Como en 1890, pero sin Carlos Pellegrini

Después de tres años, decepciona la falta de grandeza del proyecto de los empresarios argentinos. Actualmente es la primera vez, desde 1890, que un presidente íntimamente ligado a la patronal industrial ocupa la Presidencia de la Nación.

No sólo en la Argentina, sino en las democracias occidentales, los lobbies de distintas cámaras empresariales - y de otros intereses también - son instrumentales en la elección de presidentes. Dinero para las campañas políticas, uso de las cadenas informativas, selección y financiación del equipo de colaboradores; las instancias de intervención son numerosas.

En Estados Unidos el lobby petrolero y el de proveedores del complejo militar, apostaron a la elección de ambos Bush, padre e hijo. Si salimos del área patronal, el partido laborista británico recibe, por estatuto, dinero del sindicalismo. El sindicato de docentes de Estados Unidos efectuó aportes sustanciales a la campaña de Hilaria Clinton en el 2016. 

Pero no es lo mismo influir en la selección de un candidato presidencial y procurar su triunfo electoral, que poner uno de ellos.

Lula, si bien gremialista y no empresario, es otro caso de un miembro de una corporación que resultó electo.

INTERMEDIARIOS

En Argentina hemos tenido presidentes electos, y de facto. Los presidentes electos tuvieron diferentes profesiones: Roca y Perón militares, la mayoría abogados, Illia médico, algunos sin estudios completos. Pero todos ellos han sido políticos. Intermediarios, eventualmente, de intereses privados varios. Pero ninguno de ellos parte de un grupo de poder económico en sí, aunque hayan sido maleables a intereses corporativos.

Lisandro de la Torre es un caso de un miembro de una corporación - ganaderos medianos de Santa Fe -. Se postuló a presidente en dos ocasiones, ambas fallidas. 

Así que, si bien las diferentes cámara empresariales han colocado, y colocan actualmente, ministros y secretarios de Estado, o ABA y ADEBA directores en el BCRA, es una novedad que los empresarios pusieran a uno de los suyos como presidente, sin intermediario alguno.

El Presidente Macri ha sido parte de la CAC (el Club de la Obra Pública), de Adefa, la cámara de terminales automotrices, y en menor medida de la Unión Industrial Argentina. Todas estas cámaras tienen líneas internas y sus miembros no coinciden en todos los puntos. De hecho, en estos días, el Sr. Urtubey, miembro de la UIA, hizo públicas sus diferencias con algunas de las políticas oficiales.

Aún así, hoy no gobiernan políticos profesionales, sino un empresario con su corte de gerentes y cueveros.

BALANCE NEGATIVO

¿Qué podemos deducir de estos tres años? Decepciona la falta de grandeza del proyecto de los empresarios argentinos. Queda claro que no sueñan con una “nueva y gloriosa nación” como vaticinó López y Planes. 

En tres años no nos han dicho qué quiere el empresariado argentino: qué deberíamos producir y qué no, qué deberíamos exportar y qué importar, qué sistema de transporte adoptaremos para mover mercaderías y personas, dentro del país y del país al mundo, ni qué sistema energético deberíamos adoptar, cómo cuidar (seguridad) a las mercaderías y personas, y mucho menos esbozar algo parecido a una política de Defensa. Tampoco sabemos cuál debería ser nuestro posicionamiento internacional o nuestros aliados. No hay plan para acabar con la desocupación (¿estarán cómodos con el status quo?).No es que hay varios proyectos sobre cada uno de estos puntos, en disputa entre sí. O proyectos malos que podamos criticar. No hay ninguno. Un empresariado yermo.

DESTINO MANIFIESTO

La Argentina supo ser líder de Sudamérica. Nuestra inconmensurable confianza en nosotros mismos, egolatría y voluntarismo nació cuando en 1806 y 1807 cuando le ganamos dos veces a los ingleses, sin la colaboración de los ejércitos del Rey. Sólo la población civil con armas compradas por un empresario: Álzaga. Ése es el mito fundacional de la Argentina. A partir de entonces tuvimos confianza en nuestro destino de liderazgo. 

Sólo dos naciones en América surgieron con la convicción de tener una misión en la Historia: Estados Unidos y nosotros.

Y nosotros hemos cumplido por décadas nuestro destino autoasignado: liderar Sudamérica, ser un puerto para quienes huían de la persecución política, religiosa o de la pobreza; ser una tierra de prosperidad.

Nuestros gobernantes supieron ubicarnos en el mundo, desarrollar un servicio diplomático (Carlos Saavedra Lamas ganó el Premio Nobel por intervenir en un conflicto entre dos naciones), tuvimos una de las Armadas más importantes del mundo (proyecto iniciado por Roca), y después de la Segunda Guerra nuestra flota mercante sacaba nuestros granos. Quienes dirigían el país, nacidos de las familias acomodadas, decidieron que la totalidad de la población, sin excepciones, tuviera una de las mejores educaciones del mundo a su disposición. Un sueño generoso: la igualdad de oportunidades. Todas esas aspiraciones se fueron desvaneciendo con los años. 

Ya transcurridas las tres cuartas partes del mandato de nuestro empresario a cargo de la presidencia, sé que no hay sueño de grandeza. No se entiende, entonces, para qué los empresarios quisieron poner a uno de los suyos al frente del país.

Excepto algunos empresarios tesoneros y soñadores, que invierten en biodiésel, o en acuicultura, en software o en maquinaria agrícola, todos proyectos solitarios en lucha contra los molinos de viento de la burocracia estatal y el tipo de cambio artificialmente bajo, pareciera que el resto de los empresarios argentinos poderosos se dedican a “caranchear” a la Argentina.

Puede ser verdad o no que dinero de los bancos influyó en el congreso del radicalismo en Gualeguaychú. Cierto es que los bancos ganaron fortunas con la deuda cuasifiscal inventada desde el BCRA.  Las automotrices se han dedicado a venderle autos al Estado. Flota nueva en todas las dependencias del Estado.

Tanto las petroleras con Vaca Muerta como las telefónicas con el Cuádruple Play apelaron al mismo recurso. Fina triquiñuela: los contribuyentes hacen la inversión y  cuatro privados en colusión con funcionarios la usufructan. En el fondo, es irrelevante. Simples carancheos al Tesoro del Estado. No constituyen un proyecto de Nación. 

AHORRARSE LAS COIMAS

Hoy, gracias al escándalo de los cuadernos, sabemos cuán caros les salieron a los miembros de la Cámara de la Construcción tener políticos al frente de Obras Públicas. Uno puede sospechar que quisieron poner uno de los suyos para ahorrarse el costo de intermediación.  Como sueño de Nación parece chiquito: ahorrarse los costos de las coimas.

Hoy los millonarios de la Argentina no tienen sueños. Hace pocos días fue la reunión anual de la UIA: no se enunció ambición alguna. “Necesitamos una flota para sacar nuestras exportaciones, debemos acabar con los piratas del asfalto, nos hacen falta FFCC para bajar nuestra producción desde Tucumán, queremos conquistar el mercado de Iraq o Kuala Lampur”. Nada.. Y si alguno de ellos tiene un sueño, no es colectivo, es individual.

Macri tuvo una suerte impensada, la caída de Rousseff en Brasil y convivir con un presidente interino. Hubiera podido aprovechar para equilibrar el ruinoso acuerdo del Mercosur. No. 

Y no es sólo porque no tiene condiciones naturales ni un equipo idóneo sino porque no hay un plan de gobierno. No se sabe qué país quiere ni qué lugar debe ocupar en el mundo. La última reunión con Macron fue patética. Apostó, innecesariamente, por Hillary Clinton. Ningún viento es propicio para el desconcertado.

La única muestra reciente de liderazgo no vino ni de los políticos, ni de los empresarios, que se plegaron acríticamente al mandato internacional sino de la población civil que se organizó contra la agenda extranjera del aborto. Ahora hay pañuelos celestes por toda América Latina. Los políticos ni entendieron qué pasó todavía.