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Los niños de Llullaillaco

"La Doncella". Uno de los tres niños que se encontraron congelados (liofilizado) como ofrenda inca
en la cima del Volcán Llullaillaco.

Museo de Arqueología de Alta Montaña de Salta, lugar que resguarda las momias incas.

Vista del volcán Llullaillaco


Ajuar encontrado junto a los niños del Llullaillaco.


 
 

"El Niño".
 

Estatuilla de plata del ajuar funerario

La niña del rayo.


Las Momias de Llullaillaco, también llamadas Niños de
Llullaillaco y Niños del volcán, son los nombres con que se conocen
los cuerpos de tres niños sacrificados por
los incas excepcionalmente conservados por alrededor de
quinientos años. Fueron hallados a una altura de 6739 m s. n.
m. (22 109 pies) cerca de la cima del volcán Llullaillaco, en el oeste
de la provincia de Salta, noroeste de Argentina. Actualmente se
encuentran en exhibición en el Museo de Arqueología de Alta
Montaña de Salta.
Desde mediados del siglo XX se conocía, por los relatos de
montañistas, la existencia de ruinas precolombinas en ese punto
inhóspito de la cordillera de Los Andes. A casi 50 años de esos
primeros descubrimientos se realizó una expedición financiada por
la National Geographic Society y apoyada por autoridades
provinciales y departamentales. En un trabajo mancomunado,
montañistas y arqueólogos argentinos y peruanos, bajo la dirección
del antropólogo estadounidense Johan Reinhard y la arqueóloga
argentina Constanza Ceruti, sacaron a la luz lo que escondía
celosamente el sitio arqueológico más alto del mundo.
En marzo de 1999 fueron encontrados los cuerpos de un niño de
siete años («El niño»), una niña de seis («La niña del rayo») y una
adolescente de quince años («La doncella»). Su estado de
conservación era tal, que varios expedicionarios coincidieron en
afirmar que parecían estar dormidos.1 Junto a ellos se hallaron 46
objetos que componían su ajuar, formado por figuras humanas y
animales en miniatura, utensilios y alimentos.
Las tres momias incas encontradas cerca de la majestuosa cima del
volcán Llullaillaco, en Argentina, estaban un estado de conservación
tan bueno que permitieron ponerle cara al antiguo ritual de la
capaccocha, cuyo colofón fue el sacrificio de los niños. Se cree que
fue un sacrificio, ya que "La Doncella" estaba vestida con un vestido
marrón claro ajustado en la cintura por una faja con dibujos
geométricos donde combinan colores claros y oscuros con sus
bordes rojos. Tiene un manto gris con guardas rojas, sostenida por
un prendedor de plata a la altura del tórax, al igual que con muchas
trenzas y como era de costumbre, adornos en la cabeza. "La Niña
del Rayo" y "El niño" estaban de una forma en la que no se podía
percibir las prendas fácilmente.
Por Ley 25444 del 20 de junio de 2001, los «Niños del Llullaillaco»
fueron declarados «Bienes Históricos Nacionales» y la cima del
volcán «Lugar Histórico Nacional» por la Comisión Nacional de
Monumentos y Lugares Históricos de Argentina.2
Kelly Knudson, química y arqueóloga de la Arizona State University,
no participó de la investigación, pero explica que este emocionante
estudio demuestra que la ciencia arqueológica puede ayudarnos a
comprender mejor los detalles más íntimos de la vida humana y las
antiguas civilizaciones.
“Detectar un aumento del consumo de alcohol y hoja de coca es
muy interesante, tanto por lo que nos dice sobre los sacrificados en
la capaccocha y su vida anterior, como por lo que nos cuenta sobre
la coacción y el control en la época inca”, concluye Knudson.
Cinco años después del hallazgo, se hizo posible la exhibición al
público de una parte del descubrimiento en el Museo de
Arqueología de Alta Montaña de Salta que fue creado a tal fin, en
la ciudad capital de la provincia de Salta. La muestra cuenta con
sistemas de protección de alta tecnología a fin de mantener las
condiciones de temperatura, humedad e iluminación necesarias
para proteger este valioso patrimonio arqueológico.

Historia del hallazgo[


Una expedición de Club Andino Chile realizó la primera ascensión
deportiva al volcán Llullaillaco en 1952 y a su regreso dieron a
conocer la existencia de ruinas arqueológicas en la montaña.
Entre 1953 y 1954 el militar alemán Hans-Ulrich Rudel realiza tres
ascensiones con fines deportivos y exploratorios. Entre 1958 y 1961
el austriaco Matías Rebitsch asciende cuatro veces al volcán, y
realiza las primeras excavaciones a 6500 m s. n. m. (21.325 pies)
de altura y en la cumbre.
En 1971 el tucumano Orlando Bravo y el baquiano Celestino Alegre
Rojas quién en años anteriores había descubierto un cementerio en
la base del Llullaillaco, realizan exploraciones y excavaciones. Entre
1983 y 1985, el antropólogo estadounidense Johan Reinhard se
dedica a estudiar todos los sitios arqueológicos descubiertos en el
volcán.
En 1998, el Consejo de Expediciones de la National Geographic
Society de Washington, EE. UU., decide organizar y financiar una
expedición al Llullaillaco con el fin de localizar el emplazamiento
funerario y recuperar los restos. La expedición estuvo codirigida por
Johan Reinhard y la arqueóloga argentina Constanza Ceruti, e
incluyó a montañistas y arqueólogos argentinos y peruanos entre
los que se contaban el arqueólogo salteño Christian Vitry, los
andinistas del mismo origen Alejandro Lewis, Mario Lazarovich,
Adriana Escobar y Antonio Mercado, los peruanos Ruddy Perea,
Orlando Jaén, Jimmy Bouroncle, Arcadio Mamami, Edgar Mamani e
Ignacio Mamami, y el fotógrafo de la National Geographic Gordon
Wiltsie, con la colaboración de personal y vehículos del Ejército
Argentino. Ninguno de ellos esperaba hallazgos arqueológicos de
tal importancia.4
El día 15 de marzo de 1999, a una altura de 6700 m s. n.
m. (21 981 pies), casi en la cima, aparecieron tres figurillas de
llamas, dos de concha marina y una de plata, constituyendo el
primer hallazgo realizado en el lugar de ofrendas de la cima. Medio
metro más abajo se encontraba el primer cuerpo. El 17 de marzo se
halló el cuerpo de «El Niño», ese mismo día unos metros más al
norte Mercado y Perea hallaron a «La Doncella». Dos días después,
fue encontrada la tercera momia, «La Niña del Rayo».
Los «Niños de Llullaillaco» pasaron tres semanas en dos
congeladores de la dependencia militar Fragata Libertad del Barrio
Ciudad del Milagro, pero debido al espacio insuficiente en los
congeladores para las tres momias y los artefactos, y a la falta de
estructura para la investigación, el gobernador salteño Juan Carlos
Romero autorizó su traslado en un vehículo de Gendarmería,
permanecieron un tiempo en un congelador común y luego se
enviaron a la Universidad Católica de Salta que contaba con tres
salas para el trabajo de laboratorio y de almacenamiento, y varios
congeladores disponibles.6 En este lugar permanecieron hasta
2004, fecha en que se creó el MAAM, institución destinada a su
guarda definitiva.
El MAAM, Museo de Arqueología de Alta Montaña de Salta, fue
inaugurado el 19 de noviembre del 2004, con el objetivo primario de
albergar y exhibir los restos arqueológicos del volcán Llullaillaco,
exponiendo, en una primera etapa, solamente cinco de las piezas
pertenecientes al ajuar de los pequeños, mientras se esperaban,
desde los Estados Unidos, las especificaciones técnicas respecto a
las cuales se licitaría la construcción de las cámaras especiales
necesarias para exponer los cuerpos.
Dadas las diferentes metodologías que requiere la conservación del
tesoro del Llullaillaco, se hizo indispensable contar con dos
laboratorios al momento de concebir el museo: En uno se
conservan los niños y en el otro los elementos componentes de su
ajuar.
Hubo diversas complicaciones en la construcción de las cápsulas de
exhibición para los cuerpos de las momias debido a que estas
requerían recrear las condiciones particulares de la alta montaña:
baja presión atmosférica, bajo nivel de oxígeno, ausencia de
bacterias, y la no incidencia de la luz solar, para evitar el deterioro
de las piezas. A mediados de 2006 el Director del MAAM Gabriel
Miremond anunciaba que la exhibición pública anunciada
inicialmente para agosto del 2006 estaría lista para la ser
inaugurada en noviembre del 2006, esto no ocurrió.
A fines de 2006, el ingeniero industrial y director de obra del museo
salteño, Mario Bernacki, reconoció el atraso de la empresa
rionegrina INVAP, la cual se encontró con varios problemas en la
construcción de las cápsulas. Entre los problemas que surgieron
durante esta etapa estaba el del acrílico a utilizar, ya que el material
empleado debe soportar considerable presión, permitir buena
visibilidad, y filtrar la radiación UV. Dadas estas limitaciones, se
decidió utilizar un acrílico de 12 milímetros conocido
como metacrilato. INVAP determinó que no era posible construir la
cámara en una sola pieza, sino que debían ensamblarla en varias
partes lo cual generaría una demora adicional.
En enero de 2007 se comunicó que la apertura de la muestra se
prorrogaría para marzo o abril del mismo año, complicándose la
demora con la difusión de información turística que ya había
comenzado a realizar el Gobierno provincial de Salta en el exterior
sobre una exhibición en el museo que aún era inexistente.
Finalmente, sin despliegue mediático, en septiembre de 2007 se
realizó la presentación de la Doncella, el primero de los tres cuerpos
en ser exhibido.
En el espacio creado por el Ministerio de Educación de la
Nación dentro de la muestra Tecnópolis realizada en 2011 en la
localidad de Vicente López, unos 1 600 alumnos de escuelas
secundarias de distintas localidades del país pudieron ver ver una
imagen en «3D» de las estatuillas que integraban el ajuar e
interactuar con el objeto a través de la tecnología conocida como
«realidad aumentada».

El hallazgo arqueológico[editar]
El complejo[
El complejo arqueológico del Llullaillaco comprende diversos sitios
asociados a un camino, distribuidos desde la base de la montaña
hasta su cima. Se cree que el conjunto de construcciones pudo
haber funcionado como refugio para la realización de la ceremonia.
En la base del volcán, a 4900 m s. n. m. (16 076 pies), se encuentra
el cementerio hallado por el baquiano Celestino Alegre Rojas,
saqueado tiempo atrás por buscadores de tesoros; más arriba, a
5200 m s. n. m. (17 060 pies) existe un tambo, algunas de cuyas
construcciones conservan paredes de hasta dos metros de altura y
las vigas del techo en su posición original. Se cree también que esta
estructura servía como «campamento base» para la ascensión a la
cima; existen también diversos conjuntos menores de ruinas sobre
las laderas de la montaña a diferentes alturas.
En la cima secundaria, a 6730 m s. n. m. (22 080 pies), se localiza
un conjunto arquitectónico conformado por dos recintos conocidos
como «chozas dobles», una estructura semicircular abierta o
«paraviento» y un tramo de camino que conduce a una estructura
rectangular o plataforma ceremonial. Esta última contenía a los tres
niños y objetos de su ajuar mortuorio.
Estas «chozas dobles» están conformadas por dos recintos
contiguos de planta subrectangular, en ellas los investigadores
recuperaron un atado de esterillas de paja, probablemente utilizado
para aislar el frío del piso, y tres talegas, bolsas que aún se utilizan
en la zona para acopiar alimentos y otros objetos
La plataforma ceremonial mide 10 x 6 m. y se encuentra a 6715 m
s. n. m. (22 030 pies), ubicada en un promontorio muy visible desde
la cumbre, afianzada por muros de contención. En la plataforma se
hallaron las tres tumbas, cavadas en la roca madre, a una
profundidad de entre 1,5 y 2 metros. Se considera a estas ruinas el
sitio arqueológico localizado a mayor altura en el mundo.
Los objetos del ajuar[

En los rituales de ofrecimiento o pago a las deidades se entregaba


lo mejor que se poseía, con la idea de ser retribuidos de igual forma.
La vida de los niños y su acompañamiento mortuorio fueron en este
caso la principal ofrenda.
Las réplicas en pequeña escala del mundo real que los acompañan
no se resumían a sólo pequeñas estatuillas, sino que incluían
también textiles, tocados de plumas, etc. con todos sus detalles en
miniatura. En muchos casos los tocados y vestimentas reproducen
lo que vestían los niños. Se piensa que ellos debían transformarse
simbólicamente en las figurillas que los acompañaban para su viaje,
las ofrendas se relacionan con este viaje, por ello llevaban comida,
bebida, sandalias adicionales y mantas.
Las ofrendas que forman el ajuar están confeccionadas con
materiales provenientes de diferentes lugares del imperio Inca. En
ellas, se ven reflejadas las regiones geográficas más importantes
del Tawantinsuyu, como así también los elementos simbólicos de
mayor trascendencia: conchas
marinas spondylus o mullu del Ecuador, metales de la cordillera,
lanas finas del altiplano, plumas de las selvas orientales, hojas
de coca de las yungas bolivianas, maíz de los lugares templados,
manufacturados en su totalidad en la capital del estado
La sociedad andina tenía como base la organización dual. Esta
visión del mundo se basa en la división en dos partes iguales,
opuestas y complementarias —
arriba y abajo, derecha e izquierda, femenino y masculino, etc.—.
Este principio atravesaba las dimensiones religiosas, ideológicas,
sociales y políticas. Siguiendo esta lógica, las piezas del ajuar
tienen una marcada diferencia entre lo masculino y lo femenino,
representando las actividades propias de cada sexo, como también
la jerarquía y lugar de procedencia.
El spondylus o mullu está vinculado a Mama Cocha deidad del mar
asociada a la fertilidad; por otra parte, el oro y la plata a la figura del
Inca y sus allegados, relacionándose directamente con la pareja
divina Inti —sol— y Mama Quilla —luna—.
El Niño
El primer cuerpo localizado correspondía a un niño de
aproximadamente siete años de edad, se hallaba sentado sobre una
túnica o unku de color gris con su rostro dirigido hacia el sol
naciente. Como todos los varones de la élite incaica, tiene el cabello
corto y un adorno de plumas blancas sostenido por
una Huarak'ca (una honda de cuerda de lana) enrollada alrededor
de su cabeza y llevaba un adorno pectoral confeccionado con
piezas de Spondylus, pelo de camélidos y cabello humano.
El grupo de ofrendas halladas junto al Niño estaba compuesto por
miniaturas que representarían personajes y objetos de su entorno:
textiles en miniatura, tocados confeccionados en textil, plumas, oro,
pequeños detalles de spondylus, una placa ceremonial de plata,
ushutas (ojotas de cuero y lana de camélidos), bolsitas de piel de
animal que contienen cabello del niño, un saquillo tejido o chuspa,
un engarzado con plumas blancas, y un aríbalo o urpo de
cerámica,13 que consiste en un recipiente policromado de cuerpo
voluminoso con base puntiaguda, dos asas y boca acampanada,
presenta decoraciones geométricas, destacándose
un helecho estilizado. Su principal función era la de transportar o
almacenar líquidos.
Atrae especialmente la atención en su ajuar una serie de estatuillas
que representan llamas en miniatura confeccionadas en oro, plata y
spondylus, conducida por hombres finamente vestidos. Las
estatuillas de camélidos, por lo general, eran ofrendas típicamente
masculinas y escenificaban las principales actividades a cargo de
los hombres.
En el mundo andino los camélidos poseían una importancia
fundamental para el desarrollo de diversas actividades,
especialmente en la economía; significaban alimento, transporte, y
su lana proveía la materia prima para confeccionar los más variados
textiles del Incanato. La principal función de los rebaños era
acompañar a los ejércitos para servir como porteadores o alimento.
También eran innumerables las llamas destinadas como ofrendas
en los diversos rituales y festividades del mundo Incaico.
Otras piezas a destacar son las hondas
o huarak'cas confeccionadas en lana de camélidos, son lazos de
longitud y ancho considerables. Se encuentran asociadas al mundo
masculino y evidencian diversos usos. Las huarak'cas eran usadas
como adornos cefálicos asociadas a plumas y flores, eran signos de
nobleza y se utilizaban en determinadas ceremonias. Durante su
ceremonia de iniciación o huarachicuy, los jóvenes recibían su
insignia o huarak'ca y la horadación de sus orejas, símbolos de
pertenencia a la nobleza incaica y futuros administradores del
imperio.
En 2004 un estudio a la momia realizado por la británica Angelique
Corthals encontró una mezcla de sangre y saliva en un paño que se
encuentra en el cuello del niño. Para Corthals esto es evidencia de
una hemorragia en los pulmones causada por un fuerte golpe, por lo
que sugiere que el niño murió violentamente. Para el arqueólogo
Christian Vitry y el ingeniero Mario Bernaski la mancha de sangre es
causa de un edema pulmonar producido por el ascenso de un niño
de 7 años a más de 6700 m de altura, esta teoría es respaldada por
el hecho de que no se encontraron signos de violencia en el pecho
del niño.

La Doncella[
El segundo hallazgo unos metros al Norte del Niño correspondía a
una joven de alrededor de quince años al momento de la ofrenda.
Llevaba en su cabeza un importante tocado de plumas blancas, en
su rostro aún conserva restos de pigmento rojo, y en su boca
pequeños fragmentos de hoja de coca. Posiblemente haya sido una
Virgen del Sol o aclla, educada en las casa de las escogidas o aclla
huasi, un lugar de privilegio para determinadas mujeres en el tiempo
de los Incas.
Tenía un vestido o acsu de color marrón claro ajustado en la cintura
por una faja con dibujos geométricos que combinan colores claros y
oscuros con los bordes rojos. Sobre sus hombros lleva un manto
o lliclla de color gris con guardas rojas, sostenida por un prendedor
o tupu de plata a la altura del tórax. En su pecho, cerca del hombro
derecho, tiene un conjunto de adornos colgantes de hueso y metal.
Su largo cabello está peinado con pequeñas trenzas, como era
costumbre en algunos poblados de los Andes. Los peinados y
adornos en la cabeza servían para identificar a las personas cultural
y geográficamente.
El cambio de alimentación normal de La Doncella se pudo investigar
por los estudios realizados en el pelo. Se descubrió que, a lo largo
del último año de su vida su alimentación cambió con mayor
presencia de carne. Esto comprobó que recibió cuidados especiales
en el trayecto del Cuzco al Llullaillaco.
La Doncella no tiene deformación craneana, los otros dos niños sí.
Eso no se hacía en todas partes ya que se realizaba según la etnia
y por diferentes motivos estéticos.
Su ajuar incluía objetos de cerámica de formas y estilo incaico,
un aríbalo —vasija cerámica—, jarrito, platos ornitomorfos;
elementos textiles tales como chuspas fajas arrolladas y una
pequeña wincha para el cabello. También keros de madera en
miniatura, un peine de espinas de cardón y trozos de carne seca
o charqui, y estatuillas antropomorfas femeninas de oro, plata y
valva de spondylus.
Entre otros objetos que acompañaban a «la doncella» se destaca
una estatuilla femenina confeccionada con láminas de plata, su
vestimenta miniaturizada consiste en acsu, una túnica que envuelve
el cuerpo, sujeta por una faja llamada chumpi, y una manta
conocida como lliclla que cubre los hombros y espalda, ambas
unidas por tupus, alfileres de plata, representando la vestimenta
típica de las mujeres. El tocado de la estatuilla, confeccionado en
plumas blancas recortadas y entretejidas sobre un soporte de lana
es una reproducción exacta del que llevaba la mujer, y presenta una
prolongación a modo de capa, en la parte posterior. En el área
andina, los tocados son y han sido el complemento del atuendo,
portadores de diferenciación social, género, pertenencia étnica y
jerarquización social.

La Niña del Rayo[

El tercer hallazgo correspondió a una pequeña niña, de seis años


de edad, que se hallaba sentada, con las piernas flexionadas y la
cabeza erguida mirando hacia el suroeste. En algún momento la
descarga de un rayo penetró más de un metro en la tierra y la
alcanzó, dañando parte de su cuerpo y su vestimenta; debido a este
hecho se la conoce como «La Niña del Rayo
Su cabello lacio está peinado con dos trenzas pequeñas que salen
de la frente, y lleva como adorno una placa de metal. Sus ojos están
cerrados y la boca semi abierta, pudiéndose observar la dentadura.
Como sinónimo de belleza y jerarquía, su cráneo fue
intencionalmente modificado, teniendo una forma cónica. 
Sobre sus hombros la cubre un manto o lliclla de color marrón
sostenida por un prendedor o tupu de plata colocado a la altura del
pecho. La cabeza y parte del cuerpo estaba cubierta por una gruesa
manta de lana oscura, y todo el cuerpo estaba envuelto en otra
manta de color claro con bordados rojos y amarillos en su perímetro
Acompañaban a la pequeña varios elementos de cerámica en
miniatura, de estilo incaico como platos con cabeza de pato; bolsas
o chuspas; mocasines de cuero; sandalias, keros, de madera tallada
con decoraciones geométricas incisas, y un conjunto de estatuillas
antropomorfas femeninas en miniatura de oro, plata y mullu vestidas
con miniaturas de textiles y tocados de plumas, y un brazalete
miniatura de oro batido

La Capac cocha[
Artículo principal: Capac cocha

Ceremonia de Capac cocha a la huaca Pacha Camac (creador del universo) de los Chinchaysuyos

Las investigaciones sostienen que el sacrificio de los niños se


produjo en el marco de la ceremonia llamada capac cocha o capac
hucha, durante un verano entre 1480 —fecha de expansión del
imperio incaico al noroeste argentino— y 1532 —fecha en que el
imperio cayó bajo dominio español—.
Desde un punto de vista etimológico, «hucha» significa deber,
deuda, obligación, cuyo incumplimiento cobra el sentido de «falta».
De esta manera, en palabras de Gerald Taylor, «el Capac hucha
corresponde a la realización de una obligación ritual de máxima
importancia y esplendor—Capac—».
El ritual de la capac hucha, fue extensamente documentado por los
cronistas españoles, y la existencia de esta clase de yacimientos
arqueológicos en las montañas de Los Andes en alturas cercanas a
los 5000 m s. n. m. (16 404 pies) es bien conocida, varios de estos
yacimientos fueron profanados y saqueados y, tanto restos
humanos como otras piezas arqueológicas fueron vendidos en el
mercado negro o a museos.
En el caso de estos tres cuerpos, al parecer, los dos niños eran de
familias nobles, escogidos desde su nacimiento para ser parte
fundamental del ritual, como sugiere el hecho de que sus cráneos
fueran deformados con distintas técnicas. Las investigaciones
basadas en el análisis de ADN, han determinado que no existía
parentesco entre los tres
Críticas y controversias
Respecto a las culturas originarias
Las críticas desde algunas comunidades originarias se centran
mayormente en el respeto a la tradición cultural heredada del Inca
de la cual se sienten depositarios únicos, así como de a quién
corresponde la «propiedad» de los restos arqueológicos. Estos
grupos sostienen que el retiro de los cuerpos de los niños configura
una profanación. También afirman que este museo es un desafío a
la Constitución de la Nación Argentina que establece que
el Congreso de la Nación Argentina reconoce la preexistencia étnica
y cultural de los pueblos indígenas argentinos, garantizando -
concurrentemente con las provincias- el respeto a su identidad y
«asegurando su participación en la gestión de los intereses que los
afecten». 
Algunos profesionales han puesto el acento en el respeto a los
criterios de las diversas culturas, previstos en el Código de Ética
Profesional del Consejo Internacional de Museos —ICOM—,
cuando expresa en el punto titulado «Responsabilidades
profesionales respecto de las colecciones», que «el museo tendrá
que responder con diligencia, respeto y sensibilidad a las peticiones
de que se retiren de la exposición al público restos humanos o
piezas con un carácter sagrado. También se responderá de la
misma manera a las peticiones de devolución de dichos objetos. En
la política de los museos se debe establecer claramente el
procedimiento para responder a esas peticiones».
Para el arqueólogo Christian Vitry, esta investigación ayudó a
entender mejor el contexto de los rituales que se realizaban en los
cerros hace 500 años y más. Según la creencia Inca, los niños
ofrendados no morían, sino que se reunían con sus antepasados,
quienes observaban las aldeas desde las cumbres de las altas
montañas. Vitry sostuvo ante un medio de Salta que «se dice que
las momias son de origen inca, y si bien lo inca no existe como
entidad política, social y cultural, no se puede decir que no existen
los pueblos originarios locales que asumen como "propios" los
elementos del pasado.».4 Más recientemente Vitry opinó que «Hoy,
las momias del Llullaillaco forman parte del patrimonio cultural local,
patrimonio que fue consensuado por un cuerpo social, es decir, toda
la comunidad, incluyendo los grupos indígenas.»
Una publicación especializada ha llegado a afirmar que la exhibición
de los restos de las momias de Llullaillaco constituyen una «...falta
de consideración, rayana con el desprecio por la humanidad de los
integrantes de una antigua cultura indígena»
Esta concepción de la exhibición de los restos como una
profanación parece más bien inspirada en el enfoque católico
posterior al proceso de evangelización y no en la tradición incaica,
ya que los propios incas acostumbraban sacar las momias de sus
antepasados de sus bóvedas en noviembre, mes de llevar difuntos,
que llamaban aya marq'ay killa darles de comer, adornarlos, y
pasearlos por calles y plazas.

Reclamos económicos
Carlos Vara, un delegado de la comunidad Suri-diaguita-calchaquí,
declaraba en referencia a la exposición de los cuerpos en el MAAM,
«no solo violaron la tumba de nuestros ancestros, sino que no
vemos ningún beneficio, porque ellos cobran entradas».
El arqueólogo Christian Vitry asegura que el Gobierno prometió a
los habitantes de las comunidades una capacitación para formarlos
como guías, para que ellos puedan trabajar en el museo, o un
espacio para que vendan sus artesanías. «El museo genera dinero
que va para el Estado provincial. A veces, la gente de las
comunidades nos increpa, nos pide que le demos dinero de las
entradas. Ojalá un día todo se convierta en un sistema equitativo
que le devuelva a los pueblos todo lo que los pueblos le dieron».
El inevitable deterioro
Existe una discutida corriente de opinión que sostiene que cuando
se remueve este patrimonio arqueológico de sus condiciones
ambientales originales, aun observando las mayores precauciones,
se produce un deterioro, que, aunque mínimo, con el transcurso de
los años puede ser grave, puntualizando que en 10 años de
extraídos los restos se han deteriorado más que en los 500 años
que estuvieron en su emplazamiento original.
Las declaraciones del anatomopatólogo Gerardo Vides Almonacid,
quién está a cargo de controlar la preservación de los cuerpos de
los niños, parecían confirmar este deterioro cuando afirmó que
«Sobre la base de toda la investigación que se hizo, tanto en 1999
como en 2004 y en diciembre de 2008, demuestran que los cuerpos
están estables. Es decir que están preservados. Lógicamente
siempre existe el deterioro, cualquier persona cuando pasa el
tiempo, aunque esté vivo se va deteriorando. Diez años antes tenía
una situación una preservación de su físico y de su cuerpo; diez
años después tiene muchas alteraciones, pero eso no significa que
esté mal, significa que está bien, que los cuerpos están
estabilizados». En el mismo sentido, un informe generado por el
director Miguel Xamena; el responsable del diseño del sistema de
criopreservación del MAAM, el ingeniero Mario Bernaski y por el
propio Almonacid, reporta que «después de diez años el impacto
natural por los cambios no ha sido tan grave» aunque estudios
recientemente publicados han afirmado totalmente lo contrario.

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