“Desde Adán y Eva N°2” (1963)

9193 Ernesto Deira (1928-1986)
Museo Nacional de Bellas Artes – Buenos Aires
Con la muestra “Otra figuración” presentada en la galería Peuser en 1961, nuestro artista – junto a Rómulo Macció, Jorge de la Vega y Felipe Noé – fue en busca de una imagen nueva del hombre para exhibirlo en su cruda realidad. En esta exploración, el grupo se unió gracias a sus inquietudes estéticas y filosóficas similares, que los arrastraba a combatir la antinomia entre figuración y abstracción.
Para esto, recurrieron a los elementos típicos del informalismo (chorreaduras, aplicación de lo gestual, impregnación de la tela con la pintura aplicada directamente desde el pomo, predilección por le plano y la libertad cromática) a lo que le sumaron la abstracción, el “pop-art” y la euforia del expresionismo, mientras adoptaban una postura antiacadémica, negándose al sometimiento de todo tipo de teorías, y a prescindir de lo geométrico, el informalismo ortodoxo y lo dogmático. Todos estos recursos los aprovecharon para experimentar con un lenguaje innovador.
Deira se constituyó en el pilar imprescindible de esta “nueva figuración”; apareciendo como el defensor más ferviente de la representación de la imagen del hombre, pero estructurando su obra en torno a la destrucción de esta imagen.
El contexto mundial – pero también nacional – de ruptura de todos los órdenes establecidos a partir de la segunda guerra mundial, junto con la influencia de la filosofía existencialista, de la problemática de la crisis del ser que planteara Jean-Paul Sartre – El hombre y su ser en el mundo luego de los traumas de la guerra – generaron en el artista un proceso de angustia ( compartido por tantos otros contemporáneos) que tomó forma en su representación pictórica, asentada sobre una estética nihilista.
Con los recursos de lo grotesco, la ironía, el sarcasmo y la eliminación del orden armónico y de lo bello, propuso un discurso crítico al transformar la realidad para cambiarla por la no – forma; pintando con un humor impregnado de lo absurdo y de crueldad.
Para llegar a la nueva figuración, Deirá iniciaba el proceso técnico extendiendo esmalte líquido y sintético sobre la tela, dejándolo correr, provocando chorreaduras, balanceando el lienzo… mientras este se secaba, nuestro artista pintaba y repintaba sobre la superficie brillante, aplicando óleo directamente del pomo, dando forma a figuras informalistas que acentuaba mediante la superposición de trazos violentos, veloces e incluso recurriendo a texturas, en los que surgían ostros patéticos y agresivos, huellas de rasgos humanos distorsionados, grotescos y anatómicamente desajustados. Esta mezcla de materiales – aprendida en París – se presentó como una innovación técnica en nuestro medio. Además, su paleta no tenía límites.
Son de este periodo las cinco obras que conforman la serie “Desde Adán y Eva” con las que participó como invitado en el Premio Nacional Di Tella de 1963. La versión que te mostramos hoy – la llamada número 2 – quizá sea una de las mejores de toda su pintura; un verdadero ejercicio pictórico que te impacta por su vitalidad gestual.
Adán y Eva, padres de la humanidad en la tradición judeo-cristiana, están representados como configuraciones de líneas y manchas que se oponen dando origen a figuras apenas discernibles en la maraña de gestos: formas en formación. Aluden al origen y al principio de dualidad, opuesto y complementario, que rige a la naturaleza. Adán y Eva son una metáfora del destino errante del hombre, tema caro a la literatura existencialista. La primera pareja debió asumir su propio destino, la condena por el pecado, el destierro, una metáfora de la condición humana.
Sin embargo, más allá de la guía de lectura que te aporta el título, no hay en ella un contenido determinado, podés dejarte llevar por los planos de color y la libertad del trazo negro, y descubrir diferentes lecturas en los signos ambiguos, la materia chorreante, las superficies de color que en ciertas áreas aparecen como capas superpuestas…
La obra plantea la existencia de formas puramente plásticas surgidas en el proceso del hacer, donde el ojo intentó despojarse de todo lo que conoce (perspectiva, composición) para rehacer una situación perceptual anterior, originaria
Al propio Deira le interesaba la participación del espectador para cerrar el circuito del cuadro cuando este depositaba su libre lectura de la obra. “La obra comienza cuando alguien la ve”. Te invitamos a descubrirla desde la libertad de tu mirada siguiendo la idea irreverente del artista “Porque no soy realista. Porque creo en los libres. Porque creo. Porque hago la tela y ella me hace. Por mí y el interlocutor. Por el nuevo lenguaje. Porque quiero salvarme. Por los límites. Porque digo sí. Porque no sé hacer otra cosa. Porque soy figurante. Porque se me da la gana”