Desde La Cumbre

Martín Kovensky (Buenos Aires, 1958) vive en La Cumbre, Córdoba, desde hace once años, junto a Ana Gilligan (artista y galerista, ver recuadro aparte) y los dos hijos de ambos. Si bien se sabe que aquella localidad cordobesa ha sido elegida como lugar de residencia por varios artistas, escritores y gente de la cultura, quienes organizan cada año actividades de buena convocatoria, no es fácil sostener la movida artística y cultural fuera de ciertas fechas.

En estos días, Kovensky está preparando la exposición que presentará en mayo en Buenos Aires, en la nueva galería YKW (en Rodríguez Peña 1934), invitado por su directora, Yvonne Kook Weskott, con curaduría de Federico Towpyha. 

Lo que sigue es la entrevista que este diario mantuvo con Kovensky 

–¿Cuál es la idea de la muestra?

–La idea es presentar en Buenos Aires –mi ciudad– la producción inédita de estos años recientes. Y quiero hacer dialogar esta producción última con otras anteriores. En algunas muestras utilicé este recurso de ir parcialmente atrás en el tiempo. Siempre busco unir “las partes” que me constituyen. 

–Como tu obra, que también es fragmentaria.

–Actualmente todos estamos de una manera u otra fragmentados por esta realidad marcada por la sobreinformación, los cambios tecnológicos y la incertidumbre política. En ese contexto el deseo de unidad y sentido supongo que reviste cierta condición existencial y colectiva. Más allá de eso, es cierto que mi obra es fragmentaria, realizada en circunstancias diversas y con técnicas y soportes muy diferentes.

–¿Cuáles fueron algunas de esas circunstancias? 

–Siempre me acompañaron la incertidumbre y la consecuente necesidad de adaptación. Las viví de joven al tener que integrarme a la sociedad brasileña de los años setenta y otra vez al tener que re–adaptarme a mi propio país en los ochenta porteños, al volver del exilio. Después ya no fueron solo las circunstancias personales devenidas de la política. Podríamos decir que al caer el muro de Berlín todos cambiamos de lugar y que años después, cuando derribaron las torres gemelas, muchísimas otras cosas se cayeron junto a ellas. Aunque suene complejo, entiendo que mi trabajo está atravesado por todos esos aspectos de la realidad. Y por cierto, me interesa encontrar el sentido histórico, las relaciones entre el presente y el pasado, principalmente en estos tiempos de posverdad, donde todo parece ocurrir de manera tan equívoca.

–La coherencia a lo largo del tiempo supone situaciones complejas y a veces paradójicas.

–Después de muchos años de trabajar como artista profesional me parece paradójico pensar un recorrido con origen en mi participación en la muestra colectiva que en 1985 Liliana Maresca organizó en un Laverap de barrio y realizar ahora, más de treinta años después, esta exposición individual en una elegante galería de Recoleta. Además, con muchas paradas intermedias, por ejemplo las de haber dibujado en las páginas de este diario, pero también en las de La Nación. Son contradicciones que enriquecen, reflejos del clima de época también. Como sea, los objetivos conceptuales que tenemos al realizar una obra, por suerte muchas veces terminan generando sentidos que ignorábamos al concebirla.

–Si el entorno es fundamental para tu obra, ¿cómo pensás la exposición de tus trabajos en relación con el contexto?

–Es bueno que cada exposición esté diseñada en función del entorno arquitectónico e institucional que la contiene. El espacio de YKW está definido por una refinada arquitectura francesa neoclásica y por un marcado carácter privado e íntimo, incluso para el estándar de una galería comercial. Eso me llevó a pensar en aquellos salones que albergaban las grandes colecciones europeas de pintura del siglo XIX. Voy a intentar mezclar esa información –“histórica”, nuevamente– con la que emana de la naturaleza más masiva y pública de mi propio trabajo: por eso el título tentativo de la exposición es Colección particular. El término “particular” puede leerse, en este caso, de distintas maneras. Veremos qué sucede: siempre es un misterio. 

–¿Cuáles fueron tus últimas exposiciones?

–En los últimos años hice tres exposiciones. En el Museo Caraffa, de ciudad de Córdoba, en 2014 presenté “Las Casas”. Se trata de veintitrés dibujos de grandes dimensiones desde donde recapitulé de manera visual y, en paralelo, por escrito, sobre cada una de los hogares donde viví. Otra vez el interés por lo histórico, sólo que en este caso centrado en el propio recorrido personal. La gente se sorprendía por el número algo elevado de mis sucesivos domicilios, pero si pienso que pertenezco a una generación atravesada por exilios, amores, viajes, divorcios y otras aventuras, la cifra resulta más lógica. Quien quiera ver algo de esa muestra puede hacerlo en https://issuu.com/martinkovensky/docs/seriecasas.

La segunda muestra importante la realizamos junto a mi hija Nina –que también es artista-, en la galería El Gran Vidrio, en Córdoba ciudad. Fue el año pasado y se llamó Equilibrio inestable. Fue una experiencia muy intensa y diría rara. Pero entendida en su mejor sentido. Un cruce de generaciones y de nuestras miradas particulares y sus poéticas correspondientes. El resultado fue algo muy fresco y profundo al mismo tiempo. Mi hija me puso en contacto con los paradigmas propios del ampulosamente denominado “arte contemporáneo”. (Se puede visitar en http://kovenskykovensky. tumblr.com/).

Después surgió el proyecto No pintarás dos veces el mismo río. Esta es una acción basada en lo pequeño, en el regreso al paisaje y a la pintura. Aprovechando que llevaba a mi hijo León a su escuelita, me iba a caminar por un río próximo y al cabo de una o dos horas de caminata solitaria, pintaba una acuarela. Tradicional trabajo de observación y reflexión en y sobre la naturaleza. Para que esta acción casi insignificante adquiriera alguna trascendencia, al final del día posteaba en Facebook el resultado del trabajo, acompañado de un texto breve. La “respuesta del público” fue asombrosamente positiva y así se completaba el sentido de la acción artística. Al planear mostrar ahora esas acuarelas en su formato original (no virtual) se abre al público otra posibilidad, en la experiencia del mirar desde la “realidad real”, valga la redundancia. Me gusta imaginar que estas modestas pinturas pueden llevar el río desde las sierras al centro de la metrópoli.  (para ver en la red https://www. facebook.com/No–pintarás–dos–veces–el–mismo–río–Martín–kovensky–1721682158101486/?ref=bookmarks).

–En relación con la muestra Equilibrio inestable, planteás una tensión con el arte contemporáneo.

–Supongo que yo más bien me sigo reconociendo parte de un paradigma anterior, el arte moderno, que a mi entender está relacionado con ideas filosóficas y políticas que me son más afines. Pero permanecer siempre fiel a nuestros principios por mas transformadores que estos sean, paradojalmente nos pueden transformar en personas dogmáticas o inclusive retrógradas, acaso “impermeables”, lo que para un artista podría ser fatal. Por lo tanto la transformación, la mezcla, como casi siempre, fue buena, vital y renovadora. Medirse relacionarse con lo nuevo, pero manteniendo el sentido de lo anterior, es un proceso de orden dialéctico, bastante elaborado y complejo. En general hoy no lo practicamos, avasallados por estos tiempos líquidos de consumo perpetuo. Si pienso en el caso de esta movida referida al tiempo y a lo histórico, otra vez encuentro cierta coherencia. Porque una relación padre/hijo necesariamente debe estar nutrida por esos dos aspectos.