ADRIÁN CAETANO en Clase Ejecutiva (marzo 2017)

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ISRAEL ADRIÁN

CAETANO “ ESTRENÓ EL OTRO HERMANO,

UN POLICIAL CON TRASFONDO POLÍTICO AMBIENTADO EN UNA

Es mejor fracasar en algo propio que andar triunfando con recetas ajenas

ARGENTINA

POSAPOCALÍPTICA, DONDE UN EXREPRESOR Y UN EMPLEADO PÚBLICO ENCARNAN

LAS DOS CARAS DE UN PAÍS EN EL CUAL IMPERA EL SÁLVESE QUIEN PUEDA.

ES

TIEMPO DE BALANCE PARA EL

DIRECTOR: SE CUMPLEN

25

AÑOS

DE SU PRIMER CORTO; DOS DÉCADAS DE SU DEBUT COMERCIAL CON

PIZZA,

BIRRA, FASO, QUE LA CRÍTICA SEÑALA COMO FUNDACIONAL DEL

ARGENTINO; TUMBEROS,

Y

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NUEVO CINE

AÑOS DE LA MINISERIE

QUE CONSAGRÓ LA TEMÁTICA

MARGINAL EN EL PRIME TIME TELEVISIVO.

Txt: Andrea del Rio Phs: Antonio Pinta

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N “Nosotros somos los que arden. Los que, por el deseo de arder, renuncian al agua de la vida y van en busca del fuego”. Un afiche tipográfico con esa frase se descascara en el frente rugoso de Falena, la librería y galería de arte a puertas cerradas donde Clase Ejecutiva citó a Israel Adrián Caetano. Antiguo hogar-taller de un artista plástico, esa casona de techos altos, patio escondido y terraza verde, es un refugio de calma en una esquina de Chacarita. Cada semana, su fachada de ladrillos a la vista recupera alguna cita, alguna pluma, alguna obra literaria tan exquisita como fuera de manual. Que esa máxima de Yalal al-Din Rumi (poeta místico persa del siglo XIII) enmarque la entrevista al cineasta que fundó, con Pizza, birra, faso, el movimiento conocido como Nuevo Cine Argentino, hace exactamente 20 años, se siente tan fortuito como natural. Porque es uno de los pocos referentes de su generación que logró constituir un corpus de obra fiel a sí misma, tanto en el cine (Bolivia, Un oso rojo, Crónica de una fuga, Francia) como en la televisión (Tumberos, Disputas, Prófugos, El marginal). El otro hermano, tu nueva película, está basada en Bajo este sol tremendo, la novela de Carlos Busqued que, en 2008, fue finalista del premio Herralde. En esa ocasión, el autor expresó que el trasfondo del relato es el aburrimiento que le inspiran las personas normales. ¿Eso te atrapó de la historia? Me atrapó que lo que en apariencia es el trámite burocrático de un empleado público para cobrar un seguro y luego un subsidio –todo lo que puede pretenderse hoy como un lugar seguro, que es tener un sueldo del Estado–, escondía atrás un montón de cosas extremadamente complejas y

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perversas. Lo que más me gustaba es que, si bien no es precisamente un hombre común el protagonista, sí lo es ese submundo donde es habitual hacer trámites para tener algún beneficio económico del Estado. Detrás de lo que parecía algo sencillo e inofensivo, se esconden personajes oscuros y un comportamiento social y cultural mucho más complejo de lo que parece. ¿Viste la película en cuanto leíste la novela? Leí la novela hace varios años. Ya en ese momento me había fascinado el mundo que retrataba pero, a contramano de lo que muchos señalaban, me costaba ver una película en esa historia tan

“MÁS QUE TENER UNA FASCINACIÓN O MORBO POR LO MARGINAL, ME PARECE UN LUGAR LÍCITO PARA MIRAR A LOS DEMÁS: IRME LO MÁS ABAJO QUE PUEDO PARA MIRAR HACIA ARRIBA”.

intrincada. A mí no me interesa hacer películas contemplativas sino donde los personajes sean de acción. No que se anden tirando de helicópteros, necesariamente, pero sí que se muevan. La releí unos años después y ahí detecté una historia chiquita: un tipo que va a tramitar el cobro del seguro por el asesinato de su madre y su hermano hasta que, para ganar más dinero, termina convirtiéndose en cómplice de unos criminales que secuestran gente para cobrar botines. Esas particularidades fueron lo que más me interesaron de la novela, porque no quería quedarme solamente con la parte policial de la historia. El planteo de fondo es que todos somos potencialmente corruptibles, en particular cuando se trata de sacar alguna ventaja económica del Estado. ¿Eso te resonó vigente? La película transcurre en un pueblo medio posapocalíptico, donde ya el Estado está disuelto y la gente sobrevive como mano de obra desempleada. Me parece que es una instancia posterior a lo que conocemos, con una sociedad absolutamente corrupta donde el héroe no es precisamente un bueno sino, simplemente, el menos malo. Hay una cosa muy opresiva en la película que tiene que ver con el Estado pero, también, con quiénes ejercen esa autoridad del Estado: un militar retirado, un empleado público al que despidieron, un hijo abandonado por el padre. Hay una gran orfandad de los personajes frente a un Estado que es omnipresente y, por otro lado, no funciona ni imparte Justicia: es un lugar del cual todos roban para subsistir. Eso, para mí, es bastante posapocalíptico como sociedad. Si bien la película ocurre en un pueblo pequeñito perdido en el Chaco carece, por decisión propia, de planos de paisajes. El resultado es claustrofóbico, como metáfora de una sociedad donde no hay ley o, en todo caso, en vez de estar en manos del Estado está en manos de gente absolutamente corrupta. Esa presencia ausente del Estado está explícita en un cartel que anuncia la construcción de un polo científico en ese pueblo abandonado de la Argentina profunda. ¿Cualquier parecido con la actualidad es pura coincidencia? Eso es lo posapocalíptico: edificios que no están destruidos por bombas sino que son obras del Estado que nunca se terminaron. Hay, también, una comisaría de mala muerte donde sólo está un policía que hace los trámites, una morgue donde los cuerpos se tapa con nailon negro... Todo indica que ahí pasó algo, que se trata de un pueblo donde parece haber habido una promesa de sociedad mejor, estatal o socialista, si se quiere, pero finalmente eso no ocurrió y ahora rige la ley del más fuerte. O la del más cruel. Uno de los protagonistas es un exmilitar y represor que califica como mano de obra desocupada. El otro, un empleado público que tiene el raro mérito de haber sido

despedido por vago. ¿Considerás que son personajes paradigmáticos? Creo que sí. Son como dos caricaturas de lo que uno cree de estos personajes que son muy cercanos, en algún punto, a nosotros. Hay un imaginario popular ahí: un exmilitar, súper cruel, mano de obra desempleada, que no tiene ningún reparo en seguir operando como antes, orgulloso de haber torturado y matado gente, claro que llevado al extremo; y, por el otro lado, el empleado público como el extremo de la vagancia, una persona que no hace nada en ningún momento. Los dos son estereotipos llevados al extremo del imaginario popular. En la película, parece que esta gente no tiene otra salida más que ver si se puede sacar un subsidio, secuestrar gente, ser muy cruel. En un momento, un personaje le pregunta a otro si no pueden ir presos por esas estafas al Estado, y la respuesta es: “¿En qué país vivís?”. Me parece que eso funciona, más que como algo coyuntural de lo que es la Argentina hoy, como una realidad que le toca a cualquier país de Latinoamérica. ¿Dirías que funciona como metáfora de las cuentas pendientes de la Argentina desde el regreso de la democracia? Sí, pero también hay algo antropológico, sobre la maldad de las personas. Me parece que lo social es ese marco eterno, suspendido en el tiempo, como una película de zombies donde cada uno está resistiendo como puede. Es una mirada nihilista, muy cruel. La película, como la novela, escarba en la maldad infinita, inconmensurable. Creo que es el peor fantasma de lo que le puede pasar a un pueblo, con ese estilo de vida peor que el Far West, porque ni siquiera es la ley del más fuerte, donde viene un justo a impartir Justicia: es la ley del más cruel y el personaje que viene de afuera, en vez de combatir eso, se suma. Y, si bien al final muere el que uno quiere que muera, no gana el que uno quiere que gane porque, en realidad, todos son un poco lo mismo. No sé si la película habla de cuentas pendientes porque no propone una solución para esa sociedad perversa, pero que funciona. Porque ahí todos ganan su dinero: si bien parece ser gente miserable, no parece ser gente pobre. La película permite abordar un montón de temas, pero no me siento con ninguna autoridad moral para reclamarle cuentas pendientes a nadie, mucho menos a la democracia. Todos los días entiendo un poco más lo que significó el Proceso Militar y la Dictadura acá. No es que no termino de saber qué pasó, sino que estoy tratando de entender qué nos pasa todavía, como sociedad. Ahí sí hay cuentas pendientes, de definir y tener en claro qué fue eso, realmente, para seguir adelante. Todavía se sigue cuestionando si estuvo bien o estuvo mal, y eso me parece un delirio. Por eso no me parece un delirio que pueda existir un pueblo como el Lapachito de la película, donde la ley está en manos de un militar retirado.

Hasta ahora, la mayoría de tus historias, en cine y televisión, se centraban en temas y personajes arquetípicamente urbanos pero viviendo en las orillas de la civilización. Con esta película, ponés el foco en el “pueblo chico, infierno grande”. ¿Te cansaste de lo marginal como tu nicho temático? Yo ese nicho lo abandoné hace más tiempo del que la gente supone. Creo que lo último que hice con eso, concretamente, fue Tumberos, en 2002. No había una intención de quedarme en ese nicho, sino que trataba de tener una mirada interesante sobre el tema. Sí es verdad que hubo un momento en que eso tenía una fascinación casi comercial. Ya di mi opinión: filmé una serie y algunas películas, pero después me fui a indagar otras cosas. A mí lo que más interesó de El otro hermano fue que los protagonistas también son marginales de la ley, como en Bolivia, en Francia, en Crónica de una fuga. Aunque, a diferencia de las otras películas, donde los personajes tenían esperanza de estar mejor, es lo contrario: impera la crueldad en tanto estar mejor a costa del otro. ¿Por qué elegiste a Leonardo Sbaraglia y Daniel Hendler para roles tan distintos de los

DE CULTO En 2008, Bajo este sol tremendo, del debutante Carlos Busqued, participó del XXVI Premio Herralde de Novela. Si bien no resultó ganadora, el sello editor (Anagrama) decidió que la publicaría. Se convirtió en un fenómeno de culto. Por mérito propio y también porque su autor resultó ser un outsider del mainstream literario cuyo estilo incendiario y polemista lo instaló como un escritor maldito. Fiel a su estilo, en su cuenta de Twitter (@unmundodedolor) despotricó contra la adaptación cinematográfica filmada por Caetano. A propósito del estreno, Riverside Agency, distribuidora del sello español en la Argentina (así como de Blume y Taschen), anunció la reimpresión de la novela, que volverá a las librerías en abril.

que habitualmente abordan? Hendler tiene algo muy interesante, y difícil de encontrar en otro actor, que es su registro de inexpresividad y parquedad. Además, hizo un laburo fantástico con su cuerpo, engordó mucho, transmite eso del sedentario que no hace absolutamente nada. También conocía a Leo y su sentido del humor, y me parecía que era el mejor para dotar a su personaje de un cinismo exasperante. Porque, aunque parezca mentira, en ese universo de súper crueldad, es el único que le da un respiro al espectador. Hay un antagonismo extraño entre un tipo al que parece no importarle nada y el otro que parece estar siempre atento, al palo, viendo dónde está el negocio. En esa Argentina posapocalíptica, hay una tercera figura, la del chatarrero interpretado por Pablo Cedrón, que puede leerse como una parábola del emprendedurismo criollo en tiempos de crisis extremas... Ese personaje es otro marginal, que compra y vende porquerías. En verdad, en ese pueblo todos parecen vivir de la basura de los demás. El rol de las mujeres es el de víctimas de abandono, secuestro, violación, asesinato. ¿Por qué parece ser un destino común para ellas en tu filmografía? En este caso, la relación de afecto más cercana que tienen los protagonistas son insectos, que son los únicos que sobreviven al calor en ese pueblo y lo harían ante un apocalipsis; y también un axolote, un animal que no hace absolutamente nada. Me parece que, más que un acercamiento a la vida, esos bichos son una prolongación de los protagonistas. No sé si es algo que pasa en la mayoría de mis películas, pero esta sí era la ideal para que no hubiera ningún tipo de amor. En esta historia, las mujeres son abandonadas, despreciadas, castigadas, maltratadas, violadas. En esa sociedad cruel que propone la película, es lógico. Pasa con los niños también. En realidad, todo lo que es débil es despreciado y está destinado a sucumbir. Se cumplieron 25 años de tu primer corto, Visite Carlos Paz; dos décadas de tu debut comercial con Pizza, birra, faso, que la crítica señala como iniciadora del Nuevo Cine Argentino (NCA); 15 de la serie Tumberos, que consagró la temática marginal en el prime time televisivo. ¿Qué balance hacés? No, no hago balance porque todavía me falta sacarme las ganas con un par de películas. Tengo una perspectiva que me hace huir todo el tiempo de esa cosa marginal y oscura, que me sale bien... Más que tener una fascinación o morbo por lo marginal, me parece un lugar lícito para mirar a los demás: irme lo más abajo que puedo para mirar hacia arriba. Para mí, no estoy encasillado con lo marginal. No sé lo que piensan los demás (sonríe). En 2016 tu nombre volvió a estar asociado a un éxito televisivo: escribiste El marginal, la

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CAETANOXCAETANO

Agradecemos a Falena Librería-Cava-Terraza la colaboración prestada para la realización de esta entrevista.

miniserie de Underground, que fue un éxito en la Televisión Pública y llegó a Netflix. Y este año vas a dirigir la miniserie Sandro de América, para Telefe. ¿Cómo explicás el hecho de que seas uno de los pocos referentes del NCA que también triunfa en la pantalla chica? Van cambiando los tiempos, van cambiando los formatos. Ahora empecé a pensar series de televisión, cosa que había dejado de hacer. La tele cambió. Ahora, para mí es un espacio mucho más libre que antes. ¿Por “antes” te referís a cuando hiciste Tumberos (2002) y Disputas (2003), ambas con Ideas del Sur, de Marcelo Tinelli? Ahí tuve la suerte de tener espacios de libertad, pero después la tele volvió a su modus operandi habitual. Pero ahora, con esto del streaming y cadenas como Netflix, Amazon, Turner y DirecTV, se abren espacios donde uno puede volcar la educación cinematográfica que logró con el tiempo y ejercer una mirada más madura. La oferta de la televisión local sigue con esas fórmulas que le resultan. Pero ahora uno puede volcar sus ideas en esos espacios que se generaron. Empezaste con productores locales, como Ideas del Sur. Y luego saltaste al mainstream, al trabajar en proyectos de Turner y Amazon. ¿La televisión es un espacio de libertad para un cineasta como vos? La libertad es algo que se termina ganando uno. Ahora no es que hay una libertad absoluta porque no es posible en términos de comercialización de una idea. Pero sí hay un lugar donde ir a propo-

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ner. He visto series que se han hecho con un nivel creativo y narrativo que escapa a la media de la tele de aire. Son espacios que hay que aprovechar, siempre viendo qué deja uno a cambio de qué. Pero pueden ocurrir esos espacios de impunidad, que es el ideal para cualquier director: “Hacé lo que quieras. Nosotros te bancamos”. Aunque también eso es un vértigo enorme, porque tampoco sé si tengo ganas de hacer lo que quiero: estaría bueno hacer algo en conjunto. Siempre, en la televisión, el poder creativo es algo por lo que los productores bregaron y consiguieron, por imposición muchas veces: “Soy el productor, soy el dueño de la idea y así es como funciona”. En el cine hay productores-dueños pero, en general, el patrimonio intelectual o artístico de la película está en manos del director. En la tele, los productores hicieron su camino, instalaron una marca y una forma de contar, a tal punto que hay muchas series de las cuales nadie recuerda quién las dirigió, como Breaking Bad. Creo que la mejor manera de lograr un producto interesante y con un propuesta artística diferente es que productor, director y actor estén cada uno en su rol. Y no, como ha sucedido, que los productores impongan una rúbrica generalizada y una producción estandarizada. Cuando eso ocurra, la televisión se va a terminar de convertir en un espacio donde los directores también puedan ir a contar sus historias y no donde sean solamente gente contratada para contar las historias de los productores. ¿Alguna serie en particular te decidió a volver a escuchar ofertas para hacer televisión?

Ninguna, pero veo un estándar de calidad en la actuación, en la forma de ser filmadas, en los tiempos que se toman, que habla de un interés de los productores por convocar a realizadores de cine, que tienen un parámetro de calidad muy por encima de lo que es la media de televisión de aire en la Argentina. Y cuando hablo de directores hablo de autores que puedan ir a la tele a contar lo que piensan del mundo en una serie. Cuando hice Tumberos tenía muy presente Twin Peaks y Six feet under. Después no volvió a pasarme porque los productores locales no se animan a despegarse, no sé si es por ego, de ciertas fórmulas. ¿Por qué faltan series de autor? A veces no sé si no son los mismos realizadores quienes se reprimen para entrar en caja... Capaz que pongo muy arriba la imagen del productor y son los directores quienes tratan de hacer algo estándar para gustarle a los demás. Me parece que los directores tienen que perder el miedo a proponer algo personal. El espacio está y hay que ocuparlo, no resignarlo. Es mejor fracasar en algo propio que andar triunfando con recetas ajenas. Dijiste que el consumo de series en streaming generó un espectador merquero, adicto. ¿Qué supone ese cambio cultural para un director? Creo que hay que aprovecharlo para proponerle cosas más interesantes a la gente. Cada vez que fui a la televisión a ofrecer algo, eran ideas propias. Hasta ahora me han dicho que nos les interesa ninguna (sonríe), porque iban un poco a contramano de lo que estaba ocurriendo. Pero nunca me he puesto a pensar algo que a los productores les

pueda gustar: no me sale. Hay cosas que no sé hacer ni, a esta altura de mi vida, creo que pueda aprender. Me interesa el cine y la televisión popular, que la gente entienda, vea y se divierta. Pero no me interesa lo populista o demagógico. Hasta ahora, no he podido hacer ‘mi’ serie en la televisión, algo por lo que estoy bregando y ojalá ocurra en algún momento. ¿Hacer series televisivas por encargo te paga los gastos para que te des los gustos en el cine? Me paga los gastos par que me de los gustos de la vida (sonríe). Porque todavía nunca pude producirme. Nunca hice mucho dinero con el cine, más que para tener una vida digna y decente. Cuando te contratan, no es lo mismo: vas, ponés la cámara. Pero cuando es un proyecto propio, trabajás 20 veces más, te involucrás de otra manera. Sí: la televisión me permite hacer una película propia, chiquita, personal y no ganar dinero. También la paso bien laburando por encargo: me divierte trabajar para la idea de otro porque me da mucho training estar con otros equipos técnicos. Disculpame, no me quedó claro por qué creés que sos uno de los pocos de tu generación que dio el salto, con éxito, a la televisión... No sé... Me crié viendo otro cine y otra tele. Mi primera experiencia en televisión fue como director suplente en Magazine For Fai, algo que me dio un entrenamiento importante en mis inicios. Después hice un telefilme para Canal 7. Y luego llegó Tumberos. O sea, la televisión no me fue tan ajena. Me siento más cómodo haciendo películas, obviamente, porque los tiempos, la dinámica, los lenguajes y el espectador son distintos. Pero cuando un director de cine pisa la tele, como pasó con Okupas (de Bruno Stagnaro) y Los simuladores (de Damián Szifron), marca la diferencia de inmediato. ¿Cómo definís tu arco creativo entre Tumberos y El marginal? Me llamó Sebastián Ortega para escribir la miniserie. Yo no tenía ganas de hacer una radiografía de la marginalidad, sino que lo que más me interesó fue contar la pequeña historia del policía preso al que le encomiendan la misión de infiltrarse en una cárcel para resolver un secuestro. El mundo donde transcurre la historia es un marco conocido para mí, ya viejo en mi carrera, incluso. Pero, por suerte, pude plasmar ahí el género que me interesaba abordar, como en El otro hermano: un policial con un personaje y una misión. En Tumberos, el guión era secundario: importaban más la realización, la trama y los personajes. El marginal es más estándar, si se quiere, en términos de pertenencia a la tele, con un formato pequeño y caras famosas, mientras que en Tumberos éramos una banda de desconocidos que proponía algo delirante para el momento. Mi arco tiene que ver con que toda esa etapa de

1997 PIZZA, BIRRA, FASO Marcó el debut oficial de Caetano y el nacimiento formal del Nuevo Cine Argentino. Codirigida con Bruno Stagnaro, fue filmada con bajo presupuesto y actores debutantes. Fue la primera en abordar los efectos sociales del neoliberalismo y, de algún modo, anticipar la crisis de 2001.

2002 TUMBEROS La miniserie, emitida por América TV, alcanzó picos inéditos de rating (20) para la señal. Fue filmada en la excárcel de Caseros y mostró la trama de corrupción política y violencia institucional del sistema penitenciario con una crudeza visual inédita en la pantalla chica argentina.

2016 EL MARGINAL Significa su regreso a la televisión como guionista. Es una miniserie policial de la productora Underground, de los hermanos Luis y Sebastián Ortega. Se alzó con 13 premios Tato, incluido el de Mejor Programa de 2016. Desde octubre pasado está disponible en Netflix. La segunda temporada está en pre-producción.

2002 UN OSO ROJO Protagonizada por Julio Chávez, consagró a Caetano como director de películas de género. Es una suerte de western del conurbano bonaerense, con un exconvicto como el antihéroe que comprueba la crueldad de una sociedad que no está dispuesta a darle la oportunidad de redimirse.

2011 NK El documental sobre Néstor Kirchner tuvo un derrotero no exento de polémicas y desprolijidades. Tras ser desplazado como director del proyecto, una versión preliminar se difundió online y obtuvo la bendición de la expresidenta Cristina Fernández, para luego emitirse por Telefe. Caetano despotricó en la redes sociales porque no era su corte final, que finalmente subió a YouTube.

2017 SANDRO DE AMÉRICA Al cierre de esta edición, Caetano ultimaba los detalles de su participación como director de la miniserie que retratará la vida del popular cantante y actor argentino. Producida por The Magic Eye para Telefe, se anunció que Antonio Grimau interpretará al ídolo en su adultez y que Eugenia China Suárez ocupará el rol de Susana Giménez.

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brainstorming delirante ya la incorporé, pero no está por sobre todas las cosas: a mí me interesa más contar historias y poder dotarlas de algo creativo que al revés. Antes, me importaba más lo que tenía para decir que cómo lo decía. Vas a dirigir la miniserie Sandro de América... Me interesa mucho el personaje, porque veo a un tipo que salió de un lugar ignoto y llegó a un lugar increíble a base de perseverancia y talento. Nunca había abordado la historia de un hombre que persigue sus sueños y los hace realidad. Siempre me interesaron esos personajes del cine que consumí de chico, que era el yanqui. Me gustan mucho los finales felices, pero uno no los puede crear a base de capricho. Y me parece que este es el personaje ideal para que yo cuente, al final, la historia de alguien que triunfa. Alguna vez dijiste que naciste en “un hogar obrero y culto” de Montevideo. ¿Considerás que ese origen te marcó como director? Éramos los cinéfilos de la época, de ir muchísimo al cine. También jugaba a la pelota y andaba callejeando, como un pibe normal. Pero de muy pequeño me fasciné con el cine como el lugar de imaginación más grande que tenía después de la lectura. Era un gran contador de las películas que veía, no como crítico sino como reseñador, para mi tía y amigos, por ejemplo. Siempre quise escribir, pero lo hacía muy mal porque me ganaba lo visual y no tenía una prosa interesante. Nunca dije: “Voy a ser director de cine”. Pero, cuando me salió, no me pareció raro. Mi viejo fue proyectorista cuando era joven y veíamos un montón de películas. De alguna u otra manera, siempre tuve la inquietud de contar historias. Hasta que apareció el cine y me dio esa oportunidad. No sé que hubiera sido de mí si no hubiera hecho películas... Se dice que tenías un futuro promisorio como arquero en tu Uruguay natal... Sí, pero abandoné de joven (sonríe). Ser jugador de fútbol es mucho más difícil que hacer películas: hay una exigencia gigante, tienen una vida muy sacrificada, es una carrera corta y de mucha presión. Tuve la suerte de que, viniendo de un lugar muy humilde, pude dedicarme al cine. Mi primera cámara la tuve a los 18 años. Hasta esa edad, nunca había filmado: lo único que había hecho había sido ir mucho al cine. A mí me costó mucho, en lo personal, constituirme como director de cine. Empecé a darme cuenta que podía vivir de esto después de Tumberos. Es que hice Pizza y estuve parado como cinco años –trabajando como camarógrafo, asistente de producción y dirección– y en un año se estrenó Bolivia, Un oso rojo y Tumberos. Ahí empecé a ver retrospectivamente cómo había llegado a este lugar. Al principio, me consideraba un paracaidista, alguien que había tenido un éxito de suerte nomás. Pero, viendo para atrás, resultó ser una consecuencia natural.

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“CUANDO UN DIRECTOR DE CINE PISA LA TELEVISIÓN CON UNA SERIE, MARCA LA DIFERENCIA DE INMEDIATO. HAY QUE APROVECHAR EL STREAMING PARA PROPONER HISTORIAS MÁS INTERESANTES”. Me parece que hay una cuestión socioeconómica y cultural que lo confina a uno a que, si viene de un lugar humilde, sea visto como que no tiene mucho que ver con el arte. Y es real, porque la mayoría de la gente que hace cine no viene de estratos bajos. Pero empiezo a darme cuenta que no podría haber sido otra cosa que lo que soy. ¿Es cierto que sos un director autodidacta? Hice un curso de guión que me ayudó. Pero después, en lo que hace a dirección, no es más que lo que uno ve, piensa que ve y quiere ver. Nunca aprendí a manejar una cámara de 35 milímetros ni las de ahora tampoco. Nunca me interesó la parte técnica de este trabajo, total hay gente que la puede hacer por uno. Sí me interesa escribir mis historias. Ese curso de guión fue la única capacitación académica que tuve. ¿Seguís viendo cine en el cine? No tanto. Debo decir que es mi pecado (sonríe). Me puse muy fóbico con las multitudes, porque los cines de ahora están muy llenos. Voy a las funciones de la mañana o del mediodía. Igual, la ofer-

ta que hay en salas no me termina de llenar: extraño que haya más diversidad. Me aburren mucho las películas de superhéroes. El cine que a mí me gusta no está en otra pantalla que no sea la tele o la computadora. Gracias a Dios tengo un videoclub cerca de donde vivo, por Villa del Parque. Y también una videoteca gigante en casa, hasta de películas en VHS que no están en Internet, que no las conseguís ni pagando. ¿Se viene el Cine Club Caetano? ¡No! (sonríe). Con que lo hereden mis tres hijos, alcanza. Ahora están con el teléfono todo el día. Habrá que ver cómo se combate... No sé si es una tecnología que se pueda utilizar a favor porque es enemiga número uno de los libros y las películas. ¿Es cierto que fuiste obrero metalúrgico y delegado de la UOM? ¡Fue hace añares! Empecé de muy chico en una fábrica, hasta los 20 años. Cuando vino una crisis económica enorme, la del ‘89, me quedé sin trabajo, conocí a alguien que tenía una cámara de video y empecé a escribir guiones. Sé que sos muy futbolero, hincha de Peñarol e Independiente. ¿La pelota no se mancha? ¡Es un desastre! Independiente está en un limbo, todavía no termina de asimilar el descenso. Y en el fútbol argentino hay una cosa caótica. Antes imperaba un orden, mal o bien, con Humberto Grondona. Ahora hay una acefalía enorme. En los momentos de transición, la gente cree que salir es sólo correr para adelante, pero a veces también es quedarse quieto y hacer un análisis de la situación. Muchas veces se dice que, no importa lo que pase, hay que seguir avanzando, pero a veces sólo te espera el precipicio y no la salida. ¿Y que Hugo Moyano y Marcelo Tinelli estén involucrados en tu club y en la AFA? Mmmm, no sé. Siempre tengo esperanza de que las cosas mejoren, y más con el fútbol. Creo que los dirigentes no están encontrándole la vuelta. La pasión del hincha es lícita: sea Tinelli o Moyano, cualquier hincha tiene derecho a postularse. Soy socio de Independiente: si hiciera carrera política, en 10 años me postulo. Están ahí porque la gente los vota, así que no me parece nada anómalo. Tenés un comportamiento pendular en las redes sociales. ¿No te copan? Voy y vengo. Me aburren, en realidad. Usaba mucho Twitter en la época del documental de Kirchner porque era el único lugar donde tenía exposición para poder reclamar mis derechos. Hoy no lo necesito tanto. ¿Qué es lo que nadie te preguntó, todavía, sobre la polémica por el documental sobre Néstor Kirchner? Me preguntaron todo. Y los que no me preguntaron, dijeron huevadas de todo tipo. Estoy orgulloso de ese laburo: lo veo y me entretiene. No tengo nada que reprocharme.◆


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