Arte

La mexicana Graciela Iturbide toma MADRID

Una de las fotógrafas mexicanas más importantes de nuestro tiempo, Graciela Iturbide, expone en el Centro de Arte de Alcobendas (Madrid) sus imágenes poéticas, en blanco y negro, pegadas a la realidad.
© Graciela Iturbide

Graciela Iturbide (México, 1942) es esa fotógrafa que empoderó a una mujer indígena con un montón de iguanas en la cabeza (“siempre me agacho para hacer la foto, como aquí, es una costumbre, un tic”), pero también esa señora ya entrada en años, un poco enfadada con su médico por prohibirle el tequila y dejarla a “puritito vino”, que inaugura exposición en el Centro de Arte de Alcobendas. Aquí están sus niños y animales, sus autorretratos, los corsés de Frida Kahlo que tanto le intrigan, sus hombres femeninos, sus paisajes, sus pájaros. Aquí está una parte importante de ese trabajo en blanco y negro que empezó cuando para la mayoría de las mujeres de su generación todo acababa, a los veintipocos, casada y con tres hijos.

Graciela en el Centro de Arte de Alcobendas.

© Thomas Canet

“Yo le dije que sí al más liberal de los hombes que me rodeaban y en cuanto vi que había una oportunidad de estudiar en la Escuela de Cine, allá que fui, aunque lo que quería de niña era ser escritora, pero mis padres no me dejaron”, cuenta. Por suerte, el fotógrafo Manuel Álvarez Bravo se cruzó en su camino y le cambió el destino. “Escuchaba ópera en su casa, le encantaba el arte popular precolombino y los grabados japoneses. Más que un mentor en lo profesional, me ayudó a encontrar mi propio mundo. Tenía un letrero en su estudio en el que se leía ‘Hay tiempo’. Y siempre me decía ‘Graciela, no se apresure, tenga paciencia”. Y así lo hizo. Le acompañó en sus viajes por el México menos conocido hasta que redescubrió su país, su voz y después, el mundo. A sentirse cómoda con la soledad ya se lo habían enseñado las monjas del internado en el que pasó una buena parte de su infancia. “Me leía las novelas del Siglo de Oro porque era lo único que había en la biblioteca”.

“Disparo cuando algo me SORPRENDE, siempre en blanco y negro. El color es DISNEYLANDIA”.

'Nuestra Señora de las Iguanas'. Juchitán. México (1979).

© Graciela Iturbide

Graciela, en sus 50 años de carrera, ha hecho fotos para Acnur de los chavitos pandilleros de la Mara Salvatrucha centroamericana y de los coyotes en la frontera con Estados Unidos, pero también para colectivos feministas, el Gobierno mexicano y para ella misma. Confiesa que su modus operandi es quedarse a vivir en las comunidades indígenas o los puestos fronterizos que inmortaliza, donde acompaña a las mujeres al mercado, habla con los narcos arrepentidos y sobre todo espera lo que haga falta hasta encontrar el momento. “Disparo cuando algo me sorprende, cuando algo me choca”, explica. Y si está en crisis se autorretrata con serpientes en la boca o tatuada. “Es algo inconsciente, son sombras, quiero expresar algo en mí que no sé qué es, tendría que interpretarlo Freud”. También los velos le atraen. “Me interesa todo lo velado, ya sean las prostitutas de Bangladés o los edificios”. Y el blanco y negro. “Las imágenes en color me parecen Disneylandia. Para mí es más real el no color”, remata.

Graciela es atea pero supersticiosa, como buena mexicana, y relata sueños proféticos. “Yo tengo santitos y figuras de allá adonde voy, de India el elefante, de Venezuela el Doctor Gregorio... De la religión católica me quedo con la parafernalia —se ríe—. Una vez soñé que un agricultor cantaba ‘Yo sembraré pájaros’ y dos años después lo vi, tal cual, en un pueblo perdido de México, y lo fotografié. Esas cosas me pasan”. Graciela Iturbide. Fotografías. Hasta el 25 de agosto en Centro de Arte Alcobendas.