En una mañana de mayo, cursando el segundo año de pandemia en el mundo entero y en cada uno de nuestros rincones, nos recibe virtualmente el artista Luis Felipe Noé, desde su casa en la ciudad de Buenos Aires, y nos cuenta lo que está escribiendo, pintando y pensando. El resultado: una charla que atesoramos en Antesis, que bien podríamos ubicar en una eventual sección de las cosas bellas. En las líneas que siguen, les compartimos las palabras del maestro, que recorren desde sus proyectos actuales hasta los tópicos que atraviesan toda su obra: lo fragmentario, los contrastes, las fusiones entre lo interior y lo exterior, la relacion entre lo abstracto y lo concreto, el todo y el caos como el gran tema.

Noé, Yuyo como le dicen, nació en 1933 en Buenos Aires. Estudió unos años la carrera de Derecho, mientras empezaba su formación como pintor y dibujante. Cuando dejó la facultad, en 1955, comenzó a trabajar como periodista. A partir de entonces, ya nunca abandonó esos lenguajes: el de las artes visuales y el de la escritura.

El pintor escritor y su tema de siempre

En 2020 Yuyo Noé inauguró tres muestras simultáneas, una de las cuales fue para exponer la serie “El virus reina”, realizada ese mismo año, mientras le daba impulso al proyecto de escritura de un libro en el que reflexiona sobre aquello que viene indagando a lo largo de todo su trabajo: el caos. Aquí, con una impronta filosófica que recorrerá toda la conversación, y con mucho sentido del humor, empieza por contarnos lo que está haciendo este año, 2021:

“Bueno, estoy haciendo lo mismo. O sea, escribiendo y pintando. El año pasado hice tres exposiciones, pero en realidad dos de ellas eran con obras de años anteriores. Entonces, la que significó un proyecto nuevo, con obra que había hecho el mismo año, fue la que hice en mi galería de costumbre que es la Galería Rubbers, y ahí expuse entre 15 y 20 cuadros. Y además estoy escribiendo un libro, que sigo escribiéndolo. Quiero terminarlo dentro de unos meses, no sé, me faltan dos capítulos todavía, sobre mi tema de siempre que es el caos. Se llama Asunción del caos”.

Noé trabajando en su atelier – 2020. Foto Natalia Revale

“Publiqué antes, en 2017, un pequeño folleto que se llamaba El caos que constituimos. Que todos constituimos, ¿no? Es decir, somos nosotros mismos ese caos. La primera parte se llamaba ‘Asunción del caos’, que creo que es la que estaba más lograda pero ahora la he desarrollado más. Y esa primera parte se pregunta de qué hablamos cuando hablamos de caos. Y la segunda se llamaba ‘El caos como estructura’. No quiere decir que el caos tenga estructura, lo cual no tiene sentido, sino que uno lo toma como la única estructura posible para poder ser, porque es lo único que tenemos”.

Pero los proyectos literarios no se detienen ahí, porque además de Asunción del caos, que está en proceso y se está convirtiendo en un libro gordo, según nos cuenta su autor, también hay reediciones de dos viejas obras: El arte entre la tecnología y la rebelión y Recontrapoder.

“El año pasado publiqué un libro que había escrito hace 50 años, más de 50 años, entre el 67 y el 72, que se llamaba El arte entre la tecnología y la rebelión, y que lo había escrito en el contexto de esa época. Yo lo escribí en Estados Unidos, era la guerra de Vietnam cundo comencé a escribirlo y lo terminé en Buenos Aires. Estuve a punto de publicarlo por la editorial Andrés Bello, de Chile, había firmado contrato, pero cayó Allende y bueno, y después con el clima que había acá no lo publiqué. Y lo publiqué el año pasado. También acabo de publicar ahora otra cosa de esa época, que es un libro que sí había publicado, pero que no tuvo mucha difusión. Era una novela escrita y dibujada en base a mis dibujos de terapia, que mientras hablaba dibujaba, y que lo hice actuar a personajes de ese tipo, no digo exactamente esos dibujos, pero personajes fantásticos que me salían, y entonces los hice actuar como una estructura simbólica del interior de una persona. El libro se llama Recontrapoder, para simplificar, y acabo de publicarlo en su segunda versión. Es un libro que siempre he querido mucho, creo que es una de las cosas más originales que he hecho, pero que ha tenido pocos lectores porque se asustan al comienzo. Sin embargo, yo creo que es bastante divertido. Es el interior de una persona, de una persona común que se llama Adrián Nevares. En la novela aparece siendo Recontrapoder, como el tipo que se asume a sí mismo, y puede, y entonces recuerda sus tipos anteriores desde el hijo de la pavota, o sea el chico, el adolescente. El hijo de la pavota es una manera de decir el boludo. Después, Rompecabeza, el tipo que mezcla todas las cosas, hasta que puede llegar a ser Recontrapoder y después toma la conciencia que había en esa época, la de fundirse con la voluntad popular y ahí Recontrapoder se va haciendo Recontrapodamos. Esa es, más o menos, la estructura del libro, que es totalmente simbólica e interior, pero al mismo tiempo es la conciencia de lo exterior. Y en lo exterior hay una cantidad de anécdotas y cosas que cuento –porque yo fui periodista a fines de los 50-60–, cosas que parecen totalmente ridículas, totalmente absurdas. Las más absurdas son las más reales”.

En el comienzo: la mancha

Así, a través de estas reflexiones que entrelazan los mundos interiores con el exterior, los contextos y los entornos, el diálogo nos lleva al tema del paisaje en la obra de Noé y a su particular forma de involucrarlo en la pintura a partir de la nostalgia.

 “El paisaje adquirió mucha importancia en mí al retorno de un período de no pintar. Porque estaba en el comienzo en la mancha, después en la mancha con la figuración, después me fui al contraste, a la oposición, todo en torno al caos, y era todo muy interior. De repente, bueno, tuve una crisis porque hacía instalaciones que no sabía dónde guardar, ni vender, y empecé a dibujar en terapia y eso me fue llevando a la pintura, cuando al mismo tiempo alquilaba una casa en el Tigre. Estoy hablando de los años 70. Y ahí, en una manera mítica también, porque es la época en que yo hice Recontrapoder, me salió el paisaje del Tigre que es el que sirve como estructura de una serie que se llama “La naturaleza y los mitos”. En el año 75 volví a pintar.

Después me fui en el 76 a Paris y tenía la nostalgia de Latinoamérica y en un viaje que hice a Brasil desde Paris, ida y vuelta, yo era amigo de un poeta que se había exiliado en Buenos Aires antes: Tiago de Melo, que era de Manaos; y estuve en esa zona, en el Amazonas. Volví y tuve una serie amazónica pintándola desde Paris y el paisaje ganó mucha fuerza en mí. De tanto en tanto aparece de vuelta”.

2020 – Juego de palabras juego mágico de colores. Acrílico, pastel seco, tinta. Tela_130x193

El caos, una especie de eternidad

En cada nuevo tramo de la conversación nos vamos adentrando más y más en las ideas que recorren insistentemente el mundo artístico y filosófico de Noé. Entre la obra que fuimos viendo cuando preparábamos la entrevista nos llamaron la atención dos autorretratos, uno del año 78 (Autopaisaje) y otro de 2020 (Autorretrato). Se los mencionamos a Yuyo y la reflexión sobre esas dos pinturas nos termina arrojando de lleno al tema central de su trabajo, que viene anunciándose desde el primer momento: con ustedes, su majestad, el caos.

“Ese retrato que mencionan está fundido con el paisaje. En el otro, el último, habrás visto que es una silueta, en realidad, que se funde con un contexto abstracto, pero mis rasgos desaparecen. Están latentes, pero desaparecen. Y es lo mismo: uno se funde o con el paisaje o con todo, y entonces, ¿qué es el todo? El todo es el todo abstracto con nombres de cosas concretas, pero en realidad es un todo abstracto. Yo veo el mundo como pequeños entes. Lo figurativo y lo abstracto para mí es exactamente lo mismo. En el lenguaje, no somos conscientes, pero en el lenguaje nosotros hablamos más en categorías abstractas que en categorías concretas. Porque estamos calificando y clasificando, y toda clasificación son categorías abstractas. Decimos algo de alguien y lo único concreto es el alguien, pero el algo que decimos es abstracto. En ese sentido, creo que la existencia humana es una pequeña anécdota en el conglomerado total que va cambiando permanentemente, que para mí es mi tema: el caos”.

 “Yo nunca confundo caos con desorden. Me parece que es uno de los grandes errores que existen, teóricamente, el de confundir caos con desorden. Orden y desorden son categorías concretas, son conceptos de algo que esta ordenado y algo que está desordenado. Tienen una concepción estática: ordenado–desordenado. En cambio, el caos no tiene contrario, permanentemente va fluyendo. En ese sentido, el escenario del caos es el tiempo, categoría también, no concepto sino vaga concepción, de todo aquello que se nos escapa, de aquello que no lo podemos controlar. Porque una de las cosas más incontrolables que vemos es el tiempo. Y tiempo también es una palabra que no tiene contrario, porque eternidad no es lo contrario. Eternidad es justamente la categoría esencial del tiempo. El caos es una especie de eternidad. El caos es una especie de dios en realidad, no del dios creador, sino en el sentido del absoluto. Es un absoluto. Un absoluto despelotado si se quiere. Es un absoluto totalmente en movimiento, no un absoluto estático, que como la gente categoriza el concepto de lo divino”.

Y en esta búsqueda para definir esa realidad en la que habitamos los seres humanos y dentro de la cual se da toda existencia, que podríamos, siguiendo a Yuyo, denominar caos, se nos aparece la pregunta por la libertad, el determinismo y el azar:

“El caos va cambiando permanentemente. Nosotros al vivir el caos podemos decir que las cosas se nos dan por azar, pero es una consecuencia de todo ese fluir entrecruzado. Libertad es un sueño. Ninguno de nosotros somos libres. Todos nosotros queremos ser libres, que es otra cosa. Toda condición que tenemos, desde que nacemos en un determinado país –que es como ser socio por nacimiento de un club– la patria es el club que nos toca ser socios desde que nacemos. ¿Hemos elegido ser argentinos? No. ¿Hemos elegido ser latinoamericanos? No. ¿Hemos elegido vivir en esta época? No. ¿Hemos elegido ser de tal clase social? No. ¿Qué hemos elegido? Si todos estamos condicionados de entrada, entonces de qué libertad podemos hablar. La libertad es un sueño. La libertad es: queremos ser libres, y de qué queremos ser libres, queremos ser libres de nosotros mismos, tal vez. De todo eso que tanto nos han condicionado”.

2019- Optimista escéptico. 100x135cm Acrílico ojos plásticos, papel.

El blanco y negro también es color

En el devenir del diálogo, que a esta altura ya va evidenciando la presencia de lo fragmentario y lo caótico como parte de la charla misma, le pedimos a Yuyo algún comentario acerca del color, concretamente le preguntamos si se puede pensar en “asumir el caos” en términos visuales sin la participación del color. Y, como no podía ser de otra manera, su respuesta lleva a repensar todas las definiciones y a buscar nuevas conexiones, nuevos contrastes, tensiones y superposiciones.

“El blanco y negro también es color. Todo depende de qué se entiende por color. El color al igual que el blanco y el negro forman parte del abecedario de lo visual y uno estructura con todos esos elementos. Antes lo usaba menos, pero yo ahora estoy usando mucho el blanco y negro también, y me gusta el contraste de lo figurativo y lo abstracto, la línea y el color, el contraste de la pintura y el dibujo, el contraste de tensión entre los planos negros y las líneas simples y los planos blancos. Todo lo que ayuda a valorizar una cosa en contra de la otra me interesa más. Es como intentar precisar lo que uno está expresando. Hay algo de lo que yo me congratulo: antes, cuando hablaba, nadie entendía un carajo lo que yo decía porque todo se me juntaba y quería decir todo al mismo tiempo. Ahora creo que yo mismo me estoy entendiendo y lo estoy diciendo cada vez más claro. Lo mismo visualmente, eso es lo que me interesa. Los filósofos que creen en la oscuridad, en decir las cosas complejas porque están pensando mucho, me parece que el problema lo tienen ellos, que todavía no saben lo que están pensando, y lo digo incluso para grandes filósofos. Es decir, pueden ser grandes filósofos, pero el gran, gran, gran filósofo es el que puede llegar a formular con claridad sus pensamientos. Ahora, decir claridad no quiere decir que se lo reduzca al absurdo de decir algo muy simple, sino tener la precisión consciente de qué es lo que está queriendo formular. Hay una cosa que yo me doy cuenta, por ejemplo, que a veces uno, cuando se quiere formar en filosofía, agarra los manuales que explican lo que piensa tal filósofo o tal otro, creyendo que los manuales lo van a ayudar a uno a comprender al filósofo, y es todo lo contrario. Es mucho más fácil entender al filósofo directamente que entender al manual que lo explica al filósofo”.

El retorno del paisaje

Para finalizar, reaparece el tema del paisaje en vinculación con la cuestión del plano, la visión quebrada, la unidad y el trabajo de formular de modo visual la idea del caos. Y para el cierre, unas palabras sobre la tarea del pintor, que se descubre a sí mismo aprendiendo a pintar a sus casi 88 años.

“Lo que pasa es que el paisaje por lo general tiene una atmósfera y la atmósfera lo une. El paisaje es caótico de por sí. Pero la atmósfera lo hace retroceder o lo hace ganar, no sé exactamente, como un todo, y el caos tiene más bien el concepto de que todo se va rompiendo y se va deshaciendo. Eso es lo que yo intenté hacer con cuadro dividido, visión quebrada. Esos son los primeros términos que yo fui utilizando, en mi Antiestética, que publiqué en el 65, hablaba en esos términos. Después fui yendo a instalaciones muy difíciles de vender, de guardar, pero en las que la estructura era justamente de opuestos espaciales. Y la idea de instalación siempre me trabaja. La instalación me llevó a parar de trabajar durante años, porque había llegado a un punto que era muy difícil resolver, y después volví al plano nuevamente. Pero durante nueve años no hice obra pictórica por esa razón. Pero volví a través del dibujo justamente en una terapia que había hecho, empecé a dibujar, y el dibujo me llevo a la pintura nuevamente. En el 94 volví a intentar hacer instalaciones y yo creo que la mejor instalación que he hecho, la más lograda de todas, es la que hice en el 17 en la exposición que hice en el Bellas Artes Miradas prospectivas, y la instalación se llama “Entreveros”, pero siempre el problema es dónde se pone, dónde se guarda. Es como hacer para deshacer, tiene algo de fracaso en sí mismo”. “Pero ahora estoy contento con algo que estoy logrando, mirá que me falta menos de un mes para cumplir 88 años. Yo no tengo ningún miedo a la muerte, pero espero que la vida me dé una propina para poder llegar a terminar ciertas cosas. Lo que estoy escribiendo, lo que quiero escribir. Y también a terminar de formular, un poco visualmente, mi idea del caos que todavía creo que no lo logré. No lo logré. Y ahora estoy creyendo que, aún en el plano, estoy haciendo una obra muy libre en este momento, en el sentido de que la empiezo por todas partes, nada tiene que ver con nada, pero al final hay una unidad de vibración, de tensión por vibración total que me parece que es como que estoy recién aprendiendo a pintar. Lo digo en serio, no lo digo en chiste”.

Entrevista: Ana Aymá y Hernán Lugea