Del dios Maradona al dios Messi, el triunfo de la modestia en Argentina

Campeón del mundo

La victoria argentina en el Mundial acaba con la disyuntiva de quién es el mejor futbolista de la historia

Argentina | Messi y la selección celebran en Buenos Aires haber conquistado el Mundial

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A la izquierda, Leo Messi levantando la Copa del Mundo, el domingo en Qatar. A la derecha, Diego Armando Maradona con el trofeo tras la victoria en la final de México'86. 

ANNE-CHRISTINE POUJOULAT / AFP

"Qué mirás bobo, anda pa' allá". A Messi no le hacía falta convertirse en Maradona para ganar el Mundial pero es probable que, interiormente, Leo creyera que sí. El gesto del capitán de la albiceleste contra el jugador holandés Wout Weghorst, tras la victoria argentina en cuartos de final, no fue calculado sino impulsivo; un exabrupto en caliente, como se percibe en las imágenes.

Inconscientemente, con esa frase la Pulga pasaba a transmutarse en el Pelusa, tal y como los hinchas argentinos han venido reclamando de Messi desde que hace 17 años debutase con la selección absoluta.

Si el crack hubiera fallado alguno de los dos penaltis que convirtió y Argentina hubiera perdido, hoy Leo sería el principal culpable. Y, por supuesto, no hubiera superado a Diego aunque Maradona nunca ganó cuatro Champions League, diez Ligas españolas, un total de 25 títulos con el Barça o una Copa América, demostrando una regularidad que nunca exhibió el mito argentino.

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Alex González Sevilla
Fuente: Reuters

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Messi gana la Copa del Mundo 2022

Messi besando la Copa del Mundo, el domingo en Qatar 

Agencias

Esa hipótesis ya se hizo realidad en el pasado y su máximo exponente se dio cuando el entonces barcelonista explotó y anunció que dejaba la selección, tras la derrota frente a Chile en la final de la Copa América del 2016.

Los argentinos no entendían porqué Messi era el mejor del mundo con el Barça pero no lograba hacer campeona a la albiceleste, sin darse cuenta de que en Barcelona formaba parte de un equipo, un engranaje donde la modestia y la generosidad futbolísticas eran marca de la casa, mientras que Argentina era una suma de individualidades unidas por un técnico que creía que con poner al Diez en el campo bastaría para que lograse hilvanar jugadas magistrales de gol. Como hacía Maradona, aunque fuera con la mano de Dios. Eran otras épocas.

Messi creció y se hizo capitán y líder y veterano admirado por sus compañeros. Y volvió a la selección que nunca dejó para reivindicar su lugar. Hasta en las señales electrónicas de tráfico de la ciudad de Buenos Aires sus responsables llegaron a escribir: “Lio no te vayas”. Superó el maltrato de medios y aficionados argentinos que le acusaban de ser un pechofrío, de no sentir la camiseta como Maradona.

No importaba que fuera educado, que hablara lo justo, que no se tirara a la piscina y que en su vida privada fuera una persona normal, en pareja con su novia de toda la vida y con una vida discreta. Al contrario, todo eso le jugó en contra.

A Maradona se le perdonaba todo

A Messi ni siquiera se le perdonaba no haber jugado nunca en un club de Argentina

A pesar de que Leo era de origen tan humilde como Diego –no nació en una villa pero su barrio de Rosario no es Beverly Hills-, los argentinos idolatraban al Pelusa y muchos se identificaban con su ascenso económico desde la pobreza. Ascenso que nunca fue social porque Maradona, hasta el día de su muerte, era del pueblo. El Dios del pueblo al que se le perdonaba todo: desde agredir a su pareja hasta disparar a periodistas con una escopeta.

A Messi ni siquiera se le perdonaba no haber jugado nunca en un club de Argentina.

Es cierto que las generalizaciones siempre son odiosas y que, en Argentina, existe una cierta brecha generacional que divide a quienes vieron ganar el Mundial a Maradona y quienes crecieron sabiendo que había un argentino mitad catalán del que se decía que era el mejor jugador del mundo. Una brecha irracional y bipolar que hacía que los mismos periodistas que un día le vilipendiaban, al día siguiente le encumbraran.

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Durante todo este Mundial, la presión del espectro de Maradona ha planeado sobre Messi, incluso en la canción más entonada por los hinchas; ese Muchachos de La Mosca Tsé-Tsé, cuya letra canta que “al Diego desde el cielo lo podemos ver con don Diego y con la Tota alentándolo a Lionel”. Hasta los padres de Maradona resultaban para los argentinos más milagrosos que los de Messi, cuya familia siempre cerró filas y protegió a Leo tanto o más que don Diego y doña Tota.

Pero todo eso quedó atrás. Messi ya es Dios, un dios modesto y tan bien educado que cuando se calienta lo máximo que sale de su boca es “bobo”. Ni “la tenés adentro”, ni “que la sigan chupando”, frases emblemáticas de Maradona que hasta ahora formaban parte de las celebraciones de los hinchas. Hasta el domingo.

Ahora se lleva el “qué mirás bobo” del Dios modesto al que le faltaba un mundial. Ya no hay duda de quién es el mejor. ¿O sí?

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