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La creencia de los niños en Papá Noel explicada por la ciencia
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La creencia de los niños en Papá Noel explicada por la ciencia

No son tan inocentes como pensamos y, sin embargo, confían a ciegas en estos seres mágicos. Pero hay dos razones bastante lógicas para ello

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En nuestra infinita ignorancia, olvidamos rápidamente lo que es ser un niño, como decía Saint-Exupéry. Eso nos lleva a convertirlos en nuestra imaginación en adultos pequeños y particularmente inocentes, a los que podemos ilusionar fácilmente (con la idea de hacerles felices, por supuesto) con ratoncitos que cogen dientes, renos que vuelan o reyes que reparten regalos por todas las casas.

Todos hemos estado ahí. Es una tradición, aquella de ilusionar a los niños con personajes mágicos, y el traumático momento en que entiendes la realidad es un paso más hacia la irremediable madurez. Pero, ¿son los pequeños tan influenciables e inocentes como creemos?

Algunos mitos navideños

La idea de Papá Noel está inspirada en San Nicolás, un santo que obró numerosos milagros y vivió en Turquía alrededor del año 300 d.C. Sentía una especial predilección por los niños, a los que ayudó en muchas ocasiones (uno de sus milagros más conocidos es el de haber resucitado a tres niños que habían caído de un árbol), y repartía regalos, lo que probablemente explica cómo se forjó la leyenda. Su culto es frecuente en muchas regiones de Europa (en Occidente se le conoce como Nicolás de Bari), y cuando los holandeses emigraron a Norteamérica llevaron la tradición con ellos.

Uno de sus milagros más conocidos de San Nicolás es el de haber resucitado a tres niños que habían caído de un árbol

En nuestro país son bastante más populares los Reyes Magos. La tradición comenzó a partir del siglo XIX, cuando se decidió convertir la noche anterior a la Epifanía en una fiesta infantil con regalos, imitando a lo que se hacía en otros países europeos en homenaje a San Nicolás. En 1886 se celebró la primera cabalgata en Alcoy (tradición que se extendería al resto del país posteriormente y también, más tarde, a otros países de cultura hispana como Cuba, México, Puerto Rico, Uruguay, Colombia, Venezuela o República Dominicana).

Los niños no son tan inocentes

Según los estudios, en realidad la mayoría de los niños son bastante escépticos. Después de ver la película 'March of the Penguins' (un documental sobre el viaje anual de los pingüinos emperador en la Antártida) muchos niños informaron que creían que no era una representación real de los pingüinos y que, en cambio, los habían creado con efectos especiales y animación (de un estudio de Woolley y Ghossainy de 2013). Asimismo, un estudio que sondeó las creencias de los niños en los eventos descritos en los cuentos descubrió que solo el 30% de ellos con edades comprendidas entre tres y cinco años pensó que los personajes eran reales (o incluso realistas) según otro estudio de Woolley de 2007.

Los niños creen fácilmente en estas historias porque los adultos y sus personas de confianza las corroboran y dan testimonio de ellas

Pero entonces, ¿por qué creen tan fácilmente en los Reyes Magos o Papá Noel? Según se explica en un reciente artículo publicado en 'Psychology Today', hay una serie de factores que los niños utilizan para decidir si creen o no en historias fantásticas. Una de ellas es lo que los investigadores llaman 'testimonio' (lo que la gente te dice). Si sus padres les dicen una y otra vez que aquello que ven en la televisión (desde Elmo a Harry Potter) no es real sino una simple representación en libros o la tele, es mucho más fácil que dejen de creer en ello. Pero eso no pasa con Papá Noel, sino que escuchan continuamente que existe, de la gente en la que confían (es decir, sus padres).

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La evidencia para respaldar la historia también es fundamental. Es decir, si los niños ven muestras de los Reyes Magos o Papá Noel han estado en su casa, creerán. En la mayoría de los casos, la visita de estos magos en navidades viene acompañada de evidencia de sus visitas, con juguetes o dulces, llamadas al timbre o cartas. Los padres dedican bastante tiempo y energía a que parezca que aparecen y a promover su historia, independientemente de la edad de sus hijos en algunos casos. Y, contrariamente a lo que pueda creerse, cuanto más ven los niños a hombres vestidos con trajes rojos y barbas blancas en los centros comerciales, más creen que existe.

También tiene mucho que ver con el pensamiento mágico, una parte normal de la vida cotidiana de los niños. Se basa en utilizar la lógica de las operaciones mentales sobre la realidad externa para explicar el funcionamiento de esta, proyectando la experiencia psicológica sobre la realidad biológica (superstición, rituales religiosos, sacrificios...), y aunque en los adultos no es tan frecuente (aunque todos tenemos alguna creencia paranormal), sí lo es en los niños. Por lo tanto, no es muy sorprendente que los Reyes Magos viniendo en camello desde Oriente encajen bien en la visión del mundo habitual de los niños, especialmente si hay testimonios de adultos que lo corroboran.

Alrededor de los siete años (la edad de la razón), la creencia de los niños en Papá Noel y otros seres mágicos parece menguar, cuestionando sus imposibilidades físicas

Alrededor de los siete años (la edad de la razón), la creencia de los niños en Papá Noel y otros seres mágicos parece menguar, cuestionando sus imposibilidades físicas (una historia que ni siquiera se cuestionó en el pasado). De hecho, las investigaciones sugieren que los niños tienden a descubrir la verdad sobre Papá Noel por su cuenta en esta época y que sus reacciones son, en general, bastante positivas, según Anderson. No hay evidencia científica de que descubrir la verdad sobre Santa cause angustia a los niños o les haga dudar de si sus padres son dignos de confianza. Algunos niños ni siquiera les dicen a sus padres que lo han descubierto, entienden que incluso los mayores disfrutan del mito, por lo que a veces dejan que sus padres se aferren a la magia navideña durante unos años más (quizá aprovechándose de que así conseguirán más regalos).

Al fin y al cabo, la magia nunca desaparece por completo. Quizás no seamos capaces nunca de tener explicaciones racionales para todo lo que ocurre en nuestras vidas. Siempre buscaremos la seguridad y la reducción de la incertidumbre, y esto nos lo proporciona el pensamiento mágico. Seamos niños o no.

En nuestra infinita ignorancia, olvidamos rápidamente lo que es ser un niño, como decía Saint-Exupéry. Eso nos lleva a convertirlos en nuestra imaginación en adultos pequeños y particularmente inocentes, a los que podemos ilusionar fácilmente (con la idea de hacerles felices, por supuesto) con ratoncitos que cogen dientes, renos que vuelan o reyes que reparten regalos por todas las casas.

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