Israel Adrián Caetano: “El riesgo hoy es no ser negocio”. Entrevista

Los Inrockuptibles
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12 min readMar 30, 2017

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Es curioso lo que ocurre con Israel Adrián Caetano. No tardó nada en ubicarse en el lugar que cualquier cineasta joven desearía, al ser considerado un autor de ideas y estética puntuales, a partir de títulos fundacionales para lo que alguna vez se llamó Nuevo Cine Argentino, como la primera Historias breves, Pizza, birra, faso, Bolivia y La expresión de deseo (¿qué hay que hacer para que este corto perfecto esté a disposición de los mortales?). El propio Caetano no tardaría mucho en poner en duda todo eso, primero renegando –bien– de una etiqueta temprana que congregaba a un grupo de cineastas heterogéneo, y luego, sobre todo, tomando decisiones en su carrera que desenfocaban la idea maniquea que uno podría tener de un auteur, al poner los pies en la televisión, en productos disímiles como Tumberos, Disputas y hasta trabajos para Playboy. Así, el Caetano autor comenzaba a elaborar la figura del director de oficio, el “laburante”, que no tenía problemas en combinar proyectos personales (Francia) con trabajos por encargo (en tele, Lo que el tiempo nos dejó; en cine, NK: el documental). Pero lo interesante está en reconocer que aun en aquellos productos “ajenos”, existen elementos que exhiben una manera de entender tanto el cine como el oficio, que existe un margen para apropiarse del material y de hacer lo que se le antoja (esa locura clase B que es Mala). En medio de todo eso está El otro hermano, la historia de un joven que a partir del asesinato de su hermano y de su madre en un pueblo del interior, se ve envuelto en un raid criminal. Una película hecha por encargo, basada en la novela de Carlos Busqued Bajo este sol tremendo, que Caetano transgrede y distorsiona para llevarlo a un terreno personal, más cercano al género, a un cine que ama hacer tanto como hablar de él. Como exhibe en esta entrevista cargada de referencias cinéfilas.

ENTREVISTA> ¿Cómo llegaste a la novela?
Cuando me propusieron hacer la película. Me lo tomé como un encargo. Cuando la leí, le propuse al productor los aspectos que a mí me interesaban del libro. Quería profundizar en la trama de policial negro, que me hacía acordar a viejas películas desalmadas, donde todos eran chorros y terminaban mal, sin redención para nadie. Me gustaba la historia de tipos que por poco dinero pueden secuestrar y matar como si nada, como si fuera un trámite. Son como empleados públicos del crimen.

Una de las primeras cosas que sobresale de la película es el nivel de violencia y de oscuridad que tiene.
Creo que, más que violenta, es una película sin salida. Y la novela es aún más oscura. En ella pareciera haber un humor que no termina de aflorar por lo opresivo que es todo. Y tiene una apuesta por ese humor. La idea era que esa sordidez no opacase el humor negro que tiene.

“Hoy creo que los que ensayan una visión disruptiva están en el terreno del humor, como alguna vez en los años 80 estaban en el cine de terror, y en los 70 estaban en el policial clase B.”

Aun sin ser recargada en la sordidez extrema de la novela, la película transmite, como aquella, una sensación claustrofóbica muy marcada.
Sí, a mí la novela me parecía una gran crónica de distintas cosas metidas en un lugar muy claustrofóbico. Ese mundo ignoto me gustaba: el Chaco como un lugar que muchos creen conocer pero en el que nadie sabe lo que puede pasar. Y en la película quise trabajar esa idea de una zona donde parece que no hay casi nadie, en la que aparecen solo unos siete personajes, no hay ni extras, y ni siquiera se muestra el pueblo. Una posibilidad era apostar por el paisaje bucólico, pero quise ser más claustrofóbico, meterme en sótanos y galpones. Para mí lo fractal de la novela funcionaba hacia adentro en vez de hacia afuera. Por eso no hay planos generales.

De hecho, si nos ponemos a repasar, en tus películas no hay tantos planos generales.
Es verdad. En Un oso rojo casi no hay, y en Bolivia muchísimo menos… En Crónica de una fuga, menos aún. Me divierte más cómo hacer para filmar un lugar entre cuatro paredes que poner la cámara fija, porque no hay muchas formas de filmar un paisaje. Por otro lado, no había un western acá. No viene al pueblo un tipo para impartir justicia, si no que es un opa que se engancha a una situación. Y ahí creo que hay un riesgo, porque el policial necesita gente de acción, y el protagonista de la película es un tipo que no hace absolutamente nada, es un inactivo, como una larva, el imaginario de un empleado público. Así, al no haber un héroe, es muy difícil empatizar con alguien en ese mundo, y más si es alguien aburrido, se mete en la mugre del hermano con total naturalidad, vende sus cosas sin ningún problema. No le importa nada. Lo mejor era verlo desde afuera, y por eso refugiarse en el humor, en el costado medio de cómic que tienen estos tipos.

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La película toma distancia de la novela desde el título, explicitando una relación entre hermanos que en el original nunca está mencionada.
Es que yo tengo ganas de meterme inmediatamente en la trama. Necesito que el personaje entre a la casa del hermano, empiece a ordenar y a vender sus cosas. Y cuando empieza a aparecer la plata, que la película se transforme rápidamente en un policial. Si yo me quedaba en el cripticismo de la nada que vive el personaje, hacía una película contemplativa. Es muy difícil adaptar el punto de vista de un tipo que no hace nada, que no interacciona, que es un torpe. Y, con respecto al cambio de título, me parecía que utilizar el original, cuando lo único que respeté fue un nudo argumental muy pequeño, era una falta de respeto. A veces pienso que haber sido absolutamente fiel a la novela podía haber sido un camino; hacerla en Super 8, en planos secuencia. Pero la película iría del laboratorio a un museo y el productor se muere. La idea, entonces, fue tomar el camino contrario a lo críptico que era la novela. Ese también era un riesgo.

¿En la intención de reducir el cripticismo entraría la decisión de no utilizar los elementos porno de la novela que definen al personaje de Duarte?
Sí, totalmente. Si yo usaba esos elementos, el personaje dejaba de ser cínico y pasaba a ser un pajero oscuro y retorcido. En la película, Duarte es un langa, que además es joven; un garca hecho y derecho, que parece un típico puntero de pueblo pero que maneja un negocio todavía más oscuro. Y se va poniendo cada vez más desagradable, hasta que, sobre el final, termina pareciéndose al de la novela.

“La libertad absoluta no existe. En Tumberos fue una confianza mutua. En cualquier parte del mundo, ningún productor va a cuestionar nada si algo tiene éxito, aun cuando sea políticamente incorrecta.”

Varias veces mencionaste que la película toma riesgos. ¿Sentís que al cine argentino actual le falta tomar ciertos riesgos, animarse a llegar a lugares más complejos de violencia y oscuridad, por ejemplo, como pasa en El otro hermano?
Es que el cine argentino, en ese sentido, es medio careta. Pero no es un problema únicamente del cine argentino; es algo que pasa en el mundo. El otro día estaba viendo Breaking Bad con mis hijos, y me di cuenta de que no era tan oscura como me habían contado. Es menos oscura que The Twilight Zone, de hecho, o que El increíble Hulk, que eran tremendas, puras tragedias. Y si hablamos de violencia, no veo nada tan heavy como lo que hacían Samuel Fuller o Sam Peckinpah o John Boorman, que eran unas bestias. Uno como espectador la pasaba mal viendo películas como Perros de paja o Deliverance. Con respecto a esto, hace poco escuchaba a alguien decir algo interesante sobre la cultura actual; se refería a que dejó de verse como algo complejo para provocar únicamente entretenimiento. Y creo que es así, que hay una estandarización en el cine que llega hasta Scorsese, con su nueva película de monjes tibetanos, tan liviana, insólita siendo del mismo tipo que hizo Toro salvaje y Taxi Driver. Hoy, pasarla “mal” en el cine es inaceptable, solo vale el entretenimiento. Y lo llevo más lejos, a las sitcom: había más reflexión y oscuridad en Alf que en todas estas en las que las familias disfuncionales terminan siendo solo simpáticas. Alf era un cínico, hacía chistes jodidos sobre el matrimonio y tenía una visión sobre la humanidad que era apocalíptica y compleja.

¿Tenés alguna idea de por qué podría estar pasando esto en el cine comercial o de “entretenimiento”?
Hay una idea de que todo tiene que ser rentable, y a partir de ahí se hacen las cosas, con el criterio de que si es rentable, “es bueno”. “Por algo vendió tantos libros”, dicen. Y quizá el libro es una porquería. Pero el mérito es que “vendió”. Y, claro, porque es “entretenido”, o es “llevadero” –talentos que también podría tener un paseador de perros. El riesgo hoy es no ser negocio, básicamente. Y así como hoy cambiaron los estándares de belleza, y Sofia Loren fue reemplazada por gente desgarbada y flaca al extremo, también cambian los conceptos de lo que es entretenido y lo que no. Y en general la propuesta es muy acotada. Estos días me pasó algo significativo. Todos te dicen que en Internet está todo. Quise bajar una película de Fellini porque la tengo solo en VHS y ya no hay videoclubes, y me costó muchísimo encontrarla, y cuando lo hice tardé semanas en bajarla. Pero buscás Batman Rises y está para ver gratis online. Entonces es mentira que la oferta es grande. Incluso me gustaba mucho más lo que ofrecía Netflix en la primera época que lo que tiene ahora. Antes estaba The Twilight Zone y así se las mostré a mis hijos. Hoy no está más. Hay series de todo tipo, sí, pero no son las que tienen las características que hacen que se destaquen; ninguna es Twin Peaks.

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¿Cómo hacer para no quedar como un viejo cascarrabias?
Es inevitable. Pero tampoco es una queja, eh. A mí me gustaría hacer una serie para Netflix, por ejemplo. Ese es el espacio que hay. Y hay que adaptarse. No es culpa de Netflix ni nuestra que las maneras de consumir y los formatos sean otros. Pero creo que debería haber más propuestas que se salieran de lo estándar, que no sean impulsadas solamente por motivaciones económicas. Y para eso hay que intentar hacer algo personal. Estos son los canales que hay y el desafío es participar con propuestas interesantes. Cuando yo hice Tumberos, la televisión no era un lugar en el que era normal una propuesta como aquella, como en algún momento en el cine parecía que no podía aparecer una película como Pizza, birra, faso.

En aquel momento en Tumberos te dieron bastante libertad para probar cosas. Hoy la figura del productor parece no tener ese margen de riesgo.
La libertad absoluta no existe. En Tumberos fue una confianza mutua. En cualquier parte del mundo, ningún productor va a cuestionar nada si algo tiene éxito, aun cuando sea políticamente incorrecta. He visto cosas que desde el humor son tremendamente corrosivas, como Life’s Too Short, o figuras como Will Ferrell –alguien a quien adoro–, que tienen una incorrección política desde un lugar muy interesante. Hoy creo que los que ensayan una visión disruptiva están en el terreno del humor, como alguna vez en los años 80 estaban en el cine de terror, y en los 70 estaban en el policial clase B, con los héroes solitarios del estilo de Harry el sucio.

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El otro hermano

Leonardo Sbaraglia en El otro hermano.[/caption]

¿No creés que hoy un personaje como el de Clint Eastwood sería ideológicamente más polémico?
Es que nadie hablaba a favor del personaje. Don Siegel no decía que lo que hacía su personaje estuviera bien. Por más que uno pudiera sentir simpatía, se trataba de tipos violentos, un poco reaccionarios. También así era el de Julio Chávez en Un oso rojo. Después, el lugar en el que uno lo ubica para sentirse tranquilo con su conciencia política es problema de uno. Los de izquierda piensan que tirar tiros para el lado de la izquierda no es malo, y los de derecha piensan que hacerlo para el lado de la derecha está bien también. Yo creo que no hay que tirar tiros para ningún lado, pero si vamos a hablar de personajes que tiran tiros, la ideología es lo de menos. Hay que focalizarse en otras cosas, como el honor, ciertos códigos, etc. Aunque después, en Magnum 44, Harry mataba policías que se pasaban de la raya… (risas). La gente se lo toma muy en serio.

Hoy la idea de entretenimiento parecería no ir de la mano con lo políticamente incorrecto…
Pero hay que ver por qué entretienen las películas. Cuando salieron las primeras películas de Harry el sucio, en Nueva York había chorros por doquier, entonces en ese sentido era una película oportunista. Creo que si hoy se hace una película de ese estilo acá también iría a verla un montón de gente. Pero nadie se anima a hacer algo así. Para mí, hacer algo políticamente incorrecto sería hacer una película de un tipo que sale a matar chorros. Me parece interesante tratar de indagar algo ahí, antes de quedarse con el debate sobre si eso está bien o mal. Preguntarse qué es aquello –tanto social como personal– que lo lleva a un tipo a hacer eso; cómo es que alguien puede dejarse influenciar por el discurso perverso que provoca que en televisión se discuta si matar está bien o mal. No se tiene que discutir: está mal, y punto. Después, si querés vender entradas, pondrás en el cartel de la película: “¿está bien o está mal matar?”. Ahí hay cierta cosa lícita que es distinta a lo que proponen los medios de comunicación. De todas maneras, no sé si a mí me saldría hacer algo así. Pero si alguien de cierto peso la hace, iría a verla.

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¿Te contactaste con Busqued en algún momento?
No, no tuve contacto. Me pareció que si iba a tomarme licencias no tenía que pedir permiso. Si yo hubiera querido hacer algo fidedigno posiblemente lo hubiera querido conocer para conocer el alma de la película. Pero desentrañé lo que más me interesaba y me gustaba. La novela es violenta y densa. Así que le diría a Busqued que fue lo menos “transa” que pude hacer. Y lo interesante de la novela y la película es que la carga es tanta que se corre de lo real. Hace rato que a mí no me interesa el realismo.

Es curioso, porque en un momento, luego de Pizza, birra, faso y Bolivia, eras una especie de estandarte del realismo en el cine argentino…
Sí, pero yo no me puse en ese lugar. Si no, no hubiera hecho muchas cosas, como filmar para Playboy, por ejemplo. O hasta Tumberos, que no sé por qué se empecinan en decir que hablaba de las cárceles argentinas. Es un disparate. O que El oso rojo habla del conurbano bonaerense. Otro disparate. Podía haber transcurrido en el conurbano de cualquier país. Si vos ves John Wick, también es Un oso rojo.

“El riesgo hoy es no ser negocio, básicamente. Y así como hoy cambiaron los estándares de belleza, y Sofia Loren fue reemplazada por gente desgarbada y flaca al extremo, también cambian los conceptos de lo que es entretenido y lo que no.”

Pasan los años y la pregunta sigue siendo la misma: ¿por qué es tan complicado hacer cine de género en la Argentina?
El terror es muy difícil si no te lo tomás en serio. Creo que en este momento hay una fascinación medio snob. En el cine hay mucho zombie, pero eso no da miedo. Si uno quiere hacer terror, por ejemplo, tiene que sentir miedo, contar algo que dé miedo real. Y en la Argentina no podés hablar de zombies cuando tenés casos como el de dos hermanas que matan al padre en un ritual satánico porque ven en él al demonio, y después te enterás de que el tipo abusaba de ellas. Yo no veo que haya ganas reales de hacer género. El único que veo que podría hacerlo bien es Szifrón; se ve en su cine que es alguien a quien le apasiona el género. También hay algo en la forma de contar de Campanella, que apuesta por el melodrama. Son tipos honestos en su propuesta cinematográfica. Después hay gente que hace género porque es rentable. Vi a varios que filmaron mucha gente caminando de espaldas y ahora quieren hacer películas de género… Yo digo: “pará, ¿qué te salteaste?”. Hay algo ahí que me parece poco honesto. Aristarain hizo género, y nunca se hizo el moderno.

¿Cuándo vas a hacer una de terror?
Me gustaría, pero no encuentro qué. Lo mejor que me pasó en ese terreno es haber leído un cuento de Mariana Enríquez sobre una fiscal que investiga en la villa a un loco que sale del riachuelo a hacer justicia. Es terrorífico. Me gustaría hacer ese cuento. Lo que pasa es que me gustaría hacerlo con plata. No podría hacer una película de terror independiente al estilo de Repulsión. Todo lo que se me ocurre amerita mucha plata. Ya se me dejaron de ocurrir películas baratas.

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El otro hermano
De Israel Adrián Caetano
Con Daniel Hendler y Leonardo Sbaraglia

Estreno 30/3.

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