Pese a que Florencio Molina Campos pintó gauchos, caballos y paisajes campestres que constituyeron la “pinacoteca de los pobres” desde las imágenes de los almanaques de Alpargatas, no había nacido en el campo, sino en la ciudad de Buenos Aires, un hecho del que se cumplieron recientemente 132 años. En la ciudad de Moreno, en la provincia de Buenos Aires, donde hoy está el museo dedicado a su obra, el famoso artista pasaba su tiempo de descanso en el rancho Los estribos, construido con troncos.  Recientemente se recuperaron 130 obras que tenían un deterioro debido a una deficiencia en sus condiciones de conservación. Hoy, su único nieto, Gonzalo Giménez Molina, alerta que falta recuperar aún más de 50 obras de su abuelo cuyo destino se ignora.

El conflicto con su obra estalló en 2021. Diez años después de la muerte del pintor, ocurrida en 1959, se creó la Fundación Molina Campos con el objetivo de preservar y difundir la obra del artista. En 1979, su viuda, Elvira Ponce, promovió la creación del museo dedicado a su obra. Pero, según se supo luego de una investigación, la institución no tenía ciertos requisitos legales en regla:  no había realizado presentaciones contables, ni tenía CUIT.  En 2020 durante la pandemia, apareció un cartel de «se vende» en el espacio del  Museo.

Este hecho hizo sonar las  alarmas y, alertado el Municipio de Moreno, hizo la denuncia ante la Inspección General de Justicia (IGJ) y declaró al Museo “patrimonio histórico” para impedir que pudiera concretarse su venta.

Las obras faltantes de Molina Campos

Para que el Museo pudiera ser reconocido como patrimonio histórico fue necesario hacer un minucioso inventario en cuya confección participó el nieto del pintor.

El año pasado, la Fundación fundada a instancias de la viuda de Molina Campos fue intervenida. Su interventor, Denis Turnes, recuperó las 130 obras que se encontraban  en dos lugares distintos: la Universidad Nacional de San Antonio de Areco (Unsada) y el Museo Gauchesco Ricardo Güiraldes de Moreno.  

El nieto de Molina Campos le explicó a Télam: «A raíz de las denuncias que hizo el municipio de Moreno por una serie de inconsistencias administrativas que tenía la Fundación, me llamó mucho la atención la negativa a facilitarle a la IGJ los inventarios que estaban pidiendo. Desde entonces me puse a trabajar, a tratar de armar un inventario a partir de lo poco que había. Y bueno, investigando y revisando fue surgiendo que contrastada toda esa información con el inventario con el que retiraron estos ciento veintipico de cuadros que se recuperaron, surge el faltante de más de 50 obras»,

Y agregó: «Tenemos individualizados los títulos de las obras, porque es todo un trabajo documental en base a inventarios y a documentos escritos, ahora es momento de que la justicia, con ese listado y con las imágenes de esas obras, se aboque a recuperarlas. A las otras, en cambio, hubo que rescatarlas de una retención no razonable en que estaban, pero a estas hay que recuperarlas, pues no se sabe quién las tiene ni dónde están, ni por qué salieron del patrimonio de la Fundación».

A 132 años del nacimiento del artista

Recientemente, en coincidencia con un nuevo nacimiento del nacimiento del pintor, su nieto hizo conocer una carta que actualiza el problema del faltante de obras de su abuelo.

En ella agradece el rescate de las 132 obras que puedo realizarse  «merced al impecable trabajo de la IGJ, del Ministerio de Justicia de la Nación, del interventor designado, del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires y también de los medios comprometidos con la cultura que en cada etapa nos acompañaron e hicieron caja de resonancia de la situación».  Pero, paralelamente, subraya la necesidad de rescatar las más de 50 obras que falta recuperar: «Urge, mientras esto se investiga, que se tomen medidas para proteger las obras que aún posee la Fundación (ahora intervenida por la justicia) porque son patrimonio cultural argentino y, como tal, debieran ser declaradas para evitar que más cuadros se pierdan».

Desde hace tiempo Giménez Molina sostiene que el Museo instalado en Moreno no es el espacio adecuado para preservar la obra de su abuelo. Por un lado, el edificio, que no fue realizado para ser un museo, tiene deficiencias que perjudican las obras realizadas en papel. La humedad de cimientos produce hongos, por lo que muchas de las obras restauradas volvieron a deteriorarse.  Por otro lado, dada su ubicación, el Museo es visitado por muy poca gente cuando su objetivo fue, precisamente, que la obra de Molina Campos se difundiera. A esto se suma el hecho de que si bien su rancho de troncos estaba ubicado en Moreno, no era su lugar de residencia. El pintor había nacido, crecido y vivido de adulto en la Ciudad de Buenos Aires, donde su nieto cree que es conveniente trasladar el Museo con el objetivo de las obras de Molina Campos sean vistas por la mayor cantidad de gente posible.

Por esta razón, en su carta destaca que la gestión del Municipio de Moreno y del gobierno bonaerense para reunir y preservar la obra de su abuelo «se contrapone al absoluto desinterés manifestado por las autoridades culturales de la Ciudad, quienes por razones que desconozco insisten en desconocerlo como artista porteño».

Las obras de Molina Campos tuvieron en su  momento una difusión masiva poco habitual. Entre 1931 y 1945 sus imágenes  convirtieron los almanaques de Alpargatas en un verdadero suceso cultural. Estas imágenes tuvieron 18 millones de impresiones que permitieron que quienes disfrutaban de su arte coleccionaran sus obras aunque no fueran originales. Lo que busca su nieto es que sus obras que fueron tan difundidas a nivel popular continúen con ese derrotero y puedan ser vistas por la mayoría. En este sentido, quizá el Museo de Bellas Artes sería su destino más lógico.