SI no fuera porque este redactor se encuentra abducido, en el sentido metafórico de la palabra, por el motor 1.9 dCi de 130 CV, que además tiene homologadas unas emisiones de CO2 por debajo de los 150 gramos por kilómetro que exige el Plan 2000E, a todos los usuarios interesados en un monovolumen compacto de Renault, ya sea el cinco plazas de esta prueba como el Grand Scénic de cinco asientos y un enorme maletero o el de siete plazas, les diría que pensaran sólo en el motor 1.5 dCi de 105 CV, porque con él tendrían más que suficiente. De hecho, es la mecánica más demandada por el comprador medio, por lo que el dCi 130 CV parece estar más encaminado a satisfacer a quienes todavía no olvidan que Fernando Alonso siempre fue un piloto Renault, vamos, para aquellos a quienes les va sentir la potencia y el empuje de un motor sobresaliente, con permiso del dCi dos litros de 160 CV.

Pero estos conductores ya serían diferentes a los que deben encaminarse al Scénic 1.5 dCi 105 CV, porque los primeros desean más de lo que necesitan y no sólo el motor que les hace falta. Y es que para la vida diaria, para los usuarios que demandan lo que van a aprovechar, Renault ha desarrollado un producto simplemente ejemplar con este modelo y versión. Sólo cabe apuntar dos defectos merecedores de esta consideración después de completar cerca de 500 kilómetros a lo largo de un intenso fin de semana recorriendo ciudades, carreteras y autopistas de varias comunidades autónomas: una bocina de sonido impropio para la calidad y estatus de este coche y una antena a rosca ideal para llevártela a casa, sea tuya o no. Son los únicos puntos negativos, en todo lo demás el Scénic lo borda. Hasta su enorme maletero, de al menos 437 litros, tiene rueda de repuesto normal, en medida 205/60 R16.

Su estética exterior es elegante, moderna y dinámica, con unos preciosos pilotos traseros; mientras, por dentro, la funcionalidad y el buen gusto se dan la mano para ofrecer un habitáculo amplio, luminoso, con una gran superficie acristalada, excelente visibilidad, asientos cómodos y bien rematados, un nivel de confort sobresaliente, mandos de calidad, toda la información deseable y una ergonomía sin pero alguno. Todo ello rematado por un diseño admirable, con especial hincapié en el salpicadero y la pantalla TFT con los datos de conducción, materiales de gran calidad y un montaje que roza la perfección. Y para que todo esté en su sitio: espacio hasta para 80 litros en diferentes compartimentos portaobjetos.

También merece destacarse el amplio maletero, de capacidad variable gracias a los tres asientos traseros individuales, abatibles, desmontables y desplazables longitudinalmente, unido a un portón que permite estar bajo él midiendo más de 1,80 metros y contando con un bajísimo plano de carga. Un diez.

DISFRUTE PERMANENTE Colocarse a los mandos del Scénic 1.5 dCi 105 CV Dynamique de esta prueba supone adentrarse en un espacio de pleno disfrute. Y no sólo por lo que ofrece esta carrocería de 4,344 metros de largura, 1,845 metros de anchura, 1,637 metros de altura y 2,702 metros de distancia entre ejes, sino por lo gratificante que resulta manejarla en todo tipo de situaciones e itinerarios. Sin tener las sensaciones de un deportivo puro ni siquiera el dinamismo de un turismo tan brillante como el Mégane, porque aquí la filosofía es otra, el Scénic se desplaza por ciudad, aquí mejor que su hermano por su posición de conducción más elevada, carretera y autopista de forma ejemplar. La dirección, de tacto más consistente que lo habitual, los poderosos frenos, unas suspensiones sin pero alguno y la respuesta del motor, siempre silencioso y fino en su funcionamiento, hacen que los kilómetros se acumulen sin sensación de cansancio.

Este Renault es un coche para viajar sin cesar, tanto solo como acompañado, con una calidad de rodadura altísima, como sus hermanos de gama, y que le permite combinar de forma muy equilibrada confort y dinamismo, al tiempo que informa con total detalle sobre la carretera y la respuesta del vehículo al tipo de conducción que practiquemos.

Por su parte, el motor responde con brillantez desde 1.500 revoluciones por minuto (rpm) en las cuatro primeras marchas y desde la zona de par máximo (240 Nm a 1.750 vueltas) en las dos más altas (quinta y sexta velocidad). Las buenas prestaciones, con 180 km/h de punta y 12,4 segundos de 0 a 100 km/h, se alían con una caja de cambios de buen manejo y acertado escalonamiento y un propulsor tan brillante en bajos y medios que nunca es necesario pasar de 3.000 giros, aunque la zona roja esté superadas las 5.500 vueltas. Para practicar un conducción eficiente y respetuosa con las normas en ciudad, es posible cambiar a la siguiente marcha a sólo 2.000 rpm, ya que el motor sale con energía; en carretera hasta la sexta relación es aprovechable (a 2.000 rpm rodamos a 96 km/h de marcador) y en autopista entre 2.500 y 2.700 vueltas viajaremos de 120 a 130 km/h. Todo ello con unos consumos bajos (5,7 litros en ciudad, 4,5 en carretera y 4,9 de media) y unas emisiones de CO2 de solo 130 gramos por kilómetro. El 1.5 dCi no desborda, pero convence plenamente.

Por último, el equipamiento de la unidad de pruebas, cuyo precio matriculada y con pintura metalizada es de 20.899 euros, a los que cabe aplicar el descuento de 2.100 euros del Plan 2000E, incluye todo lo exigible en seguridad y confort y aporta además detalles ya de verdadero lujo, tales como: cortinillas parasol en la segunda fila, espejo de vigilancia de niños, freno de parking automático, mesitas tipo avión, climatizador bizona, sensores de lluvia y luces, llantas de aleación de 16 pulgadas, navegador Tom Tom integrado, reposabrazos delantero deslizante y volante y pomo en piel, por citar lo más significativo. Lo dicho, para conductores exigentes y con las ideas claras.