El molino y la cruz. El Camino del Calvario viviente - Alfa y Omega

El molino y la cruz. El Camino del Calvario viviente

De Polonia nos llega una controvertida película de autor: Lech Majewski es el director, productor, guionista, director de fotografía y compositor. Una película que es un cuadro viviente: el Camino del Calvario, de Brueghel el Viejo, uno de los grandes maestros del siglo XVI. El molino y la cruz merece todos los premios técnicos del mundo, pero naufraga al aferrarse acríticamente a la leyenda negra, en una cinta que parece firmada por el mismísimo Guillermo de Orange

Juan Orellana
Fotograma de la película El molino y la cruz.

El arte nunca se ha conformado con reproducir la realidad, sino que ha buscado trascenderla, bien para tratar de revelar algo del misterio profundo que la habita, bien para interpretarla o detenerse en un aspecto particular de la misma. Lo mismo se puede predicar del cine cuando se ha entendido como arte. Tarkovski, por ejemplo, afirmaba que lo que vemos en un plano no se agota en aquello que representa visiblemente, sino que siempre se insinúa algo inabarcable. El expresionismo alemán, que tanta impronta dejó en el noir clásico o en el cine gótico, nos ofrecía una versión deformada, interpretada de la realidad. El moderno cine multitramas (Rodrigo García, González-Iñárritu) retrata al hombre contemporáneo a partir de fragmentos y pinceladas concienzudamente dispuestos.

El director polaco Lech Majewski quiere rastrear este proceso de creación artística a través del pintor flamenco Pieter Brueghel (interpretado por Rutger Hauer) y su Camino del Calvario, pintado en 1564, justo antes de que Felipe II enviara a los Países Bajos a Fernando Álvarez de Toledo, Gran Duque de Alba, para reprimir las revueltas calvinistas. Esta situación política y militar de conflictiva sumisión de aquellas tierras a la Corona española le permite a Lech Majewski una doble interpretación del cuadro de Brueghel. Por un lado, nos propone una interpretación política e histórica del hecho religioso que plasma el cuadro. El Cristo sufriente estaría representado por los calvinistas y los reformistas; los fariseos, que se valen de la religión para ejercer su poder y mantener su statu quo, serían los españoles, que también encarnan a los soldados romanos, crueles torturadores que se juegan a los dados la túnica del Salvador.

Pero Lech Majewski también nos ofrece la otra cara de la moneda: en el cuadro, está representada la sociedad flamenca de la época, en la que se reproducen los sufrimientos de Cristo.

Demonización histórica de España

En ambos casos, se trate de un cuadro religioso o político, los españoles representan la brutalidad del poder y la intolerancia de un catolicismo fanático, los clásicos ingredientes de la leyenda negra. De hecho, la película en su conjunto, tremendamente maniquea, gira en torno a una demonización histórica de España, que parece ser la motivación principal de Brueghel y de su mecenas, Nicolaes Jonghelinck (interpretado por Michael York).

Los aspectos religiosos del cuadro son metáforas de una denuncia política. La absolutización de este aspecto es el gran lastre de una película que se queda a las puertas de la obra maestra por su incapacidad de ir más allá de un ajuste de cuentas nacido del odio a lo católico y español. No se trata de justificar lo injustificable que hubo en la actuación de la Corona en aquellas circunstancias, sino de abrir un horizonte mayor, que es precisamente lo que trata de hacer el arte.

Escena de la película El molino y la cruz.

Ciertamente, Brueghel, en la fase de bocetos del cuadro, nos explica en la película una intención mucho más metafísica, cercana a la mirada de Dante: pintar un teatro del mundo, a modo de telaraña, en cuyo centro estaría la Pasión de Cristo, arriba el molino que mueve el mundo y que es alegoría de Dios, y alrededor toda la actividad humana, marcada por la banalidad y el olvido de Dios, la distracción radical.

Si el film de Majewski hubiera caminado por este sendero más que por el de la venganza histórica, hubiera traspasado ese umbral y estaríamos ante una obra maestra. Porque desde el punto de vista formal es una obra portentosa, que utiliza la tecnología digital para ofrecernos un cuadro flamenco viviente, en sus luces, en sus fondos, en sus texturas, vestuarios, en sus rostros…, una delicia visual que merece un sitial en el coro de las grandes conquistas visuales del séptimo arte.

El Molino y la Cruz
Director:

Lech Majewski

País:

Polonia

Año:

2011

Género:

Drama

Público:

+12 años