José Francisco de San Martín

José Francisco de San Martín

José Francisco de San Martín, el menor de cinco hermanos, nació en 1778, en Yapeyú, hoy provincia de Corrientes. Sus progenitores eran oriundos del antiguo reino de León, y se instalaron en dicha localidad cuando el padre fue nombrado teniente gobernador de la misma.

Siendo José aun pequeño, los San Martín se trasladaron a España, donde el niño ingresó al Seminario de Nobles de Madrid, a los once fue cadete del regimiento de Murcia y en poco tiempo tomo parte activa en numerosos combates. Durante la guerra entre España y Francia tuvo una actuación destacada, alcanzando el grado de Teniente Coronel y una condecoración por su heroico desempeño.

Por aquel entonces, el joven José había tomado contacto con círculos liberales y revolucionarios que veían con simpatía la lucha por la emancipación americana, fiel a sus orígenes pidió el retiro del ejército español, y en  1812  emprendió el regreso a su tierra natal. Decisión al parecer paradójica, ya que desde los trece a los treinta cuatro años, había defendido con la espada, la independencia de esa misma España contra el invasor.

A poco de llegar a Buenos Aires se le encomendó la creación de un regimiento para custodiar las costas del Paraná asoladas por los ataques de los españoles, así nació el regimiento de Granaderos a Caballo. San Martín creó también la Logia Lautaro, una sociedad  secreta cuyos objetivos principales eran el logro de la Independencia y la Constitución Republicana.

Por entonces, Don José, participaba de las selectas tertulias porteñas, la más famosa era la de Don Escalada y su esposa Tomasa. En estos eventos sociales surgió el romance con Remedios, la hija de estos. Cuando se casaron el tenía 34 años y ella 15, tuvieron una sola hija, Merceditas.

En febrero de 1813 los Granaderos de San Martín entraban por primera vez en combate frente al Convento de San Lorenzo, en Santa Fe, el triunfo fue total y el prestigio del ahora coronel San Martín crecía sin cesar. Fue así que en 1814 tomo el mando del ejército del Norte en reemplazo del General Belgrano, y considerando que sería inútil insistir en la lucha por la vía del Alto Perú, delineo una nueva estrategia militar consistente en cruzar la cordillera, liberar a Chile y de allí marchar por barco para tomar el bastión realista de Lima.

Nombrado gobernador de Cuyo, comenzó los preparativos para su ambicioso plan sin descuidar las tareas de gobierno. Fomentó la educación, la agricultura y la industria y creó un sistema impositivo igualitario.

A principios de 1817 comenzó el heroico cruce de los Andes, durante muchos tramos San Martín debió ser trasladado en camilla debido a los terribles dolores provocados por la úlcera.

«Compañeros del Ejército de los Andes: La guerra se la tenemos que hacer como podamos: si no tenemos dinero; carne y tabaco no nos tiene que faltar. Cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con la bayetilla que nos tejan nuestras mujeres y si no andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios, seamos libres y lo demás no importa. Compañeros, juremos no dejar las armas de la mano hasta ver el país enteramente libre, o morir con ellas como hombres de coraje.»

A poco de cruzar los Andes, las fuerzas patriotas derrotaron a los españoles  iniciando de esa forma la independencia de Chile.

San Martín completa su plan cuando  se embarca rumbo a Perú, acosa al virrey De la Serna y logra su rendición, obteniendo la independencia de ese país, en julio de 1821.

Nombrado Protector del Perú, con plena autoridad civil y militar, abolió la esclavitud, la mita y el yanaconazgo, garantizó la libertad de imprenta y de culto, creó escuelas y la biblioteca pública de Lima. Enfrentó graves dificultades financieras, y por ello una población en creciente descontento, pero pese a las mismas controló la situación y logró la rendición de los realistas del Sur y del Centro del Perú.

Mientras San Martín llevaba adelante su campaña, desde el Sur el patriota venezolano Simón Bolívar, lo venía haciendo desde el Norte, los dos libertadores se reunieron en 1822 celebrando la famosa entrevista de Guayaquil, en Ecuador. Había entre ellos diferencias políticas y militares, mientras San Martín era partidario de que cada pueblo liberado decidiera su futuro, Bolívar estaba interesado en controlar personalmente la evolución política de las nuevas repúblicas. El otro tema polémico fue quién conduciría el nuevo ejército libertador que resultaría de la unión de las tropas comandadas por ambos. San Martín tomó la drástica decisión de dejarle sus tropas a Bolívar, regresó a Lima y renunció a su cargo de Protector del Perú.

«La presencia de un militar afortunado, por más desprendimiento que tenga es temible a los estados que de nuevo se constituyen. Por otra parte ya estoy aburrido de oír decir que quiero hacerme soberano. Sin embargo siempre estaré a hacer el último sacrificio por la libertad del país, pero en clase de simple particular y no más. En cuanto a mi conducta pública mis compatriotas dividirán sus opiniones; los hijos de éstos darán el verdadero fallo.»

Luego pidió autorización para regresar a Buenos Aires, deseaba reencontrarse con su esposa que estaba gravemente enferma. Rivadavia, ministro del gobierno unitario, se la negó, no obstante decidió viajar, pero a su llegada Remedios había muerto.

El país, luego de su independencia, sufría arduas luchas intestinas entre unitarios y federales, San Martín había apoyado a los caudillos del interior y desobedecido la  orden del gobierno unitario de reprimir a los federales. Difamado y amenazado por este ultimo, desalentado por el derramamiento de sangre argentina y no queriendo ser parte de ello, marcho con su hija a Francia.

Merceditas tenía siete años y recién ahora conocería de verdad a su padre, el tenía 45 años y era Generalísimo del Perú, Capitán General de la República de Chile y General de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

En el exilio, el Libertador atravesó una difícil situación económica, no recibía aportes del gobierno argentino,  Perú y Chile no le pagaban regularmente los sueldos como general retirado, vivía de la escasa renta de una casa en Buenos Aires y de la ayuda de algunos amigos.

Murió en agosto de 1850, en su testamento pedía  descansar en Buenos Aires, su voluntad se cumplió en 1880, cuando el presidente Avellaneda recibió los restos del Libertador.

Su trayectoria vital despertó voces benevolentes o maledicientes hasta comienzos del siglo XX. El endiosamiento del prócer y sobre todo la militarización de su figura comenzaron, cuando gobiernos militares lo canonizaron en su propio beneficio y oficializaron su culto.

Recordado y reconocido por los argentinos como el “Padre de la Patria”,  por su acción militar y su lucidez política, libre de ambiciones personales espurias, es símbolo de los ideales de libertad.

Por encima del militar, fue un hombre austero y sereno,  tenaz y metódico, un luchador de principios nobles  e ideas liberales europeas, un defensor de los derechos humanos y de los principios de igualdad.