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Una inteligencia más que artificial: el rol del docente en el siglo XXI

El docente ya no es la fuente primaria de conocimiento para sus estudiantes, pero eso no significa su extinción, sino una gran oportunidad. ¿Por qué? | Opinión.

Diego Marulanda Díaz*
16 de mayo de 2023 - 10:53 p. m.
La inteligencia artificial constituye un gran desafío para los docentes de la actualidad.
La inteligencia artificial constituye un gran desafío para los docentes de la actualidad.
Foto: Pexels

¿Pueden pensar las máquinas por sí mismas o son solo procesos artificiales lo que llevan a cabo? Hace más de 60 años, preguntas como estas del matemático británico Allan Turing fueron la piedra fundacional de los debates actuales sobre la inteligencia artificial (IA), y lo que ella significa y contribuye en el quehacer del docente hoy. La IA busca reproducir el aprendizaje y razonamiento de los seres vivos por medio de herramientas computacionales empleadas para resolver problemas como el machine learning. (Lea Educación: estos son los cuatro puntos clave en los que trabajará Kenia y Colombia)

Estamos experimentando una explosión de herramientas disponibles que han democratizado el uso de la IA en tareas cotidianas como buscar información tanto textual como gráfica, interpretar datos y generar respuestas a preguntas cotidianas, que han permitido optimizar y, a la vez, desplazar actividades que usualmente llevaban más tiempo. (Lea Una reivindicación de las “locas de pueblo”: la diversidad más allá del insulto)

La IA se comporta como un asistente inteligente que acompaña las actividades diarias. Pero, cuando nos ponemos en el lugar de las personas que hacen estas tareas como los operarios, los docentes o los analistas, aparecen temores reales que causan discusiones. Es allí donde las universidades debemos poner nuestro punto de vista que dé sentido a la discusión desde la apertura, la escucha y el crecimiento de lo humano.

La incursión de la IE, por medio de ejemplos reales como los que presenta el ChatGPT, popularizado recientemente por la compañía OpenAI, genera en los seres humanos, como ha sucedido con todas las disrupciones tecnológicas, emociones y reacciones naturales como la ansiedad y la incertidumbre sobre el futuro de los oficios, profesiones y diferentes actividades que han sustentado la existencia humana, así como el aumento del estrés por la exigencia acelerada de cambios en los hábitos, comportamientos y en la cultura misma.

En el caso particular de los docentes, el rol cambia debido a que sus estudiantes están inmersos en un entorno saturado de información y de estímulos; algunos teóricos lo llaman infotoxicación, que distorsiona la realidad, afecta nuestra percepción e impacta directamente en la participación y las decisiones en todos los ámbitos. El docente no se constituye ya en la fuente primaria de conocimiento para sus estudiantes; situación que no significa su extinción, sino de oportunidad para que éste los acompañe en su aprendizaje y adquisición de conocimiento pertinente, creativo, crítico y aplicable en todos los aspectos, no siempre automáticos y predecibles, como es la vida misma.

El rol del maestro se transforma y se fortalece permanentemente de la mano de su misión humanizadora, que es irremplazable por cualquier tipo de tecnología. El desarrollo de las capacidades humanas, las habilidades socioemocionales y la ética, cobran mayor urgencia y relevancia.

En la universidad, por ejemplo, confrontamos y asumimos estos cambios sin anacronismos desde una postura crítica con el sustento técnico, científico y social que se requiere para superar el pesimismo paralizante y aprovechar también las ventajas que trae consigo la IA para facilitar los aprendizajes y mejorar la vida. Entre estas, los maestros dispondrán de herramientas de manera permanente para monitorear el desempeño académico y despliegue de competencias. Los estudiantes tendrán un acompañamiento más cercano para comprender y liderar responsable y autónomamente su aprendizaje, es decir, aprender a aprender y a usar de manera efectiva y ética sus conocimientos al servicio de lo humano.

Como recordábamos al inicio, Turing, en su revolucionara conferencia de 1947 titulada “¿Puede pensar una máquina?” se preguntaba si la máquina tiene en realidad una sofisticada codificación finita de símbolos que, tras una previa preparación y programación, responderá de manera determinada y automática, sobre la base de determinada configuración dada. No podemos entender o exigir cambios en los seres humanos sin comprender nuestra complejidad biológica, social y cultural. Cambios que deben ser gestionados, empatizando con actores, protagonistas y posibles afectados, para lograr de manera progresiva su comprensión y las posibilidades que ofrece de reflexión, inclusión, preparación y formación de nuevas competencias para poner los cambios a al alcance de todos.

*El Padre Diego Marulanda Díaz es rector General de la Universidad Pontificia Bolivariana

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Por Diego Marulanda Díaz*

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