Letizia Ortiz, de profesión ¿y dispendio? Royal

Los sueldos de doña Sofía y doña Letizia nos sirven como argumento para analizar el nuevo papel de las consortes reales.
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Cierta sorpresa causó la noticia: en su nueva política de transparencia –es un decir– , la casa real ha decidido asignar un sueldo a la reina y a la princesa Letizia. Mientras doña Sofía percibirá algo más de 130.000 euros anuales, los honorarios de la princesa de Asturias se han establecido en 102.464€, la mitad de los cuales se consideran “gastos de representación”. Como siempre, ha habido comentarios para todos los gustos. Unos han recordado que la totalidad de los colegas europeos de nuestros príncipes perciben bastante más (la reina de Inglaterra ha adjudicado 2 millones y medio al príncipe Carlos, que también tiene sus propios negocios de granjas ecológicas, y Haakon y Mette Marit reciben casi 1 millón de euros al año) y otros han dicho que la retribución de doña Letizia unidos a los 146.376€ que recibe el príncipe Felipe son una bofetada en tiempos de crisis. Ni tanto ni tan calvo. Ni trescientos mil euros para una pareja son –obviamente– una miseria, ni los casi 103.000 que recibe la princesa resultan exagerados. Pensemos que de ese dinero debe salir, por ejemplo, todo su guardarropa, y cuando una mujer tiene al año más de un centenar de actos públicos, muchos de ellos compromisos de estado y un buen número de cenas de gala, dieciséis millones de las antiguas pesetas tampoco resultan una bicoca.

El príncipe Felipe y la princesa Letizia durante un acto oficial

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Sí, ya sé que vosotras o yo iríamos más que sobradas con un sueldo así. Pero es absurdo comparar lo que gana doña Leticia con lo que ganamos nosotras. No tenemos su sueldo, pero tampoco nos han caído encima sus obligaciones ni compartimos su estilo de vida. Una invitación a una boda real, por ejemplo, conlleva una serie de dispendios que las personas de a pie no podemos imaginarnos. Y hasta quienes dijeron que la princesa gana mucho pondrían el grito en el cielo si doña Letizia apareciese ante los otros royals vestida de trapillo o repitiese media docena de veces el mismo traje. No nos engañemos: a la espera de una función cien por cien institucional que no está prevista para ella, la princesa de Asturias no es más que una representante de nuestro país, o, dicho sea con todos los respetos, una relaciones públicas de lujo. No seré yo quien hable de sacrificio en el caso de la princesa, que además ha escogido voluntariamente la existencia que quiere llevar, pero lo cierto es que su trabajo es más bien complicado y no precisamente a tiempo parcial. Hace unos meses causó mucho revuelo el rumor de que la princesa Leticia exigía tener un horario de funcionaria, es decir, de 8 a 3 y de lunes a viernes. Me niego a dar por buena esa información.

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El trabajo de princesa supone estar a disposición 24 horas al día, siete días a la semana, doce meses al año y doña Letizia –que cuando era eriodista siempre demostró ser una profesional responsable– lo sabe de sobra. Por eso no puedo creer que haya salido de ella la reclamación de un horario limitado. Sus homólogas, con quienes comparte tanto el destino como su origen plebeyo, ganan bastante más que ella. Aunque tampoco es incierto que existen datos opacos alrededor de la casa real, desde el momento en que muchos de sus gastos son sufragados directamente por Patrimonio Nacional, o por los ministerios correspondientes. Seguridad, por ejemplo, lo paga el Ministerio del Interior. Los viajes, Exteriores. Los vehículos oficiales, Hacienda…en fin, que muchas veces no hay que hablar tanto de lo que ganan las testas coronadas, sino de lo que ahorran. Es bueno que el trabajo de las princesas, de Leticia de España a Mette Marit de Suecia, pasando por Mary de Dinamarca (y siento dejar fuera a Máxima de Holanda, que ya es reina y no entra en este lote) esté retribuido. La cuestión no es cuánto cobran, sino que demuestren cada día lo mucho que vale su trabajo. Y eso depende de ellas. Esto te interesa

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