Identidad cultural y globalización.

Jovenes Dirigentes
14 min readMar 22, 2016

Por Carolina María Salas Pagliano, alumna egresada del PFJDBA 2015

Introducción

El presente trabajo tiene como objetivo plantear las cuestiones principales que rigen en materia cultural y los puntos principales que deben ser tratados no solo a escala local como Estado, sino también a escala mundial de manera equilibrada entre los Estados para la supervivencia pacífica de la humanidad.

El motivo por el cual he elegido este tema es porque estoy convencida de que la cultura determina a las personas que forman parte de una determinada sociedad y, a su vez, hace que un grupo de personas con la misma cultura luche por los valores en común emergentes de ella. La cultura al transmitirnos valores, nos nutre de pasión por ellos y es la pasión la que nos permite lograr imposibles. Por lo tanto, la cultura es una herramienta poderosísima, que si se manipula de manera correcta podría lograr conseguir metas impensadas.

Ahora bien, resulta necesario abordar el tema teniendo en cuenta que hoy en día estamos inmersos en la era de la globalización, lo que implica abordar el tema no sólo a nivel local sino también a nivel global.

Cabe destacar que, por razones de espacio, a lo largo del desarrollo se hará un breve pantallazo general de los temas más relevantes implicados en la globalización de la cultura.

Desarrollo

¿Qué entendemos por globalización?

La globalización no es un fenómeno nuevo. Sin embargo, hoy en día el término globalización se utiliza principalmente para hacer referencia al proceso de integración económica internacional que tuvo lugar a fines de los años 1970.

En la actualidad, aunque se encuentra caracterizada, en primer lugar, por sus dimensiones económicas — fragmentación internacional de la producción, integración financiera, poder de las multinacionales, debilitamiento de los márgenes de acción de los Estados, etc. — la globalización no se resume solamente en eso.

La facilidad y la rapidez que caracterizan al desplazamiento y a la transferencia de mercaderías, al igual que la instantaneidad de las comunicaciones están ligadas de cierta forma a la esfera económica en donde las salas de cotización de las bolsas no se apagan nunca y donde la volatilidad de los capitales financieros es extrema.

Esta abolición de las distancias tiene consecuencias sociales y culturales, la globalización modifica los equilibrios entre los territorios, reparte nuevamente las cartas de las posiciones de los Estados, trayendo como consecuencia paradigmas culturales que se imponen sobre otros.

El caleidoscopio moderno

Se baila el tango en París, el bikutsi de Camerún en Dakar, la salsa cubana en Los Ángeles; McDonald’s sirve hamburguesas en Pekín; el arte zen del tiro al arco revoluciona las almas alemanas; la baguette parisina conquista África occidental; el mundo entero llora la muerte de Lady Di; los chicos de todo el mundo juegan juntos on line en la Playstation; y así podríamos seguir infinitamente.

La expresión “globalización de la cultura” hace referencia a esta circulación de productos culturales a escala mundial y suscita reacciones contrarias. Unos entienden que se trata de un planeta democrático unificado por una cultura universal:

Un planeta reducido por los medios de comunicación a dimensiones de una “aldea global”

Otros ven la causa de una ineludible pérdida de identidad que lamentan. Otros militan para afirmar sus particularismos hasta hacer uso de la violencia.

De hecho, todos los productos que designamos como “productos culturales” circulan por todo el planeta y son cotidianamente vendidos a miles de millones de seres humanos.

Ahora bien, no todos los hechos que surgen de la globalización de la cultura son de la misma naturaleza. En efecto, ¿podríamos poner en la misma bolsa la difusión, fuera de Japón, del arte Zen del tiro con arco y la comercialización mundial de una película como Titanic? El arte Zen es el producto de una tradición. Para adoptarlo, es necesario aprender por varios años junto a un maestro. Por el contrario, las películas y series de televisión son productos culturales de una industria de alta tecnología, consumidas por una masa efímera que no deja de renovarse. Así obtenemos por un lado, una tradición muchas veces secularizada y por el otro, una producción reciente con vistas a una consumición a corto plazo. Los problemas planteados por globalización de la cultura se inscriben en la brecha que surge por estas diferencias: ¿cuánto pesan las culturas del mundo — aquellas como las de la Amazonia, la de los esquimales, o la de los gitanos- frente al salto de las industrias de la cultura? ¿Cuánto pesa el cine o los productos audiovisuales argentinos frente a los monstruos norteamericanos?

La palabra “cultura” y “civilización”, designan a un todo complejo que comprende los conocimientos, las creencias, las artes, las leyes, la moral, las costumbres y todo hábito adquirido por el hombre en calidad de miembro de una sociedad. Sin ello, una sociedad pierde su norte y sus miembros no saben ni de dónde vienen, cómo deben comportarse, ni hacia dónde van.

Si afinamos la noción de “cultura”, diríamos que ella se caracteriza por su modo de transmisión, que se lo precisa con la palabra “tradición”. Ésta podríamos definirla como lo que persiste del pasado en el presente en donde es transmitida y continúa vigente y aceptada por aquellos que la reciben y que luego cuando llega su momento, a lo largo de las generaciones, la transmiten.

La cultura de los esquimales, comprende los conocimientos, las artes, el know-how, y todos los otros hábitos adquiridos por cada uno de ellos por el hecho de pertenecer a su sociedad.

La cultura de un porteño de fines del siglo XX se enmarcaba en el uso del automóvil, de los medios de comunicación y el aprovisionamiento de productos masivos. Productos que adquiría por el hecho de estar inmerso en un medio urbano contemporáneo. Esta cultura está marcada por el fenómeno industrial que revolucionó los modos de vida así como también el régimen de producción y de transmisión de la cultura.

¿De dónde surge la globalización de la cultura?

Industria cultural y cultura-tradición

La globalización de la cultura es una consecuencia del desarrollo industrial. La ambición normal de toda industria cultural es conquistar el mercado mundial difundiendo sus producciones tanto en Estados Unidos como en Sri Lanka. Contrariamente a ello, la cultura de los esquimales o del conurbano bonaerense está estrechamente localizada y no tiene ni la ambición, ni los medios como para difundirla mundialmente. La industria se inmiscuye en las culturas-tradiciones, las transforma y a veces las destruye. Esta intrusión es origen de numerosos conflictos. Este es el punto de inflexión a analizar: las culturas ancianas se transmiten por tradición, mientras que la cultura industrial se profesa con la ayuda de la innovación.

Como un todo complejo que engloba las capacidades y los hábitos adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad, la cultura posee ciertas características.

No existe cultura-tradición que no esté ligada a una sociedad determinada histórica y geográficamente.

Una cultura no puede vivir ni transmitirse independientemente de la sociedad a la que alimenta. De manera recíproca, no existe ninguna sociedad en el mundo que no tenga su propia cultura. Las culturas aparecen como locales, singulares y diversas.

En la mayoría de los casos, cuando hablamos de cultura local lo entendemos en sentido geográfico, sin embargo hoy en día hay culturas que se encuentran dispersas por el mundo como por ejemplo, el caso de los judíos. Asimismo, en la actualidad existen culturas con orígenes geográficos determinados e identificables como el arte zen (Japón) o el bossa nova (Brasil). Una película como Jurassic Park, no tiene más que un origen reconocible: Estados Unidos y más precisamente California.

La lengua, la cultura y la identidad

En definitiva, con respecto a la globalización de la cultura, las unidades sociales están representadas por Estados-naciones o grupos étnicos dispersos por el mundo.

Ahora bien, en diferentes lugares se hablan lenguas distintas. Cultura y lengua tienen lazos muy estrechos. Las personas bilingües que participan de dos culturas lo saben bien: ciertas cosas que se expresan en una lengua no tienen equivalentes en otra. Asimilar una cultura, implica primero asimilar su lengua.

La multiplicación de intercambios a escala mundial abre un gran abanico en donde las lenguas compiten unas contra otras. De este fenómeno, surgen personas que manejan dos o más lenguas; pero también ciertas comunidades lingüísticas pierden a sus locutores en beneficio de lenguas de gran difusión que permiten la comunicación intercultural, como por ejemplo el español, el francés y por supuesto el inglés.

La lengua y la cultura están en el centro de los fenómenos de identidad. La identidad puede ser definida como el conjunto de costumbres, la lengua y la cultura que le permiten a una persona reconocer su pertenencia a cierto grupo social e identificarse con él.

Sin embargo, la identidad no está exclusivamente relacionada con el lugar de nacimiento, sino con varios factores y es más frecuente que los grupos les asignen una identidad a los individuos; es por ello que resulta pertinente hablar de identificación más que de identidad. La identificación es contextual y fluctuante.

En el marco de la globalización de la cultura, un mismo individuo puede asumir identificaciones múltiples que mueven diferentes elementos de la lengua, la cultura o la religión en función del contexto.

Esto no quiere decir, de ninguna manera, que un chino o un argentino puedan perder en un instante sus lenguas, sus hábitos alimenticios, sus costumbres, su cultura para pasar a amalgamarse perfectamente en otra entidad sociocultural. Pensar eso sería absurdo.

De hecho, la tradición, medio por el cual se transmite la cultura, se nos impregna desde nuestra infancia de manera indeleble, en el cuerpo y en el alma. Hay que tener en cuenta que esta tradición se reformula en función del contexto histórico.

Las culturas son hechas de prácticas y de creencias religiosas, educativas, alimentarias, artísticas, lúdicas.

Ellas también influyen en las reglas de organización del parentesco, de la familia y de los grupos políticos. Las prácticas y creencias concernientes al cuerpo, a la salud, a las enfermedades también ocupan un lugar muy importante. Es necesario, para transmitirlas, para asimilarlas, tomarse su tiempo, mucho tiempo.

La economía política mundial de la cultura y su industria

La actividad de las industrias culturales y de los medios de comunicación no persigue a largo plazo otros fines que los que rigen la lógica de la economía. Las empresas buscan tener ganancias.

Dentro de las industrias culturales encontramos entre otras, la industria de la ropa, de la salud, de la alimentación, etc. Todas ellas son objeto de una industrialización y de una globalización de los mercados.

Ahora bien, analicemos, por ejemplo, la industria de la alimentación. Los hábitos alimenticios están constituidos de gustos que se aprenden. Ellos estructuran los lazos de los humanos entre sí y de ellos con el mundo idealizado o el religioso. La religión o idealizaciones autorizan o prohíben el consumo de ciertos alimentos como por ejemplo el cerdo a los pueblos semitas o la carne a los que son vegetarianos. El desarrollo de las multinacionales y de las agroindustrias alimentarias a escala mundial, la globalización de los mercados de cereales, de la carne y de las bebidas tuvieron un impacto profundo sobre las identidades locales.

En el panorama mundial del cine, libros, medios de comunicación, nuevas tecnologías y de su economía, lo que más llama la atención es la extraordinaria diversidad de situaciones que se da en cada país y en el interior de cada uno de ellos.

Esto surge del hecho de que la cultura industrial en el sentido amplio de la palabra está repartido de manera desigual en el mundo.

Del lado de la producción de bienes y servicios culturales, los países industrializados del triángulo económicamente poderoso de América del Norte-Europa-Asia ejercen hegemonía sobre el resto.

Del lado de la recepción de los contenidos culturales y del consumo de ellos, encontramos en primer lugar estas mismas regiones.

En el resto de los países del mundo fue ganando terreno la industrialización de la cultura y el flujo de mercaderías a escala mundial con valor cultural. En el seno de estos países, sólo las clases más favorecidas de la población son a las que les llegan estos fenómenos.

Por lo tanto, el término globalización de la cultura es impropio si se lo entiende como una repartición de bienes culturales industrializados y mercaderías en la totalidad del planeta.

Lo que llama la atención es la extrema desigualdad entre países y dentro de ellos entre las diferentes clases sociales frente a los flujos mundiales de la cultura industrializada.

En los hechos, vemos que es un intercambio “privilegiado” entre los países más ricos.

Claramente, lo que está en juego en la hegemonía cultural y en la influencia privada sobre las industrias de la cultura, es la capacidad de los países de producir su propia cultura, y hacerla perdurar frente a las agresiones exteriores y a la invasión de mercaderías culturales exteriores.

De ello resulta que ningún partido político, ningún Estado, ni ninguna comunidad local puedan quedar indiferentes a la industrialización de la cultura. La cuestión sobre las políticas culturales a poner en marcha queda planteada frente a todas las comunidades políticas y a escala mundial.

Las políticas culturales

Las políticas culturales se basan en tres constantes.

  • En primer lugar, las industrias culturales son una rama importante de la economía. Crean empleo. La cultura en el sentido amplio (educación, comunicaciones, etc.) es un factor de desarrollo económico. El patrimonio cultural, bajo la forma de museos, monumentos, sitios históricos, paisajes, es desde luego una dimensión de la identidad, pero es también un recurso turístico.
  • En segundo lugar, el ámbito de las industrias de la cultura incluye a los medios. Estos permiten a grupos privados y al Estado controlar más o menos la comunicación cultural y la información.
  • En tercer lugar, la transmisión de las tradiciones culturales se apoya sobre el patrimonio heredado del pasado. Con el fin de conservar su identidad, las naciones deben mantener, cultivar, renovar su patrimonio. La transmisión cultural está estrechamente ligada con la educación. La enseñanza, bajo todas sus formas, es una empresa de socialización de jóvenes, de acceso al habla mediante el manejo del lenguaje y del aprendizaje de los saberes fundamentales (lectura, escritura, matemáticas, ciencias, religión, etc.) que liga a cada niño a la sociedad y a sus tradiciones.

De lo expuesto surge que en el mundo entero, los Estados son los primeros responsables de la muerte sus propios grupos culturales minoritarios. Esto no es una consecuencia de la hegemonía de los poderes industriales. Es preciso encontrar la causa de su muerte en las formas de actuar de los grupos dominantes y de los Estados. Sin embargo, es la brecha que se abre a la hora de defender cada identidad la que permite que se filtren los productos de las industrias culturales. La responsabilidad de buscar esta causa es ni más ni menos que del Estado, que es quien tiene el poder de definir la política cultural y de hacer de árbitro entre los intereses sectoriales implicados en la gestión del patrimonio y de las industrias culturales.

Consecuentemente, si observamos lo que sucede en la actualidad, podemos ver que por un lado, se evidencia una erosión rápida e irreversible de las culturas singulares a escala planetaria.

Por el otro lado, en la práctica esta erosión se encuentra limitada por elementos sólidos de las culturas-tradición y a su vez hay en el mundo una producción cultural constante, abundante y diversificada, a pesar de la hegemonía cultural ejercida por los países industrializados.

Conclusión

Como corolario de lo expuesto surge que hablar de globalización de la cultura sería un abuso. Esta expresión debería evitarse. A lo sumo podríamos hablar de la globalización de ciertas mercancías de bienes culturales (cine, audiovisual, discos, prensa, en particular revistas). Confundir las industrias de la cultura con la cultura sería tomar la parte por el todo.

Asimismo surge, claramente, que son los Estados los que deben ponerse firmes y definir la política cultural a llevar a cabo. Para poder tomar cualquier decisión, resulta imperioso:

A . Armar un capacitado equipo de trabajo con personas que representen los verdaderos valores de la nación.

B . Asignar presupuesto para analizar y estudiar exhaustivamente los fenómenos desarrollados: la cultura y la globalización.

C . Plantear objetivos a realizar.

D. Diseñar un plan y una estrategia a implementar a corto, mediano y largo plazo.

Comenzaría hoy por analizar en profundidad las siguientes cuestiones divididas en cinco ejes principales.

Primera cuestión: ¿Es necesario lamentarse la erosión de las culturas de la tradición y rechazar la situación actual? ¡Ojo con idealizar el pasado! De él debemos tomar los valores y principios para el diseño de la cultura a forjar.

Segunda cuestión: la abundancia de producciones culturales. ¿Hablamos verdaderamente de “cultura” cuando se tratan temas como el rap, los homosexuales, la tercera edad, los adeptos al fútbol, las artes marciales, etc.? Estas culturas de “nicho”, ¿están hechas para cumplir las funciones de identificación y de orientación dentro de las cuales reconocemos la marca esencial de la cultura?, ¿son capaces de servir de brújula a los individuos y a los grupos o servir de ejemplo en sus conductas?, ¿están capacitados para estructurar adecuadamente a los sujetos con el fin de alejarlos del sufrimiento y de la violencia? Es probable que contribuyan, pero ninguna por sí sola es suficiente. Son numerosos los individuos que deben, hoy, asumir su destino y encontrar el punto clave dentro de la diversidad de grupos existentes.

Tercera cuestión: el rol del Estado y de la democracia. ¿Cómo debe el Estado asegurar la cohesión social y gobernar un país cuya cultura está hecha pedazos? En este punto, dos lógicas se oponen: la de mercado y la de las elecciones políticas en pos de la cultura y la construcción de los sujetos. En el mundo en el que vivimos es muy difícil escapar de las industrias culturales, pero una cosa es fabricar mercancías culturales y otra cosa es edificar una cultura articulada, proveedora de identificación y orientación de los sujetos.

Cuarta cuestión: ¿cuál es el impacto del desmenuzamiento cultural de los otros actores sociales además del Estado (comunidades locales, familia, instituciones, líderes religiosos, asociaciones, etc.)? La prioridad que se le ha dado a la producción de cosas por sobre la producción de sujetos contribuyó a descalificar a los actores sociales y a sumergir a los individuos en la angustia. Los que más sufren este estado son las categorías sociales en decadencia y las ya decaídas. Estos sujetos llegan a descalificar al Estado y a sus instituciones y no soportan las diferencias con los otros, provocándose situaciones de violencia.

Quinta cuestión: la dimensión global. ¿Será posible, en los años que vienen, reestablecer el orden democrático de las cosas, es decir, un verdadero debate político, a escala mundial, sobre la producción cultural de las industrias y de las mercancías?

La cultura es un tema central del que debemos ocuparnos, lograr una cohesión cultural argentina es sumamente posible. Debemos siempre tener en cuenta que:

“Nada es imposible, sólo los límites de nuestra mente definen ciertas cosas como inconcebibles. Es necesario, con frecuencia, resolver varias cuestiones para admitir un nuevo razonamiento. Es una cuestión de tiempo y de límites de nuestra mente. Trasplantar un corazón, hacer volar un avión de trescientas cincuenta toneladas, caminar en la Luna, seguramente, ha demandado mucho trabajo, pero sobre todo imaginación. Entonces, cuando nuestros científicos tan sabios declaran imposible trasplantar un cerebro, viajar a la velocidad de la luz, clonar un ser humano, finalmente me digo que ellos no han aprendido nada de sus propios límites, aquellos de considerar que todo es posible y que es una cuestión de tiempo, el tiempo de comprender cómo es posible.”

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