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Sermones

Tema 13: Evangelio de Mateo

[Capítulo 12-2] ¿Quieren saber qué es la blasfemia contra el Espíritu Santo? (Mateo 12, 9-37)

¿Quieren saber qué es la blasfemia contra el Espíritu Santo?(Mateo 12, 9-37)
«Pasando de allí, vino a la sinagoga de ellos.
Y he aquí había allí uno que tenía seca una mano; y preguntaron a Jesús, para poder acusarle:
¿Es lícito sanar en el día de reposo?
El les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere en un hoyo en día de reposo, no le eche mano, y la levante?
Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Por consiguiente, es lícito hacer el bien en los días de reposo.
Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restaurada sana como la otra.
Y salidos los fariseos, tuvieron consejo contra Jesús para destruirle.
Sabiendo esto Jesús, se apartó de allí; y le siguió mucha gente, y sanaba a todos,
y les encargaba rigurosamente que no le descubriesen; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo:
He aquí mi siervo, a quien he escogido;
Mi Amado, en quien se agrada mi alma;
Pondré mi Espíritu sobre él,
Y a los gentiles anunciará juicio.
No contenderá, ni voceará,
Ni nadie oirá en las calles su voz.
La caña cascada no quebrará,
Y el pábilo que humea no apagará,
Hasta que saque a victoria el juicio.
Y en su nombre esperarán los gentiles.
Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba.
Y toda la gente estaba atónita, y decían: ¿Será éste aquel Hijo de David?
Mas los fariseos, al oírlo, decían: Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios.
Sabiendo Jesús los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá.
Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido; ¿cómo, pues, permanecerá su reino?
Y si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿por quién los echan vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces.
Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.
Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa.
El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.
Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada.
A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero.
O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol.
¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca.
El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas.
Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.
Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado».
 


¿Cuál es el pecado de hablar contra el Hijo del hombre?


En Mateo 12, 9 y siguientes versículos, vemos la controversia que surge a raíz de la curación de Jesús a un enfermo en sábado. Anteriormente vimos como los discípulos de Jesús fueron denunciados por los fariseos por arrancar espigas y comérselas en sábado. Pero a pesar de sus críticas, Jesús curó a muchos enfermos incluso en sábado.
El Señor curó a un hombre con una mano seca y también curó a un endemoniado, ciego y mudo el mismo día. Al ver esto los fariseos le trataron como al príncipe de los demonios, acusándole: «Este tipo expulsa los demonios en nombre de Belcebú, el príncipe de los demonios». Los fariseos eran hombres estúpidos porque no reconocieron el ministerio de Jesucristo, porque no se dieron cuenta de que el Hijo de Dios vendría a este mundo como un hombre y curaría las enfermedades del cuerpo y el alma. Por eso los fariseos denunciaron a Jesús pensando que estaba poseído por demonios.
Sin embargo nuestro Señor dijo a los fariseos: «Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios», y continuó diciendo: «Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada.
A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero» (Mateo 12, 31-32). Jesús dijo que todos los pecados pueden ser perdonados, pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no puede ser perdonada. El tema principal de ambos versículos es: «Si alguien blasfema contra el Espíritu Santo o se levanta contra Él, no puede ser perdonado en este mundo, ni en el próximo venidero».
¿Qué es la blasfemia contra el Espíritu Santo? Debemos entender qué es este pecado de la blasfemia contra el Espíritu Santo y asegurarnos de no cometer este pecado.
Jesús, nuestro Salvador, es el Hijo de Dios. Jesús vino al mundo encarnado en un hombre y ha salvado a todos los pecadores de sus pecados y su destrucción, pero tenemos la opción de creer en Él como nuestro Salvador o rechazarle. Es posible decir: «No reconozco a Jesús como el Hijo de Dios». Y es posible no creer en Él. Algunos pueden encontrar algún problema en su nacimiento y denunciarle. Aún es más, hay algunos que no creen en Jesús y por eso no dudan en blasfemar contra Él. Estos pecados consisten en hablar contra el Hijo del hombre con palabras. Pero todos estos pecados pueden ser perdonados si dejan su vida pecaminosa, reconocen a Jesús como el Hijo de Dios y creen en el Evangelio del agua y el Espíritu.
 


¿Qué es «blasfemar y hablar contra el Espíritu Santo»?


Déjenme que les dé la respuesta correcta primero. La blasfemia contra el Espíritu Santo es no creer, sino blasfemar la obra de la salvación que Jesús ha cumplido por nosotros; es decir, no creer que Jesús vino al mundo encarnado en un hombre y que para salvar a la humanidad del pecado, fue bautizado por Juan el Bautista y derramó Su sangre. Los que renuncian a creer esta Verdad cometen el pecado de blasfemar contra el Espíritu Santo y por tanto no serán perdonados. Entonces debemos reconocer lo terrible que es este pecado de la blasfemia contra el Espíritu. Cuando nuestro Señor estaba en el mundo, cumplió todas las obras del Evangelio del agua y el Espíritu; quien no crea en lo que Él ha hecho por nosotros y se levante contra Él comete el terrible pecado de blasfemar contra el Espíritu Santo. Por tanto los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu caen en este pecado de la blasfemia contra el Espíritu Santo.
Nuestro Señor Jesús nació en este mundo encarnado en un hombre a través del cuerpo de una mujer llamada María. Cuando cumplió 30 años fue bautizado en el río Jordán por Juan el Bautista, el representante de la humanidad, y a través de Su bautismo aceptó los pecados de la humanidad de una sola vez. Fue a la Cruz y allí murió crucificado, cumpliendo así toda justicia. Al hacer todas estas cosas, ha limpiado todos los pecados del mundo.
Cuando estaba a punto de ser bautizado, Jesús dijo a Juan: «Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia» (Mateo 3, 15). Como Jesús aceptó todos los pecados de toda la humanidad cuando fue bautizado por Juan el Bautista y así los que creen pueden ser limpiados de sus pecados. Como Jesús vino como el Salvador de los pecados, tomó todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Por tanto este Jesús que fue bautizado por Juan el Bautista cargó con los pecados del mundo, fue crucificado, y ha cumplido toda la justicia de Dios de una sola vez. Este es el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado.
He dicho que «no creer en el verdadero Evangelio» es el pecado de la blasfemia contra el Espíritu Santo. La razón es que la salvación de los pecados de la humanidad del Dios de la Trinidad se cumplió a través de este Evangelio del agua y el Espíritu, y por tanto no creer en este Evangelio constituye la blasfemia contra el Espíritu Santo. Así, los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu que predicamos hoy, sino que se levantan contra él, son los que han cometido la blasfemia contra el Espíritu Santo. La blasfemia contra el Espíritu Santo se encuentra en el pecado de no creer que en lo que el Dios de la Trinidad ha hecho por nosotros. Este pecado está relacionado con la fe que no cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, y por tanto al hecho más malvado. Este pecado es un pecado mortal que no puede ser perdonado ni en este mundo ni en el venidero.
En Jesucristo, Dios Padre ha planeado la salvación de los pecados de la humanidad incluso antes de la creación del mundo, y ha hecho que Jesús lleve a cabo este plan. Y como Jesucristo, el Hijo de Dios nació en la tierra, y fue bautizado por Juan el Bautista para aceptar todos los pecados de este mundo antes de ser crucificado, se convirtió en el Cordero de Dios que cargó con los pecados del mundo. Como este Cordero de Dios que llevó los pecados del mundo, Jesucristo nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu.
Hoy en día, entre los que profesan creer en Jesús como su Salvador, todavía encontramos a muchos que cometen el pecado de la blasfemia del Espíritu Santo. Son tan tercos y estúpidos que se atreven a rechazar el Evangelio del agua y el Espíritu incluso una vez han escuchado este verdadero Evangelio. Pero si no creen en esta Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu porque no lo conocen o no lo han escuchado todavía, tienen una oportunidad para ser salvados. Los pecados que la gente comete debido a que no conocen la Verdad de la salvación no son el pecado de la blasfemia contra el Espíritu Santo ni el pecado que les llevará a la muerte (1 Juan 5, 16). Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, todos los pecadores de este mundo pueden recibir la remisión de sus pecados por la fe.
Pero los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu conociéndolo no pueden ser perdonados, porque han cometido el pecado de la blasfemia contra el Espíritu Santo. Esto se debe a que sólo el Evangelio del agua y el Espíritu tiene poder para borrar todos sus pecados. Si alguien no cree en lo que Jesucristo, el Hijo de Dios, hizo por nosotros cuando vino a la tierra, en el hecho de que cargara con todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan y derramar Su sangre en la Cruz, y si no sólo rechaza sino que también evita que otros crean y se levanta contra el verdadero Evangelio «incluso después de haberlo escuchado», entonces está cometiendo la blasfemia contra el Espíritu Santo que no puede ser perdonado en este mundo ni en el venidero. En resumen, la blasfemia contra el Espíritu Santo es el pecado de rechazar y renunciar el verdadero Evangelio incluso después de haber conocido la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu (Hebreos 6, 4-8; 10, 26-29).
 

Para nacer de nuevo del agua y el Espíritu, ¿en qué verdad debemos creer?

En Juan 3, Jesús dijo a Nicodemo: «Cuando alguien nace de nuevo del agua y el Espíritu, puede entrar en el Reino de los Cielos y ver al Padre. Pero a no ser que alguien nazca de nuevo no podrá ni entrar ni ver el Reino de los Cielos».
Y para librar a los pecadores de sus iniquidades Dios Padre envió a Su Hijo Jesucristo al mundo para cumplir Su voluntad: Dios Padre hizo que Jesús fuera bautizado para cargar con todos los pecados del mundo, y que muriera en la Cruz cargando con todos los pecados del mundo, se levantara de entre los muertos y ascendiera al Cielo. Tras completar los ministerios de este Evangelio del agua y el Espíritu, nuestro Señor ascendió a los Cielos y desde entonces ha permitido que el Espíritu Santo viniera a los corazones de los que creen en Él. Ahora el Espíritu Santo vive en nosotros y nos guía por siempre.
Así nuestro Señor nos ha dado la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu a todos los pecadores y nos ha librado a todos los creyentes de nuestros pecados. Al hacer esto nos ha dado el don del Espíritu Santo, junto con la remisión de nuestros pecados, en los corazones de los que creen en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Todos los ministerios de verdad son los ministerios del agua y el Espíritu, y son la verdad de la remisión de los pecados que está condensada en esta Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu.
La gente necesita darse cuenta de que a no ser que crean en el poder del Evangelio del agua y el Espíritu, no pueden recibir la remisión de sus pecados ni escapar del pecado de la blasfemia contra el Espíritu Santo. Deben evitar esto mediante su fe. Como la gente no cree en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu y la desobedece, no puede recibir la remisión de sus pecados. Esto se debe a que el Espíritu Santo y Jesús son Dios del mismo modo que Dios Padre. Aunque este Dios de la Trinidad haya venido a nosotros a través de los ministerios del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, Él es el mismo, un solo Dios para nosotros. Como Dios planeó nuestra salvación para librarnos de nuestros pecados, y como Él cumplió todas Sus obras tal y como las había planeado para borrar nuestros pecados, cualquiera que rechace estas obras de salvación después de haberlas escuchado está cometiendo la blasfemia contra el Espíritu Santo y por tanto nunca podrá ser librado de sus pecados.
El Evangelio de Mateo cuenta lo que un discípulo de Jesús, llamado Mateo vio y oyó mientras le seguía allá donde iba. Para ver los ministerios que Jesús cumplió debemos leer los cuatro Evangelios primero. Al leer los cuatro Evangelios recuerdo una vez más qué extraordinaria es la Palabra de Jesús. Me doy cuenta de lo siguiente: «La Palabra de los cuatro Evangelios es una verdad extraordinaria. No sólo cuentan lo que Jesús hizo, sino que cuando intento entenderlos basándome en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu me doy cuenta de lo que Jesús quiso decir de verdad».
A no ser que uno conozca y crea en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, no podrá entender la voluntad de Dios. Jesús dijo a Nicodemo que sólo los nacidos de nuevo pueden entrar y ver el Reino de Dios. Esto significa que a no ser que nazcamos de nuevo al creer en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, no podremos entrar en el Reino de Dios. Continuaré predicando este Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo y explicaré qué tipo de pecado es la blasfemia contra el Espíritu Santo.
Nuestro Señor vino a este mundo y cargó con todos nuestros pecados al ser bautizado por nuestros pecados. A través de Su bautismo, Jesús aceptó todos nuestros pecados, sin dejar ni uno, y los ha borrado todos. De una sola vez, Él llevó a la Cruz todos los pecados de todos los que creen en Él, sin dejar ni un solo pecado. Entonces fue condenado en nuestro lugar a ser crucificado, se levantó de entre los muertos, y se ha convertido en nuestro Salvador eterno de una vez por todas. Sin embargo los que no creen en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu después de haberla escuchado acaban cometiendo el pecado de la blasfemia contra el Espíritu Santo.
 


Curar las enfermedades físicas no es el objetivo principal de Dios


Escuchen atentamente lo que nuestro Señor dijo que diría a los mentirosos en Mateo 7, 22. Dijo que cuando muchos le dijeran: «¡Señor, Señor! ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?». Él dijo que les contestaría así: «Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad».
¿Cuál es la mayor obra que el Señor hizo cuando vino a nosotros y cuál es el principal objetivo de Su obra? Su obra justa ha borrado todos nuestros pecados con la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu para hacernos hijos de Dios. Esta es la voluntad de Dios. La fe que cree en esto es la fe que concuerda con la voluntad de Dios, que es borrar los pecados de la humanidad con el Evangelio del agua y el Espíritu, y no sólo curar las enfermedades de la carne. ¿Qué tiene de extraordinario curar las enfermedades físicas?
Hace tiempo un extranjero vino a Corea para comprobar la autenticidad de la fe de los que decían expulsar demonios en nombre de Jesús y hacer milagros. Fijó un premio de un millón de dólares para el que pudiera demostrar sus poderes sobrenaturales. Hizo esta promesa en un programa de televisión. También lo había hecho antes en los Estados Unidos y en Gran Bretaña, y ahora había llegado a Corea a hacer lo mismo.
Cuando este hombre vino a Corea y retó a todos los que decían tener poderes sobrenaturales a probar sus afirmaciones; les estaba diciendo: «¡Vamos, salgan! Vamos a zanjar este asunto en público. Si de verdad pueden curar a los enfermos y abrir los ojos a los ciegos mediante la imposición de manos, les daré un millón de dólares». Pero la gente que solía decir que podía hacer milagros se mantuvo en silencio. Al final nadie aceptó el reto.
¿Conocen el poder del Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Creen en él? El único verdadero Evangelio del que habló nuestro Señor es el Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo muchos cristianos dicen que pueden ir al Cielo mientras crean en Jesús como su Salvador, aunque no conozcan la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Esta fe es un evangelio inventado forjado mediante la razón humana.
La Biblia habla del poder del Evangelio del agua y el Espíritu y por tanto, si alguien dice que ha recibido la remisión de los pecados en su corazón sin conocer este Evangelio del agua y el Espíritu, está mintiendo a Dios. La prueba es el hecho de que sus pecados permanecen intactos en su corazón. Esta gente, por mucho que digan que pueden curar las enfermedades físicas mediante el poder de Dios, son falsos profetas. Por supuesto que pueden hacer estas cosas, y la gente puede pensar que sus obras son del Espíritu Santo. Sin embargo Dios mismo nunca aprobará su fe, sino que les llamará hipócritas. Como sus pecados permanecen en sus corazones, no hacen la obra del Espíritu Santo sino la obra de Satanás.
Según el pasaje de las Escrituras de hoy, ¿qué es la blasfemia contra el Espíritu Santo?, y ¿qué es levantarse contra Él? Si alguien blasfema contra el Espíritu Santo y se levanta contra Él no puede ser perdonado. Este pecado imperdonable es de la siguiente manera: Dios, nuestro Señor, vino al mundo y al ser bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán aceptó todos nuestros pecados, todos los pecados que cometemos a lo largo de nuestra vida, incontables como las estrellas del cielo, tan extendidos como la niebla de la mañana y tan gruesos como las nubes. Entonces fue crucificado para derramar Su sangre hasta morir, se levantó de entre los muertos y nos salvó a todos. El pecado de no creer en esta Verdad es la blasfemia contra el Espíritu Santo.
Al ser bautizado por Juan el Bautista y tomar todos los pecados del mundo sobre sí mismo, al ser crucificado y derramar Su sangre hasta morir, y al levantarse de entre los muertos, Jesús nos ha convertido en el pueblo de Dios al creer en esto. Dios llama hijos Suyos a los que creen en el bautismo, muerte y resurrección de Jesús. Y una prueba del hecho de que Dios ha salvado a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, Él nos ha dado el don del Espíritu Santo. Pero antes de darnos la remisión de los pecados, nuestro Señor nunca da el don del Espíritu Santo.
Jesucristo, el Hijo de Dios, vino a la tierra y cumplió los ministerios del Evangelio del agua y el Espíritu, si no creemos en esto, sino que le desobedecemos blasfemando Sus obras o levantándonos contra Él, no seremos capaces de recibir la remisión de nuestros pecados. Por eso nuestro Señor dijo: «¿Por qué no creéis que vine a este mundo a daros el camino de la justicia?». Cuando Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, cargó con todos los pecados del mundo. Y al ser crucificado y derramar Su sangre en la Cruz, cumplió toda la justicia de Dios.
Está escrito en Mateo 3, 15: «Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia». Aquí la palabra «pues» es ‘ούτως γάρ’ en griego, que significa «de esta manera», «lo más adecuado», o «no hay otra manera a parte de esta». Y las palabras «toda justicia» en griego son πάσαν δικαιοσύνην , que significa un estado en el que no hay ningún defecto. Estas palabras significan que Jesús tomó los pecados de la humanidad sobre Sí mismo irreversiblemente y de la manera más adecuada a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, y que Jesús nos ha dado la perfecta justicia a través de Su bautismo.
Él nos dice: «Si, a pesar de esto, no creéis sino que rechazáis la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, por el que he borrado todos vuestros pecados, os he salvado y os he hecho hijos de Dios, entonces nunca podréis recibir la remisión de los pecados. Así que nunca, digo nunca, cometáis este pecado de no creer en esta Verdad o levantarse contra ella».
 


La relación entre la Ley y nuestros pecados


Debemos considerar la razón por la que Dios dio la Ley a los humanos. ¿Por qué dio Dios la Ley al pueblo de Israel en el Antiguo Testamento y por qué nos dio la Palabra de la Ley a los cristianos de hoy? Nos dio la Ley para que nos reflejáramos en ella, para que reconociéramos nuestra naturaleza pecaminosa y los pecados que se encuentran en nuestros corazones.
Nuestro Señor nos ordenó que no matásemos, y esto significa que tenemos corazones asesinos. En Marcos 7, Jesús dijo que del corazón del hombre proceden malos pensamientos, adulterios, fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las codicias, las maldades, el fraude, las fornicaciones, la impureza, la altivez, y la insensatez, y que los seres humanos nacen con estos pecados.
David, tras ser reprendido por un profeta por acostarse con Bathsheba, la mujer de Uria, confesó en Salmos 51:
«Contra ti, contra ti solo he pecado,
Y he hecho lo malo delante de tus ojos;
Para que seas reconocido justo en tu palabra,
Y tenido por puro en tu juicio.
He aquí, en maldad he sido formado,
Y en pecado me concibió mi madre» (Salmos 51, 4-5).
Este pasaje significa: «Fui concebido en pecado y nací en iniquidad. Pero Señor, aunque sea un hombre que no pueda evitar pecar durante toda mi vida, si Tú dices que has borrado mis pecados, entonces estoy sin pecado, y si dices que tengo pecado, todos mis pecados permanecen intactos».
En Romanos 3, 20 el Señor dijo: «por medio de la ley es el conocimiento del pecado». La razón por la que Dios nos dio la Ley es que conozcamos nuestros pecados.
El pueblo de Israel escapó de Egipto guiado por Moisés. Le siguieron durante un mes hasta la tierra de Canán, y llegaron al Desierto de Sin, que está entre Elim y Sinaí. Entonces toda la congregación de los hijos de Israel se quejó de Moisés y Aarón en el desierto, y como desobedecieron la voluntad de Dios, sufrieron en aquel lugar. Cuando llegaron al desierto de Sinaí el tercer mes desde que salieron de Egipto, Dios llamó a Moisés en el Monte Sinaí y le dio las dos tablas de piedra de la Ley. E hizo que Moisés leyera la Ley al pueblo de Israel. Estos mandamientos de Dios y los estatutos que tenían que guardar eran 613.
¿Por qué dio Dios la Ley al pueblo de Israel a través de Moisés? Los israelitas habían olvidado a Dios durante sus 400 años de esclavitud en Egipto. No conocían al Dios de Abraham, al Dios de Isaac y al Dios de Jacob. Así que al darles la Palabra de la Ley, Dios permitió al pueblo de Israel reconocerle. En otras Palabras, Dios dio la Ley al pueblo de Israel para que conocieran sus pecados.
¿Qué otra cosa les dio Dios después de la Ley? Les dio el sistema expiatorio del Tabernáculo. Cuando un pecador cometía iniquidades y reconocía el pecado ante la Ley, tenía que traer un animal expiatorio al Tabernáculo para ser perdonado por ese pecado. Él pasaba sus pecados a este animal expiatorio al imponer las manos sobre su cabeza, cortarle el pescuezo para que sangrara y entonces entregaba la sangre a los sacerdotes. Estos colocaban la sangre en los cuernos del altar de los holocaustos, cortaban la carne en trozos, la ponían al fuego en la red de bronce del altar y la ofrecían como holocausto. Entonces Dios aceptaba este sacrificio con placer. La Biblia dice que a Dios le complacía aceptar estos sacrificios sólo cuando se hacían según el sistema expiatorio que Él había dado.
Para hacerles Su pueblo, Dios tuvo que hacerles ver sus pecados, y cuando se dieron cuenta de ellos Dios les dio el sistema expiatorio para poder borrar todos sus pecados y convertirlos en Su pueblo. Los corderos expiatorios tomaban los pecados y los borraban cuando se imponía las manos sobre ellos y después se sacrificaban. Cuando conocemos nuestra naturaleza pecaminosa ante la Ley, podemos recibir la remisión de nuestros pecados creyendo que el Cordero de Dios ha borrado nuestros pecados. Esta es la voluntad del Espíritu de Dios.
 

Dios nos ha dado la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu en nuestros tiempos

El cristianismo debe volver a la fe que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu que nuestro Señor nos dio. Quien rechaza o niega a Jesucristo sin conocerlo a través del verdadero Evangelio puede ser perdonado. Pero los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu y se levantan contra él, aún conociendo a Jesús, y sabiendo cómo se convirtió en nuestro Salvador al cargar con los pecados de la humanidad a través de Su bautismo y derramamiento de sangre, cometen el pecado de la blasfemia contra el Espíritu. Por tanto quien profesa su fe en Jesús debe creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Rechazar este Evangelio se paga con la muerte.
Nuestro Señor vino al mundo, tomó todos nuestros pecados en Su bautismo, pagó la pena de nuestros pecados y ha borrado nuestros pecados y nos ha convertido en el pueblo de Dios. Ahora todos los que rechazan el Evangelio del agua y el Espíritu después de haberlo escuchado, están en contra de Dios. Debemos darnos cuenta de que toda esta gente no puede recibir la remisión de los pecados.
Si no tuviéramos que seguir al Evangelio del agua y el Espíritu, sino buscar milagros y señales, esto sería desobedecer la voluntad de Dios. Él permitiría estos signos y milagros cuando los necesitáramos. Pero estos no son todos los ministerios del Espíritu Santo. Muchos cristianos creen erróneamente que pueden sentir que tienen el Espíritu Santo cuando experimentan fenómenos sobrenaturales en sus cuerpos, por ejemplo tener fiebre o vibración en su cuerpo. Sin embargo el Espíritu Santo no obra así. Estos fenómenos, que no tienen nada que ver con la remisión de los pecados, son la obra de Satanás. El Espíritu Santo obra silencioso según la Palabra en los corazones de los que creen en Evangelio del agua y el Espíritu.
Mis queridos hermanos, en este momento, con el poder del Evangelio del agua y el Espíritu estamos curando los corazones de la gente de las enfermedades del pecado. Hace mucho tiempo nuestros hermanos visitaron un hospital para hablar del Evangelio. En el tercer piso, donde estaba el pabellón general, se encontraron a una mujer llorando en una habitación. Cuando saludaron a los pacientes de la habitación, les pidieron que predicaran la Palabra de Dios a la mujer que estaba llorando. Así que nuestros hermanos le preguntaron: «¿Por qué llora tanto? ¿Su corazón está herido?». Pero la mujer siguió llorando.
Nuestros hermanos se dieron cuenta de que estaba en un problema espiritual serio, es decir, poseída por un demonio. Rezaron en silencio por aquella mujer: «Señor, toca el corazón de esta hermana, acarícialo y cúralo. Seca sus lágrimas y trae paz a su corazón». Cuando se calmó los hermanos le preguntaron por qué lloraba tanto.
Entonces ella les dijo: «Solía llorar tanto cuando estaba en casa que fui ingresada para recibir tratamiento psiquiátrico. Tras ser hospitalizada, seguí llorando durante días y entonces el médico me dijo: “Por favor, no llore más”. Así que le dije: “Si me pone en el pabellón general, en vez de en el psiquiátrico, dejaré de llorar”, y así es como llegué hasta aquí».
Nuestros hermanos le hablaron del pecado, las vanidades de nuestras vidas, la salvación misericordiosa de Dios y la vida eterna que Dios nos concede. Después de rezar por ella de nuevo, le dieron un libro de sermones que contenía el Evangelio del agua y el Espíritu y salieron de la habitación. Pero cuando algunos de ellos volvieron el día siguiente, vieron algo sorprendente. La mujer les dijo que aunque no podía entender de qué trataba el libro en su integridad, una vez empezó a leerlo, su mente empezó a despejarse. Dijo: «Cuando leo otros libros, me dan dolor de cabeza. Pero cuando leo este libro me siento feliz y mi mente se calma durante todo el día».
Nuestros hermanos le explicaron el poder del Evangelio del agua y el Espíritu de nuevo. Recibió la remisión de los pecados al escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu. Después de unos meses de crecimiento espiritual, dio testimonio de lo feliz que estaba de haber salido del hospital, de cómo su enfermedad mental se había curado completamente y de cómo se había librado de esa enfermedad que le había traído tanta confusión y le había hecho llorar noches enteras.
Mis queridos hermanos, en el Evangelio del agua y el Espíritu está el poder de borrar los pecados. Cuando sus mentes estén agitadas, deberían intentar escuchar sermones grabados en cintas o leer libros que contengan el Evangelio del agua y el Espíritu. Sus mentes se calmarán. Mientras mediten sobre cómo el Señor tomó todos nuestros pecados y los borró cuando vino a la tierra, sus mentes se tranquilizarán y la paz volverá a sus corazones.
La Biblia dice que el Espíritu Santo viene como un don a los corazones de los que han recibido la remisión de los pecados. Está escrito en Hechos de los Apóstoles 2, 38: «Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo». Así que deben saber que el Espíritu Santo es el don que reciben los corazones que tienen la remisión de sus pecados. Si por el contrario creen que el Espíritu Santo descenderá sobre ustedes a través de la oración y el ayuno, tienen una fe en vano.
Si de verdad entienden la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu y creen en ella correctamente, recibirán la remisión de los pecados en el mismo momento en el que crean. Se les dará una nueva fe en esta Verdad, experimentarán la transformación de sus corazones automáticamente y predicarán el Evangelio del agua y el Espíritu. Si por el contrario intentamos ser buenos mediante nuestras acciones sin entender la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, es más difícil que consigamos todo esto. Puede que piensen que hacen bien en ir a la iglesia y dar el diezmo, aunque tengan que endeudarse por ello. Pero todo esto no aporta ningún beneficio a sus almas, porque no es la verdadera fe.
Los que no conocen la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu tienen pecado en sus corazones. No tienen ni idea de cómo resolver el problema del pecado. Así que lloran a Dios, rezan por la penitencia, ayunan, se imponen castigos, o intentan hacer buenas obras. Los pastores engañosos y fraudulentos les dicen que deben rezar a Dios por sus pecados e insisten en tener fe ciega en Su misericordia infinita. Pero francamente todo esto es para compensar el sentimiento de culpa en sus corazones.
Pero sin explicar la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, ¿cómo puede alguien librarse de sus pecados? Los verdaderos pastores siempre predican el Evangelio del agua y el Espíritu a su congregación para que tenga una fe fuerte en la Verdad del Evangelio. Una vez creen en el verdadero Evangelio, toda pregunta espiritual se resuelve por sí misma, y entonces los creyentes sirven a Dios y le dan gracias.
Mis queridos hermanos, ¿saben lo que hay detrás de hablar en lenguas falsas? Los falsos profetas enseñan a los que no pueden hablar en lenguas, como si se pudiera enseñar a hablar en lenguas. Enseñan a sus seguidores a mover sus lenguas, insistiendo en que lo intenten una y otra vez, para decir «Aleluya» una y otra vez. Cuando la gente hace esto muchas veces, se les enreda la lengua y no pueden pronunciar bien. Mediante estas palabras mal pronunciadas, los falsos pastores dicen que sus alumnos han recibido el don de hablar en lenguas. Pero es mentira. Cualquiera que haya imitado a alguien hablando en lenguas sabe bien que es mentira, y que no es el resultado de haber recibido el Espíritu Santo; que es un producto de su imaginación aunque hayan intentado hablar en lenguas.
¿Es la obra del Espíritu Santo? Si el Espíritu Santo es por definición «santo», ¿cómo puede entrar en el corazón de un pecador? Cuando nuestro Señor vino al mundo, ¿no borró todos nuestros pecados al ser bautizado y derramar Su sangre? Sí, borró todos nuestros pecados y aún así mucha gente, aunque tengan la Palabra de la Biblia enfrente, no creen en ella y por eso están llenos de pecados. Muchos cristianos hacen cosas extraordinarias y engañan a muchos, pero ustedes deben conocer la Palabra claramente, librarse de esos mentirosos y creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Nadie debe cometer el pecado de la blasfemia contra el Espíritu Santo ante Dios. Este pecado de la blasfemia contra el Espíritu Santo es el pecado de no creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, incluso al haberlo escuchado. Es el mismo pecado negar que el Señor viniera a la tierra y borrara los pecados de todo el mundo, de toda la humanidad, al ser bautizado, derramar Su sangre y levantarse de entre los muertos. Esto es lo que constituye el acto de levantarse contra Dios, y esta gente nunca será perdonada por sus pecados porque al no creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, han desobedecido al Espíritu Santo. Así que nunca debemos estar en contra del Evangelio del agua y el Espíritu.
Hoy en día mucha gente de todas partes del mundo conoce el Evangelio del agua y el Espíritu, cree en él y sigue al Espíritu Santo correctamente. Muchos de ellos se han unido a nosotros en calidad de voluntarios por este precioso Evangelio. Se han dado cuenta de cómo los mentirosos les han decepcionado y no están dispuestos a ser engañados de nuevo. Pero muchos de ellos no viven cerca de ninguna iglesia y no saben qué hacer. Ahora es el momento de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y de adorar a Dios todos juntos. Dios les guiará a todos.
¡Alégrense! Nosotros les proporcionaremos el pan de vida incesantemente. Por eso he empezado a escribir esta serie de crecimiento espiritual recientemente. Primero me gustaría explicarles lo que significa cada capítulo del Evangelio según Mateo. Seguiré escribiendo sermones sobre todos y cada uno de los Libros de la Biblia. Y quiero que todos nuestros libros que contienen el Evangelio del agua y el Espíritu se traduzcan a todos los idiomas del mundo, que lleguen a todas partes del mundo y ayuden a todos los creyentes. Yo solo no puedo hacer todo esto, sino que necesito que todos cooperen.
Debemos ser como los vigilantes que tocaban la bocina para los que todavía no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Qué creen que hacían los verdaderos vigilantes ante Dios? El profeta Isaías dijo:
«Y Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones» (Isaías 2, 2).
Sucederá que mucha gente conocerá el Evangelio del agua y el Espíritu, se dará cuenta de que este Evangelio es la Verdad. Volverá a Dios, saltará como gamos dando gracias, predicará el Evangelio del agua y el Espíritu con sus labios llenos de gozo, servirá al Señor con felicidad, y le alabará con gratitud infinita. Si el Señor dice que esto es lo que sucederá en los últimos días, entonces todo esto se cumplirá sin duda. Ahora Dios obra a través de nosotros para que estas cosas sucedan.
El Señor dijo: «Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». Aquí la Verdad no es otra que el Evangelio del agua y el Espíritu, es decir el Evangelio de nuestra Salvación (Efesios 1, 13). Vivir la fe sin conocer la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu no es vivir la verdadera vida de fe. Si uno se dedica a la religión denominada cristianismo sin conocer el Evangelio del agua y el Espíritu, está cometiendo idolatría sin darse cuenta.
En todo el mundo hay muchos compañeros de nuestra misión que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Doy gracias a Dios por enseñarnos la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Todos nosotros debemos dar gracias a nuestro Señor por no permitirnos cometer el pecado de la blasfemia contra el Espíritu Santo, por permitirnos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, y por salvarnos de todos nuestros pecados.
¡Aleluya!