Reseñas/CeLeHis
Año 7, número 19, agosto – diciembre 2020
ISSN 2362-5031
Germán Osvaldo Prósperi
La máquina óptica. Antropología
(extra)ontología de la imaginación
Buenos Aires, Miño y Dávila editores
2019
614 páginas
del
fantasma
y
El ojo de la imaginación, entre la simbiosis y el fantasma
Silvana López1
La filosofía, en estrechos vínculos con la
estética; la semiótica, los estudios visuales,
los cruces entre arte y tecnología, entre
literatura y pintura, como diversos modos
de aproximación teórica y crítica, insisten
en el estudio de la imagen en tanto línea,
hiato, membrana, límite o umbral, que
condensa lo visible y lo decible
produciendo
imaginarios
y
subjetivaciones. En el espacio de las
"luciérnagas", como revierte Georges Didi
Huberman,
La
máquina
óptica.
Antropología
del
fantasma
y
(extra)ontología de la imaginación del
filósofo argentino Germán Prósperi
especula exhaustivamente sobre las
dimensiones del hombre como fantasma y
de la imaginación mediante la
construcción de una máquina óptica que le
permite explorar, en relación con las
secciones del empírico estudio históricopolítico de las imágenes de lo humano, una
arqueología de la(s) mirada(s), una
antropología teológica de la imagen y una
ontología de la imaginación.
Ubicado en una posición disyuntiva,
Prósperi lee que Henry Corbin califica la
desaparición del mundo "imaginal",
propio de la imaginación activa y de las
visiones teofánicas de los místicos sufíes,
como una "tragedia metafísica" (349). La
pérdida de ese mundo -Hūrqalyā o mundo
del Ángel- que Averroes declara muerto,
es correlativa a la secularización y a la
decadencia metafísica de lo sagrado en
Occidente cuyas consecuencias producen
1
Doctora en Letras. Investigadora del Instituto de
Literatura Hispanoamericana (UBA). Contacto:
lopezsilvana@fibertel.com.ar
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Silvana López
la degradación de la imaginación en
fantasía (349). El desencantamiento
instalado a partir de la modernidad, genera
la transmutación de la eikasia en
phantasía, una transformación que
precipita con el anuncio de Friedrich
Nietzsche de la "muerte de Dios" que
produce el rompimiento de la imagen
icónica -Cristo imago Dei- del hombre y lo
desplaza a fantasma. Si la imaginación
creativa -el pliegue entre el hombre y la
divinidad, entre el Creador y la creaturaha sido desacralizada para producir un
mundo irreal o ilusorio, alejado de la
teofanía mística, como señala Corbin,
Nietzsche profana la eikasia y asume la
realidad fantasmática de lo real -lo
religioso es lo irreal- dado que el mundo
imaginal, hasta ahora reservado a Dios, los
espíritus y los ángeles, es a partir de la
muerte, un mundo profano, "un mundo
humano, demasiado humano", anota
Prósperi, "el hombre es un fantasma y nada
más. Esta es la última palabra de
Zaratustra" (351).
En 1949, Jacques Lacan participa en
un Congreso en el que retoma y sintetiza
su tesis sobre el estadio del espejo que
afirma que el yo del sujeto se constituye
cuando el niño se identifica con la "imagen
especular": la asunción revela de una
manera privilegiada "la matriz simbólica
donde el yo se precipita en una forma
primordial" (560), una forma imaginaria o
fantasmática que sitúa al yo en una "línea
de ficción" que perturba las nociones del
ego cogito cartesiano y del Ich denke
kantiano debido a que el sujeto no sólo es
pensado por Lacan en relación a una
imagen, sino que el sujeto es en sí mismo
una imagen. Así como se lee en los
Escritos Póstumos de Nietzsche que el Ich
es una construcción y en Más allá del bien
y del mal que "ello piensa" (Prósperi:402),
Lacan expone que los estudios en torno al
estadio del espejo se oponen a toda
filosofía surgida del cogito (560); en su
centro, asesta el filósofo argentino, "en el
corazón del yo que piensa no hay más que
una imagen: un fantasma"(561).
En esa dirección, Kepler ilumina
otra perspectiva que el texto contempla, el
astrónomo, centrado en los estudios de
óptica, investiga las aberraciones y
deformaciones del ojo desplegando una
tesis que desantropomorfiza la visión,
definida como la formación de una imagen
retiniana, denominada pictura, que se
produce por fuera del sujeto que mira el
mundo e independientemente de los
procesos oculares por los cuales se percibe
una imagen. Una tesis que los holandeses
convierten en "asunto pictórico" tal como
lo observa Svletana Alpers en el cuadro
"Schat der Ongesontheyt" de Johan van
Beverwyck (2016:84-100).
A partir de esos estudios, prácticas
y pensamientos que perturban y
problematizan la unicidad de la metafísica,
La máquina óptica. Antropología del
fantasma y (extra)ontología de la
imaginación propone que "lo humano es
una imagen generada por la máquina
óptica", una máquina antropológica que
abre el espacio de visibilidad de cada
formación histórica de lo que se entiende
como tal. Prósperi señala que la tradición
metafísica de Occidente siempre ha
pensado lo real como cuerpo o como
materia (físico), como alma o espíritu
(psíquico) o como un compuesto de
ambos, pero no ha pensado, o ha pensado
en sus márgenes, la impregnación del
cuerpo y el alma o la de la materia y el
espíritu, siendo esa mutua pregnancia, que
cita de George Bataille, su "mancha ciega"
(172).
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El ojo de la imaginación, entre la simbiosis y el fantasma
Desde esa ceguera u olvido de la
metafísica que, desplazado a un registro
antropológico, significa la imposibilidad
de considerar lo humano como imagen, se
especula y escribe este texto: el hombre no
existe, de él no se puede predicar su
existencia sino su sub-sistencia, filosofa
Prósperi mientras sostiene que hay
"imágenes de las cuales es verdad que no
existan tales imágenes"(555) -glosa de
Alexius Meinong- siendo el hombre una
de esa clase. El texto lee su "historia [...]
antropológica" (23) en el guion o el hiato
que separa y al mismo tiempo articula la
physis con ese más allá (meta), en un
registro que se fuga de la tradición
antropocéntrica para considerar potencias
más que humanas, extra-ontológicas, en
las que la humanitas y la quidditas del
hombre se confunden con la condición de
los fantasmas.
La máquina óptica es el dispositivo
que articula la mirada del ojo del cuerpo
con la mirada del ojo del alma, perspectiva
óptica desde la que el texto piensa al
hombre desplazado del par cuerpo/alma y
las derivaciones que ha considerado la
cultura (cfr. Giorgio Agamben en
L'aperto. L'uomo e l'animale). Siempre
hay "dos ojos en juego" escribe Prósperi,
mientras propone que la noción de
"ocularcentrismo" se desplace a la de
"binocularcentrismo" (21). Articulada con
la máquina antropológica de Furio Jesi y la
relectura de Giorgio Agamben, por una
parte, con la arqueología foucaultiana y
sus divergencias, la noción de topología
trascendental de Emanuele Coccia y de
sistema metaestable de Gilbert Simondon,
por otra, la máquina óptica constituye una
dispositivo metodológico que permite
ver/leer las diversas formaciones sociohistóricas, no sólo de las que proponen al
hombre como universal o esencia humana,
sino, principalmente, sus imágenes
fantasmas.
La máquina de Prósperi es un
dispositivo estereoscópico que produce
una imagen tridimensional siendo lo
humano el efecto óptico generado por la
estereopsis (profundidad). La imagen se
genera a partir de una diplopía y un
estrabismo dado que los ojos no convergen
en un mismo punto de fijación y la mirada
siempre es desdoblada y especular, de
modo que la máquina despliega esa
composición "fantasmática" (56); si la
metafísica occidental ha colocado lo
humano en un espacio haplópico,
binocular, la máquina óptica considera la
diplopía y la producción de imágenes
haplópicas tridimensionales. Asimismo,
las dos imágenes provenientes del ojo del
cuerpo y del ojo del alma se intersectan en
el quiasma óptico, integración que ha
recibido el nombre de quiasma, de ojo
ciclópeo, de tercer ojo, de oculus
imaginationis, conformando ese ojo de la
imaginación, el ojo antropogénico de la
máquina y el quiasma óptico, la dimensión
de la "imaginación", no concebida en el
texto de Prósperi como una facultad
psicológica (26), sino como dispositivo
imaginante productor de imágenes del
hombre (96). Rasgando la ceguera
metafísica, el quiasma maquínico exhibe
la lógica del tercero incluido, el término T
de la tridialéctica de Sthépane Lupasco,
que considera al tercero excluido de
Aristóteles que la metafísica deja de lado
clausurando así la posibilidad de pensar
una ontología de la imaginación. Los
estudios de Galeno de Pérgamo, David
Brewster, Giovanni Battista Della Porta,
Sir Charles Wheatstone, Francisco de
Aguilón, Rufo de Éfeso, Alhacén, Béla
Julesz, entre otros, iluminan la
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Silvana López
productividad
del
dispositivo
gnoseológico.
Pensar lo humano como imagen no
es una provocación posmodernista, aclara
Prósperi, la teología, desde la Antigüedad,
ha considerado al hombre como imago Dei
en tanto estatuto ontológico; en esa
dirección, la máquina óptica detecta la
soteriología icónica del hombre en la
instancia prelapsaria como ícono celestial,
en la lapsaria, como terrenal y en la
cristiana como ícono de Cristo; la
desaparición del fulgor de la divinidad
trascendente, el desplazamiento a
fantasma del hombre y la tonalidad gris de
un lenguaje que lo dispersa estalla con
Nietzsche, a partir de allí, la literatura y la
filosofía firman su obituario.
En la filosofía de Platón, de
Aristóteles, de Agustín de Hipona, de
Descartes y de la reflexión de Georges
Bataille sobre el ojo pineal, la máquina
óptica lee. Platón, el iniciador de la
metafísica occidental, la pone en
movimiento. Escribe Prósperi que el
filósofo escinde la visión en dos ojos binocularcentrismoheterogéneos
y
estrábicos aplicando una "ortopedia de la
mirada" (119) en pos de un proyecto
político que moralmente se centra en la
educación y el adiestramiento visual; él es
entonces, el creador y el asesino del
hombre porque pone en marcha la
máquina óptica pero también crea el
quiasmo óptico en el que el hombre subsiste como imagen. La arquitectura
dicotómica del ojo del alma y el ojo del
cuerpo, al tiempo que se historiza y
reescribe, se entreabre a ciertas fugas tales
como lo que el ojo de Platón percibe pero
no puede ver, la fosforescencia e
imaginación aristotélica, la visio spirilatis
de Agustín, la glándula pineal de
Descartes; con todo, la metafísica
identifica "la esencia de lo humano" (182)
en los dos ojos, un compuesto de cuerpo y
de alma, obligando al ojo pineal, el ojo de
la imaginación, a cerrarse y desplazarse al
centro del cráneo; recién cuando se
anuncie la muerte de Dios, ese ojo,
insoportable para el logos, para el oculus
mentis, se abrirá.
Luego de examinar la imagen
icónica de lo humano en la productividad
del cruce entre teología y metafísica,
remarcando en sus especulaciones, la
dimensionalidad de la metafísica con sus
cegueras y también, con sus desvíos -tal
como la desactivación del intelecto y de la
sensibilidad durante el sueño en el que
domina la fantasía (que remite al verbo
phainō: traer luz, volver visible) y enfrenta
al hombre con la antropología del
fantasma-, Prósperi entra de lleno en la
topo-ontología de la imaginación, la
superficie inexistente sobre la que se
producen los imágenes de lo humano que
no se reducen ni a lo corpóreo ni a lo
espiritual, ni a la síntesis de ambos. Lee a
los románticos que tienden a pensar la
imaginación desde una perspectiva
metafísica y la iluminación del ojo de la
imaginación de Blake como modo de
acceder a lo trascendente, también, la
identificación de la imaginación del
místico sufí Ibn al-'Arabi con el barzakh;
de igual modo, conjura la existencia de la
imagen
de
forma
autónoma
e
independiente del sujeto, la dimensión
virtual, la encarnadura y la carnadura, su
clinamen y miscibilidad, en el límite de lo
visible y lo invisible, del sentido, del
lenguaje, del acontecimiento, para trazar
las perturbaciones de lo humano como
imagen cuya condición de posibilidad es el
quiasmo óptico, espacio metaestable de la
imaginación e instancia de polarización y
desfasaje de la historia del hilemorfismo,
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El ojo de la imaginación, entre la simbiosis y el fantasma
de la metafísica -dentro de la caverna
también hay luz-. Bergson, MerleauPonty, Simondon, Deleuze, Foucault,
Blanchot, Derrida, mecanos de la máquina
óptica, martillan en esa dirección. La
imaginación es el estatuto sub-ontológico
en tanto ni, nada, neutro, del no-existente,
no-ser, extra-ser, insistencia, del fantasma,
del hombre que subsiste, de ese efecto
tridimensional producido por la máquina
óptica, "extraviado" (56) de la metafísica.
"Cualquiera que haya soñado sabe lo
que significa ser un fantasma"(525),
prosigue Prósperi al tiempo que señala que
el ser de las imágenes es un "hiper-espacio
[...] sensible" (527), estudio de Emanuele
Coccia, que ha subsistido en los márgenes
de la tradición occidental, un afuera del
cuerpo y del alma, de las subjetividades
cognoscentes y de los objetos físicos, que
tiene el sueño como experiencia originaria
del mundo de las imágenes. El mundo
humano, por lo tanto, coincide con el
mundo onírico y la máquina óptica es
necesariamente una máquina onírica:
soñar es realizar la experiencia de no
existir, afirma Prósperi. Según Derrida,
citado en el texto, "la humanidad es una
colección o una serie de fantasmas" (528),
en esa dirección, la máquina óptica con su
arte de "hacer desaparecer" o "volver
inaparente", produce y sueña lo humano
históricamente (528), el fantasma onírico
sub-siste y de allí que la aproximación
especular a las imágenes se desplace a una
pseudo o (extra)ontología.
El pensamiento de Prósperi
desbarata las categorías del ser, del homo
sapiens (52) que nace con la metafísica (y
que permite el nacimiento de la máquina
óptica). "No existimos. Ese fue el "error"
del existencialismo" (92) y si Foucault
señala que el hombre ha muerto, Prósperi
piensa "el hombre ha nacido muerto" (60),
ese "es el 'horror' que ha vuelto posible
Nietzsche" (524) y ahora Prósperi, para
escándalo de la metafísica que se ha
cerrado a pensar el hombre como una
imagen tridimensional, es decir, como una
imagen sin modelo ni fundamento -esa es
su luz y su tiniebla-.
Bibliografía:
Alpers, Svetlana (2016). El arte de describir:
el arte holandés en el siglo XVII, Buenos
Aires, Ampersand, 2016.
Didi-Huberman,
Georges
(2012).
Supervivencia de las luciérnagas, Madrid,
Abada.
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