de la misma<br />

institución a la producción de proyectos documentales con<br />

registro en soporte digital. Actualmente se encuentra en etapa<br />

de posproducción de ese proyecto y escribiendo el guión de su<br />

próximo film, ligado a la temática trans.<br />

Contacto: carolinareynoso77@gmail.com<br />

[109]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Ser chong@ y no morir en el intento<br />

[110]<br />

Natalia “taty” Lavia


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

De pequeña, lo masculino o femenino, hombre o mujer,<br />

macho o hembra, eran conceptos dicotómicos externos a<br />

mí, eran palabras inventadas por una sociedad que<br />

necesitaba clasificar, o eras una cosa o eras la otra, no<br />

podés estar afuera de esa clasificación, no podés ser otra<br />

cosa que aún no fue inventada. Cómo sentirse qué o quién<br />

en un mundo de hombres y de mujeres? Cómo sentirse<br />

“otro”…”otro” qué, “otro” quién? Por qué digo “otro”,<br />

porque me refiero al “ser”, y el “ser” es masculino en<br />

nuestro idioma. Por qué las palabras son masculinas o<br />

femeninas? Por qué declaro que en mi niñez mi expresión<br />

de género, gran parte del tiempo fue masculina? Porque<br />

los demás, ellos, todos… y todas, la sociedad, clasifica sólo<br />

en dos. Y eso que yo manifestaba, en formas de vestir, en<br />

deseos, en juegos, en expresiones corporales, para ellos y<br />

ellas era una expresión de género masculina.<br />

Yo no pensaba en lo femenino o masculino, lo pensaban<br />

los demás respecto a mí, y entonces juzgaban, “esa niña es<br />

masculina, es una machona, es un marimacho”. Al mismo<br />

tiempo de ser juzgada por los demás, me halagaban por lo<br />

bien que jugaba al fútbol. De más grande, ya no tan niña,<br />

quizás más “chica” o preadolescente, dejé de ser<br />

machona/marimacho para ser un chico, un pibe, o mejor<br />

aún una torta, o tortillera para los más agresivos… Será<br />

que somos lo que la sociedad nos dice que somos?<br />

Me vestí de granadero, creo que en 4to grado, cuando en<br />

la escuela primaria me dieron a elegir, en el acto de una<br />

fiesta patria, entre vestirme de granadero o de dama<br />

antigua. No me gustaban los vestidos ni los peinetones, ni<br />

deseaba que me peinaran el pelo tirante como las<br />

bailarinas de ballet clásico, con rodete. Sin embargo, sí<br />

tuve que ponerme vestido y zapatitos cuando tomé la<br />

[111]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

comunión católica, porque ahí creo que no me dieron a<br />

elegir, las nenas tenían que tener vestido, sobre todo yo,<br />

que me lo había encargado hacer a medida mi tía madrina.<br />

Cómo no ponerme “su” vestido, que con tanto amor<br />

mandó a confeccionarme. Lo que quisiera yo, creo que no<br />

les importaba.<br />

En el pre escolar, una vez volví del patio llorando, ingresé<br />

a una sala donde estaban la maestra y las niñas. Las niñas<br />

jugaban en la “casa de muñecas”, yo volví llorando del<br />

patio donde estaba el “arenero” donde jugaban los niños.<br />

Lloraba porque los niños me habían echado del arenero.<br />

Los niños? Los niños tan pequeños echan a las niñas? Sí,<br />

los niños tan pequeños decían cosas como “marimacho,<br />

acá jugamos los varones”. Acá jugamos o acá “juz-gamos”?<br />

La maestra dijo algo que luego repitió mi mamá cuando<br />

llegué a casa y en llanto le conté lo ocurrido, “mi pequeña<br />

taty, el arenero es para todos los niños y todas las niñas,<br />

puede jugar en él quien quiera y tenga ganas de jugar en<br />

él, mientras no moleste a otros, ni les haga mal. Y vos,<br />

jugando en él, no le hacés mal a nadie”. La maestra retó a<br />

los niños por el acto que hoy, concepto de moda,<br />

podríamos denominar “discriminatorio”.<br />

Más tarde, jugaba al fútbol porque me gustaba, y los<br />

varones no me dejaban jugar con ellos, no sé si porque era<br />

mujer, o porque jugaba mejor que ellos y los dejaba en<br />

evidencia, tal vez ponía en duda su masculinidad. Aprendí<br />

a manejar un auto desde muy pequeña, 8 años, también<br />

con ello aprendí a limpiar las bujías, a identificar un<br />

carburador dentro del conjunto del motor, o cambiar una<br />

cubierta si pinchaba, a medir el agua y el aceite de un<br />

motor. Nunca sentí que eso fuera masculino, sentí que eso<br />

debía saberlo si me gustaban los autos, si quería conducir<br />

[112]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

el auto de papá, si él me lo prestaba para ir a bailar con<br />

mis amigas, o para ir a la escuela ya de más grande.<br />

Ser chong@ y no morir en el intento es ser lo que quiero<br />

ser, es un deseo de ser persona, de ser mente y espíritu,<br />

sin importar los penes y las vaginas, sino las sensaciones,<br />

las emociones, los sentimientos, los deseos, los intereses<br />

para un bienestar no sólo mío sino de todos y de todas.<br />

Biografía<br />

Vivo en Puerto Madryn, Chubut, lugar donde nací hace 32 años.<br />

Practicante de disciplinas milenarias, taoístas, chinas e hindúes,<br />

en la búsqueda constante del equilibrio espiritual. Trabajo en la<br />

Delegación provincial de Inadi, pero milito las 24 hs del día por<br />

una sociedad más equitativa, justa e igualitaria. “Predico y<br />

practico”, en la medida de lo posible. Co-fundadora de la<br />

Agrupación Chubut-Diversx. Miembro de Enlace Chubut<br />

CLADEM.<br />

Mail: sybilnew@yahoo.es<br />

[113]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

De ayer a hoy… de peque a adulta<br />

mujer<br />

[114]<br />

Natalia Quintana


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Hoy guardaparques. Realizo tareas de prevención, de<br />

mantenimiento (electricidad, pintura, carpintería,<br />

plomería, etc.), relevamiento de cartelería, de huemul y<br />

sendas, recorridas, plantación de especies nativas. Amo lo<br />

que hago, pongo el corazón y el alma, soy una apasionada<br />

de la vida y mi trabajo es la forma de vida que elijo.<br />

Crecí siendo la hermana menor de tres hombres lindos de<br />

corazón, los melli y Gusti. Tengo una vieja increíble,<br />

chaqueña de pura cepa de quebracho y amigos<br />

maravillosos que dispersos por varias provincias son mi<br />

apoyo incondicional. Mi viejo falleció, fue un hombre<br />

bueno que nos dejó un claro ejemplo a seguir, el<br />

altruismo. Desde hace un tiempo que no comparto la vida<br />

con una pareja; por suerte o causalmente, como dice<br />

Richard Bach, Nada es azar.<br />

Desde peque supe que el amor es uno, el ejemplo de la<br />

vieja siempre fue ese.<br />

Chonguita, uhm? NO. A mí siempre me dijeron machona y<br />

dependiendo quién lo dijera y cómo a veces me<br />

incomodaba y otras me gustaba.<br />

Ayer, las tardes de pelota con mis hermanos y sus amigos<br />

en las que indefectiblemente el puesto de arquero estaba<br />

siempre vacante. La hermanita de los mellizos, o sea yo,<br />

era la que tenía que atajar los pelotazos entre buzo y buzo.<br />

Jugaba con toda la garra porque sino ligaba retos y enojos,<br />

siempre me exigían a dar más y más. Yo quería ser buena<br />

por mí y por todas las nenas que querían jugar y no las<br />

dejaban y por mis hermanos que confiaban en mí para que<br />

no entre ninguna pelota. Era buena, Guille me enseñó: vos<br />

mirá la pelota, no al jugador, ¡tiráte, saltá! ¡Vos podés!<br />

Fue así que algunas veces algún chico enojado, como<br />

insulto me gritó “machona”, sólo porque le atajé un penal.<br />

Era común. Ciertamente su pobre insulto no me<br />

[115]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

molestaba, pero a mis hermanos no les gustaba que nadie<br />

me maltratara, como siempre ellos se encargaban.<br />

Cuando el tiempo pasó esa actividad “machona” o poco<br />

femenina, me sirvió para otro deporte que descubrí a los<br />

diez años, el handball. Me tocó el arco, fui la capitana en el<br />

equipo que representaba a la escuela en los colegiales y,<br />

otra vez, volvieron a decirme machona. Esta vez fue la<br />

profe de la otra escuela. ¿Y qué? Pensé. Nunca se lo dije.<br />

Jugamos varios partidos, me hicieron pocos goles, quizá<br />

fue casual que la que los hizo fue la rubiecita del Nuevo<br />

Burzaco.<br />

El amor es uno, pero hasta ahora siempre me gustaron las<br />

nenas.<br />

Los fines de semana íbamos a “la casita” en Longchamps,<br />

(allí Carola Lorenzini realizó sus primeros vuelos)<br />

visitábamos a nuestros primos y tío David, hermano<br />

menor de mamá. En Longchamps éramos libres, la vieja<br />

nos dejaba hacer de todo, andábamos a caballo, corríamos<br />

ovejas, siempre teníamos aventuras para vivir. Nos<br />

gustaba mucho ir a pescar. Un día decidimos hacer arcos y<br />

flechas para salir a cazar liebres. Yo tendría unos cuatro<br />

años y sí ¡Ya era machona! Hicimos una fogata, danzamos<br />

alrededor y después salimos a cazar, me perdí en el<br />

pastizal, el pasto era alto o yo muy bajita. Hasta lloré, en<br />

mi mente parecieron horas, habrán sido treinta minutos.<br />

Salieron todos a buscarme, me acuerdo que recién había<br />

aprendido a silbar, mi tía me trató de “marimacho” y quiso<br />

convencerme que las niñas no silban, por suerte no lo<br />

logró, mi silbido atrajo a mi primo Martín, es el día de hoy<br />

que el negro se acuerda de mi cara de susto y mi piquito<br />

silbando y se ríe mucho.<br />

A los 7 años empezamos a viajar con el tío Shony. Íbamos<br />

a Misiones a visitar a la familia por parte de papá. En esa<br />

época conocí el Parque Nacional El Palmar, de pasada…en<br />

noche de luna llena vi cómo sobresalían de un paisaje<br />

[116]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

bastante chato ellas… las palmas yatay, divinas, parecían<br />

puestas ahí adrede.<br />

Los viajes siempre fueron asombrosos, los puentes, los<br />

bañados, los animales, cocinar en el camión, era como<br />

estar de campamento móvil, dormíamos en cuchetas. Era<br />

lindo, aprendí mucho… el tío nos enseñó que, en la ruta,<br />

como en la vida, hay que ser solidario, que si hay alguien<br />

con baliza al costado de la ruta hay que parar y preguntar<br />

si está todo bien, aunque no nos hagan señas… ya que<br />

cuando uno está solo y tiene algún problema es difícil<br />

pedir ayuda cuando estás tirado arreglando algo. En<br />

algún viaje de los tantos que hice con el tío, le dije que<br />

cuando fuese grande me gustaría ser camionera como él y<br />

viajar por América Latina llevando y trayendo cosas,<br />

conociendo y aprendiendo sobre otros lugares…el tío<br />

Shony dijo: Sos machona, pero no hay mujeres camioneras.<br />

Más de 20 años después existen y dicen que son muy<br />

seguras y puntuales.<br />

Misiones, mi tierra colorada….se te sube por los pies al<br />

corazón y como a las zapatillas te deja manchadito de<br />

colorado para siempre… El tío Fico vivía en la chacra en<br />

Fachinal, era un capo… me enseñó mucho, él fue un gran<br />

tipo, un ejemplo. Él me soñaba guardaparque en sus<br />

tierras. Fico colaboró para que se forme un área protegida<br />

de 51 hectáreas, cerca de su chacra, él quería que fuese de<br />

300, pero asuntos agrarios en esa época creía más<br />

importante entregar las tierras a los colonos, y así fue que<br />

se creó el Parque Provincial Fachinal con 51 hectáreas de<br />

superficie, aún no está implementado.<br />

En la chacra no hay machonas, eso es en la ciudad ó en el<br />

pueblo donde las mujeres usan vestido y no se embarran<br />

los pies. En la chacra hay mujeres trabajadoras,<br />

aguerridas, “guapas” como les decía mi tío, están las<br />

gauchitas y las que no se aguantan mucho tiempo. Las<br />

finas no son de chacra, no son para cosechar tabaco o<br />

plantar mandioca, porque el campo exige, no hay novelas,<br />

[117]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

ni vidrieras, ni shopping. Hay amaneceres, trabajo,<br />

atardeceres, cocinar a los chanchos, barro, animales,<br />

sacrificio diario y la vida se juega en niveles más básicos,<br />

donde la comida depende de la cosecha y ésta depende del<br />

clima, de las heladas, de las pestes. Es otra vida, donde el<br />

huevo se espera de la gallina y no se compra en el<br />

almacén; donde los espacios bien cerrados no son por<br />

ladrones humanos, sino por el zorro y donde cada tanto<br />

viene la marabunta y se lleva todo. ¡Se vive la vida cada<br />

momento! En el campo no hay tiempo para discriminar<br />

por la imagen, en el campo los valores son del corazón. A<br />

la gente se la mide con la vara de la honestidad, del<br />

trabajo, de la voluntad. ¡El que brilla BRILLA y el que no,<br />

NO!<br />

Los años de marimacho, machona, trola, ó como pudieron<br />

llamarme me hicieron ver que hay gente con criterios muy<br />

pequeños tanto como su corazón, y gente muy valiosa que<br />

hace la diferencia en este mundo, con un gran corazón que<br />

dan sin pensar en lo que puedan recibir, que brindan<br />

amor quizá sin darse cuenta. Y yo, quiero ser parte de<br />

este último grupo, quiero dar, quiero amar, quiero ayudar,<br />

quiero colaborar, deseo que en este mundo la<br />

reciprocidad y el amor no sean unas palabras raras, sino<br />

una acción común a tod@s.<br />

Biografía<br />

A valeria flores, la escribidora, con cariño incondicional<br />

Guardaparques. Trabaja como contratada de Nación para la<br />

Administración de Parques Nacionales, en la seccional Punta<br />

Matos en el Parque Nacional Los Alerces (Chubut).<br />

[118]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

La denuncia de mi teta izquierda<br />

[119]<br />

Cecilia Ré


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Chonguitas… palabra rara, novedosa en mi vocabulario. El<br />

proyecto, llego a mí en un momento muy particular de mi<br />

vida y lo abrazo como esos desafíos liberadores que en el<br />

andar nos van convocando.<br />

Acabo de cumplir 49, y sin miedos, ni presiones, diría que<br />

me he vivido y sentido siempre como una heterosexual.<br />

Hoy me atrevo a afirmar y confirmar que una<br />

heterosexual no ortodoxa–no hegemónica (ojala!!).<br />

Las tetas, los pechos, las mamas, las gomas, las tutis, etc,<br />

etc., nutricias, dadoras, ocultas, ocultadas, insinuadas,<br />

protegidas, objetos de deseos masculinos, objetos de<br />

intervenciones estéticas, fuentes de traumas (por grandes,<br />

por chicas, por paradas, por caídas, por…, por…, según las<br />

épocas). Las tetas, pocas veces disfrutadas por nosotras<br />

mismas, como nuestros cuerpos señalados en función de<br />

otros y otras.<br />

Quiero hablar de mi teta izquierda.<br />

Mi teta izquierda, esa que a los 12 años fue atravesada por<br />

una rama del árbol del fondo de mi casa materna-paterna,<br />

cuando seguramente trepaba sin permiso. La casa de una<br />

buena familia de clase media cristiana de la iglesia del<br />

tercer mundo, papá profesional, mamá docente retirada<br />

para cuidar/criar a sus 4 criaturas (dos nenas, dos<br />

varones). La rama del árbol del fondo de la casa. El árbol<br />

del fondo, donde bajo su sombra hacíamos las pistas para<br />

jugar con los autitos con masilla y en sus ramas y copa<br />

tratábamos de armar la casita del árbol.<br />

No hacía mucho que había comenzado a menstruar,<br />

situación que me habían explicado con detalles, pero que<br />

no recuerdo esperar con ansiedad ni temor… y qué? No<br />

[120]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

era correcto que una niña trepara a un árbol, menos aún<br />

cuando ya se es “señorita”. Y la rama atravesó la teta en<br />

señal de castigo, de marca, de huella, de señal, de “no lo<br />

olvides”.<br />

Muchos años, todos, conviví con la cicatriz de esa herida,<br />

que venía a “denunciar” que no había hecho lo que debían<br />

hacer las niñas de mi edad.<br />

Siempre me gustó trepar a los árboles, jugar al fútbol, tirar<br />

piedras, pelearme con los varones, ensuciarme… nunca<br />

me vestí prolijamente, aunque mi madre hizo muchos<br />

esfuerzos, debo reconocerlo. No sabía combinar colores,<br />

estilos, era un “mamarracho”. Siempre tuve fuerza física y<br />

se la hice sentir a mi prolijo hermano varón mayor, que<br />

parecía no poder correrse del lugar asignado al<br />

“progenitor”.<br />

Muchas veces estuve enojada, muchas fotos de infancia<br />

dan cuenta de ello. Cuál era mi enojo? Soy la segunda de la<br />

familia, no era buena alumna, aunque sí inteligente. Mis<br />

cuadernos estaban borroneados, sucios, desordenados, al<br />

igual que mis tareas manuales y mi habitación. Junto a mi<br />

hermana que me sigue, nos enseñaron a coser, tejer,<br />

bordar, tocar flauta, recitar, pintar y todo lo que estaba al<br />

alcance de mis padres para qué fuéramos no sólo “mujeres<br />

de bien”, sino también “creativas y cultas”. Creo que, en<br />

nada de eso pude destacarme, apenas sí sobrevivir a los<br />

intentos.<br />

Nadie se privó en mi entorno de hacerme saber y sentir lo<br />

lejos que estaba de ser “una señorita”. Recuerdo me<br />

gustaban las clases de Karate que daban en la escuela<br />

pública, por el año `74 en el marco de los “Campeonatos<br />

[121]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Evita”. También me sancionaron por eso, por jugar con los<br />

varones de igual a igual.<br />

No era fácil que los chicos se enamoran de mi… era<br />

demasiado peleadora y torpe. Pero a mí me gustaban y<br />

mucho, así que no dudé en intentarlo con el primer<br />

profesor de guitarra que apareció en casa. Mi hermana, un<br />

año menor que yo, a quien amo profundamente, le tocó<br />

cumplir con todos los mandatos femeninos, ella debía<br />

responder a todo lo esperable, prolija, aplicada, dulce y<br />

dócil, miedosa y frágil. Se destacada por sus habilidades<br />

manuales, por su prolijidad y capacidad en la escuela y<br />

por su buen gusto para vestir. De ella, por supuesto los<br />

chicos sí se enamoraban.<br />

Mis recuerdos de infancia, tienen sabor a soledad e<br />

incomprensión, a dificultad y dolor, aunque no faltaron las<br />

alegrías, las aventuras y diversiones, las rivalidades y<br />

camaraderías con mis hermanos, parecía que nunca<br />

podría cumplir con lo que se esperaba de mí.<br />

“No seas machona!” Debe ser de las cosas que más<br />

escuché.<br />

Pegarle a los varones, carreritas de obstáculos, andar en<br />

bici “sin manos” y no caerse, guerritas de sapos en las<br />

orillas del río en Cuesta Blanca, son recuerdos hermosos<br />

que atesoro… tampoco demasiado bien visto. Como<br />

aquella vez que tuvieron que cortarme el pelo (hasta ese<br />

entonces, largo y brillante que tenía) por no haberme<br />

peinado en 15 días de campamento.<br />

Muchas cosas puedo darme cuenta hoy, en el andar<br />

enredada entre mujeres pensándonos y el feminismo, que<br />

me permitieron comprender esos procesos, objetivar el<br />

[122]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

patriarcado en mi piel, distanciarme, aliviar dolores…<br />

comprenderme desde otros sitios.<br />

Me gusta saberme disfrutando de actividades que<br />

históricamente han estado asociadas a los varones… hacer<br />

asado y manejar, son fuente de muchísimo placer y<br />

libertad que necesito para vivir. Haberme podido permitir<br />

sentir y gozar de ellas ha sido producto del bellísimo<br />

proceso que vengo recorriendo junto a muchxs otrxs.<br />

Hoy transito por el tratamiento de un cáncer de mama…<br />

si, de mi teta izquierda, esa teta atrevida e irreverente, esa<br />

teta desobediente. En ella están quizá las marcas de mi<br />

rebeldía y también de mi valor, seguro, para que haya<br />

menos soledades e incomprensiones.<br />

Biografía<br />

Soy Cecilia Ré, 49 años, cordobesa, feminista, integrante de la<br />

Biblioteca feminista Juana Manuela Gorritti, estudié trabajo<br />

social, madre de Manuel y Paula, me dedico a la docencia, al<br />

trabajo en y con las escuelas y docentes. Tengo una casa con un<br />

hermoso patio con asador que convoca a mis seres queridXs.<br />

Amo intensamente viajar tanto en extensión como en<br />

profundidad, ir descubriendo el mundo y sus alrededores, sus<br />

vidas y sus historias, como los mejores interiores hacia poder<br />

saber un poco más de quién soy.<br />

[123]


Diario<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

1-11-86 12,43 de la mañana.<br />

Laura Fernández Cordero<br />

En la escuela estos últimos días la pasé muy mal porque<br />

Barrios y CIA me molestaron. Ellos molestan a las chicas y<br />

yo les pego o los corro. Llegaron al colmo entonces le dije<br />

a la maestra y hablé con la asistente social. Ellos dijeron<br />

que me iban a pegar yo me veía ya tirada en un callejón<br />

muerta y violada este pensamiento me hacía estremecer<br />

hasta la médula.<br />

27-11-86 jueves 7:53 nublado (mañana) y sol (tarde)<br />

18º<br />

Hoy mamá tuvo reunión en la escuela y la maestra le dijo<br />

que yo era muy buena alumna pero que era muy movediza<br />

y hablaba mucho y que tenía fea letra pero yo no la puedo<br />

cambiar.<br />

2-12-86 martes 14,40 hs. Tormentoso insoportable<br />

nublado.<br />

Tengo una rabia con la maestra dice que al acto tenemos<br />

que ir con el pelo atado y “un moño blanco” 2º con pollera<br />

y medias tres cuartos y 3º es una idiota.<br />

21-1-87 21,04 hs. Día ventoso. Miércoles.<br />

Fui a un cumpleaños de una amiga de Carla y jugaban a<br />

juegos estúpidos y yo aburrida. Y después jugamos al<br />

poliladron y ahí sí me gustó el juego pero yo soy bruta y<br />

[124]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

los chicos me decían “yegua”, sentí vergüenza me propuse<br />

pasar desapercibida en todos lados, también en la escuela.<br />

2-5-87 sábado 13,20 hs. Horrible.<br />

Estoy cambiando en la escuela me dijeron que era buena<br />

alumna pero mandona que nadie me podía seguir el ritmo<br />

lloré mucho pero no entiendo me dicen que haga una cosa<br />

y me contradicen ya no sé ni quién soy.<br />

Jueves 5 de mayo de 1988. Día lindo nubladito.<br />

TA, TA TA TAN! Hoy estoy contenta, lo que pasa es que en<br />

Atletismo me va re bien tuve que correr 1500 m en 7<br />

minutos y lo hice en 6,55, después 6 fuerzas de brazos e<br />

hice 14, correr 3000 m y llegué! Casi 20 minutos<br />

corriendo. En salto en alto no tiro mucho el caño aunque<br />

hoy era la única chica que saltaba eran todos varones yo<br />

me pregunto ¿Por qué soy distinta? ¡No! Estoy segurísima<br />

de que soy mujer y no me tiro para el otro lado. Lo que<br />

pasa es que a veces me gustaría hacer las cosas que hacen<br />

los hombres. Ser camionera, policía, etc. No quiero ser una<br />

ama de casa, lavando, planchando, cocinando. Todos dicen<br />

que son cosas de chicos, si es así no quiero ser una<br />

persona grande nunca. ¡Son tan estúpidos!<br />

Miércoles 31 de agosto de 1988, 19 horas 41 minutos.<br />

Día lindo más o menos.<br />

¿Viste? Me hice señorita no me gusta para nada. Es lo<br />

único de mí misma que me da asco. Me gustaría volver a<br />

ser chica inocente. Me siento re mal. (…) No son pavadas!<br />

No me entienden! Quiero ser aventurera pero todo para<br />

los grandes es peligro. Yo digo: quiero ser camionera. La<br />

persona grande: Estás loca. Vos SOS MUJER pensá en los<br />

peligros. Yo: ¿y los camioneros? Persona: ah! Pero son<br />

[125]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

HOMBRES. Y ahí yo me quedo re encasillada en MUJER.<br />

¡Qué bronca!<br />

Biografía<br />

No tengo fotos de mis momentos chongos. Me quedó un diario de<br />

sarakei escrito por una chica de doce en las muy afueras de Mar<br />

del Plata. El proyecto me hizo volver a abrirlo para encontrar<br />

algunas instantáneas que son huellas de una tímida chonguez<br />

perdida.<br />

Feminista, investigadora, docente.<br />

[126]


Rara<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

[127]<br />

valeria flores


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Querer un arco y flecha. Disparar pistolas de cebitas.<br />

¿armarse una infancia a la medida de un cuerpo? ¿armarse un<br />

Pintarme bigotes. Anudar la corbata. Comprar autitos de<br />

cuerpo a la medida de una infancia? ¿cuerpo masculino de niña?<br />

colección. Pelear con los puños. Guardar anzuelos, boyitas<br />

¿niña masculina de cuerpo? ¿qué niñez se socava entre el género?<br />

y cañas de pescar. Venerar héroes y heroínas de tv: El<br />

¿qué género socava la niñez? ¿es mi cuerpo terreno confiscado de<br />

hombre nuclear, La mujer biónica, La mujer maravilla,<br />

la norma? ¿es la norma el terreno confiscado en mi cuerpo? ¿es el<br />

Flash Gordon, He-Man y Teela. Soñar con un traje de<br />

género la violencia en el cuerpo? ¿es la violencia en el cuerpo del<br />

neoprene. Simpatizar en exceso con policías y cowboys.<br />

género?¿masculina es nombre de niña? ¿niña masculina es mi<br />

Jugar al fútbol de calle y de potrero. Escalar el paredón y<br />

nombre? ¿hay otros nombres? ¿inventarse otros nombres? ¿des-<br />

saltar. Entrar furtiva al galpón de la petrolera y brincar<br />

nombrar ese nombre? ¿no te nombres? ¿masculina es quererlo<br />

entre las pilas de bolsas de arena. Reptar en el camarote<br />

todo? ¿quererlo todo en masculino? ¿qué prebendas me antojé<br />

[128]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

del tren. Trepar la higuera. Practicar tenis. Entrenar,<br />

usar? ¿qué usos me fueron denegados? ¿la masculinidad se hace<br />

competir y viajar sola. Lanzar la jabalina. Atender a<br />

(en) verbo? ¿la infancia se ejercita por el propio cuerpo? ¿el<br />

militares genocidas en blanco y negro. Sentir la<br />

cuerpo de la infancia es mi cuerpo propio? ¿qué ojos me miraban<br />

ambigüedad emotiva del uniforme y el éxtasis del poder.<br />

masculina? ¿qué ojos se volvían mis ojos? ¿qué ojos sentenciaban<br />

Explorar la fosa engrasada en la estación de servicio.<br />

masculina con desprecio? ¿qué ojos extasiaban en mi yo<br />

Odiar pelota al cesto. Entrenar el rabillo del ojo hacia el<br />

masculino? ¿el género se hace, se deshace, se rehace, cuando “niña<br />

patio externo de la escuela y su pelota repleta de pies de<br />

masculina” es pasadizo o hábito o trabajo o rutina o técnica?<br />

niños. Tener un novio a los 5 y permutar unos besos en la<br />

¿cómo ser dos en una? ¿cómo ser una en dos? ¿por qué ser sólo<br />

boca por sus playmobil. Ensayar en miniatura un mundo<br />

dos? ¿estallar el Uno? ¿pasión por los bordes del cuerpo, del cuerpo<br />

fantástico. Hojear las revistas Nippur, El Tony y<br />

de los bordes? ¿orillas salvajes de niña? ¿margen masculino de una<br />

[129]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

D´Artagnan, con alguna porno de papá secreteada entre el<br />

vida?¿hay lugar fuera del cuerpo? ¿todo es cuerpo? ¿el adentro es<br />

amontonamiento. Dominar el espacio. Aborrecer vestidos,<br />

pliegue de una exterioridad? ¿no hay adentro sin afuera? ¿el<br />

polleras y cancanes. Usar las pocas muñecas sólo para<br />

cuerpo es un efecto? ¿un efecto especial de la ficción del género?<br />

adiestrar a la estilista de tijera alunada. Ligar por azar 3<br />

¿una masculinidad diminuta, desertora de la ley civilizatoria?<br />

primos y 3 hermanos. Disfrutar de escasas nenas para la<br />

¿una masculinidad apóstata? ¿masculinidad como lapsus del guión<br />

diversión. Amar el aire libre, la fuerza, el sudor. Educar la<br />

hetero? ¿omisión que construye la lengua recta del género? ¿un<br />

tolerancia al dolor. Vivir con viento y tierra. Disponer de<br />

decir que extermina y crea al mismo tiempo? ¿es rústica y<br />

un dinero mínimo. Acumular raspones y cicatrices. Entrar<br />

cimarrona la niña masculina ante la refinada feminidad exigida?<br />

en riña con mi hermano mayor. Actuar como una guerrera<br />

¿no es poesía la habilidad para habitar un cuerpo a la medida de<br />

espartana. Emplear un laconismo de “chica rara”. Yo, niña,<br />

un sueño?¿masculinidad de niña como un archivo orgánico de las<br />

[130]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

aparente. Así destella, en jirones, retazos y fragmentos, mi<br />

pequeñas memorias de la inservidumbre? ¿ cómo se tensa el<br />

niñez chonguita, una memoria iluminada por la intensidad<br />

género entre las líneas de una escritura que late desde la<br />

y el deseo, astillada por las sombras de la extrañeza.<br />

desmesura?<br />

Biografía<br />

escritora maestra activista lesbiana feminista heterodoxa cuir<br />

masculina que vive en Neuquén. Autora de “Notas lesbianas.<br />

Reflexiones desde la disidencia sexual” (Hipólita, 2005),<br />

“Deslenguada. Desbordes de una proletaria del lenguaje” (Ají de<br />

Pollo, 2010), “Lenguaraz” junto a Macky Corbalán (La Mondonga<br />

Dark, 2012) y “Bruma coja” (La Mondonga Dark, 2012).<br />

Integrante de la editorial La Mondonga Dark. Escribe en:<br />

http://escritoshereticos.blogspot.com<br />

http://elemento119poesia.blogspot.com<br />

[131]


Nena que pena<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

[132]<br />

Gabriela Grenni


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Mi nombre es Gabriela, pero me hacía llamar Gabriel. Más<br />

exactamente Gábriel, porque Gabriel sonaba como<br />

Gabrielle; y qué bueno cuando en la calle o en el tren me<br />

decían: Ey! Nene!...<br />

Yo quería ser un lindo niño, que se convirtiera en un lindo<br />

muchacho de vaqueros y camisa desprendida sobre un<br />

pecho liso, pisando fuerte.<br />

Eso, pisar fuerte.<br />

Pisaban fuerte las zapatillas Flecha, los zapatos con<br />

cordones, los muchachos de mirada dura. Eso quería yo.<br />

No zapatos guillermina ni sandalitas ni zuequitos.<br />

Cicatriz: Eso parecía mi vulva. Una cicatriz. Mis primas se<br />

rieron de ella porque los labios eran muy grandes y<br />

desparejos, y los de ellas eran chiquitos, cerrados con una<br />

rayita dibujada. La mía no. Yo sospechaba que en realidad<br />

era un niño con un pito arruinado que se estropeó en un<br />

tiempo que no recordaba.<br />

Infancia masculina no necesariamente lésbica: La mía era<br />

"necesariamente lésbica”, porque para enamorar a Andrea<br />

del Boca, la chica de todos mis sueños, yo debía ser un<br />

niño, no una niña.<br />

Biografía<br />

Nací en la provincia de Bs. As. Pasé la infancia y la adolescencia<br />

en Campana. Soy artesana, activista lésbica independiente y<br />

tengo 3 hijos adolescentes.<br />

[133]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

La seriedad de los juegos<br />

[134]<br />

Graciela Soto


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

En esta foto siempre me veo re varoncito. Me encanta la<br />

camisa leñadora que tengo puesta.<br />

Corrían los ochenta y escuchaba a mamá, que sin ningún<br />

tipo de pudores decía:”siempre quise un hijo”, no hablaba<br />

de hija, de hecho una amiga de ella, en tono jocoso me<br />

decía:”vos ibas a ser mía, porque tu mamá, nena no quería,<br />

quería un varón”… yo me reí, porque después mamá me<br />

abrazaba y me decía que a mí no me cambiaba ni loca,<br />

pero yo sé que es verdad, que mamá quería un VARÓN. No<br />

importa si esas palabras fueron en clave de chiste o no, lo<br />

cierto es que todavía cierta parte de la humanidad no sabe<br />

del peso de las palabras.<br />

Mamá tuvo nena y por algún motivo siempre me cortaba<br />

el pelo, recién me lo fue dejando crecer por pedido<br />

(llantos) mío en segundo o tercer grado. En los lóbulos de<br />

las orejas tenia problema de alergia, así que no podía usar<br />

aritos. Pelo corto, sin arito, pantalones de gimnasia con<br />

mocasines (no guillerminas, ¡mocasines!), así iba yo<br />

vestida al jardín de infantes. Incluso hasta primer grado.<br />

Decí que tengo voz de pito, si no seguro que era<br />

recurrente que me confundan con un varón.<br />

Cuando uno cursa la etapa preescolar, lo único que se hace<br />

en el aula es jugar, y tengo el recuerdo de tres tipos de<br />

juegos, la casita (hacer de mamá, papá, bebotes haciendo<br />

de hijos, cocinita incluida, etc.), los bloques, figuras de<br />

madera para armar (casas, torres, puentes) y por último el<br />

sector de lectura de los cuentos. Mi tránsito pasaba por<br />

estas dos áreas de juego. Me aburría jugar a la familia.<br />

[135]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Hoy por hoy, me gustaría constituir una familia, pero la<br />

verdad es que sigo sin ver “bebotes” dentro de ella.<br />

Biografía<br />

Soy Graciela. Nací el 7 de julio de 1977 en la Ciudad de Buenos<br />

Aires. Periodista recibida en acto y Licenciada en Comunicación<br />

Audiovisual en potencia. No llego a ser cinéfila, pero me gano la<br />

vida difundiendo el cine nacional en cuanta columna radial me<br />

ofrecen.<br />

[136]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Des-aprender a caminar<br />

[137]<br />

Wanda Rzonscinsky


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Tengo 8 años y me gusta trepar a los árboles, andar en<br />

bicicleta, juntar barro para imitar nidos de horneros, leer.<br />

Alicia, la maestra, no sabe qué hacer conmigo; soy<br />

inteligente pero vaga y ¡tan desprolija! Ella intenta<br />

explicarme las ventajas de la femineidad, quiere que<br />

después de resolver los problemas matemáticos los ilustre<br />

a todo color. Considera que el dibujo debería<br />

entusiasmarme más que la matemática. Mi compañero de<br />

banco es Walter, el repetidor con problemas de conducta.<br />

Yo lo quiero y lo admiro y sé que de él no se espera lo<br />

mismo que de mí. Si yo preguntara por qué a él no lo retan<br />

por los dibujos desprolijos, me dirían «porque vos sos una<br />

nena». Alicia piensa que ese argumento es obvio,<br />

universal, irrefutable. Mi maestra es buena y nadie<br />

entiende por qué no me llevo bien con ella; le gustan los<br />

moños y los volados ¡y se entiende tan bien con todas las<br />

otras nenas!<br />

Tengo 9 años y pasé a cuarto. Walter repitió otra vez, pero<br />

igual lo veo en el recreo. Juego con los nenes porque no<br />

me llevo bien con mis compañeras. No me salen esos<br />

juegos de manos con versitos que a ellas les gustan; en mi<br />

casa mi mamá me ayuda a practicar pero no me salen, no<br />

entiendo qué tienen de divertido. Por suerte los nenes no<br />

pueden jugar a la pelota en la escuela, eso tampoco me<br />

sale. Mi maestra es Susana. Tiene anemia crónica y es<br />

flaquísima y está demacrada. Usa el pelo muy corto y no se<br />

tiñe las canas. Su sentido del humor es ácido y fuera de<br />

clase hablamos de música. Es feminista y dice palabras<br />

como «mocos» y «bombacha» -palabras para las que las<br />

otras maestras usan eufemismos-. Susana me hace<br />

acordar a mi abuela, pero parece un poco un señor. Es mi<br />

maestra favorita.<br />

[138]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Tengo 10 años y soy gordita. No soy la gorda del grado;<br />

Mónica es más gorda y no es tímida, es graciosa. Yo soy<br />

demasiado rara para ser personaje, pero no tan rara como<br />

Sergio, que es el raro del grado. No soy suficientemente<br />

coqueta para ser linda, soy demasiado cobarde o tímida<br />

para ser «machona» (a Estela ya le crecieron las tetas y<br />

cuando la molestan reparte trompadas), soy demasiado<br />

rebelde para ser la mejor alumna. Mi maestra es estúpida<br />

y mala, yo la corrijo y le discuto y ella me manda a la<br />

dirección bastante seguido. Hay una compañera nueva,<br />

Mercedes. Cuando llegó la miraron mal porque es «fea»:<br />

tiene bigotes. Es mi mejor amiga.<br />

Tengo 11 años y en la escuela me aburro. Mis compañeros<br />

hablan de Maradona y mis compañeras hablan de alguna<br />

novela. Yo no miro televisión y no me gusta el fútbol. Voy a<br />

los primeros «asaltos» de mi vida y nadie me saca a bailar.<br />

Mis compañeras consideran que debería maquillarme y<br />

ser más femenina. Yo no quiero usar polleras porque me<br />

da vergüenza; maquillarme me parece de nena chiquita, o<br />

de persona grande. Alguien me dice, o me dicen varias<br />

personas, que camino como un chico, pero no es verdad.<br />

La verdad es que no me sale caminar como una chica. Yo<br />

sé muy bien que los varones ya no me ven como un igual,<br />

pero tampoco me ven como una nena. Las mujeres usan<br />

los pantalones metidos en el culo y caminan con un vaivén<br />

de caderas, observo o me explican, no estoy muy segura.<br />

Sé que alguien me enseña muy específicamente que las<br />

mujeres deben caminar poniendo un pie delante del otro,<br />

como siguiendo una línea recta: talón con punta, talón con<br />

punta.<br />

Tengo 11 años. Ser un chico no me sale, ser una chica<br />

tampoco. No sé que estoy tomando una decisión, pero<br />

[139]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

decido. Camino por las líneas de la vereda, practicando.<br />

Talón con punta, talón con punta. Estoy aprendiendo a<br />

caminar «como una mujer». Estoy desaprendiendo a<br />

caminar.<br />

Biografía<br />

Wanda Rzonscinsky nació en 1974 y vivió toda su infancia en la<br />

localidad de Haedo, Zona Oeste del Gran Buenos Aires.<br />

En la actualidad se dedica entre otras cosas a enseñar cocina<br />

vegana y a producir y conducir programas radiales. Parodiando<br />

su incapacidad para entrar en o escapar plenamente del modelo<br />

«chongo/a», creó junto con Leila Ponzetti la ficticia AACH<br />

«Asociación Argentina de Chongos», que se dedica a otorgar<br />

carnets de identidad (paródicos) a quienes los solicitan.<br />

aach.mail@gmail.com<br />

[140]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

La Experiencia Lesbiana<br />

Ivonne Yesenia Vite Silva<br />

[141]


Los primeros años<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Jugaba en el patio de la casa de mi abuela: era un campo<br />

inmenso de paredes altas donde la luz caía sobre las<br />

macetas de su jardín. Mi abuela era una mujer de sesenta<br />

años. Los súper héroes, las escondidas, los quemados, las<br />

carreras de bicicleta, todos esos juegos cabían en el patio<br />

de la casa de mi abuela. A medio día su sopa nos<br />

alimentaba; mis dos hermanas, mis dos primos y yo<br />

hablábamos, cantábamos y gritábamos en la mesa<br />

esperando que llevara nuestro plato de caldo y verduras.<br />

Una tarde, cuando el sol iba guardándose, mientras<br />

corríamos y gritábamos entre los juegos, ella nos mandó<br />

llamar. Cuando llegamos extendió su dedo, me señaló y<br />

dijo: “Es tiempo de que dejes de jugar y que vengas a<br />

lavar la ropa de Víctor (mi primo)”. A mis hermanas las<br />

mandó a lavar los trastes y a limpiar la casa, pero a los<br />

hombres les permitió seguir jugando o ver la televisión. A<br />

mis seis años entendí qué era ser mujer.<br />

En ese momento yo quería seguir jugando con mis<br />

resorteras, con la bicicleta y la pelota, trepar árboles,<br />

gritar, dibujar, y en cada intento la respuesta era siempre<br />

la misma: mi obligación era limpiar, atender y servir. A<br />

partir de entonces supe que no quería ser mujer. Miraba a<br />

mis primos divertirse y deseaba con todas mis fuerzas,<br />

apretando los ojos y los puños, ser hombre y que nadie me<br />

arrebatara mis juegos y el derecho de divertirme.<br />

“Sí, sí, sí… vamos a ahorrar y cuando seas grande, si lo<br />

sigues deseando, te llevamos a operar”, me decía mi<br />

mamá, consolándome en esas interminables noches de<br />

llanto en que me quejaba de la abuela y ella escuchaba mis<br />

[142]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

interminables súplicas por ser hombre. No recuerdo su<br />

rostro ni sus muecas, lo único que importaba era que ella<br />

me decía que sí podía serlo.<br />

Los chicos no lloran<br />

Corría el sexto grado de primaria, la entrada de la<br />

pubertad y con ella la menstruación, el rock en español, la<br />

música pop de los `80.<br />

“Quiero ser<br />

el amigo que recorre tu camino<br />

que me importa la sorpresa del destino<br />

día y noche siempre estará junto a ti…”<br />

Mi cabello corto, jeans y camisa a cuadros, los guantes<br />

confeccionados de cuero con dedos descubiertos y un<br />

señor diciéndome: “joven, joven, ¿dónde queda la calle<br />

España?”. Al voltear, sorprendido, agregaba: “disculpa,<br />

niña, ¿dónde queda la calle España?” ¡Carajo! ¿Que no<br />

entienden que no soy niña?<br />

Una tarde hermosa, soleada y también solitaria, al salir de<br />

clase y sin darme cuenta, me encontré en un terreno de<br />

senderos largos, hierba crecida, espigas quemadas por el<br />

sol y remolinos de tierra que los iban rociando. Entonces<br />

unos brazos, de un empujón por la espalda, intentaron<br />

tumbarme. Quería alejarme pero me cercaban las<br />

sombras. Cuando logré encararlos vi una jauría de cinco<br />

alumnos de la escuela, todos compañeros míos, que con<br />

insultos y gritos me decían: “marimacha, machorra,<br />

¿quieres ser hombre? Pendeja, ¡yo te voy a enseñar lo que<br />

es ser hombre!”. Jalaron mi ropa, rompieron los botones<br />

de mi camisa queriendo tocarme y desgarrar mi<br />

intimidad. Me abalancé sobre el más grande, el más fuerte,<br />

[143]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

era ahora o nunca, su cuerpo o el mío. Entonces acerté un<br />

golpe con mis nudillos en su cara, otro en su estómago,<br />

una patada en su entrepierna. Esta niña lo había vencido,<br />

los otros corrieron llenos de miedo.<br />

“Quiero ser<br />

Ese sol con el que brillará la luna<br />

Ser el viento con el que borra la bruma<br />

Y vivir mis sueños siempre junto a ti<br />

Dime que si….”<br />

El amor, un deseo que ocultar<br />

Cristina era su nombre, una adolescente de clase media,<br />

alegre, traviesa, encantadora. Yo al fin me parecía a mis<br />

amigas: Cristina y yo usábamos falda, tacones, cabello<br />

entrelazado y largo. A los dieciséis una no tiene muy claro<br />

de qué se enamora, si de la persona, de su sexo, su risa, su<br />

cara, su perfume, de los sueños que imagina. Descubrí que<br />

toda ella me habitaba, que al verla mi corazón aceleraba<br />

sus latidos. “Pero, ¿qué estoy haciendo? ¿Acaso estoy<br />

ciega? Las mujeres quieren a los hombres y los hombres a<br />

las mujeres, Cristina y yo somos mujeres, ¿en qué clase de<br />

bicho extraño me he convertido?”. Ocultaba el amor que<br />

sentía por Cristina, lo disfrazaba de tarjetas de San<br />

Valentín, de regalos y cartas cariñosas entre amigas; dejé<br />

de dibujar a los súper héroes de mi infancia para dibujar<br />

las muñecas y princesas con las que ella soñaba;<br />

llenándola de colores, me volví su confidente y amiga<br />

celosa. Por primera vez mi cuerpo vibraba, mis senos se<br />

sacudían, mi pubis se erizaba y mis labios buscaban su<br />

boca. Por primera vez deseaba con mi cuerpo de mujer a<br />

otra mujer.<br />

[144]


La historia recuperada<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Cristina se esfumó al paso del tiempo y con ella mi<br />

esfuerzo por encajar en el ser mujer.<br />

No era yo la única, entre besos un murmullo se escuchaba,<br />

me pedía compartirme, compartirnos, juntar nuestras<br />

historias en el tiempo y forma que quisiéramos, que<br />

deseáramos. Pensar que muchos momentos estuvieron<br />

vacíos de la otra, de las otras. Soledad, aislamiento, miedo<br />

y culpa, eran los sentimientos que me recorrían. Entendí<br />

que la heterosexualidad no es la única forma de amar que<br />

existe en nuestro mundo, aunque sí la más reconocida, y<br />

que mi identidad era la de una mujer que ama a las<br />

mujeres, lesbianas nos llamaban.<br />

Entonces volvieron mis jeans, mis cabellos cortos, la<br />

soltura de mi cuerpo que antes traté de ocultar, mi cuerpo<br />

que se encontraba con otros cuerpos lésbicos. El bar era<br />

un espectáculo de sombras y deseos estallando a media<br />

luz, mujeres besando a mujeres, hombres besando a<br />

hombres, éramos decenas, cientos, no sé cuantos, pero ya<br />

no estaba sola.<br />

Dice Joan Scott que: “La experiencia es, a la vez, siempre<br />

una interpretación y requiere una interpretación. Lo que<br />

cuenta como experiencia no es ni evidente ni claro y directo:<br />

está siempre en disputa, y por lo tanto siempre es político”.<br />

Esta historia ha sido contada desde el punto de vista de<br />

una lesbiana mexicana de finales de siglo XX y principios<br />

del XXI, probablemente muchas lesbianas<br />

contemporáneas se identifiquen con ella, sin embargo,<br />

para otras, ésta no será la suya. Desde mi experiencia,<br />

transité por varias identidades y sigo replanteándome y<br />

[145]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

transformándome. Ser lesbiana feminista radical<br />

representa para mí una postura política y ahora es, tal vez,<br />

la identidad que más se acerca a mi ideología y proceso<br />

político.<br />

Biografía<br />

Nací en el DF, pero actualmente resido en el estado de<br />

Aguascalientes, México, tengo 39 años. Me dedico a la<br />

construcción de edificaciones, también al mantenimiento.<br />

Trabajo en el Hospital de la Mujer, que pertenece a la Secretaría<br />

de Salud, en el departamento de Mantenimiento<br />

Electromecánico, Biomédico y de Infraestructura. Participo en el<br />

programa Acupuntura Urbana del Gobierno Municipal, dando<br />

talleres de Deslegitimización de la Violencia de Género y de<br />

Salud Sexual.<br />

Soy activista social, integro el grupo "Movimiento de Acción<br />

Lésbica Feminista".<br />

fb: Ivonne Vite<br />

mail: ivyevisi.cane@gmail.com<br />

[146]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Alguna vez fui ángel<br />

Susana Albarrán Méndez<br />

[147]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Se suele decir que ‘los ángeles no tienen sexo’, ¿cierto?<br />

pues aquí me veo, y casi creo, que me sentía así. Calculo -<br />

porque me acuerdo muy bien de ese día de primavera-<br />

tenía yo unos seis años. Era, creo, mi primer año de<br />

primaria, y me escogieron para encarnar de ángel y abrir<br />

así el paso de una niñas de mi colegio, que iban a hacer la<br />

primera comunión. Si ven con cuidado, a mi lado izquierdo<br />

se distinguen vagamente unas plumas que sobresalen por<br />

mi hombro. Y, si miran la sombra que se refleja en el<br />

césped se pueden ver el perfil de un ángel ¡con todo y alas!<br />

Recuerdo bien, el sencillo mecanismo con el que me las<br />

colgaron. Detalle curioso también el del listón de oro, al<br />

estilo hippy, que rodea mi cabeza entre mis rulos.<br />

Nada como un ángel para representar un ente ‘cuir’ 7 en su<br />

más tierna edad. Tengo fresco en mi memoria el atuendo,<br />

la preparación al ponerme ¿el disfraz? y entrar primero<br />

que nadie a la iglesia con las manos juntitas en pose de un<br />

ángel en toda regla. Por supuesto, recuerdo el momento<br />

en que mi padre tomó esa foto en el jardín de casa.<br />

Se suma que, especialmente mi madre, se empeñó en no<br />

hacerme los agujeritos en las orejas para ponerme aretes<br />

desde bebé. Entonces no comprendí la ventaja, porque<br />

entrando a la adolescencia (12-12 años) me hice los<br />

‘hoyitos’ bajo mi propia decisión en una oscura clínica de<br />

beneficencia que había en mi barrio de la colonia<br />

Narvarte, en D.F. Recuerdo que me los hice porque por mi<br />

comunión me habían regalado unos aretes 8 de perlita y<br />

oro muy lindos, que quería estrenar. Y bueno sí, supongo<br />

para que dejaran de llamarme ‘niño’. Con mi pelo bien<br />

7 Me gusta esta castellanización del anglo ‘queer’.<br />

8 También llamados pendientes.<br />

[148]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

rizado y una carita bastante andrógina daba el pego de un<br />

varón. Además, siempre andaba con mis dos hermanos -<br />

un año y dos, más mayores- así que la gente infería que<br />

también lo era.<br />

No recuerdo, o al menos no tengo a la mano, una foto que<br />

inmortalizara otro momento cuir, o al menos más<br />

chonguita. Sí en algunas actitudes porque jugaba y era<br />

bastante bruta con mi hermanos varones. Y a pesar de los<br />

‘no hoyitos en la orejas’, desde bien pequeña se tuvo el<br />

cuidado de ponerme vestido corto ¡para enseñar<br />

bombachas! Y yo lo odiaba.<br />

Pienso hoy, que si no me hubiera hecho los agujeros en las<br />

orejas -aunque fue mi decisión, repito- y los hombres no<br />

fueran mayoría en mi familia, mi identidad estaría más<br />

cerca a la de ese ángel.<br />

Biografía<br />

Periodista radiofónica desde 1987. Nacida en México, D.F, reside<br />

en España desde hace 13 años, donde ha trabajado en medios<br />

comunitarios realizando periodismo sobre movimientos<br />

sociales, mujeres y migración, así como el diseño de proyectos de<br />

Comunicación para el desarrollo con América Latina. Trabaja,<br />

colabora y milita haciendo radio en el programa feminista<br />

“Nosotras en el mundo”, que se emite en Radio Vallekas (Madrid)<br />

y produciendo contenidos para la web de Red Nosotras en el<br />

Mundo, su radio, Red Nosotras Radio, y para el informativo Más<br />

Voces feministas. Además de que es colaboradora habitual de<br />

“Más Voces”, el informativo de la Unión de Radios Libres y<br />

Comunitarias de Madrid.<br />

[149]


La flaca machorra<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

María de los Ángeles Martínez Suárez<br />

[150]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Vivir una infancia masculinizada en la Ciudad de México a<br />

principios de los `80 fue algo contradictorio y divertido.<br />

Contextualizando un poco, entre la cultura patriarcal, la<br />

modernidad que trajo consigo la industrialización y el<br />

hecho de que las crisis económicas orillaran a las parejas a<br />

que hicieran ajustes en las dinámicas tradicionales, en<br />

cuanto a los roles, responsabilidades y obligaciones<br />

dentro del hogar que hicieron que muchas mujeres<br />

tuvieran que salir a buscar trabajo, fue que crecí.<br />

¿Por qué este contexto sociocultural fue decisivo en mi<br />

infancia masculinizada? porque mi madre fue de esas<br />

mujeres pioneras en el trabajo fuera de casa, en luchar en<br />

contra de la opresión cultural que dictaba que la mujer<br />

tenía que cumplir un estereotipo femenino en sus modos y<br />

costumbres.<br />

Mi madre me cortaba el cabello lo más posible. Al ser la<br />

hija del medio, con dos hermanos y la mayoría de primos<br />

varones, mi infancia fue muy divertida entre niños<br />

traviesos. Mi madre no cuidaba en mí la apariencia de una<br />

niña que no debía hacer, lo que sólo los niños hacen.<br />

Me recuerdo en preescolar trepándome a los árboles,<br />

excavando en la tierra, cazando insectos. Mis amigos eran<br />

niños, jugábamos carreras, futbol, carritos, canicas,<br />

videojuegos de luchas, etc. En la primaria, igual siempre<br />

de pelo corto, con el mismo comportamiento machorro; si<br />

me regalaban muñecas o cosas de niña, mi mamá no me<br />

las daba para que no las maltratara, así que jugar con ellas<br />

no fue común para mí. Y cuando se me permitió no era un<br />

juego rector.<br />

[151]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Esto ocasionó que en muchas ocasiones me confundieran<br />

con niño. Siempre había sido muy delgada, me decían<br />

popotitos o flaca. Extrovertida, estudiosa, cooperativa,<br />

responsable, confiada. Mi hermano mayor no me<br />

consideraba como un ser débil, era una igual, me enseñó a<br />

pegar y a pelear. Yo era la clásica machorra –cómo se dice<br />

aquí en México- y esto me traía rechazo doble. Por un<br />

lado, los niños me rechazaban por ser niña; por el otro, las<br />

niñas también por ser como niño y no tener un<br />

comportamiento convencional. Ellas, me rechazaban y se<br />

burlaban. Ellos, me aceptaban cuando entendían que de<br />

alguna manera era como ellos.<br />

Yo sólo era una niña feliz, corría, gritaba, trepaba, no me<br />

peinaba, ni me preocupaba por poses, ni del qué dirán. Era<br />

libre, segura, era quien era sin restricciones de género.<br />

Playeras, pantalones, shorts, suéteres, tenis, ropa de mi<br />

hermano era lo que usaba al llegar de la escuela y<br />

quitarme el uniforme.<br />

Alrededor de mis 10 años, mi madre tuvo que dejar su<br />

trabajo y hacerse cargo de nuestra educación, antes<br />

compartida con mi padre, mis abuelas y una de mis tías,<br />

cada quien con una forma de educar diferente. Las abuelas<br />

con tendencias sumamente tradicionalistas, la paterna<br />

siempre inculcando los deberes domésticos a mis<br />

prioridades y la materna, los valores de la estética y<br />

comportamiento femenino. Mi tía, por su parte estaba en<br />

sus asuntos y no había tanta presión de género. Mi padre<br />

siempre respetuoso de nuestra personalidad.<br />

Al estar mi madre en casa, alejada del trabajo y de los<br />

deseos de libertad sexual, bajo presión de mis abuelas, se<br />

[152]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

ve forzada a tomar actitudes y creencias tradicionales. A<br />

mi padre, no le costó esfuerzo dejarse llevar por la<br />

situación y poco a poco también fue adoptando no sólo el<br />

pensamiento, sino el comportamiento machista.<br />

A partir de ahí empecé a ser educada bajo el mito de la<br />

cenicienta, “femenina, abnegada y esperando la llegada del<br />

príncipe azul, con quien viviría feliz por siempre”. Triste<br />

despertar a la realidad, darse cuenta que en la actualidad<br />

esta construcción social se ha vuelto obsoleta.<br />

Algunos de mis comportamientos fueron coartados de<br />

raíz, otros sólo sosegados. Años más adelante empecé a<br />

usar vestidos, mi cabello lo dejé crecer (a los 13 años), lo<br />

pinté de rubio, se refinó y feminizó mi comportamiento,<br />

sólo dos cosas siguieron presentes, mi identificación y<br />

amistad incondicional con los varones y mi desapego y<br />

desconfianza hacia las mujeres. Cuento con los dedos de<br />

una mano a mis verdaderas amigas y me sobran dedos.<br />

Con la adolescencia me llegó el gusto por los del sexo<br />

opuesto, dejándome llevar por “mi ahora nueva<br />

educación” llena de restricciones hacia mi género, empecé<br />

a actuar, sentir y creer lo que las demás.<br />

A pesar de que no puedo negar que mi educación es<br />

mayormente tradicionalista, puedo agradecer a mis<br />

padres que buscaron la forma de resarcir su daño al<br />

inculcarme el amor hacia el estudio y me dieron la<br />

libertad de explotar mi libre albedrío hasta donde los<br />

estereotipos sociales me lo permitieron, con respeto hacia<br />

mi persona y sabiendo que si necesito de ellos, sólo basta<br />

llamarlos para que estén conmigo.<br />

[153]


Biografía<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Mi nombre es María de los Ángeles Martínez Suárez, de 34 años,<br />

nací en la Cd. de México. Casada desde hace 13 años, tengo tres<br />

hermosos y estrepitosos hijos. Actualmente, licenciada en<br />

Psicología por la UNAM y estudiante de la licenciatura Gestión y<br />

Administración de PyMES en la UnADM. Apasionada de la<br />

música, el aprendizaje continuo y la experimentación de cosas<br />

nuevas.<br />

Correo electrónico: jesang222@hotmail.com<br />

[154]


La futbolera<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

[155]<br />

Marina Moran


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Buscando e indagando en mis primeros recuerdos, para<br />

pensar qué escribir aquí, aparecen, allá en la colorida<br />

Maracaibo, mi triciclo y mi patineta. En el largo pasillo del<br />

hall del departamento pasaba tardes enteras, yendo y<br />

viniendo, recostada, parada o arrodillada sobre la<br />

patineta, o pedaleando el pequeño triciclo. Lo próximo<br />

que recuerdo son mis autitos, yo era hija única aún -luego<br />

vendrían dos hermanos varones-, y tengo muchos<br />

recuerdos de lindas tardes jugando con mi colección. Ya<br />

de más grande, entre los 8 y los 9 años, empecé a tomar<br />

conciencia de mis elecciones por juegos “de varones”, me<br />

rodeo de ellos ya que siempre me parecieron más<br />

divertidos a la hora de jugar. En los recreos de la escuela<br />

era la mancha, cambiar figuritas, jugar al fútbol, a la bolita,<br />

y fuera de la escuela fueron varones mis mejores amigos.<br />

Los veía más creativos, las nenas se quedaban charlando<br />

en grupo, algo que no podía entender ni encontrarle<br />

diversión alguna. Las nenas estaban muy pendientes de no<br />

desentonar en nada, para evitar las gastadas de las otras<br />

nenas, jugaban a la rayuela y al elástico, pero nunca a la<br />

bolita.<br />

A mis 8 años volvemos a Argentina, y voy del cemento de<br />

la gran ciudad a la crujiente hojarasca de una chacra del<br />

Alto Valle. Conozco a mis primas, que eran el contacto con<br />

lo citadino y con lo femenino. Ellas seguían la norma: se<br />

vestían de rosa, se hacían trenzas, o colitas "prolijas", ¡se<br />

peinaban! Yo no le daba importancia a la vestimenta,<br />

priorizaba siempre estar cómoda, por sobre todo y<br />

siempre coincidía que las prendas "de nena" por algún<br />

motivo me resultaban incómodas.<br />

Verdaderamente no recuerdo haber sentido una marcada<br />

presión en esos años por demostrar feminidad. Un día mi<br />

[156]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

viejo me llevó a una casa de deportes a comprarme una<br />

pelota y guantes de arquera con mis ahorros ¡qué revuelo<br />

ese negocio! estaba todo el personal sorprendido de ver<br />

una nena comprando esos artículos, recuerdo que me<br />

felicitaban por ello, por no importarme los comentarios y<br />

que gastara mis ahorros en lo que quería, que era jugar al<br />

fútbol. La primera presión vino directamente de la católica<br />

familia de mi padre. Un día mi viejo me comenta que su<br />

hermana estaba "preocupada" por mi insistencia con el<br />

fútbol, “¿y cómo que se lleva la pelota de fútbol a la<br />

escuela todos los días?" le preguntó asustada, y mi viejo<br />

dice que le contestó que era chica y que podía jugar a lo<br />

que quiera, que no había nada de malo en ello, pero luego<br />

se aseguró "porque vos no vas a jugar al fútbol cuando<br />

seas grande, ¿no?"<br />

Puedo decir que disfruté esa etapa, y que no sentí la<br />

presión normalizadora en esos años. Si a mi madre y a mi<br />

padre les molestaba pues lo disimularon bien y si bien yo<br />

veía las diferencias que tenía con la mayoría de las nenas<br />

de mi edad, no me agobiaba, ni pensaba hacer algo que no<br />

sentía. Creo que gracias al hecho de vivir afuera primero, y<br />

luego en el campo, sin la presión de las familias cristianas<br />

y moralistas, o atenuada por la distancia, me dió cierta<br />

tranquilidad en ese aspecto. Pero esa tranquilidad se<br />

acabó en la adolescencia.<br />

[157]


Biografía<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Mi nombre es Marina Moran, nací el primero de Julio de 1975, en<br />

Villa Adelina, Provincia de Buenos Aires, Argentina. En el año<br />

1977 mi madre y mi padre deciden dejar el país rumbo a<br />

Venezuela, donde vivimos hasta el año 1984. De vuelta en<br />

Argentina, nos instalamos en una chacra en Cipolletti, y años más<br />

tarde nos mudamos a Neuquén Capital. Estudié informática en la<br />

Universidad Nacional del Comahue, canté en el coro de dicha<br />

universidad, viajé, elegí este valle para vivir, trabajo en la<br />

Facultad de Informática en Neuquén, donde despunto el vicio del<br />

estudio de las ciencias de la computación. Me apasiona remar.<br />

Email: esperandoelmilagro@gmail.com<br />

[158]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

El picadito reclamó un cambio de<br />

"hábito"<br />

[159]<br />

Eliana Lores


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Mi hermano toma la comunión en una iglesia modesta<br />

pero renombrada en el barrio. Debo asistir con un vestido<br />

que hizo mi abuela para que luzca en la ocasión. Parezco<br />

una muñeca pin y pon: el pelo castaño, con un flequillo<br />

parejo y tupido, perfectamente bien peinado… en un<br />

inicio.<br />

Una misa tediosa con algunos momentos gloriosos de<br />

humor, de la mano de un cura pícaro. Y luego del<br />

intercambio de estampitas por dinero –mi hermano, feliz<br />

de la vida-, toda la familia se desplaza motorizada hacia mi<br />

casa.<br />

La afable comilona, sobrecargada de delicias caseras,<br />

transcurre con el clima esperado para un domingo típico<br />

de marzo, cálido y calmo. Pero lo que para mi madre es un<br />

festejo de confirmación de su hijo en la Santa fe Católica<br />

Apostólica Romana, de pronto toma para los niños una<br />

impronta de libertades demasiado mundanas.<br />

“Elianita parece un angelito”, no termina de decir su<br />

abuela. Elianita soy yo, que me saco el vestido, lo cambio<br />

por un conjunto de shorts y chaleco, azul a rayas blancas –<br />

también los hizo la abuela- y me sumo al picadito de fútbol<br />

que arman los amigos y vecinos de mi hermano en la<br />

cortada. La cortada que nunca asfaltaron; de tierra. Ahí me<br />

encuentra mi madre, entre otras piernas, persiguiendo la<br />

pelota con afán de robarla, con el flequillo en la cara.<br />

Que qué hacés. Que por qué te sacaste el vestido. Que tu<br />

hermano para tu comunión se aguantó como un soldadito<br />

tooooooooooooda la tarde sin chistar. Que no ves que no<br />

tenés criterio. (Y no, no criterio, pero ya lo estaba<br />

desarrollando; yo quería jugar al fútbol con los chicos.<br />

[160]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Igualmente ya era grande: tenía once). Cuánto grito tengo<br />

que escuchar delante de los demás jugadores.<br />

Naturalmente el partido se termina para mí, justo ahora<br />

que la comunión se está poniendo divertida.<br />

Biografía<br />

Tengo 31 años y vivo en Quilmes (Buenos Aires). Soy odontóloga<br />

pero no ejerzo actualmente; en vez, trabajo como preceptora en<br />

una escuela secundaria y curso el último año de la carrera<br />

de artes visuales en la EMBA Carlos Morel de Quilmes -la<br />

especialidad de grabado-. Participé en algunas muestras<br />

colectivas de pintura, grabado, dibujo, arte correo.<br />

[161]


Machonas<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

[162]<br />

Marta Lete<br />

A los 9 años ya me aburrían las muñecas. Nos juntábamos<br />

con amigas, mi hermana y primas en una biblioteca de<br />

barrio, cuando estaba cerrada. Tenía un escenario y<br />

saltábamos el alambrado. Allí jugábamos y sentía un<br />

hastío inmenso, muy grande para estar inventando<br />

historias "de mentiras", de papás, mamás e hijas, darle de<br />

comer (a una boca cerrada!!) acunarlas, hablarles.<br />

A los 12 empecé a jugar (y muy bien) a las bolitas y con las<br />

ganadas le llenaba un tacho de leche Nido a mi hermanito<br />

que tenía 3 años, las cuales robaba el más grande.<br />

Entonces siempre tenía el pretexto de seguir jugando,<br />

seguir ganando y seguir llenándolo. Me juntaba con mi<br />

mejor amiga y nuestros compañeros de primaria a hacer<br />

picaditos en el "campito" (un terreno baldío). Eso sí<br />

disfrutaba!! Mi mamá no me alentaba, pero tampoco me<br />

prohibía ser "machona".<br />

Con mi hermana insistimos muchas veces para que mi<br />

papá nos llevara a la cancha, nunca lo logramos. Decía: "la<br />

cancha no es para las mujeres". Al final fuimos solas de<br />

grande y nuestros 2 hermanos varones mayores grandes<br />

nunca pisaron una!<br />

A mi hermana y a mí nos gustaba jugar a la lucha con mis<br />

hermanos, mi tío y mi papá, hasta que mi mamá nos<br />

prohibió seguir haciéndolo a los 13 años porque decía que<br />

mi tío, con disimulo, nos tocaba.<br />

Mi papá nos enseñó a pescar, nadar y remar; y mi abuelo a<br />

limpiar los pescados. Aún hoy sigo causando asombro


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

cuando tomo la cuchilla, abro, saco tripas, lavo y cocino un<br />

surubí. También nos enseñó a cortar leña con el hacha.<br />

Siempre me escabullí en el terreno de los hombres porque<br />

sentía que el que tenía dentro del hogar y que la sociedad<br />

nos tenía reservado a las mujeres, era pequeño y<br />

aburrido!<br />

Biografía<br />

Tengo 43 años. Nací en San Isidro y viví allí hasta los 7, luego en<br />

Tigre hasta el día de hoy. Criada en clase media, católica, pero al<br />

ver que los actos de la curia no coinciden con sus mandamientos<br />

y al leer su historia de los primeros siglos, de cómo anularon a la<br />

mujer, prefiero ser agnóstica.<br />

Estudié instructorado de gimnasia. Trabajo en un gimnasio. Soy<br />

heterosexual, me casé y divorcié dos veces. Tengo un hijo y un<br />

perro. Pinto, entreno fullcontac, corro, bailo tango, leo, escribo.<br />

Quiero la igualdad entre los géneros, y disfrutar de sus<br />

diferencias. Si aún en el 2012 no llegó el día que no haya más<br />

prejuicios, siempre tengo la esperanza de que llegue ese día.<br />

[163]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Libros, sapos y amistad: también las<br />

niñas resisten al patriarcado<br />

[164]<br />

María Luisa Peralta


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

En esta foto tengo 13 años recién cumplidos y mi amiga<br />

Ana, a la izquierda de la imagen, tiene 12. Es del viaje de<br />

estudios de séptimo grado, en la entrada del paseo de Los<br />

Cocos. La gente habitualmente se saca la foto delante de la<br />

media luna. Nosotras nos teníamos que trepar porque<br />

éramos así, dos nenas poco femeninas que corrían, tenían<br />

fuerza y se subían a las cosas. Ahora yo soy una lesbiana<br />

kiki (a veces femme, a veces chonga), y ella es una hétero.<br />

Elegí esta foto justamente porque está Ana. Ella era más<br />

chonguita que yo, era plenamente una tomboy, aunque<br />

seguramente ni siquiera oyó esa palabra. Hoy es una<br />

mujer hétero bastante femenina aunque no estereotipada,<br />

bella mujer por cierto (antes no éramos feas, pero éramos<br />

nenas), que usa polleras y es profesora de gimnasia.<br />

Nunca fui una niña femenina, jamás quise usar pulseritas<br />

ni vestirme de rosa. Vestirme, en sí mismo, no me<br />

interesaba mucho. Una de las discusiones recurrentes con<br />

mi madre, que hizo todo lo que pudo para que yo no fuera<br />

como era y eso que ella no imaginaba siquiera que sería<br />

como soy, tenía que ver con la ropa. Cada cumpleaños, día<br />

del niño, o navidad, yo pedía libros. Ella decía que por qué<br />

no pedía ropa. Yo respondía que eso no era un regalo<br />

porque la ropa era parte de lo que ellos, madre y padre,<br />

tenían obligación de darme. No sé si a mi vieja le<br />

molestaba más que no deseara ropa o que diera esta<br />

argumentación casi legalista. Lo cierto es que le molestaba<br />

que pidiera libros, que leyera tanto. A mi padre no, él leía<br />

mucho y por algún motivo se arrogaba una especie de<br />

triunfo por mi avidez lectora. Los libros fueron para mí lo<br />

que me era negado por ser niña y no niño. No es que los<br />

niños de mi edad leyeran mucho, pero parece que en el<br />

imaginario de mi madre, profesora del secundario, los<br />

libros estaban asociados a la masculinidad. Para colmo, no<br />

[165]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

pedía los cuentos de Poldy Bird, ni el libro de los chicos<br />

enamorados ni nada azucarado. Pedía novelas de<br />

aventuras. Verne y Stevenson y Dumas y otra vez Verne.<br />

Kipling, Conrad, la maravillosa serie de Elige tu propia<br />

aventura y de ahí a Poe y Conan Doyle y a la ciencia ficción<br />

de Asimov. Leía mucho, sí.<br />

Mi amiga Ana no leía tanto, pero cuando estábamos juntas<br />

hacíamos otras cosas. Jugábamos al Bucanero. Jugábamos<br />

a las cartas. Nos subíamos a todo: árbol, tapial, escalera,<br />

terraza. Un par de veranos fui a su casa de Córdoba. La<br />

gloria tomboy. Corríamos por ahí, hacíamos fuerza,<br />

saltábamos el arroyo, pescábamos, atrapábamos tucuras y<br />

sapos. Lo de los sapos era el desafío mayor, sobre todo<br />

porque nosotras sabíamos que muchos chicos no se<br />

animaban. Pero nosotras sí. Agarrábamos los sapos con<br />

las manos.<br />

La infancia estuvo plagada de mandatos que eran casi<br />

mandamientos. Algunos netamente corporales (parece<br />

que las niñas deben aprender desde muy pequeñas a estar<br />

paradas de modo inestable y frágil y no con las piernas<br />

separadas y los dos pies bien afirmados), otros de<br />

vestimenta (todos los imaginables), otros de<br />

comportamiento (las niñas no juegan a las pulseadas, las<br />

niñas no corren y alcanzan a los niños en poliladron) y<br />

otros de relación (llegaba séptimo grado y yo no daba la<br />

menor señal de interesarme en ningún chico).<br />

Ese viaje de estudios coronó los largos años de<br />

domesticación y recriminaciones. La maestra que nos<br />

acompañaba, Nidia Jensen de Pérez, de la Escuela Normal<br />

Nº2 a la que íbamos, se consideró con derecho a darnos la<br />

lección máxima de heteropatriarcado. Una tarde nos citó<br />

[166]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

en su habitación a un grupo de chicas, cada una con su<br />

mejor amiga, y nos largó una monserga sobre las<br />

amistades peligrosas, sobre que habíamos crecido y que<br />

ahora teníamos que tener cuidado con esas amistades que<br />

podían confundirnos. Fue una situación que todas<br />

sentimos como violenta y donde entendimos muy poco.<br />

Curiosamente, ella no me citó con Ana sino con Marcia, mi<br />

otra mejor amiga, una chica sumamente femenina. Parece<br />

que las chonguitas no podían tener una relación de deseo.<br />

No la teníamos, pero no importa, podríamos haberla<br />

tenido aunque para la maestra guardiana de la<br />

heterosexualidad fuera impensable.<br />

Elegí esta foto y escribí esto en parte para hablar de mi<br />

historia pero sobre todo como homenaje y agradecimiento<br />

a mi amiga Ana, porque sin ella, sin su ser chonguita, creo<br />

que yo no hubiera sobrevivido.<br />

[167]


Biografía<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Me llamo María Luisa Peralta. Soy lesbiana y anarquista. Nací en<br />

Rosario, Santa Fe, en 1972, poco después de los fusilamientos de<br />

Trelew. Me tocó hacer casi toda la primaria durante la dictadura.<br />

Me mudé a Buenos Aires para estudiar biología. Me visibilicé<br />

como lesbiana en 1993 y desde 1996 activo en distintos grupos,<br />

coaliciones y frentes de lesbianas y gltb. Mi activismo es variado:<br />

grupos de reflexión, talleres, trabajo legislativo, antirrepresivo,<br />

archivo, escritura de artículos, paneles, radio, la construcción del<br />

movimiento. Milito el amor libre, tengo relaciones de pareja<br />

abiertas y muy profundas: mis tres parejas consecutivas son los<br />

tres amores de mi vida. Tengo un hijo de 6 años en comaternidad<br />

con mi pareja anterior. Mi compañera actual y yo practicamos tai<br />

chi chuan y BDSM. Dejé la ciencia porque me demandaba un<br />

tiempo que quería dedicarle al activismo. Soy parte del Colectivo<br />

Editorial Madreselva, que fundamos con compañerxs<br />

anarquistas en 2007.<br />

[168]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Recuerdos de una chonguita<br />

provinciana<br />

[169]<br />

Macky Corbalán


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Axel no fue el inicio de una anécdota sino la culminación<br />

de un plan trazado durante el tembladeral de la infancia.<br />

Acaso desde aún antes de modular un lenguaje coherente<br />

y funcional, comienzan las maniobras –que se extenderán<br />

a lo largo de la vida- por una identidad que calce, que no<br />

apriete, cuya provisoriedad dé aire. Las pruebas, las<br />

performances, los esbozos, los cambios de plan: la<br />

experimentación como modo de vida.<br />

Axel, un nombre –como siempre para ocultar antes que<br />

para develar; y bajo su opacidad, cobijadas intenciones<br />

inconfesables, no por inmorales sino por inefables.<br />

Mientras, el DNI bien escondido entre el suspirar aburrido<br />

de la tosca lencería infantil.<br />

Nombres –fueron muchos, barajados por el puro placer de<br />

decidir algo (nada más expropiado que la singularidad en<br />

las experiencias de la infancia), como direccionar la bolita<br />

de colores vidriados o saltar desde dónde a la montaña de<br />

arena para construcción, en el terreno vecino... Y el<br />

nombre elegido al fin, por no estar enteramente entregado<br />

a un género cerrado y asfixiante, un nombre que permita<br />

abrir, pivotear, jugar... ¿El deseo? Que el nombre invente<br />

nuevas maneras de ocupar el acotado espacio de lo<br />

humano, ya agobiante en años tan tempranos.<br />

Y una cierta hora de la tarde, donde las pasiones se<br />

apaciguan y, simplemente, a solas se hace equilibrio sobre<br />

rieles solitarios.<br />

Por entonces, Cutral Có, el pueblo donde nací (y donde<br />

nació el piquete como forma de protesta social, proletaria<br />

y desajustada) era aún más pueblo que hoy en día: las<br />

casas bajas y frescas en verano, el sol dando vueltas sin<br />

[170]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

parir sombras, el rosa vibrátil de la lengua del perro, el<br />

esfuerzo de los árboles por sonsacar humedad de lo que<br />

estuviera vivo.<br />

¿Doce, trece años? La adolescencia, apenas despuntando<br />

su caótico, airado bagaje, y la ignota pulsión del sexo<br />

volviéndolo todo un latido desacompasado, desprolijo,<br />

vitalísimo. Axel –con la ropa holgada, con el corte de pelo,<br />

sería el caballo de Troya: una maqueta hetero, masculina,<br />

viril, escondiendo peligro en su interior. Las vacaciones de<br />

verano en la ciudad del río negro, junto a la complicidad<br />

de la banda de primos y primas: el momento de la acción.<br />

Y una cierta hora de la tarde, donde el cuerpo se palpa a sí<br />

mismo confirmando horizontes y, simplemente, de rodillas,<br />

escrupulosamente se acomoda la moneda a ser combada<br />

por tren que se aproxima.<br />

Como es de suponer, al dispositivo Axel –como al Caballo<br />

de Troya, sólo era factible usarlo una sola y estruendosa<br />

vez, así fue debut y despedida; no me pregunten qué final<br />

preveía, sólo puedo dar cuenta de lo que soñaba: que una<br />

chica se enamorara de ese pibe serio y reservado (porque<br />

según la lógica implacable del binarismo aprendido a<br />

sangre y fuego en la escuela, el hogar, la iglesia, si me<br />

gustaban las mujeres, tendría que "convertirme" hombre).<br />

Y como en las pelis, al final se abriera un mundo donde ese<br />

tipo de amor tuviera cabida.<br />

Nada de eso sucedió, claro. Y no sucedería hasta muchos<br />

años después. Pero aún recuerdo, no los rostros azorados<br />

de las chicas, no la risa cómplice de los primos: los rayos<br />

del sol caían sobre las gradas del estadio y dibujaban<br />

[171]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

sombras radiantes, caprichosas, espejando a pájaros y<br />

hojas.<br />

Y una cierta hora de la tarde, donde una perturbadora<br />

certeza termina por depositarse con todo su peso de siglos<br />

sobre las creencias, los mitos, los huesos jóvenes; con su fino<br />

polvo obcecado e infeccioso: una es –siempre será, la rara.<br />

Biografía<br />

Nací en Cutral Có (provincia de Neuquén) y vivo en la capital<br />

neuquina. Cutral Có (en mapuche, agua y fuego), ciudad donde se<br />

originó una de las formas de protesta más radicales (el piquete),<br />

marca mi historia poética (y política y personal) en una forma a<br />

la vez intensa, significativa y permanente. Por el impulso vital de<br />

la poesía, también soy activista lesbiana, feminista y queer (en el<br />

ya disuelto grupo Fugitivas del desierto:<br />

http://lesbianasfugitivas.blogspot.com) y a favor de los derechos<br />

de los animales no humanos. Junto a la poeta y activista valeria<br />

flores, tenemos el blog de poesía:<br />

http://elemento119poesia.blogspot.com<br />

Libros publicados: “La pasajera de arena” (Libros de Tierra<br />

Firme, 1992), “Inferno” (Libros de Tierra Firme, 1999), Como mil<br />

flores” (Hipólita Ediciones, 2007). Todos ellos en:<br />

http://pasajeradearena.blogspot.com. “Lenguaraz” (junto a<br />

valeria flores) y “El Acuerdo”, ambos de Editora La mondonga<br />

dark, en : http://mondongadark.blogspot.com<br />

[172]


Machona<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

[173]<br />

Andrea López


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

A los once años fui la machona del barrio, siempre de<br />

short y remerita, ágil, rápida, flaca y chata nadie<br />

sospechaba que era una nena, me movía como un chico y<br />

en el mundo de los varones era bienvenida, aceptada y<br />

disputada.<br />

En el barrio se armaban los equipos de fútbol por sorteo.<br />

En el juego del “Pan y Queso”, se dispondría la suerte de<br />

quien eligiera primero tenerme en su equipo. Yo era la<br />

única chica que jugaba al fútbol con los varones y todos<br />

me querían para ellos por mi cualidad futbolística de<br />

llenar de goles los arcos rivales.<br />

Un día me vio jugar un técnico que dirigía un equipo de<br />

fútbol femenino de chicas de 17 años. Yo apenas tenía 11<br />

pero no fue impedimento formar parte de aquel grupo. El<br />

problema venía a la hora de partidos oficiales porque el<br />

técnico no me dejaba entrar a jugar con mujeres más<br />

grandes. Temía por mi vida.<br />

Siempre competía, era difícil de superar en todos los<br />

juegos. Campeona de bolitas, de figuritas, de carreras de<br />

autos, de karting, la menos marcada en el “hoyo pelota”,<br />

juntaba triunfos y era la mejor en todo.<br />

Algunas veces, me detenía a mirar cómo mi hermana se<br />

divertía jugando a las muñecas con sus amigas y yo<br />

pensaba que era un juego de niñas más pequeñas que las<br />

propias muñecas. La única muñeca que tuve, la quemé,<br />

una tarde de invierno, en la estufa a kerosene. Allí murió<br />

mi interés por ese juego absurdo ¿a quién se le puede<br />

ocurrir jugar con personas hechas de plástico?<br />

Ya en la secundaria, formé parte del equipo femenino de<br />

básquet. En una ocasión una compañera muy chonga, la<br />

[174]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

madre de las chongas del básquet mendocino, hizo una<br />

jugada magistral, se elevó y se colgó del aro y encestó. Mi<br />

corazón se detuvo cuando vino hacia mí a abrazarme, en<br />

ese instante tuve la sensación de haber encontrado a<br />

alguien que se parecía mucho a mi y esa actitud poco<br />

femenina me había erotizado de una manera abrumadora.<br />

Sentí una atracción que me movilizó el cuerpo, me excitó<br />

como nadie. Ese día no sólo me descubrí chonga en el<br />

espejo de ese otro cuerpo, descubrí que una mujer podría<br />

llenarme de placer, que una mujer podía ser destino y<br />

posibilidad.<br />

Biografía<br />

Lesbiana, activista, feminista, fotógrafa, tocadora de batería,<br />

jugadora de fútbol, escribiente, amplia conocedora del mundo<br />

virtual, chonga.<br />

Vive en una ciudad muy pueblerina llamada Villa Constitución, al<br />

sur de Santa Fe.<br />

Vive en pareja con otra chica, una Paqui lesbiana feminista y una<br />

activista de la concha de la lora! Así lo dijera una gran<br />

conocedora, Gabby De C.<br />

andrelorde@gmail.com<br />

[175]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Actitudes y resistencia<br />

[176]<br />

Lucas (raquel) Platero


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Antes de que tuviera capacidad para decidir sobre mi<br />

aspecto, mi ropa, mi pelo, mis actividades extraescolares,<br />

mis afectos, creo que era evidente que encarnaba cierta<br />

actitud activa o inquieta, que se podría calificar o<br />

etiquetar como masculina según la construcción<br />

tradicional de los géneros, algo que ha resistido hasta el<br />

momento actual, y que siento que es parte inherente de mi<br />

personalidad. No es que piense que la masculinidad sea<br />

algo esencial, o que sea superior a la feminidad, como si<br />

existiera fuera o independientemente a las personas. Sólo<br />

digo que a pesar de la ropa que me imponían, del colegio<br />

de monjas para niñas al que fui unos años, del psicólogo<br />

del colegio al que me llevaron cuando empecé a faltar con<br />

8 años, de la presión social para fuera menos ‘fea’ y me<br />

apegara más y mejor a las normas sociales dictadas para<br />

las niñas, algo ha permanecido. Hay cierta continuidad con<br />

la actitud que veo en mis fotos de infancia y que encuentro<br />

en mis recuerdos y el momento actual, en esa noción<br />

construida sobre lo que se ha entendido como<br />

masculinidad.<br />

Ahora, como persona adulta entiendo que esta<br />

masculinidad es elegida, no siento que sea fruto de un<br />

pasado predeterminado. También es verdad que en el<br />

ejercicio de mirar el pasado, hacemos una lectura<br />

interesada a posteriori, que es parte del proceso de<br />

memoria. De los juegos infantiles, me queda el recuerdo<br />

de las tardes en las que recreábamos el mundo que<br />

vivíamos, a veces para emular los juegos olímpicos, para<br />

jugar a las comuniones, a las tiendas, a los viajes. Un<br />

micromundo vigilado por las madres de mis amigas, en el<br />

que mi vecina Mari Ángeles siempre estaba presente. Le<br />

costaba dejarme a solas con su hija Olga y las otras niñas,<br />

que por otra parte, rápidamente me renombraban para<br />

[177]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

que fuera el marido, padre o hijo de sus historias. Ellas<br />

elegían ‘Joseph’, a mi me gustaba más ‘Jorge’, y otros<br />

nombres que ahora no recuerdo de ese mundo imaginario,<br />

enfocado desde el binarismo propio de nuestra cultura. El<br />

caso es que años más tarde Mari Ángeles me confesaría<br />

que temían que yo fuera lesbiana, o algo peor, y que<br />

contagiara a sus hijas. Ojalá fuera una cuestión tan sencilla<br />

como contagiar a la gente de otras formas de deseo, de<br />

masculinidades y feminidades no tan convencionales.<br />

Supongo que no se le ocurría que su hija y las otras niñas,<br />

formaban parte de estos juegos tanto como yo y que ellas<br />

no estaban a salvo de su propio deseo, ni sus propias<br />

ganas de explorar y conocer el mundo.<br />

Ahora como persona adulta, que trabaja como docente en<br />

escuelas y universidades públicas, que elijo más o menos<br />

conscientemente mis actos, encuentro en mis fotos de<br />

infancia guiños, no tanto al travestismo de mis juegos<br />

infantiles de los que no queda ni rastro, pero sí de las<br />

actitudes que no encajaban con la feminidad de las “niñas<br />

buenas”, a pesar de los esfuerzos del entorno conservador.<br />

Esa foto de boda, en la que mi primo Gabriel y yo teníamos<br />

que bailar, pero que si te fijas bien, yo podía llevarle a él.<br />

Los días que te vestían de muñequita para hacerte una<br />

foto, pero no puedes evitar posar con unos coches de<br />

adorno que has encontrado. O de ese equívoco que<br />

generaba mi aspecto, incluso en las fotos del colegio, y del<br />

que yo disfrutaba hasta que alguien me descubría como<br />

niña, y empezaban los problemas. Una actitud que<br />

visibiliza la resistencia, no sólo la mía, sino la de tantas<br />

niñas, que si consiguen sobrevivir a la presión social, la<br />

escuela y la familia, podrán crecer para elegir su<br />

identidad, su género, su sexualidad. Sin embargo, me<br />

preocupa que la hipervigilancia sobre las niñas y los niños<br />

[178]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

ahora encuentra un aliado en la psiquiatría, que inventa<br />

nuevas patologías sobre la identidad de género (y la<br />

orientación sexual de manera encubierta), que justifican<br />

modificar el comportamiento de género de forma<br />

temprana. Para algunas figuras de autoridad, esta<br />

masculinidad encarnada y performada puede significar<br />

pecado, pero además también puede ser señalada como<br />

una enfermedad. Deseo que podamos generar un<br />

conocimiento colectivo sobre la masculinidad de las niñas<br />

donde podamos disfrutar de su diversidad, de su belleza y<br />

su capacidad para reinventarse en millones de distintas<br />

maneras. Siempre fuera de esas normas del pecado y la<br />

enfermedad que se nos imponen.<br />

Biografía<br />

Raquel (Lucas) Platero Méndez es docente en intervención<br />

sociocomunitaria (educación Secundaria), así como en varios<br />

programas de master (UCM, UAM, UPNA, UCLM) y en el<br />

Programa de Estudios del MNCARS, Somateca dirigido por<br />

Beatriz Preciado. Desde 2003 trabaja en la Universidad<br />

Complutense de Madrid, con proyectos europeos de<br />

investigación (MAGEEQ, QUING y HERMES), con énfasis en:<br />

interseccionalidad, ciudadanía íntima, violencia de género y<br />

homofóbica, así como la construcción de la agenda política LGTB.<br />

Entre sus publicaciones, destacan sus libros: “Herramientas para<br />

combatir el bullying homofóbico” (Talasa, 2007), “Lesbianas.<br />

Discursos y Representaciones” (Melusina, 2008) y<br />

“Intersecciones. Cuerpos y Sexualidades en la Encrucijada<br />

(Bellaterra, 2012).<br />

platero@cps.ucm.es<br />

[179]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Masculinidades de niñas: entre “mal<br />

de archivo” y “archivo del mal”<br />

[180]<br />

valeria flores<br />

“En un día así, cuando regresaba renqueando a la retaguardia<br />

bajo un sol de justicia, mi madre me abordó.<br />

-¡Patricia-me reprendió-, ponte una camiseta!-<br />

-Hace demasiado calor-me quejé-. Nadie más lleva camiseta.<br />

-Haga o no haga calor, ya es hora de que empieces a ponerte<br />

camiseta. Estás a punto de convertirte en una señorita.<br />

Yo protesté con vehemencia y anuncié que no iba a convertirme<br />

nunca en nada salvo en mí misma, que pertenecía al clan de Peter<br />

Pan y nosotros no nos hacíamos adultos.<br />

Mi madre ganó la discusión y me puse la camiseta, pero no puedo<br />

ni decir lo traidora que me sentí en aquel momento. Observé<br />

tristemente a mi madre mientras realizaba sus tareas femeninas,<br />

fijándome en su voluptuoso cuerpo de mujer. Todo parecía ser<br />

contrario a mi naturaleza. El penetrante olor de su perfume y el<br />

color rojo de su barra de labios, tan fuerte en los años cincuenta,<br />

me repugnaban. Ella era la mensajera y también el mensaje.<br />

Patti Smith 9<br />

Comenzar por un silencio. Por los ecos de un silencio. Por<br />

hacer hablar ese silencio. No para hacerlo callar sino para<br />

desplegarlo en sus efectos. Un silencio de una experiencia<br />

9 Éramos unos niños. Editorial Lumen, 2012. Pág. 20-21


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

corporal y de las confrontaciones subjetivas contra los<br />

límites de las regulaciones del género. Un silencio que nos<br />

toca a tod*s, de distintas maneras y con diferentes<br />

intensidades. Pero nos toca al fin.<br />

Mucho se ha hablado y escrito en la academia sobre el<br />

género como construcción social, política y cultural. Pero a<br />

pesar de esta importante producción, escasean los<br />

estudios sobre las masculinidades desligadas de cuerpos<br />

de hombres. En general, los Estudios de las<br />

masculinidades se concentran en los sujetos varones, lo<br />

que tiene como efecto performativo en la industria<br />

académica, seguir confiscando la masculinidad en los<br />

cuerpos y sexos “apropiados”. Las masculinidades<br />

encarnadas en cuerpos que hemos rechazado, desistido o<br />

resistido los procesos de feminidad obligatoria, abriendo y<br />

posibilitando diferentes espacios identitarios,<br />

“permanecen invisibilizadas, silenciadas y relegadas a un<br />

“no-lugar”. Incluso cuando estos cuerpos evidencian<br />

fisuras en el modelo heteronormativo, son sólo inteligibles<br />

en los términos de la normatividad con la que rompen, a la<br />

que son reconducidos en cada interpelación” 10, advierte<br />

Raquel (Lucas) Platero.<br />

10 “La masculinidad de las biomujeres: marimachos, chicazos, camioneras<br />

y otras disidentes”, de Raquel (Lucas) Platero, en Jornadas Estatales<br />

Feministas de Granada. Mesa Redonda: Cuerpos, sexualidades y políticas<br />

feministas (Diciembre de 2009). A su vez, Platero señala que el lugar de<br />

la masculinidad que se ocupa desde cuerpos de biomujeres se presenta<br />

como un espacio de impostura: “Impostores también para la clase social,<br />

donde la masculinidad nos hace ser eternamente percibidos como clase<br />

obrera, de forma peyorativa y nada orgullosa. La tradicional asociación<br />

de los extractos sociales más bajos con una hipersexualización y un uso<br />

del cuerpo para el trabajo que lo transformaba en un cuerpo rudo y<br />

curtido, convertía a estos cuerpos en extrañamente masculinos y por<br />

[181]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

De este modo, se pierde la riqueza y las complejidades de<br />

otras masculinidades y sus condiciones contextuales.<br />

Chicazos, chongas, marimachos, camioneras, machorras,<br />

lesbianas butch, trans masculinos (FTM), drag kings,<br />

zapatonas, entre otros, son nombres que emergen, cada<br />

uno en su singularidad histórico-geográfica, para fisurar<br />

ese silencio, modelando expresiones e identidades de<br />

género y/o sexuales que (dis)torsionan la matriz binaria<br />

heteronormativa, y que serán objeto de y estarán sujetas<br />

a, sospecha y estigma por resultar una amenaza, una falla,<br />

una enfermedad, un delito.<br />

¿Feminización es desmasculinización? Podría ser. Estas<br />

historias chonguitas cuentan algunas de las operaciones<br />

normativas de confinamiento del movimiento, del espacio,<br />

de las decisiones, de posibilidades, tan sólo por ser<br />

definidas y clasificadas como “niñas”. De la confluencia y<br />

colisión entre escritura, fotografía e infancia se forja algo<br />

interesante para pensar el género: la masculinidad es una<br />

relación entre cuerpos y espacios, en la que maniobras<br />

guerreras como ocupaciones, invasiones, desafíos,<br />

transgresiones, van trazando los confines de una<br />

rozagante e insolente masculinidad de niña.<br />

tanto sospechosos frente a unas mujeres burguesas blancas, donde la<br />

feminidad se definía como asexual y delicadamente inhábil (Romero<br />

Bachiller, 2005). Esta mirada que nos percibe como inadecuados, que<br />

nos nombra como camioneras, chicazos o tiarronas, sitúa en una<br />

asociación necesaria masculinidad con patología, hipersexualidad<br />

depredadora y con un uso del espacio público percibido como intrusivo”.<br />

Es para destacar que estos preconceptos atravesaron todo el juicio por el<br />

asesinato de la Pepa Gaitán, lesbiana masculina fusilada de un<br />

escopetazo por el padrastro de su novia en marzo del 2010, en la ciudad<br />

de Córdoba (Argentina).<br />

[182]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Necesitamos enfrentarnos a destejer este silencio sobre<br />

las masculinidades de mujeres, lesbianas y niñas, un<br />

silencio que tramita el castigo social sobre cuerpos<br />

rebelados contra el destino del género o, más<br />

acertadamente, contra el género como destino. Y los<br />

feminismos, que tanto han aportado a desnaturalizar la<br />

biología como fundamento de las desigualdades y<br />

violencias contra las mujeres, no pueden seguir siendo<br />

productores y cómplices de este silencio.<br />

Chonguitas es una hendidura en ese silencio. Una<br />

hendidura que tiene los contornos de América Latina y los<br />

países de habla hispana, territorios de disputas<br />

descoloniales en el entramado de sus historias,<br />

experiencias, cuerpos y epistemologías. En principio, esta<br />

iniciativa la circunscribimos a Argentina por un principio<br />

ético de "no hegemonía", dado que la significación de<br />

"chonguita" como masculina se emplaza entre los<br />

márgenes nacionales y no queríamos subsumir bajo esa<br />

denominación a toda experiencia en otros contextos<br />

geopolíticos. No obstante, las fronteras semánticas del<br />

término se desplazaron hacia un territorio común de las<br />

prácticas de género y trascendió los límites geográficos,<br />

extendiendo la participación a otros países.<br />

Aquí tenemos en nuestras manos virtuales la producción<br />

final de chonguitas. Y más aún; la incisión en ese silencio<br />

alentó debates que trascendieron la participación<br />

concreta. Como resquicios invisibles de esa fisura más<br />

notable y expuesta, aparecieron orbitando ante la<br />

convocatoria otras experiencias y reflexiones sobre la<br />

niñez generizada: “rememorar mi infancia de chongo”;<br />

“enfrentarme a algunas cosas que tengo que buscar”; “yo fui<br />

una chonquita asesina de conejos, a los que matábamos con<br />

[183]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

mi hermano después de cuerearlos”; “me ha dejado<br />

pensando sobre mi infancia”; “ si no hubiera tenido una<br />

infancia taaan de niñita femenina que hacia danza clásica<br />

miles de horas seguro que escribía alguna cosa”; yo más<br />

bien me encuadraría en una infancia "nerdita",<br />

percibiéndome o sintiendo que me percibían más bien como<br />

asexual (un cerebrito sin cuerpo)”; “yo estoy escribiendo un<br />

relato sobre mi infancia como niña que se sentía fuera de la<br />

feminidad”; “si me defino con estos términos, yo era media<br />

'chonguita' de nena, pero no califico a estas actividades<br />

como 'masculinas', porque me parece que es dar un paso<br />

para atrás definirlas como tal”; “puedo contarte que he<br />

tenido una infancia que tal vez llamaría ambigua en esto<br />

que va entre masculinidad y feminidad”. Por eso mismo, no<br />

pretendimos leer como “masculinas”, de forma totalizante,<br />

todas las infancias de niñas que “no encajan”. El régimen<br />

normativo basado en el binarismo de género establece<br />

que cuando se dice "niña" se presupone femenina y uno de<br />

los propósitos del libro fue contaminar esas categorías,<br />

esos constructos.<br />

Chonguitas cobra forma como proyecto, un plan de<br />

visibilidad y, al mismo tiempo, de sombras; sin aspirar a<br />

convertirse en una muestra representativa más que<br />

colaborativa, porque no apeló a una mera recuperación de<br />

experiencias masculinas durante la infancia, sino a<br />

revisitarlas y rehacerlas bajo el afán de la celebración y la<br />

fiesta. Un festejo diferido capaz de habilitar y volver<br />

disponibles posiciones de sujeto para ser habitadas,<br />

transitadas... vivibles.<br />

Porque chonguitas incita a hablar tanto de transgresión de<br />

los límites de los espacios públicos y privados en los que<br />

diferentes cuerpos codificados como “niñas masculinas”<br />

[184]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

adquieren visibilidad y reconocimiento, así como de las<br />

sujeciones que toman la forma de mandatos, consejos,<br />

técnicas, pequeños hábitos mentales y emocionales, de<br />

una serie de rutinas y normas para ser inteligibles como<br />

humanos y que operan por su inscripción biográfica en los<br />

pliegues de la subjetividad. De esta manera, Chonguitas<br />

aporta a la ruptura de la idea de que la masculinidad es un<br />

escenario exclusivo de los varones, desnaturalizando las<br />

perfomances de género y su estatuto de legitimidad así<br />

como evidencia las marcas de la estigmatización, el<br />

rechazo y la hostilidad.<br />

Es imposible pensar la vida sin el escenario de su<br />

efectuación. La vida del género, nuestras vidas en relación<br />

con las normas sexuales y de género, no son iguales en la<br />

medida que transitamos diferentes momentos vitales. La<br />

modernidad construyó la categoría de infancia y a sus<br />

propixs sujetos como “proyecto”: de ciudadano, de<br />

hombre, de futuro, de familia, de felicidad, de patria, etc; y<br />

si se era una niña, un proyecto de “mujer” venía a<br />

conquistar nuestros cuerpos, enclave estratégico de la<br />

reproducción social. Chonguitas es, de algún modo, un<br />

archivo de los fracasos, los equívocos, los desvíos, los<br />

accidentes, las interferencias, de ese proyecto biopolítico<br />

del género.<br />

Leonor Arfuch 11 , al pensar la autobiografía como archivo,<br />

retoma la duplicidad que Jaques Derrida analiza y extrae<br />

del archivo. El archivo es instituyente y conservador,<br />

revolucionario y tradicional. Archivo económico en un<br />

11 “La autobiografía como (mal de) archivo”, de Leonor Arfuch, en Crítica<br />

cultural entre política y poética. FCE. Bs As 2008.<br />

[185]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

doble sentido: guarda, pone en reserva, pero de un modo<br />

no natural; “la espera sin horizonte de espera, la<br />

impaciencia absoluta de un deseo de memoria” 12 . Por un<br />

lado, “el archivo es entonces espacio, acumulación, un<br />

espacio singular atravesado por la temporalidad:<br />

conformado desde el pasado se proyecta hacia el porvenir,<br />

su presente siempre es tentativo, opera, como la lectura,<br />

por actualizaciones sucesivas, por el régimen de la mirada,<br />

por el descubrimiento súbito o el retorno empecinado” 13.<br />

Por otro lado, el archivo opera también en la vecindad –o<br />

sinonimia- de la memoria: aquello que se guarda, que<br />

resiste el flujo de la desaparición, que por alguna razón<br />

permanece, se atesora, se cultiva, se preserva.<br />

Chonguitas opera como un archivo de prácticas disidentes<br />

de género, un archivo del “mal” que almacena impresiones<br />

y cifra las inscripciones de la censura y la represión, la<br />

supresión y la lectura de registros desobedientes del<br />

género asignado. Lejos de ser un acto administrativo de<br />

guardar o coleccionar, funciona como archivo de tránsitos,<br />

migraciones, huellas diaspóricas e identitarias a través de<br />

las cuales se hacen y deshacen los cuerpos de “niñas”, en<br />

el que la masculinidad de niña tiene un lugar, articulado<br />

por una escena de enunciación en que la infancia es<br />

protagonista del propio deseo.<br />

Una pregunta medular que hace Arfuch es ¿quién<br />

construye el archivo? “Y el quién no es para nada<br />

irrelevante: se juega allí por cierto un poder instituyente,<br />

un acto performativo, una violencia, literal o simbólica –<br />

12 Mal de archivo. Una impresión freudiana. Jaccques Derrida. Traducción<br />

de Paco Vidarte. Edición digital de Derrida en castellano.<br />

13 Arfuch. Pág. 145.<br />

[186]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

qué se incluye, qué se deja afuera, qué se prohíbe ver -<br />

pero también la pasión y el deseo” 14 . Así, estas 44<br />

narraciones construyen un archivo indispensable para la<br />

autodeterminación sexo-genérica de lxs niñxs. Y las que<br />

faltan. Y las que restan. Pero el archivo también se<br />

constituye en cada lectura que guardará misterios,<br />

acertijos, para ser reconocidos en las múltiples y disímiles<br />

interpretaciones. Chonguitas reúne textos que exploran<br />

escrituras del yo, de un yo retrospectivo, que se lanzan a<br />

jugar con los intersticios del género y de la memoria. Más<br />

allá del soporte externo del archivo, hay marcas íntimas<br />

en el propio cuerpo que ya funcionan como archivo<br />

somático de transgresiones de los estándares de la<br />

feminidad y masculinidad hegemónicas. Autoficciones que<br />

hacen de la masculinidad una composición entre cuerpos,<br />

relaciones y lugares, mediante la creación y apropiación<br />

de símbolos, signos y atributos social y culturalmente<br />

considerados masculinos. La propia infancia se escribe<br />

abriéndose a los tiempos de ese cuerpo, puertas en<br />

ocasiones clausuradas, descubriendo aromas, restaurando<br />

momentos cautivantes, ritmos afables y atmósferas<br />

hostiles, gestos indelebles de violencia, indagando y<br />

preguntando(se) en un movimiento incesante entre<br />

experiencias pasadas y situaciones presentes.<br />

El recuerdo o la vivencia a través del texto o la fotografía<br />

traen consigo el tiempo y el lugar del acontecimiento. Sin<br />

embargo, no hay un orden previo de la vida que el relato<br />

venga a reponer, sino que se trata de un orden construido,<br />

performativamente, en el trabajo mismo de la narración.<br />

Toda narrativa lejos está de la línea canónica de un<br />

devenir fechado, atestiguado, de una concatenación<br />

14 Idem.Pág. 146<br />

[187]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

armónica de acontecimientos, más bien, la puesta en<br />

orden del relato o del archivo –su temporalidad, la<br />

elección de un comienzo y una culminación, los devenires,<br />

las voces, la hilación causal o casual- es siempre un desafío<br />

y una afectación: la vida misma se rehace una y otra vez<br />

con su carga emocional a flor de piel en cada trayecto o<br />

cada narración.<br />

La inscripción biográfica de la tecnología del género, nos<br />

estimuló para convocar a escrituras que apelaran a la<br />

(des)identificación, a hacer trabajar categorías que suelen<br />

repelerse, a desarticular lo obvio, para promover un<br />

tráfico de interpretaciones y hermenéuticas de la<br />

masculinidad. Como dice Verena Stolcke, la biografía<br />

personal no está nunca lejos de la teoría y de la práctica<br />

científica, y a veces las historias de vida explican más<br />

como una llega a ciertas posiciones teóricas y<br />

metodológicas 15.<br />

El relato de infancia es una estrategia de autorepresentación,<br />

otorgando una textura particular a la<br />

palabra, a la selección que opera entre presencia y<br />

ausencia, lo que se muestra, lo que se insinúa, lo que se<br />

calla. No hay sinceridad referencial ni exigencia de<br />

confesión, sino una puesta en la escena de escritura de la<br />

vida de un cuerpo, actuando una masculinidad a través de<br />

la narración. La acumulación heteróclita de la memoria<br />

propia -y ajena- iluminó momentos, impresiones, rastros e<br />

indicios fragmentarios que tramaron masculinidades de<br />

15 Citada por Kate Bornstein, en ¡Hola mundo cruel!, Delirantes y sabios<br />

consejos para adolescentes, freaks y otras criaturas raras que estén<br />

pensando en suicidarse.<br />

[188]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

niñas con señales temporales y contextuales, tornándolas<br />

únicas y comunes a la vez.<br />

En Chonguitas, la fotografía exhibe pero no revela un yo<br />

masculino auténtico, sino que muestra la subjetividad<br />

como un artefacto imaginario. El género, el sexo y la<br />

sexualidad son códigos visuales que funcionan como<br />

series discontinuas de representaciones, copias y<br />

falsificaciones. Buscar una foto para enviar junto al relato,<br />

supuso para algunas una travesía no siempre cómoda ni<br />

atractiva. Hay quienes tuvieron posibilidades de<br />

seleccionar y elegir cuál mandar, y hay quienes no<br />

detentaron esa chance. Por falta de recursos económicos,<br />

porque en cierta época las máquinas fotográficas no eran<br />

accesibles al consumo masivo, porque las fotos quedaron<br />

en manos de las familias de origen con las que no hay<br />

ningún tipo de relación, porque mudanzas y catástrofes<br />

provocaron su pérdida. Si hacemos una panorámica con el<br />

conjunto de fotos, numerosas son las que ubican a esas<br />

chonguitas en el exterior del espacio doméstico: jardines,<br />

árboles, plazas, calles, patios, playa, campo y escuela, son<br />

los escenarios de representación de la masculinidad de<br />

estas niñas.<br />

Chonguitas aparece más como archivo suprimido que<br />

reprimido, ante una nula producción feminista y de la<br />

disidencia sexual local -teórica y activista-, que conecte<br />

niñez con formas generizadas no hegemónicas, que<br />

incentive la proliferación de modelos de identificación<br />

sexo-genérica 16, pensando la infancia como espacio<br />

16 Hace unos años escribí un trabajo en relación a mis inquietudes sexoeducativas<br />

como maestra y activista, pulsado sobre mi propia expresión<br />

de género masculina y sus efectos en la clase, en especial, sobre la<br />

masculinidad de una de mis alumnas. El trabajo se llamaba “Estéticas<br />

[189]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

político, como cuerpo en devenir objeto de las<br />

(des)programaciones de género y también como sujeto de<br />

derecho. En este sentido, las expresiones iniciales<br />

disidentes del género sólo dicen ese momento presente de<br />

cada sujetx, no necesariamente su futuro genérico y<br />

sexual, tal como pretende hacer la mirada institucional<br />

que ve en el género una anticipación de la sexualidad,<br />

persiguiendo y controlando en la sexualidad un modo<br />

identitario que debe fijarse. Este uso futurológico del<br />

género (señalando al “maricón”, “marica”, marimacho”,<br />

“machona”) procede por anticipación, detectando a lxs<br />

desplazadxs de la normalidad de género y registrándolos<br />

como probables homosexuales.<br />

Chonguitas se arma con relatos que ponen en primer<br />

plano el significado inestable y ambiguo de masculinidad.<br />

Relatos que formulan a gritos preguntas sobre las<br />

disonantes. Tráfico de masculinidades entre maestra y alumna en el<br />

aula” y algunos de los interrogantes que me interesa recuperar para<br />

mostrar la imperiosa necesidad de reflexiones sobre las modulaciones<br />

del género para y en la vida de lxs niñxs, son: ¿Qué le aporta mi forma de<br />

encarnar cierta masculinidad a los modos propios de Lucía? ¿Y a las<br />

otras niñas? ¿Y a la masculinidad de los niños? ¿Cómo puede Lucía dar<br />

sentido a una sociedad que desmerece lo que ella hace y podría hacer?<br />

¿Alguna vez Lucía tropezará en sus trayectorias escolares con textos que<br />

cuenten historias de mujeres que transgredieron el género para forjar<br />

nuevos deseos y nuevos estilos? ¿Qué discursos, prácticas y ofertas<br />

afectivas de la escolaridad se ponen a disposición para que la afición por<br />

el fútbol de una niña no se construya como un deseo erróneo o desviado,<br />

y en un consecuente y violento proyecto pedagógico de refeminización?<br />

Seminario “Sexualidades Doctas”. Grupo de investigación<br />

“Incorporaciones. Corporalidad, ciudadanía y abyección”. Museo de<br />

Antropología de la FFyH, UNC –Córdoba -Diciembre del 2009. Disponible<br />

en: http://escritoshereticos.blogspot.com.ar/2009/12/esteticasdisonantes-trafico-de.html<br />

[190]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

posibilidades y restricciones de vivir los cuerpos que el<br />

género binario heteronormativo impone en la niñez.<br />

Relatos de infancia que se tensan sobre el movimiento<br />

vivo del deseo, la violencia de la norma y el dinamismo de<br />

espacios e identidades indefinidas. Relatos<br />

autobiográficos que oscilan en el umbral difuso entre<br />

público e íntimo, encubrimiento y revelamiento, con<br />

diferentes estilos escriturales, que no narran un pasado<br />

muerto sino que hacen vida en tiempo presente. Escriben<br />

la vida de volverse salvaje, desprolija, fuerte, valiente,<br />

aguerrida, desafiante, todos comportamientos que<br />

convierten esos cuerpos de niñas en<br />

inapropiados/inapropiables para el género femenino.<br />

Relatos que componen una oda a la lucha del cuerpo que<br />

se hace, y que bajo el ojo binario que erradica y extirpa<br />

existencias, “masculina” es el nombre de bordes difusos y<br />

porosos para captar una expresión que tomaba ese ser en<br />

la infancia. Ya sea porque se imponía esa mirada por lxs<br />

otrxs, ya sea porque se asumía, ya sea por la presión que<br />

ejercieron ambas a la vez.<br />

Estos cuerpos escritos, fabricados como letras sobre<br />

papel, cobran significado a través de la ropa, los contextos,<br />

los accesorios, la familia, los juegos, la escuela, la sociedad,<br />

los amigos, los nombres, los paisajes. Las masculinidades<br />

de niña se hacen –y hacen sentido- en relación a otros<br />

cuerpos, el cuerpo de otras niñas, el cuerpo de los niños, el<br />

cuerpo de l*s niñ*s, el cuerpo de varones y mujeres<br />

adultos, el cuerpo de la norma y el deber ser, y en todos<br />

los espacios que intermedian, transitan y se cruzan.<br />

Componen relatos que flotan entre la memoria y la<br />

reconstrucción, encrucijada de experiencia y legado,<br />

jugando y re-jugando lo masculino y agitando el disturbio<br />

potencial que el deseo siempre despierta. Más que<br />

[191]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

insertarlos en las geografías convencionales de la<br />

identidad, dentro del flujo normativo de tiempo y espacio,<br />

se presentan como oportunidad señera para reflexionar<br />

acerca de que nuestra manera de vivir el género no es<br />

natural ni necesaria.<br />

Sin ánimo de disolver el trazo particular y único de cada<br />

narrativa, hay una zona de superposiciones e<br />

intersecciones que interpelan, refuerzan, disputan o<br />

auxilian los discursos sobre las infancias, las políticas<br />

identitarias y las retóricas del género. Relatos de infancia<br />

que, desde el hoy, se identifican como lesbianas –<br />

mayoritariamente-, heterosexuales y queer; en los que<br />

prevalece la participación de quienes tienen entre 30 y 50<br />

años de edad. En la escritura, la masculinidad se enciende<br />

con el sentimiento de “no encajar”, de sentirse “rara” y<br />

ajena al mundo de las niñas, de criar rabia por<br />

prohibiciones y proscripciones dispares. Con orgullo se<br />

despliega el saber de defenderse a sí misma y a otrxs, de<br />

ser desprolija, ruda, brusca. El modo de vestir es central<br />

en la puesta en escena de los estilos corporales<br />

masculinos: la ropa cómoda y ancha, la impugnación de<br />

vestidos y cancanes y el repudio del color rosa, son<br />

nodales para moverse en el mundo. Llevar el pelo corto –<br />

para así no peinarse ni perder tiempo en ello-, desistir del<br />

uso de aritos y del maquillaje, son signos en los cuerpos<br />

que reclaman otros modos de estar siendo niña. El espacio<br />

público se conquista a través de andar en bicicleta o en<br />

rollers, jugar al fútbol, trepar a los árboles, viajar y andar<br />

sola, así como con la lectura de libros de aventuras y amar<br />

las competencias. Hay dos gestos que son objeto de<br />

vigilancia y control severo: andar en cueros y mear<br />

parada, que se ejercitan hasta que la voz de la reprimenda<br />

se instala con rigor, produciendo vergüenza e inhibición.<br />

[192]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Algunos cuerpos enfrentaron la pregunta social<br />

recurrente que necesita y exige saber para clasificar: “¿es<br />

nene o nena?”, al tiempo que elegir nombrarse en<br />

masculino fue una táctica lúdica que abría horizontes y<br />

puertas imaginarias para la seducción. Las muñecas, en<br />

general, fueron víctimas del abandono, el descuido o la<br />

experimentación estilística. Las armas de juguete<br />

formaron parte del “salvajismo” que muchas profesaron<br />

como rebeldía al “ser mujer” y “ser señorita”, disputando<br />

la ley civilizatoria del género. A su vez, la hipervisibilidad<br />

con la que se alumbra ese cuerpo con un género que no<br />

corresponde normativamente a su sexo, vuelve tenaz la<br />

custodia de las demás niñas y las mujeres adultas sobre<br />

los modos de comportamiento. En varios relatos, las<br />

presiones y coacciones durante la adolescencia ponen fin<br />

a la chonguez. Con frecuencia, las historias de<br />

masculinidad están enlazadas con el deseo sexual lésbico,<br />

como si encarnar el género opuesto fuera una muda y<br />

suficiente autorización para liberar ese anhelo o gusto por<br />

otra nena. Historias que encuentran en esa masculinidad<br />

continuidades, discontinuidades, intermitencias,<br />

oclusiones, en el presente de cada una.<br />

Nuestro cuerpo es ficción política y archivo somático de<br />

lenguajes y técnicas, lugar en el que se producen<br />

conflictos intensísimos. Chonguitas funciona como<br />

pequeño archivo de esa historia de la relación entre<br />

cuerpo, poder y verdad. Archivo de prácticas,<br />

posibilidades, restricciones, normas, deseos,<br />

fluctuaciones, mutaciones, violencias, técnicas de poder.<br />

Archivo del “mal”, de lo que una niña no debe ser según<br />

los mandatos de la feminización, de la<br />

heterosexualización, de lo que es incorrecto y perjudicial<br />

[193]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

porque resta o disminuye su inteligibilidad como “niña” -<br />

femenina-.<br />

Chonguitas es apenas un ángulo óptico que hace de la<br />

masculinidad una definición incoherente e inestable,<br />

volviendo disponibles, visibles y deseables los<br />

comportamientos que el régimen (hetero)normativo del<br />

género define como masculinos, pero que no son más que<br />

expresiones de lo que puede un cuerpo. Un archivo de<br />

prácticas de género, de su conquista y su resistencia, de<br />

coerciones e insumisiones, que abren una posibilidad más<br />

-una entre otras- ante el gobierno del género, para que la<br />

única respuesta admisible como niñas no sea<br />

traicionarnos a nosotr*s mism*s.<br />

[194]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Dar cuenta de lo indecible<br />

[195]<br />

Andrea Lacombe*<br />

¿Cuáles son los atributos que debemos resaltar para no<br />

excluir de la semiosis a aquellxs sujetxs que reclaman<br />

formar parte de ella pero parecen habitarla en las<br />

fronteras? ¿Cómo evitar que, en palabras de Adrienne<br />

Rich, al mirarnos en el espejo no consigamos ver nada?<br />

¿De qué estamos hablando, entonces, cuando usamos la<br />

palabra chonguita?<br />

Cuando era chica con una vecinita jugábamos a ‘la pelota<br />

de Kodak’. El amarillo y el rojo emblemáticos de esa<br />

marca de insumos fotográficos suponían una capa de<br />

sentido oculta que representaban, a su vez, dos de los<br />

integrantes Parchís, un grupo de música infantil español<br />

que hizo furor a finales de los ´70 e inicios de los ´80.<br />

Yolanda y Tino, respectivamente, eran los roles que ambas<br />

teníamos en ese juego que durante más de seis años<br />

vivenciamos diariamente. Éramos novios, ella Yolanda y<br />

yo Tino. Yo usaba el pelo corto y trataba por todos los<br />

medios que la peluquera hiciera un corte similar al de<br />

Tino. Pedía pantalones rojos y hasta imitaba un modo<br />

particular que el cantante tenía de levantar las cejas. Mi<br />

vecina tenía muchas remeras amarillas y también vestidos<br />

y, si bien nuestrxs progenitores veían con cierto recelo<br />

nuestra amistad, nunca sospecharon ni decodificaron la<br />

semántica de los colores. Esos gajos amarillos y rojos que<br />

formaban una pelota inflable eran a su vez, los modos de<br />

nominar nuestro deseo y se ponían en acto cada vez que


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

alguna invitaba a la otra a su casa a jugar “a” (y no “con”)<br />

la pelota de Kodak. Opté por empezar este texto con una<br />

pequeña anécdota de mi niñez porque, además de los<br />

valores político y categorial contenidos en este proyecto,<br />

leer las historias que forman este volumen me produjo<br />

una profunda emoción frente al relato empático: piel de<br />

gallina, ese modo que tiene la piel de hacerse presente en<br />

tanto recuerdo y memoria vívida. Esa posibilidad de<br />

reconocimiento en la vivencia que ayuda a desvampirizar<br />

nuestra imagen frente al espejo.<br />

Proyecto Chonguitas introduce directamente una de las<br />

claves de la inteligibilidad social: la dupla dicotómica<br />

varón-mujer entendida como un combo de contigüidades<br />

obligatorias que va desde la subjetividad hasta la<br />

genitalidad, pasando por los cuerpos y su apariencia. Es<br />

aquí donde reside el carácter político de la propuesta:<br />

reclamar espacios de comprensión, diálogo, significación<br />

y por lo tanto de legitimación de ciertas prácticas de<br />

nuestra infancia y de ciertas discursividades a través de<br />

las cuales logramos enunciarlas en la narración actual. En<br />

la explosión de estos binarios las expresiones de género<br />

no hegemónicas irrumpen para desarmar estas visiones y<br />

percepciones que tan naturales nos parecen. ¿Qué cuerpo<br />

es el referido cuando hablamos de ‘masculinidades de<br />

niñas? ¿Qué tipo de corporeidad nos referencian las<br />

palabras, chonga, camionera, bombero, marimacho, la<br />

raulito? ¿En el sentido y el uso de estos términos se juega,<br />

como se pregunta Virginia Cano, tanto “la posibilidad de<br />

dar con alguna lengua provisoria, sino también con un<br />

ethos, un modo de ser y de habitar el mundo”? Es la<br />

posibilidad, responde Cano, de articular una primera<br />

persona del plural, de un “nosotras” inestable. De un<br />

[196]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

nosotrxs siempre abierto y en cuestión 17. Es importante<br />

también remarcar que la identificación de algunas y la<br />

renuencia de otras en usar el término chonguita traza un<br />

mapa de sentidos generacionales donde la plasticidad<br />

lingüística semantiza a determinadas terminologías y<br />

desdibuja otras en función de las historias de vida. Los<br />

términos identificatorios utilizados adquieren ese sentido<br />

a medida que dan cuerpo, performan, determinadas<br />

vivencias y prácticas de la sexualidad y del género. La<br />

apropiación de cada una de las categorías funciona como<br />

instancias provisorias y contingentes del agenciamiento<br />

colectivo de las mismas.<br />

Pensar en masculinidades que se desarrollan en cuerpos<br />

de personas que, más allá de su orientación sexual, se<br />

auto-perciben como mujeres, supone pensar en<br />

subjetividades degradadas y excluidas que habitan zonas<br />

invisibles e inhabitables de la vida social, conformando el<br />

“exterior constitutivo” de la esfera de los sujetos.<br />

El Proyecto Chonguitas que, en palabras de las<br />

compiladoras, apunta a rememorar las infancias<br />

“masculinas” de aquellos cuerpos asignados como<br />

mujeres, nos permite recorrer una historia oral poco<br />

contada y recuperar una memoria colectiva sobre las<br />

diferentes experiencias que atravesaron esas niñas.<br />

Vislumbrar los modos en que las performances corporales<br />

de lo masculino y lo femenino se presentan<br />

cotidianamente, trae aparejado algunas veces cierta<br />

17 “La lengua de la investigadora. Subjetividad lesbiana y academia”.<br />

Ponencia presentada en la mesa “Desplazamientos epistemológicos,<br />

interpelaciones políticas, itinerarios subjetivos: jóvenes investigadoras<br />

lesbianas”, del 2° Congreso Interdisciplinario “Género y sociedad”,<br />

Córdoba, mayo de 2012.<br />

[197]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

disonancia cognitiva para nuestros esquemas de<br />

percepción entrenados para distinguir lo masculino como<br />

sinónimo de hombre y lo femenino como equivalente de<br />

mujer. No es “natural” distinguir un hombre de una mujer,<br />

aprendemos a hacerlo porque somos entrenados para<br />

naturalizar, es decir tornar natural y de ese modo<br />

irrefutable, la existencia de hombres y mujeres como dos<br />

inconmensurabilidades. Pero ese entrenamiento no es<br />

consciente, se enraíza en los cuerpos, de forma tal que<br />

desentrañar el proceso se torna una tarea un tanto<br />

imposible. Lo que intento dejar en claro es el entramado<br />

particular que algunas mujeres tienen de vivenciar una<br />

masculinidad que no acontece en el cuerpo del hombre<br />

sino que discurre en y a través de los cuerpos<br />

biológicamente catalogados como de mujer. La percepción<br />

social puede unir irreductiblemente sexo, género y<br />

sexualidad, pero no se trata de una condición fija. El<br />

género femenino (femineidad) y el género masculino<br />

(masculinidad) no deben ser, en última instancia,<br />

considerados como el terreno exclusivo de los cuerpos<br />

sexuados, femeninos y masculinos respectivamente 18 . El<br />

tema no es la simple desaparición de las categorías sino la<br />

negociación de los espacios a través de prácticas que<br />

diluyen las fronteras que separan lo femenino de lo<br />

masculino.<br />

En este sentido, el término chonguita funciona como una<br />

categoría de autodefinición y reconocimiento que define a<br />

las masculinidades de niñas, del mismo modo en que<br />

palabras como lesbiana o gay se constituyen políticamente<br />

18 Robertson, Jenifer 1999. “Dying to tell: sexuality and suicide in<br />

Imperial Japan”. In Signs. Journal of women in cultre and society. The<br />

University of Chicago Press, vol 25 nº 1, pag 1-37.<br />

[198]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

en categorías paraguas mediante las cuales reivindicar<br />

derechos, espacios y subjetividades. Esto no significa que<br />

estos términos operen como compartimientos estancos<br />

cristalizadores de identidades o desestimen otros<br />

apelativos a través de los cuales referirse a esas vivencias.<br />

En un artículo muy sentido que apareció en el diario<br />

francés Liberation, a raíz de las manifestaciones católicas<br />

en Francia contra el matrimonio igualitario, Beatriz<br />

Preciado se pregunta quién defenderá a lxs niñxs queer de<br />

aquellos que diciéndose “defensores de la infancia y la<br />

familia apelan a la figura política de un niño que ellos<br />

construyen, un niño presuntamente heterosexual y<br />

normado genéricamente. Un niño privado de toda fuerza<br />

de resistencia, de toda posibilidad de hacer un uso libre y<br />

colectivo de su cuerpo, sus órganos y sus fluidos sexuales.<br />

Esta niñez que ellos aseguran proteger exige el terror, la<br />

opresión y la muerte.” 19<br />

La compilación que valeria flores y fabi tron nos traen<br />

aparece como una respuesta a la pregunta de la filósofa y<br />

activista española, una respuesta positiva y potente que<br />

surge desde la narrativa de la habitación de una<br />

masculinidad otra, esa que desarrollamos como<br />

posibilidad libertaria frente a la incomprensión de la<br />

sujeción a la que el cuerpo de las niñas es obligado<br />

socialmente. Releo las historias de vida que circulan en<br />

estas páginas y encuentro que lxs niñxs construyen<br />

espacios de reconocimiento e inteligibilidad, un nosotrxs,<br />

donde lxs adultxs necesitan una clara delimitación<br />

genérica: “yo era esa duda para la gente, esa posibilidad<br />

19 http://www.liberation.fr/societe/2013/01/14/qui-defend-l-enfantqueer_873947<br />

[199]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

inquietante que debe resolverse”. En muchos relatos la<br />

masculinidad está directamente asociada a las<br />

posibilidades de libertad: vestimenta, movimientos,<br />

comportamientos y sociabilidad extramuros<br />

caracterizadas como “de varones” colaboran en la<br />

desidentificación del mandato femenino con el que<br />

muchas de nosotras hemos tenido que lidiar “ser mujer<br />

después de haber sido un mono fue lo peor”, relata una de<br />

las crónicas en referencia a tener que abandonar los<br />

árboles y las tapias frente al llamado al orden de la<br />

femineidad. Andar en cueros suponía romper el corset<br />

social de ese binario sexual en el que no hay cabida para<br />

otra expresión de género ni para el deseo por personas<br />

del mismo sexo.<br />

Romper los binarios. Quedarse al medio. Vivenciar lo<br />

liminal como potencia de acción, como posibilidad<br />

ontológica, adscribiendo una nueva postura<br />

epistemológica. Agenciar a la infancia a partir del<br />

posicionamiento político y correrlo de las narrativas<br />

definitivas parece ser la feliz tarea cumplida en estas<br />

páginas que tejen el entramado para recuperar una<br />

memoria colectiva.<br />

[200]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

*Andrea Lacombe es torta desde que tiene memoria. Doctora en<br />

Antropología Social de la Universidad Federal de Río de Janeiro,<br />

desarrolla sus investigaciones en las áreas de antropología de género y<br />

sexualidad y teoría queer, con un intenso trabajo de campo y reflexión<br />

sobre sociabilidades lésbicas y masculinidades disidentes. También ha<br />

incursionado en el periodismo en temas sobre derechos sexuales y [no]<br />

reproductivos en el website del Centro Latinoamericano en Sexualidad y<br />

Derechos Humanos (CLAM) y en el suplemento Las 12, del diario Página<br />

12. Entre sus publicaciones se encuentra "'Para hombre ya estoy yo'.<br />

Masculinidades y socialización lésbica en un bar del centro de Río de<br />

Janeiro", Ediciones Antropofagia (2006). No milita demasiado, pero<br />

cuando lo cree necesario defiende a capa y espada las condiciones de<br />

existencia para cualquier expresión a través de la cual las personas<br />

quieran manifestar y poner en acción su deseo.<br />

[201]


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

[202]<br />

Agradecimientos<br />

Chonguitas fue posible por la colaboración, trabajo, apoyo<br />

y entusiasmo de todas las participantes y de quienes<br />

difundieron el proyecto.<br />

Un agradecimiento especial a Celeste Onaindia, Elena<br />

Poyan Gonzales, Andrea Lacombe, Andrea Brescia y Moris,<br />

quienes compartieron su tiempo, arte, saberes y cariño.


Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Chonguitas: masculinidades de niñas<br />

Editora La Mondonga dark<br />

Neuquén - 2013<br />

[203]

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