Rodney Mullen y la genialidad de ser raro

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Fotos: J.G. Brittain / Tom Tom Founders Festival

 

El papá de Rodney Mullen nunca quizo que su hijo se subiera a un skate. Aunque pensaba que era una pérdida de tiempo, un atajo para ser un vago,  tiempo después cedió a las súplicas del pequeño de 10 años y se lo permitió bajo dos tajantes condiciones: que ocupara protecciones en exceso  y que lo abandonara apenas se lastimara. Él no lo supo, pero nos hizo un favor a todos. Su hijo, un joven extremadamente tímido, silencioso, compulsivo y con severas dificultades sociales, un completo outsider de la industria, las modas y el mundo, cambiaría el skate para siempre.

 

«Todos odiábamos el freestyle, pero llegaba Rodney y todos parábamos. Todos los skaters de vert paraban». Christian Hosoi, Bones Brigade: An Autobiography.

 

En los 80′ el vert acaparaba público,  gritos y  «groupies», mientras que el freestyle hacía de hermano simpático con movimientos y atuendos ridículos, y una popularidad en decadencia.  No se podía comparar a un tipo haciendo equilibrio de cabeza sobre la tabla, con Tony Hawk girando por los aires en una rampa. Así las cosas, Mullen no cambió el panorama general, pero gracias a una consistencia de videojuego, y trucos que nunca nadie había visto antes, se puso a la altura de las más grandes superestrellas. «Todos odiábamos el freestyle, pero llegaba Rodney y todos parábamos. Todos los skaters de vert paraban», dice Christian Hosoi en el documental Bones Brigade: An Autobiography. «Todos iban a mirar Rodney. No importaba, sabías que ibas a ver un show», agrega Tommy Guerrero.

 

 

A principios de los 80, después de viajar a California y ganar su primer campeonato profesional de freestyle, se unió a la Bones Brigade con tan solo 14 años. Viajó por el mundo, fue a programas de televisión, se metió las competencias al bolsillo, protagonizó los primeros videos de skate de la historia y además cimentó la base del skate callejero al crear el ollie en flat, flip, heelflip, 360 flip, entre muchos otros. Si no hubiera sido por él, hoy  tendríamos que aprender a volar metros sobre una rampa o hacer poses de baile en flat si quisiéramos considerarnos skaters.

Si bien se codeaba con los mayores exponentes de la época, nunca fue uno más. Por un lado lo que hacía con la tabla era completamente nuevo, pero también era un bicho raro al que le costaba relacionarse con el resto. Su desarrollo como persona y skater estuvo marcado por la soledad, la introspección y la obsesión compulsiva hacia el skate. «Rodney estaba completamente loco, pero a la manera de los genios. Podía saber un hecho histórico, pero no sabía abrir una puerta», dice Tommy Guerrero, medio en serio medio en broma, en el documental de la Bones Brigade.

 

Al año de empezar a andar, época en que la mayoría se engancha con las amistades y sentido de pertenencia que entrega la actividad, Mullen se fue a vivir con su padres a una granja en Florida sin ningún skater a la vista, y donde el único pedazo de cemento utilizable se encontraba en un pequeño garage en su casa. Ahí, solo y encerrado, sumergido en sí mismo y ajeno a las modas o lo que hacía el resto, dio rienda suelta al carácter individualista del skate, ese que nos hace libres, y en algunos casos, originales.

 

Mullen nunca cayó en el cliché de desperdiciar su fama y dinero en drogas y fiestas. No tiró todo a la basura, como tantos en la historia del skate (por lo menos en EEUU). En otro capítulo que lo distinguió de la mayoría de sus pares, a los 18 años entró a estudiar a la universidad a la vez que ya había logrado una carretera meteórica en el skate, en parte por una curiosidad intelectual que lo ha acompañado toda su vida, y en parte porque la voz de su padre seguía sonando fuerte respecto a que la tabla era una pérdida de tiempo.

 

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Foto: J.G Brittain

 

Luego de hacer historia en Bones Brigade, Mullen recibió el ofrecimiento del infame Steve Rocco para invertir en su nueva marca, World Industries. Aceptó y comenzó una época donde no solo era un skater, sino también team manager, jefe y todo lo que conlleva llevar una empresa exitosa. Su rol contradecía a su persona. Su actitud tímida y suave chocaba con skaters jóvenes mal portados, y tambien con el espíritu confrontacional de la marca, dificultando aún más se relaciones con el resto. Si embargo, también aplicó su carácter analítico, el mismo que lo hacía descomponer sus movimientos para crear y dominar trucos, en el diseño de las tablas. Es uno de los grandes responsable de la forma actual de nose y tail levantados y redondos.

El camino soñado en el imaginario de muchos es dejar la calle para entrar a la universidad. Pero Rodney Mullen hizo lo contrario, dejó los estudio y pasó al skate callejero. Luego de años de insistencia de sus pares para que dejara el freestyle, el cual murió definitivamente a comienzos de los 90, se integró al super team de Plan B Skateboards (marca perteneciente a World Industries) y llevó su mochila de invenciones al mundo que ayudó a crear. Con los años, y ya como un ícono, mezclo libremente tanto freestyle como calle en sus partes, demostrando que si lo puedes imaginar, también lo puedes hacer.

 

La parte de Rodney Mullen en el Almost Round 3. Una prueba de que este tipo hace lo que quiere con un skate.

Luego del fin de World Industries,  Mullen creó A Team Skateboards, después pasó a Enjoi y finalmente creó Almost Skateboards junto a Daewon Song, mientras que las àrtes, publicidades y clips con su talento fueron una constante durante los años, y siempre bajo un principio básico que resume en el documental de Bones Brigade: «No dejes que nada contamine tu individualidad. Sepárate, aléjate, mira para adentro, no hacia afuera». Eso lo llevó a cimentar las bases del skate moderno al crear la mayoría de los trucos que haces, tratas o te gustaría hacer, generando la admiración y respeto de sus pares e, incluso, más allá de la industria. Ha sido invitado  a las populares  Ted Talks para resaltar  la creatividad, resiliencia, perseverancia y originalidad que se encuentran en el skate, y que pueden resultar útiles para la industria tecnológica. No es normal ver a un tipo sobre el escenario con un skate hablándole a gente que no anda en skate.

Todo lo anterior es muy bonito, pero hay otra idea a considerar. En un tiempo donde es cada vez más difícil ver a alguien alejarse de la masa, alguien que no le importe el qué dirán y que siga su propio camino y no se coma las nuevas modas como si fueran aspirinas , Mullen  recuerda que está bien ser diferente, ser «raro». Eso, además, es coherente con el skate en sí mismo, el cual es altamente anormal, porque por más popular y aceptada que sea la patineta hoy,  pasarse todo el día en la calle cayéndose; pasar horas, días, semanas tratando un truco arriba de un juguete; angustiarse, enojarse, entristecerse y disfrutar sobre un pedazo de madera, sigue siendo raro, y por eso, es increíble.

 

Por: Aníbal Casanueva