Dios no juega a los dados




Albert Einstein (1879-1955), uno de los científicos más importantes de la historia y un símbolo y modelo del siglo XX dijo esa frase, pero refiriéndose al universo. Fue una respuesta al mundo probabilístico surgido de la investigación atómica.

Lo que quería decir y luego se ha explicado, para que entendamos los profanos, es que las leyes de la naturaleza no podían depender del azar o de la suerte, que no son hechos casuales. Esta frase no tiene nada que ver ni con Dios ni con la teología, pues Einstein era agnóstico, aunque respetaba la religión y tradición judías, pues era parte de su cultura. Otro sabio, Bohr, que se encontraba en el Congreso donde dijo esa frase le respondió: “Deja de decirle a Dios lo que tiene que hacer”. Einstein en su cumpleaños 75 declaró: “no soy creyente, sí profundamente religioso”. Sus padres eran judíos, no practicantes; sin embargo, a los nueve años, Einstein descubrió y abrazó el judaísmo con suma pasión y, por un tiempo, fue un obediente judío practicante. Luego de su viaje intelectual entró en conflicto entre la Ciencia y las Escrituras y de allí desarrolló su rechazo a los dogmas.

LA TEORÍA GENERAL DE LA RELATIVIDAD
Einstein fue el autor de la teoría de la relatividad, que al parecer nadie hemos entendido nunca del todo, y según algunos aseguraban ni el mismo. La revelación consistía en que los observadores en movimiento relativo experimentan el tiempo en forma diferente y que, por tanto, es posible que dos acontecimientos tengan lugar de forma simultánea desde la perspectiva del observador, pero que ocurra en momentos diferentes desde la perspectiva de otro. Ejemplo: Una persona viaja en su vehículo a la velocidad de la luz, llega a su objetivo y puede verse partiendo hacia donde ya se encontraba, lo que no lo aprecia otro observador. Basada en esta teoría las puertas del ascensor se cierran cuando hay una persona delante, el control remoto, son las células fotoeléctricas, así como otros innumerables casos. Claro que uno ve y no entiende porque es parte de la tecnología actual, que no está al alcance de todos, por buena o mala suerte, sino muchos estuvieran produciendo bombas atómicas. Einstein solo ayudó a construir una y para él fue suficiente y le causó dolor y arrepentimiento. Tanto que dijo: “No sé con qué armas se peleará la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras”. Pues una hipotética III Guerra Mundial sería una devastación nuclear generalizada que llevaría a la humanidad prácticamente a la Edad de Piedra.


Albert Einstein dando clases en parís en el collége de france, en 1922.

EXPLICA SU TEORÍA CON HUMOR
Bastantes personas visitaban a Einstein para que les explique claramente el significado de la teoría de la relatividad. Tenía una secretaria, joven y bonita, que recibía a los visitantes, quien le propuso: “Usted me explica a mí y así yo se lo podré explicar a ellos” Einstein, con humor que no le faltaba, le dijo: “Bien. Es una cosa muy simple. Les dice que a un hombre que pasa una hora en compañía de una muchacha bonita, como usted, por ejemplo, aquella hora le parece un minuto. Y que a un hombre que pasa un minuto sentado sobre un bracero encendido, aquel minuto le parece una hora. Y que esto es la relatividad”.

Pero el pensamiento de Einstein no será simple teoría. El eclipse total solar de 1919 permitió a los científicos británicos comprobar que las predicciones del entonces joven científico alemán Albert Einstein sobre como la luz se comporta en relación con la gravedad. El eclipse confirmó la Teoría de la Relatividad, “El pensamiento más feliz” de Einstein, quien dijo: “La pregunta planteada por mí mente fue respondida por el cielo luminoso de Brasil” (El hecho fue presenciado por la población de Sobral, una ciudad interior de Brasil). El impacto fue tan grande que la teoría de Einstein permitiría la formulación de la teoría del Big Bang, que explica que una Gran Explosión es el comienzo del universo. La Relatividad General demostró que era posible la existencia de agujeros negros (una región finita del espacio cuya masa genera un campo gravitatorio propio) y, años más tarde, la creación del GPS (mapas, navegación por voz), que hoy la mayoría lo utilizan. Todo comenzó con una idea no convencional, cuyos resultados Einstein sólo preveía en su imaginación, es decir cuando en 1905 Einstein afirmó que las medidas de “espacio” y “tiempo” podrían cambiar cuanto más rápido un cuerpo se moviera en relación a otro. Hasta entonces, la física se amparaba en la idea de que el tiempo y el espacio eran absolutos.

EL CEREBRO Y LA MENTE DE EINSTEIN
Einstein había insistido en que a su muerte se esparcieran sus cenizas a fin de que el lugar de su último descanso no se convirtiera en objeto de “mórbida veneración”. Pero una parte de su cuerpo no se quemó: su cerebro. Que se dijo tendría gran valor científico pues se tenía a Einstein como” el hombre con mayor capacidad de asombro y reflexión que ha aparecido en tres siglos”. Más su cerebro fue una reliquia ambulante durante más de cuatro décadas, que al fin se lo estudió y se especulaba que ese cerebro tenía un surco más corto en el área del lóbulo parietal inferior, que según aseguraban los científicos, es clave para el pensamiento matemático y espacial. Sin embargo, lo importante es cómo funcionaba la mente y la imaginación de Einstein, no su cerebro. La razón la daba el propio Einstein, como lo diría al final de su vida: “Yo no tengo ningún talento especial; solo soy un apasionado curioso”. Afirmación que es el punto de partida para analizar los elementos de su genio. Él podía contemplar hechos conocidos y extraer ideas que escapaban a la observación de otros. Uno de los principios de Einstein es que la naturaleza no estaba agobiada por objetos extraños. Decía: “La curiosidad tiene su propia razón de ser. Uno no puede menos que sentir admiración cuando contempla los misterios de la eternidad, de la vida, de la maravillosa estructura de la realidad”.


Robert Oppenheimer y Albert Einstein los mejores científicos que convivieron en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, 1940.

UN ARTISTA AL ALCANCE DE TODOS
Siempre nos asusta la ciencia porque se la considera difícil, complicada, fría, de intensos estudios, donde la alta matemática y la física avanzada solo son comprendidas por ciertas mentes casi predestinadas para ello. La mente y la vida y la acción de Einstein humanizan tal comprensión y la simplifican. En 1930 Einstein preguntó al enorme poeta Saint-Jonh Perse ¿Cómo surge un poema? El poeta le habló del papel que desempeñaban la intuición y la imaginación. “Lo mismo le ocurre al hombre de ciencia”, comentó encantado Einstein. Los críticos afirman que hay cierta estética en el pensamiento de Einstein, cierto sentido de belleza. Y él consideraba uno de los elementos de la belleza la simplicidad, así se hacía eco de lo afirmado por Newton: “que a la naturaleza le agrada la simplicidad”. Credo que Einstein declaró en Oxford: “La naturaleza es la realización de las ideas matemáticas más simples concebidas”. Y completaba con fórmulas sencillas y la frase: “La creatividad requiere estar dispuesto a no conformarse”. Se dijo de él: “Un rebelde imbuido de reverencia”.

TARDÓ EN APRENDER A HABLAR Y EN DESLUMBRAR AL MUNDO
Tanto que sus padres consultaron a un médico. La criada de la familia llegó a llamarle “el atontado” y otros miembros de la familia a calificarle de “casi retrasado”. Su desarrollo fue lento, pero iba de la mano con una descarada rebeldía frente a la autoridad, que llevó a uno de sus maestros a enviarle a casa y otro a declarar que nunca llegaría a nada, para hacer reír a la historia. Estos rasgos harían del Einstein el patrón de los alumnos desaplicados en todas partes, pero le ayudaron a convertirle más tarde en el genio científico más creativo de los tiempos modernos. Los problemas de desarrollo de Einstein se han exagerado. Fue un brillante alumno de física y matemáticas y un violinista excepcional. “Rara vez pienso en palabras -le diría más tarde a un psicólogo- Me viene una idea, y puede que trate de expresarla en palabras después”. “El espíritu sopla” dice la Biblia y “El arte sucede, ocurre. Es un pequeño milagro” dijo el pintor Whisler. O “No sucede; eso tampoco depende del artista” ironizaba Borges. Lo cierto es que Einstein logró desvelar los secretos del cosmos y comprender los misterios del átomo y del universo. Su creatividad estaba ligada a su rebeldía. Y su éxito se basó en cuestionar las verdades aceptadas y en asombrase ante cuestiones que otros consideraban mundanas, señalan sus biógrafos.